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Los Hermanos Musulmanes egipcios en la prueba de la revolución (1/3)

Fuentes: Renenaba.com

Traducido para Rebelión por Caty R.

I. Arabia Saudí centro de la contrarrevolución árabe (1)

Con un gran refuerzo de petrodólares, Arabia Saudí ha lanzado una vigorosa contraofensiva política para neutralizar los efectos de los levantamientos populares árabes extendiendo un barniz diplomático alrededor de las petromonarquías, con la adición de Marruecos y Jordania. Así mismo, ha inyectado con cantidades de dólares a las organizaciones islamistas árabes, en Egipto para incitar a la corriente salafista a tomar el control de la protesta popular y en Siria para desestabilizar al régimen de Bachar Al-Assad.

Sin miedo al ridículo, Riad incluso ha apelado a Siria para que haga reformas, sin darse cuenta de hasta qué punto esa exhortación no es una buena idea, porque coloca a la monarquía saudí, considerada una de las más autoritarias del mundo, en contradicción con las aspiraciones de su propio pueblo, al que niega las libertades más elementales, como el hecho de que las mujeres se pongan al volante.

Seguida de cerca por Turquía, que pretende convertirse en el punto de referencia regional sobre la base de su diplomacia neo-otomana, la dinastía wahabí, el corazón del integrismo, pretende federar a los Estados árabes, pero no frente a Israel, que es el principal beneficiario de sus embestidas contra el núcleo duro del mundo árabe, sino contra el Irán chií, elevado al rango de potencia de umbral nuclear a pesar de un embargo de treinta años, y convertirlo, tras el Egipto de Nasser en la década del 60 y el Irak baasista en los 80, en el nuevo absceso de fijación con el fin de desviar los rayos que amenazan con abatirse sobre la dinastía wahabí.

Pero el intento de OPA lanzado por los salafistas egipcios el pasado 29 de julio en el Cairo durante la manifestación organizada bajo eslóganes wahabíes (2), la entrevista en la televisión israelí del ex vicepresidente sirio Abdel Halim Khaddam, tránsfuga baasista aliado de los Hermanos Musulmanes, y la participación de la rama siria de los Hermanos Musulmanes en un coloquio de la oposición siria en París, en julio de 2011, bajo la égida de Bernard Henry Levy, punta de lanza de la estrategia mediática israelí-estadounidense en el escenario europeo en su papel de ministro secreto de Asuntos Exteriores, asumido por el filósofo francés tras la rebelión libia, cubren con un velo de sospecha las motivaciones profundas de la Hermandad.

Sus cuarenta años de cooperación estratégica con Estados Unidos han desembocado en la judaización casi completa de Jerusalén, en la colonización casi total de Palestina, la implosión de Irak y la pérdida del poder suní en Bagdad, el desmembramiento de Sudán por la escisión de un enclave pro israelí en la desembocadura del Nilo y la implosión de Libia. Sin embargo, a pesar de todo, Arabia Saudí no revisa su colaboración con el Gran Protector de Israel, el avalista de todos sus privilegios.

El mejor aliado de los países occidentales contra el nacionalismo árabe y su socio fundamental en la implosión de la Unión Soviética por medio de la guerra de Afganistán paradójicamente es el más estigmatizado, en la persona del hijo pequeño de uno de los fundadores, Tariq Ramadan, por los intelectuales más pro estadounidenses del escenario europeo, como demuestran las imprecaciones casi diarias de santa Catherine Fourest contra el «Hermano Tariq».

Las informaciones de la prensa señalan, de forma repetitiva, los contactos entre los Hermanos Musulmanes y la administración estadounidense, dirigidos a la rehabilitación política de la organización panislámica, ahora especialmente activa en Egipto y en Libia -tras el golpe de fuerza de la OTAN-, así como en Siria y, en menor medida, en Túnez, y cuya rama palestina no es otra que Hamás.

El levantamiento del ostracismo que hasta ahora afectaba a la Hermandad estaría destinado a asegurar su cooperación en la estrategia estadounidense y a compensar un poco la torpeza de Estados Unidos en la zona, impotente frente a Israel con respecto que se congele la colonización y se relancen las negociaciones israelíes-palestinas.

El encuentro, en mayo de 2011 en El Cairo, del ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, con los representantes de la Hermandad, así como la supuesta intención de los Hermanos Musulmanes de lanzarse a la vida política egipcia sobre la base de un partido político renovado, demuestran esta nueva orientación, cuyo último fin debería ser, según el esquema estadounidense, poner entre paréntesis la hostilidad de la organización panislámica hacia el Estado hebreo.

Revisión de una hermandad que constituye una de las formaciones políticas más antiguas del mundo árabe.

II. Los «Hermanos Musulmanes», el eterno cara a cara con el ejército.

Si el Nilo es la arteria vital de Egipto, sus dos pilares son el ejército y los Hermanos Musulmanes, opuestos entre sí por una dura querella de legitimidad desde hace medio siglo (3).

