Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Cuando la autoproclamada izquierda «antiimperialista» adopta el lenguaje y la lógica de la Guerra contra el Terror de Bush, es que hay algo, a nivel analítico y moral, que está yendo muy mal, sostiene Michael Degerald.
Si alguna imagen pudiera resumir el matrimonio del discurso de la «Guerra contra el Terror» con el autodenominado «antiimperialismo», sería la tan manipulada y difundida foto del fallecido John McCain en Siria reuniéndose con miembros de la oposición siria. McCain fue a Siria en 2013 en calidad de senador de los Estados Unidos. Su imagen sonriendo junto a varias figuras de la oposición siria, no identificadas, ha ido pasando desde entonces por las diversas páginas de Internet con un Photoshop que etiquetaba erróneamente a quienes acompañan a McCain como una serie de líderes del Estado Islámico (EI), incluido el tristemente célebre y autoproclamado «Califa», Abu Bakr al-Baghdadi. Además, en la foto se afirma equivocadamente que al-Baghdadi fue entrenado en Israel con dólares de los impuestos estadounidenses.
No importa que las etiquetas sean falsas, la imagen circula de todos modos y se alimenta de los temores de la gente de que poderes más grandes estén manipulando el conflicto en Siria para sus propios fines, algo que en realidad es bastante cierto. El internauta medio puede creer fácilmente que esos hombres sirios son en verdad líderes del EI, y que Baghdadi es realmente un agente estadounidense/israelí, ya que la acusación encaja vagamente en un marco existente, ese en el que el «imperialismo» está dispuesto a armar y entrenar a muchos grupos e individuos cuestionables para lograr ventajas geopolíticas a corto plazo. Como se verá, este es solo uno de los numerosos ejemplos del discurso de la Guerra contra el Terror que tergiversan los conflictos complejos como batallas en blanco y negro contra el «terrorismo», con independencia de los actores que lo utilizan, con un resultado inevitable de violaciones de los derechos humanos y muertes de civiles.
Foto con etiquetas manipuladas ampliamente difundida entre los teóricos online de la conspiración, sugiriendo falsamente que el senador estadounidense John McCain se reunió con yihadistas del Estado Islámico en Siria.
En una entrevista de junio de 2018, el disecado líder sirio Bashar al-Asad describía las fuerzas que se oponen a él: «… principalmente Occidente, liderado por Estados Unidos y sus títeres en Europa y en nuestra región;… intentando avanzar a través de sus mercenarios en Siria, ya sea fomentando más terrorismo, trayendo más terroristas a Siria o entorpeciendo el proceso político». Las repetidas declaraciones de Asad sobre el «terrorismo» exponen que se refiere a toda la oposición, como si toda ella estuviera compuesta de agentes terroristas que trabajan para Estados extranjeros. Poco más cabría esperar de un dictador que heredó de su padre el gobierno de todo un país, y que ha encarcelado, torturado y asesinado brutalmente a miles de sirios. Sin embargo, ese discurso no ha dejado de repetirse, haciéndose en algunos casos aún más extremo a través de los «antiimperialistas», en su defensa de la dinastía Asad contra lo que ellos insisten es una guerra de cambio de régimen iniciada por Occidente. Al replantear el discurso de la «Guerra contra el Terror» al servicio del «antiimperialismo», estos actores intentan deshacerse de los problemas existentes con esas acusaciones tan amplias de terrorismo, convencidos de su exactitud y justicia con el argumento de que están desafiando al imperialismo.
Por ejemplo, un episodio de Moderate Rebels, un podcast aparentemente antiimperialista, titulado «Siria no es Palestina; al antisalafismo/wahabismo no es islamofobia», ilustra bien esta posición. El nombre mismo de rebeldes moderados es, de hecho, un golpe a la idea de que alguno de los grupos de la oposición a Asad pueda no ser extremista. Los escritores Max Blumenthal y Ben Norton, que son los copresentadores del podcast, hablaron con su compañera «antiimperialista» Rania Khalek e intentaron abordar las acusaciones de que habían estado repitiendo el discurso de la Guerra contra el Terrorismo, entre otras críticas.
