Traducido por Alma Allende
Se podía percibir el asombro del presentador del noticiero matinal de la radio israelí en lengua hebrea cuando el general retirado Effi Eitan, expresidente del partido Nacional Religioso y exministro de la Vivienda, declaró su preocupación ante una posible caída del régimen de Bachar Al-Assad en Siria. Eitan no es sólo una de las personalidades más extremistas de la derecha israelí sino alguien que reside en el asentamiento de Qatzrin, situado en los Altos del Golán sirios, ocupados por Israel en el año 1967.
Eitan fue firme y rotundo en su juicio al comentar las agitaciones que sacuden actualmente Siria: «El actual régimen sirio es la mejor formación de gobierno posible para Israel», indicando que, no obstante la enemistad declarada del régimen sirio con Israel, sigue siendo preferible a cualquier otra alternativa que pueda ocupar su lugar en caso de derrumbe. Eitan soprendió a sus oyentes al decir que no creía que el régimen actual de Siria reclamase «en serio» la devolución de los Altos del Golán, y para dar una explicación política de esta valoración añadió: «El problema del régimen gobernante es que basa su legitimidad en el apoyo de la minoría alauita, por lo que le interesa mantener una situación de permanente enfrentamiento formal que justifique su permanencia en el poder a perpetuidad; por lo tanto, este régimen no está interesado en recuperar el Golán mediante un acuerdo político, pues considera que alcanzar un acuerdo político equivaldría a abrir un diálogo de nuevo en torno a la legitimidad del régimen gobernante y a alimentar interrogantes en torno al futuro del control de la minoría alauita sobre la mayoría sunnita».
La actual posición del general Eitan es tanto más sorprendente porque en el pasado siempre puso un celo particular en su enfrentamiento con el régimen sirio. Pero no es él solamente. Una buena parte de la élite gobernante en Israel ve que la permanencia del régimen actual en Siria es la mejor opción para Israel. El ministro de Enseñanza, Gideon Saar, quien rechaza la retirada israelí del Golán y exige una intensificación de la colonización del territorio ocupado, considera que la permanencia del régimen actual en Siria beneficia los intereses israelíes. Durante un encuentro con miembros del partido gobernante Likud, Saar indicó que el factor más importante que le lleva a creer en la necesidad de que el régimen sirio se mantenga es la total tranquilidad que ha caracterizado a la frontera entre Siria e Israel desde que acabó la guerra de 1973. Saar dijo: «La experiencia efectiva demuestra que el régimen sirio es el más comprometido en los acuerdos relacionados con el alto el fuego y la tregua; se ha comprometido y ha respetado los acuerdos destinados a garantizar las fronteras compartidas, y no es poca cosa que haya permitido la tranquilidad necesaria para intensificar la construcción de los asentamientos judíos en los Altos del Golán, lo que ha llevado a multiplicar muchas veces el número de colonos en las últimas tres décadas».
Por su parte, el ministro de Estado y general retirado Yose Bilid considera que, durante las épocas de Hafiz Al-Assad y de su hijo Bachar, el régimen sirio no ha hecho ninguna tentativa para alterar la relación de fuerzas militar favorable a Israel, indicando que el armamento del ejército sirio no es adecuado para las guerras actuales, y está muy lejos de poder afrontar una guerra con Israel. Resaltó que durante los últimos cuarenta años la diferencia de fuerza militar no ha dejado de aumentar en favor de Israel.
A su vez, el comentarista israelí Aman Abramovitch considera que la característica «positiva» más importante del actual régimen sirio es su insistencia en no cambiar las reglas del juego entre las dos partes, de manera que los sirios nunca han intentado durante los últimos treinta años desafiar a Israel ni responder a las grandes provocaciones que se han hecho contra ellos. Y añade: «La fuerza árabe que con más éxito ha conseguido neutralizar Israel es sin duda Siria, hasta el punto de que pudimos bombardear la planta nuclear del nordeste de Siria en diciembre de 2006 y asesinar en el corazón de Damasco a Emad Mughaniya, el líder del brazo armado de Hizbulá, así como atacar posiciones de las milicias palestinas dentro de Siria, sin que el régimen sirio, ni con el padre ni con el hijo, reaccionasen». Abramovitch continúa diciendo que no es posible asegurar en absoluto que cualquier otro gobierno que sustituya a éste se comporte de la misma manera.
