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Los huevos en un cesto

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Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

Hace unos cien años, la policía secreta del zar ruso amañó un documento al que llamó » Protocolos de los ancianos de Sión». Los «autores» no fueron particularmente originales; tomaron una sátira, escrita unas décadas antes sobre las ambiciones de Napoleón III por la dominación del mundo, y sustituyeron rabinos judíos por el emperador francés. Según el documento revisado, los judíos estaban tramando controlar el mundo, y los tentáculos de esta conspiración alcanzaban cualquier parte.

Cuando esta patraña fue compuesta, el escenario era totalmente estrambótico. En la poderosa Rusia, que en aquel tiempo incluía una gran parte de Polonia, los judíos apenas tenían influencia alguna. En el Reich alemán, los judíos eran, ciertamente, prominentes en algunos campos tales como la banca, el comercio y la prensa, pero ellos estaban alejados de los centros de poder real. El Káiser los había expulsado de los prestigiosos cuerpos de funcionarios y de las escalas más altas de la burocracia: Los judíos prominentes en las ciencias podían considerarse con suerte si obtenían una cátedra.

En los Estados Unidos algunos judíos se hicieron ricos, pero no podían penetrar en las más altas escalas de la economía y de la sociedad.

Cuán vacía era realmente la leyenda del poder de los judíos, se volvió evidente cuando los nazis, tras elevarse con las alas del antisemitismo, aniquilaron a los judíos de Europa. Los judíos americanos y británicos no pudieron ( y, ciertamente, siquiera lo intentaron en serio) empujar a sus gobiernos a hacer algo para salvar a sus hermanos. Ambos gobiernos tuvieron miedo de proveer a los nazis de munición, cuya propaganda afirmaba que Roosevelt y Churchill eran rehenes de la Judería Internacional.

Tras un decente intervalo de varías décadas, los Ancianos de Sión han vuelto de nuevo a escena en los últimos pocos años.

Internet está ahora lleno de mensajes antisemitas que adaptan el viejo y falsificado documento a la presente realidad. Pero el viejo y detestable lema no ha cambiado ni un ápice.

A primera vista, el trabajo de los antisemitas es mucho más fácil ahora. Desde que fueran «descubiertos» los Protocolos muchas cosas han cambiado en el mundo. Verdaderamente, el Holocausto erradicó casi todo el judaísmo de Europa, pero en su velatorio el estado de Israel, que se define a sí mimo como un Estado Judío, vino a darse. Y lo que es más importante, la comunidad judía en los Estados Unidos ha logrado una posición comparable únicamente a la Edad de Oro de los judíos en la medieval España Musulmana

En cierto modo, las mentiras de los Protocolos se han cumplido. » Los Estados Unidos de América controlan el mundo», los antisemitas ahora dicen, «y los judíos controlan los Estados Unidos.»

En apoyo de esto, apuntan hacia la guerra de Irak. Es bien conocido que un grupo de «neoconservadores», casi todos ellos judíos, ocupan posiciones de poder centrales en Washington y presionaron para la invasión de Irak. Algunos años antes de esto, miembros de este grupo actuaron de consejeros del entonces Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.

Conforme a los antisemitas, estos judíos vendieron la guerra a los Estados Unidos con argumentos mendaces, para eliminar al enemigo más peligroso del Medio Oriente, Irak. Ahora están conspirando contra Israel los dos enemigos que quedan, Siria e Irán.

A simple vista, pero solo a simple vista, hay algo veraz en estos alegatos. Los neoconservadores, verdaderamente, creen que los intereses de los Estados Unidos y los de Israel coinciden, y ciertamente presionaron para esta guerra. Pero un millar de neoconservadores como Wolfowitz y Perle no hubieran tenido éxito en conseguirlo, sin la influencia de otro grupo de Washington, mucho más poderoso, y mucho menos visible: La gente del petróleo.

La familia de Bush y el Vice Presidente Dick Cheney representan los intereses de este grupo. Tras ellos surge el inmenso poder de las compañías petroleras, en las que los judíos apenas han desempeñado papel alguno. Su intención no era solamente apoderarse de las inmensas reservas de Irak, sino también para situar una base permanente estadounidense tanto militar como económica entre los inmensos recurso petroleros del Mar Caspio, en el norte, y los dell golfo árabigo/pérsico en el sur. Esto, argumentan ellos, para asegurar el dominio norteamericano en un mundo donde el petróleo es un recurso menguante de vital importancia para todas las economías industrializadas.