Blumenthal, al explicar su giro de 180º sobre el tema de la guerra en Siria (había escrito anteriormente de forma crítica sobre el régimen), dice: «Al principio impuse mi comprensión de Palestina proyectándola en la situación siria… También impuse mi comprensión de la islamofobia en Occidente proyectándola igualmente sobre la situación siria…» Los comentarios de Blumenthal muestran que luchó por reconciliar su posición sobre Palestina con su posición sobre Siria, centrándose en los Estados involucrados y no en los pueblos. De hecho, todo el discurso en torno a la Guerra contra el Terror como herramienta del imperialismo impide que Blumenthal vea a Israel y Siria como Estados que reprimen a sus súbditos, que los pueblos están luchando contra los Estados por su independencia y autodeterminación. En el mismo podcast, descarta la idea de que Rania esté utilizando el discurso de la Guerra contra el Terror cuando subraya cuán terribles y atroces son los actos de los grupos que desafían a Bashar al-Asad, que es exactamente lo que se hace cuando uno se alinea con un Estado en contra del pueblo. A juicio de este autor, todo lo que describe Khalek sucedió; el problema es que ella y otros hablan de toda la oposición como si sus facetas peores y más extremas constituyeran la totalidad. El Estado de Asad buscó precisamente ese resultado desde el comienzo del levantamiento, como lo demuestra la liberación de miles de prisioneros que previamente había encarcelado por ser miembros de grupos extremistas (véase aquí y aquí). Khalek adopta y repite la lógica exacta utilizada por Asad, a saber, que los sirios deben elegir entre tenerle a él como dictador o a los «terroristas» dirigiendo Siria. A partir de 1970, el Estado sirio pudo democratizarse y alejarse de la autocracia en algún momento. Sin embargo, desarrolló un culto a la personalidad alrededor del presidente y reprimió brutalmente a las figuras de la oposición, especialmente, pero no exclusivamente, a los comunistas sirios. El discurso de la Guerra contra el Terror es ahora fundamental para la proclamada legitimidad del Estado sirio.
El «terrorismo», como quiera que se defina, no comenzó claramente con el 11 de septiembre, pero el discurso que rodea el término dio un giro dramático a raíz de los perversos ataques que sacudieron Estados Unidos y, de hecho, todo el mundo. Para nuestro propósito aquí, puede definirse el «terrorismo» como el uso de la violencia contra civiles para lograr objetivos políticos y/o ideológicos. Según esta definición, los Estados pueden cometer terrorismo, al igual que los actores no estatales, una distinción necesaria para evitar demonizar simplemente las causas y los grupos justos. El entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, lanzó la Guerra Global contra el Terror en 2001 en respuesta al 11-S. El evento sigue rodeado de teorías de conspiración que proclaman que Estados Unidos estuvo finalmente detrás de los ataques. Esta sombra de duda y conspiración persiste alrededor del terror yihadista hasta el día de hoy, dando a entender que, en última instancia, es EE. UU. quien anima y apoya a estos grupos extremistas. Las tropas estadounidenses y de la coalición invadieron Afganistán a fines de 2001, e Iraq en marzo de 2003, en ambos casos como parte de la declarada guerra contra el terrorismo de Bush. Una infraestructura global consistente en numerosos agujeros negros, la prisión de la Bahía de Guantánamo y, posteriormente, un programa de asesinatos con aviones no tripulados son algunas de las facetas más infames de una Guerra contra el Terror que se lleva por delante la vida de muchos individuos, aunque de forma desproporcionada la de musulmanes o de seres de sociedades en las que el Islam es parte predominante de la cultura y la vida.
