«Cuando la bomba lanzada por el avión explotó, tuve la impresión de encontrarme en el infierno. En el infierno de verdad», gime Ghassan, de 31 años, mientras se retuerce sobre las sábanas mugrientas de su cama de hospital. Como muchos de los palestinos, está convencido de que Israel está utilizando un nuevo tipo de armas. […]
«Cuando la bomba lanzada por el avión explotó, tuve la impresión de encontrarme en el infierno. En el infierno de verdad», gime Ghassan, de 31 años, mientras se retuerce sobre las sábanas mugrientas de su cama de hospital. Como muchos de los palestinos, está convencido de que Israel está utilizando un nuevo tipo de armas.
Cuando el Tsahal realizó una incursión, el 19 de julio, en el campo de refugiados de Maghazi, en la parte central de la Franja de Gaza, Ghassan, miembro de los servicios de seguridad de Palestina, no tuvo otra idea que la de ir a combatir.
Pero lo que ha vivido ahí, asegura, va más allá de las batallas normales. «Sentí productos químicos. Sentí el calor. Sentí dolor», cuenta entre lágrimas en un pasillo del hospital de Chifa, en Gaza.
Las sospechas de los palestinos han crecido a lo largo de estos últimos días. Sospechan que Israel utiliza nuevo armamento en sus ofensivas militares contra la Franja, que comenzaron el 28 de junio y que por ahora han dejado 143 muertos, en su mayoría civiles.
«Estamos absolutamente seguros de que las fuerzas de ocupación utilizan bombas que están prohibidas por el Derecho Internacional. Los fragmentos que sueltan esas bombas explotan dentro del cuerpo y queman horriblemente, provocando la muerte y la desmembración de brazos y piernas», aseguró el portavoz del Ministerio palestino de Sanidad, Jaled Radi.
Las tropas israelíes desmienten categóricamente toda utilización de armas no convencionales. «El Ejército», reiteró una fuente oficial, «utiliza armas y munición conforme con la legalidad internacional».
Médicos consultados por France Presse afirman que jamás han visto heridas parecidas, normalmente gravísimas quemaduras en los miembros inferiores, que hacen inevitable la amputación.
Plástico en las heridas
Habes Al Wehedi es cirujano del hospital de Los Mártires de Al Aqsa y cuenta el asombro de todo el cuadro médico del centro. El 30% de los heridos llegados de Maghazi traían las mismas llagas. «Por debajo de la cintura», explica Wehedi, «las heridas importantes se localizan por debajo de la cintura». Y añade: «Se encontró un trozo de plástico en el cuerpo de un herido. Me lo trajo una enfermera para que lo viese. Se podía leer la inscripción ‘Test'».
El doctor Wehedi señala a un adolescente. Tiene todo el cuerpo, el torso, las piernas y la cara cubiertos por quemaduras rojizas. Sus muslos y pecho están vendados con cuidado. Se llama Ismael Al Sawaferi y cuenta que estaba en la calle, con amigos, cuando vieron «una luz muy fuerte» y quedaron sordos, «sin poder oír absolutamente nada. Habíamos perdido nuestra ropa. Cuando despertamos, estábamos en Urgencias».
Pero aclara que no existe ninguna prueba real y tangible de que Israel utilice armas no convencionales. «Desde luego son armas nuevas, pero hasta que no podamos analizarlas, no podremos decir ante qué nos enfrentamos realmente», dice Wehedi.
Stuart Shepherd, miembro de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCAH) de la ONU, precisa que «ciertas investigaciones son necesarias» para verificar o deshacer las sospechas de los médicos palestinos.