Fundada en 1928, la cofradía de los Hermanos Musulmanes reivindica un derecho de anterioridad en la lucha por la independencia nacional. A raíz del hundimiento del imperio otomano, esta organización panislamista se propuso como objetivo el renacimiento islámico y la lucha no violenta contra la influencia occidental.

En una zona doblegada al yugo colonial, su ideología ejerció un fuerte atractivo sobre las élites intelectuales, propagando rápidamente el movimiento en los países musulmanes (Egipto y Sudán) o franceses, pero también en el norte de África (Argelia y Libia) y en menor medida en Túnez y Marruecos.

En el filo entre la monarquía egipcia y el colonialismo británico, alternando la colaboración y la oposición según las necesidades de su lucha, la organización fue golpeada por su prohibición en el apogeo de su poderío, en 1948, cuando contaba con casi un millón de adeptos y constituía una fuerza política en el escenario egipcio.

Su oposición fundamental y violenta a los Estados árabes laicos condujo a su prohibición, o al menos a la limitación de sus actividades, en numerosos países, en particular en Siria e Irak, en los que la hermandad lucha contra la ideología laica del Baaz, e incluso en Egipto.

Precisamente en Egipto el autor del decreto de la prohibición, Mahmud Fahmi Nokrashi Pacha, fue asesinado el 28 de diciembre de 1948, lo que causó como represalia, dos meses después, el asesinato del fundador de la Hermandad, Hassan Al Banna (12 de febrero de 1949).

Sobre el fondo del desastre militar en Palestina y el choque traumático en el mundo árabe por la creación de Israel, ese ajuste de cuentas entre el trono egipcio y los Hermanos Musulmanes socavó los fundamentos de la monarquía, al mismo tiempo que arrojaba el descrédito sobre la Hermandad. En efecto, esa disputa «inter-egipcia» se percibió como una operación de distracción, ridícula, con respecto al choque de la creación de una entidad occidental -Israel- en el epicentro del mundo árabe. Durante mucho tiempo pesará sobre los Hermanos Musulmanes la sospecha de que son un instrumento derivado del colonialismo inglés en el conflicto central de los árabes, Palestina, como ya ocurre, por su parte, con el Partido Popular Sirio (PPS) y el partido pansirio fundado por el libanés Antoun Saadé.

El líder del partido pansirio, el libanés Antoun Saadé, presunto autor de un golpe de fuerza en Líbano, acabó ante un pelotón de ejecución el 8 de julio de 1949, seis meses después que su hermano egipcio. Su partido volvió a la clandestinidad, mientras que quien ordenó la ejecución, el primer ministro libanés Riad El Solh, fue asesinado a su vez en 1951 durante un desplazamiento a Amman, feudo por excelencia del Reino Unido en Oriente Medio y refugio de las dos formaciones de la época de la independencia árabe de idéntica trayectoria, el PPS laico y los religiosos Hermanos Musulmanes.

Así, el ejército egipcio adelantó a la Hermandad y arrambló con el prestigio de la monarquía al mismo tiempo que con los sueños de poder de la organización panislamista, que fue disuelta en 1954. El golpe de Estado del «grupo de los oficiales libres», el 26 de julio de 1952, envió al rey Faruk al exilio y a la Hermandad a la clandestinidad.

Un error fatal. Desde su nuevo refugio real la Hermandad lleva a cabo su lucha contra Gamal Abdel Nasser, líder carismático de los árabes, aureolado de una auténtica legitimidad popular, y objetivo de una ofensiva occidental sin precedentes en el mundo árabe.

Nasser tenía los ojos clavados en Tel Aviv, los Hermanos Musulmanes en la Meca, la City y Wall Street. El oficial nacionalista percibía a Israel como la principal amenaza del mundo árabe y privilegiaba la solidaridad panárabe, mientras que los Hermanos Musulmanes pregonaban la solidaridad religiosa como antídoto del laicismo y ocultaban la realidad israelí. La Hermandad, que dirigió la lucha contra el colonialismo británico en Egipto, se alineó así con los peores enemigos de su país: Arabia Saudí (el vasallo emérito de Estados Unidos) y Jordania (el gendarme británico de Oriente Medio).

Continuará…

Notas:

(1) Para la problemática de la alianza del Islam suní con Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ver Les Révolutions arabes ou la malédition de Camp David, René Naba, Golias, mayo de 2011.

(2) El intento de OPA de los salafistas egipcios sobre el movimiento de protesta egipcio el 29 de julio de 2011 en Tahrir, «la vendredi de la réaction et du sectarisme vu para Hossam El-Hamalawi»

(3) Sobre las perspectivas post revolucionarias de las relaciones entre el ejército y los Hermanos Musulmanes, ver «Analyse des racines de la «révolution Democratique» en Egypte» de Omar El-Shafei. Así como el grito de alarma de 36 ONG el 24 de agosto de 2011 en El Cairo que denuncian a los «sucesores del régimen de Mubarak» y sus ataques repetidos contra la sociedad civil y la libertad de asociación.

Segunda parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=138333

Tercera parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=138566

Fuente: http://www.renenaba.com/egypteles-freres-musulmans-egyptiens-a-l%e2%80%99epreuve-de-la-revolution/

rEV