Uno de los efectos del discurso de Guerra contra el Terror del Estado estadounidense y de su implementación fue el de racializar a los hombres musulmanes representándolos como malvados y extremistas. Hollywood y las representaciones de los medios populares alimentaron los estereotipos de los hombres musulmanes como jihadistas barbudos y enojados a los que valientes soldados blancos estadounidenses tenían que combatir y asesinar. «24» y «Homeland» son ejemplos de programas populares de televisión profundamente inmersos en representaciones racistas de hombres musulmanes. El efecto acumulativo de la política y los medios populares fusionó hombres morenos de origen no musulmán con musulmanes, racializándolos bajo el paraguas de «hombres morenos terroristas». Los ejemplos incluyen lo ocurrido en un templo sij en Wisconsin, que fue objetivo del terrorismo interno en EE. UU., en el que murieron asesinadas seis personas; el acoso a un político sij canadiense de izquierdas llamado Jagmeet Singh, en Ontario, Canadá, por una mujer que lo acusó de estar «en la cama con la sharia y la Hermandad Musulmana»; y una rama del Partido Republicano en Texas, que estuvo recientemente a punto de expulsar a uno de sus miembros simplemente por ser musulmán. Estos son solo algunos ejemplos, tanto violentos como no violentos, del discurso de la Guerra contra el Terror que demoniza a civiles inocentes. Incluso si se dirige a grupos o individuos que son genuinamente culpables de participar en el terrorismo, el discurso de la Guerra contra el Terror sangra inevitablemente hacia afuera y mancha a una franja mucho más amplia de personas. Esta generalización excesiva va en paralelo con la forma en que funcionan la islamofobia y el racismo en general, estereotipando negativamente a grupos enteros como medio de ejercer poder sobre ellos.
En los años transcurridos desde que Bush lanzó su Guerra contra el Terror, numerosos Estados autoritarios han adoptado su discurso para sus propios fines. China ha tratado de combinar el separatismo uigur con la «Guerra Global contra el Terror» desde el 11-S, abarcando deliberadamente los puntos de discusión utilizados por Washington en su esfuerzo por pintar a los uigures como terroristas islámicos. Vladimir Putin, de manera similar, vio la oportunidad de alinearse con EE. UU. y presentar la prolongada guerra de Rusia contra los separatistas chechenos como parte de la Guerra Mundial contra el Terror. Más recientemente, las autoridades rusas se han referido a los grupos que en Siria desafían al régimen de Asad como «terroristas», especialmente a los asesinados por las fuerzas rusas. «Hemos matado, matamos y mataremos a terroristas… ya sea en Alepo, Idlib u otras partes de Siria», dijo la portavoz del gobierno ruso, Maria Zakharova, en comentarios hechos a finales de 2018. Tales comentarios están en línea con el apoyo de Moscú a Asad y su uso del discurso Guerra contra el Terror. La Defensa Civil Siria, una organización de rescate voluntario también conocida como los «Cascos Blancos», ha sido marcada como «terrorista» y «herramienta de Israel«. Al igual que en otras partes del mundo, la etiqueta de «terrorista» tiene como objetivo deslegitimar, empujando a un individuo o a un grupo más allá de cualquier límite aceptable de respetabilidad. Rusia y China desplegaron ambas la retórica contra el «terror» antes del 11-S (tuvieron, de hecho, problemas reales con la violencia separatista). Y ambas utilizaron la declaración de Bush después del 11-S para blanquear los problemas de sus países con la violencia separatista, presentando esos problemas como manifestaciones locales de la Guerra Mundial contra el Terror.