Los neoconservadores suministraron únicamente el adorno ideológico y la justificación moral. Podría casi decirse que este es el tradicional trabajo asignado a los judíos.

Es fácil para los antisemitas listar todos los nombres de judíos en la administración norteamericana. Como en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, durante la llamada República de Weimar, los judíos norteamericanos son prominentes en la administración, economía, medios de comunicación, derecho, medicina y ciencia. El lobby sionista se jacta abiertamente (quizás demasiado abiertamente) de que pueden hacer caer a cualquier senador o congresista, hombre o mujer que critique a Israel. De ello han dado amplias pruebas. Alguien dijo una vez que si la AIPAC, el lobby judío pro- israelí, propusiera una resolución al congreso aboliendo los Diez Mandamientos, 80 senadores y 400 congresistas la firmarían el primer día.

La situación es especialmente cegadora por lo que concierne al conflicto israelo-palestino. Durante el mandato del presidente Bill Clinton, casi todo el equipo que trataba con este problema era judío, Sus reuniones con políticos israelíes podrían fácilmente haberse hecho en lengua Yiddish. Con la llegada de George W. Bush, tuvo lugar un cambio fundamental: los judíos liberales del equipo fueron sustituidos por judíos conservadores. Ahora, también, casi toda la gente de la administración norteamericana que trata con los problemas de Oriente Medio es judía.

Las publicaciones antisemitas hacen hincapié en estos hechos- que en si mismos son ciertos- para probar que los judíos controlan el mundo. Pero la realidad es, con mucho, más compleja.

Verdaderamente, el lobby sionista es grande y fuerte, pero hay otros igualmente tan grandes y fuertes, sino más, en algunos campos. Podría mencionarse la Asociación Americana del Rifle, los lobbies de médicos o los colegios de abogados y otros, y en el campo político los aún más poderosos Evangelistas Cristianos. Mucho del enfado de los antisemitas, es debido a que este lobby es también completamente devoto de Israel. Ciertamente los Evangelistas Cristianos, especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña, inventaron el moderno sionismo mucho antes de que Theodor Herzl y sus colegas adoptaran esta idea.

La comunidad judía norteamericana está orgullosa de esta influencia. Esto es comprensible, si uno recuerda que solo hace dos generaciones los judíos no eran admitidos en las agrupaciones importantes (recordado con sarcasmo por el comediante judío Groucho Marx: ¡»No quiero pertenecer a un club que me aceptara como miembro!»). Su sorprendente ascenso fue el resultado del trabajo duro, talento organizado y buena disposición para donar dinero.

Pero cualquier experto en historia judía podría sospechar, como el refrán Yiddish dice, «Die kalle ist zu shein» («La novia es demasiado bonita.») Tras la Edad de Oro, todos los judíos fueron expulsados de España. Tras los brillantes éxitos de los judíos en Alemania, los nazis llegaron al poder. Hoy, los antisemitas de los Estados Unidos son un grupo ruidoso, marginal y despreciado, pero es un error ignorar el peligro.

¿Qué pasaría por ejemplo, si los Estados Unidos se hundieran todavía más en el sangriento pantano de Irak, en una atmósfera de calamidad nacional? Cuando se busque un chivo expiatorio, los judíos neoconservadores sobresaldrán.

¿ Que pasaría si los norteamericanos comenzaran a preguntarse sobre las raíces del terrorismo de musulmanes fanáticos? ¿ No habrá nadie entonces que diga que América fue al choque de civilizaciones con el mundo Islámico solamente a causa de Israel?

Y si los estados Unidos caen en una honda depresión económica, ¿podrán los nombres judíos – como el del jefe de la Reserva Federal- no ser mencionados?

No deben exagerarse estos peligros. En el presente son solo apenas motas en el horizonte. Pero yo aconsejaría a los líderes de las instituciones judías de los Estados Unidos a ejercer algunas auto restricciones. Y también aconsejaría al gobierno de Israel que no ponga todos los huevos en un cesto.