Amos Harel, el comentarista de asuntos militares del diario Haaretz, adopta un punto de vista diferente. Considera que «no hay que verter una sola lágrima en caso de que caiga el régimen de Al-Assad», aludiendo a la alianza entre Siria, Hizbulá e Irán, además del refugio prestado a dirigentes de las organizaciones palestinas en tierras sirias. «El gobierno sirio», añade, «permite armar a Hizbulá, y da la posibilidad a Irán de meter un pie en la zona, amenazando los intereses estratégicos de Israel». Harel indica que, no obstante la superioridad militar israelí, el régimen sirio ha concentrado parte de sus inversiones en la adquisición de misiles capaces de alcanzar cualquier punto de Israel, lo que convierte a Siria, bajo el gobierno de Al-Assad, en «un Estado peligroso».
Sin embargo Aaron Friedman, profesor de ciencias políticas en el instituto Tejnion, rechaza el análisis de Harel e indica que, incluso si es posible que un nuevo gobierno renuncie a la alianza con Irán y Hizbulá, reforzará a cambio sus relaciones con Hamás. En un artículo publicado en el sitio en hebreo del diario Yedioth Ahranot, Friedman escribe que todos los escenarios imaginables en una Siria post-Assad indican que los Hermanos Musulmanes tendrán una amplia influencia en el curso de los acontecimientos en el país y «no cabe duda de que este movimiento extenderá la mano a Hamás, partido que pertenece a la misma familia».
Ben Kasbit, el más importante analista del diario israelí Maariv, vuelca toda su ira sobre los llamamientos a la democracia en el mundo árabe, pues considera que, en contra de lo que se dice, las transformaciones democráticas en el mundo árabe no benefician los intereses israelíes, pues traerán consigo gobiernos más beligerantes contra Israel. Kasbit critica con fuerza las voces que dentro de EEUU reclaman apoyo a las masas sirias que pretenden acabar con el régimen de Al-Assad: «Con todos mis respetos hacia la democracia, lo que nos aguarda es un enfrentamiento entre los sectores religiosos y laicos que expresará de manera real la opinión pública siria, y sabemos cuál es la posición de la opinión pública siria, la misma que en el resto del mundo árabe: los pueblos árabes, en definitiva, rechazan nuestra existencia y apoyan la resistencia contra nosotros. Por consiguiente, hablar de un gobierno sirio que exprese la opinión general del pueblo sirio es hablar necesariamente de un gobierno contrario a Israel». Kasbit rechaza la opinión que pretende que los laicos árabes serán menos hostiles a Israel que los islamistas, subrayando que las dos fuerzas se opondrán a Israel respondiendo al deseo de sus pueblos.
Lo que no ofrece duda es que los acontecimientos en Siria ponen en serias dificultades al grupo dirigente en Tel Aviv, pues van acompañadas también de convulsiones orientadas a cambiar las estructuras de gobierno en Jordania, país sobre el cual todos coinciden en afirmar, dentro de Israel, que es el más «fiable» aliado estratégico en la zona. Los israelíes temen que cualquier cambio en Jordania y Siria, después de lo ocurrido en Egipto, conduzca a la materialización de lo que en Tel Aviv describen como un «collar sunní», traducido en un aumento de la influencia de los Hermanos Musulmanes en la región.
De ahí que el grupo dirigente en Tel Aviv guarde disciplinadamente silencio ante lo que ocurre al otro lado de la frontera con Siria, con la esperanza de que no cambie el entorno regional desde el punto de vista estratégico en el sentido de que nuevas reglas del juego obliguen a la entidad sionista a asumir nuevas cargas estratégicas y militares. Los gobernante en Tel Aviv quieren decir: «Cualquiera que sea la naturaleza de nuestras relaciones con el régimen sirio actualmente en el poder, hasta ahora Israel ha sabido gestionar estas relaciones de manera favorable a sus intereses, y no existe ninguna garantía de que mantenga esta ventaja en el caso de que cambie la estructura de gobierno en Damasco».
rCR