Para cualquier persona que quiera verlo, enterrado justo bajo la superficie del término «terrorista» aparece el debate sobre estatalidad y soberanía. Los Estados tienen ejércitos y, por lo tanto, recurren a la violencia «legítima», asumiendo que se ajustan al derecho internacional en lo relativo a cuándo y cómo se involucran en la guerra. Sin embargo, para los actores no estatales, el sistema nación-estado adoptado en todo el mundo no permite el recurso legal a la violencia, y estos grupos no estatales suelen ser tildados frecuentemente de «terroristas» por sus oponentes cuando intentan hacer uso de la violencia para conseguir fines políticos. El presidente ruso, Vladimir Putin, autorizó este debate en curso sobre la definición moral, que no analítica, de terrorismo en comentarios hechos en 2004, cuestionando el uso del término «terrorista» al pedir una definición coherente que pudiera ser equitativamente aplicada sin dobles raseros. Por supuesto, desde la perspectiva de un Estado, los movimientos separatistas y nacionalistas que desafían la soberanía del Estado son ilegítimos y, por tanto, «terroristas», y no debe debatirse sobre ellos ni tolerárseles. Los antiimperialistas defienden con frecuencia en todo el mundo a grupos de este tipo como representaciones legítimas de la voluntad popular y de quienes desafían estructuras de poder más grandes, y, de hecho, muchos responden a esas características. Su exclusión de la violencia legítima por el derecho internacional y que sean objeto de ataque por los Estados a los que se enfrentan, hace que a menudo sean correctamente valorados como pueblos oprimidos y no como terroristas. Esta es exactamente la posición que Blumenthal, Norton y Khalek adoptan sobre Palestina, que comparto con ellos. La cuestión de cómo definir el terrorismo, lamentablemente representada en esas discusiones, sigue sin respuesta hasta el día de hoy en la política o en el derecho internacional, y es bastante probable que no se resuelva nunca. El término está demasiado implicado con las relaciones de poder, entendidas de forma subjetiva, para que pueda utilizarse de forma objetiva y acordada.
Una faceta fundamental del uso del discurso de la Guerra contra el Terror se centra en vincular los conflictos locales con organizaciones terroristas internacionales más grandes. China, Irán y Rusia tienen movimientos separatistas que desafían la soberanía del Estado y persiguen determinados objetivos, desde la autonomía hasta la independencia nacional. Los uigures en China son una minoría musulmana, actualmente en los titulares de todo el mundo debido a las políticas de arresto masivo, detención, tortura y reeducación de Pekín como parte de su propia Guerra contra el Terror contra este grupo minoritario étnico/religioso. La escala de la represión de China contra los uigures exige una gran infraestructura de campos y centros de detención, que rememora tiempos oscuros del siglo XX. El mismo Norton, convencido de que estos hechos no son reales, ni siquiera de que se acerquen al nivel informado, junto con su compañero de viaje Ajit Singh, publicó un artículo que niega que China esté construyendo o utilizando campos de detención para los musulmanes uigures, argumentando que los medios que informan de atrocidades contra los uigures adoptan los mismos procedimientos que en las operaciones de Occidente para imponer un cambio de régimen. En lugar de aceptar que los Estados son siempre capaces de perpetrar tales horrores contra sus pueblos, los autores parecen pensar que tales acusaciones solo pueden formar parte de un intento occidental de satanizar al Estado chino para, en sus propias palabras, «avanzar en las ambiciones imperiales». Toda la información presentada por Singh y Norton ataca la reputación de los medios de comunicación y el grupo por los derechos humanos (la Red de Defensores de Derechos Humanos de China, o CHRD, por sus siglas en inglés) que han informado sobre el tema, pero no se basan en la realidad. Contradiciendo su argumento desinformado, China reconoció recientemente la existencia de «centros de reeducación». Las múltiples informaciones procedentes de personas que han podido huir describen las terroríficas y aparentemente genocidas acciones del Estado chino (véase aquí, aquí y aquí).
Irán tiene una serie de grupos que desafían su soberanía en los extremos físicos de su territorio, a saber, en Baluchistán al sureste y los árabes Ahwazi en el suroeste. Al menos hay un grupo, los Mujahideen e Khalq (MEK), que cuenta con fuertes apoyos de potencias extranjeras y personalidades estadounidenses en su enfrentamiento con la República Islámica. En algunos casos, ese apoyo es ilícito y difícil de demostrar; en el caso de Irán, muchos conservadores en EE. UU. se muestran abiertamente a favor de cambiar el liderazgo del gobierno y apoyan al MEK para que tome su lugar. Rudy Giuliani, una de esas figuras conservadoras, habló abiertamente sobre ver «… el fin del régimen de Irán«. John Bolton también está afiliado al grupo e hizo declaraciones sobre cómo el MEK estaba preparado para reemplazar al régimen iraní. De hecho, tales tácticas provienen de una larga y bien documentada historia de los intentos estadounidenses de interferir en la política de los países extranjeros, especialmente durante la Guerra Fría, como parte de la política de «contención» del comunismo. Así sucedió en Irán (1953), Iraq (1963), Afganistán (1980), Chile (1973), El Salvador (años 80), Guatemala (1954), Nicaragua (1981-1986), Congo (1961) y, más recientemente, Afganistán (2001) e Iraq (2003), ejemplos que detesto personalmente y que no justifico ni ignoro -y a los que recurren hoy los antiimperialistas para etiquetar a grupos como el Estado Islámico y al-Qaeda no solo como terroristas, sino como títeres del imperialismo-, algo que no puedo apoyar y que los hechos tampoco apoyan.
Aquí es donde el discurso de la Guerra contra el Terror ha completado el círculo, señalado ahora de nuevo en EE. UU. por los antiimperialistas y Estados como Rusia, Irán y Siria. En Siria, las raíces de la actual guerra se hallan en los levantamientos árabes que comenzaron a finales de 2010. En línea con las demandas de un gobierno más justo, más libertades y el fin de la corrupción, los sirios se alzaron pacíficamente exigiendo reformas del gobierno autoritario en Damasco. Sin embargo, es lamentable que toda la serie de levantamientos árabes solo sean para algunos una gran conspiración de la CIA. En lugar de un genuino levantamiento popular en Siria, luego cooptado por fuerzas más amplias, algunos llegan a decir que toda la guerra no es más que un medio orquestado para construir un oleoducto a través de Siria que favorezca los intereses occidentales. El ayatolá Jamenei de Irán acusó a EE. UU. de estar detrás del ISIS para distraer la atención del mundo de Israel. El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, acusó a EE. UU. de estar trasladando a los combatientes del ISIS de Siria a Iraq y Afganistán.
De este modo, la política exterior real estadounidense a lo largo de la Guerra Fría y las posteriores invasiones de Iraq y Afganistán dan forma a la visión del mundo de los antiimperialistas, lo que hace posible el salto lógico a la creación y financiación del ISIS por parte de EE. UU. No es necesario negar o hacer la vista gorda ante cualquiera de esas partes de la historia para cuestionar la aplicación de ese discurso a nuestra comprensión de la guerra y la crisis en Siria. Ni la foto de McCain, ni ninguna de las informaciones públicas disponibles, prueban que EE. UU. e Israel crearan deliberadamente el ISIS como parte de sus intentos para dominar la región, ni existen evidencias que sugieran que EE. UU. haya estado armando o ayudando al ISIS. Para decir esto no se necesita, en modo alguno, apoyar la política exterior de EE. UU. o Israel. En cambio, las pruebas de que se dispone sugieren que el ISIS es un producto-boomerang, es decir, una serie de consecuencias imprevistas de los fracasos de la política exterior estadounidense, pero no una creación deliberada que EE. UU. manipula como un títere. La distinción es fundamental. Lo primero no permite que EE. UU. se vaya de rositas por su terrible política exterior, pero tampoco lo acusa injustamente de acciones sobre las que no hay evidencias. La última posición, demasiado común entre los antiimperialistas, dice más sobre su cosmovisión y su confusa noción de lo que realmente significa oponerse al imperialismo que sobre la realidad.
Michael Degerald es escritor y fundador del blog History x ISIS. Recientemente completó un doctorado en Estudios de Oriente Próximo y Medio en la Universidad de Washington, centrando su trabajo en la historia cultural, intelectual y de los medios iraquíes durante las décadas de 1970 y 1980. Twitter: @TarikhAlMashriq.
Fuente: https://www.aljumhuriya.net/en/content/lefts-warriors-terror
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