Traducido para Rebelión por LB.
Voy a tratar de resumir lo que ha sido este año la flotilla de Gaza. Todo el mundo sabe que esta vez el objetivo era regresar con más embarcaciones desarmadas y con una selección más representativa de personas y organizaciones. Por último, pero no menos importante, queríamos volver con más diputados. Y lo hemos organizado con éxito.
Pero de repente esta protesta pacífica contra el ilegal bloqueo israelí se ha convertido en una tragedia griega, como concebida por un Eurípides moderno. Obviamente, habíamos previsto que el ejército israelí podría utilizar alguna táctica para impedir a la flotilla abandonar los puertos extranjeros. Asumimos que Israel, como siempre, podría alegar que está autorizado a hacer lo que se le antoje. Y, de hecho, puede hacerlo mientras siga contando con la protección y financiación de EEUU.
Pero los Estados Unidos ya no son la potencia que eran. Algún día la protección cesará -¿tal vez dentro de cinco años? En este contexto puede ser pertinente recordar que mientras escribo estas líneas la enorme financiación de la NASA va a ser reducida al mínimo. Y la razón para el desmantelamiento de ese prestigioso proyecto no es otro que el deterioro de la economía de EEUU. ¿Qué otra razón puede haber?
Ahora bien, no estábamos preparados para que Grecia vendiera tan fácilmente a Israel su alma nacional en forma de amenazas y hostigamiento. Me critico a mi mismo por no haberlo previsto. La crisis económica de Grecia ha debilitado a la nación griega, pero fue una sorpresa que Grecia, enfrentada a las amenazas de Israel (con el apoyo de los Estados Unidos), doblara la testuz de forma tan absoluta. Por otra parte, admito francamente que sobreestimé la fuerza de la democracia griega. O, por decirlo de otra manera, no supe ver cuán fino es el barniz que recubre eso que llamamos democracia israelí. Las acciones de Israel me recuerdan más a los métodos de una dictadura militar.
Volveré más tarde a la cuestión de por qué Grecia ha sido puesta de rodillas y por qué un movimiento de solidaridad relativamente pequeño como nuestra flotilla ha sido capaz de sacudir la política internacional y asustar a Israel hasta el punto de forzarla a desafiar a sus vecinos y a la UE.
En primer lugar hay que decir lo siguiente: debido a que Grecia impidió que nuestros barcos abandonaran sus puertos y a que nuestras embarcaciones fueron saboteadas por buzos hostiles no identificados, ahora mismo ninguna Flotilla navega rumbo a Gaza. Sin embargo, es posible que algunos barcos actúen por su cuenta. Y como eso rompería la unidad de nuestra causa estoy en profundo desacuerdo con ello. Lo más probable, sin embargo, es que la guardia costera griega detenga a los barcos, porque los israelíes no desean ninguna publicidad negativa como la del año pasado, cuando comandos israelíes dispararon a voluntad desde helicópteros. De ahí que sea mejor hacer que sea Grecia la que cargue con el mochuelo. Israel y quienes se oponen a nuestra causa considerarán esto como un fracaso nuestro y el primer ministro George Papandreou recibirá una palmadita en la espalda por parte de sus amigos israelíes (pero las protestas en Grecia aumentarán).
Sin embargo, esto no es un fracaso. Volveremos con más apoyos y con una flotilla más grande, y prometo que el régimen israelí no tendrá un momento de respiro hasta que levante su ilegal bloqueo. Este año nuestra acción ha tenido un impacto mayor en comparación con el año pasado, cuando los medios de comunicación no nos prestaron atención hasta que los comandos israelíes comenzaron a asesinar a mansalva.
Aunque nuestros barcos no se hayan movido ni un centímetro, para Israel se trata de un nuevo fracaso. El miedo desesperado del régimen hace que aumente la oposición a las violaciones de derechos humanos que perpetra en Gaza. Según el derecho internacional básico, es ilegal aplicar castigos colectivos como hace Israel en Gaza.
Igual que siempre digo que Gilad Shalit debería haber sido liberado hace mucho tiempo y que Hamas debe cesar de lanzar cohetes contra Israel, afirmo que tenemos que considerar la situación desde el punto de vista de esta pregunta: ¿Qué fue antes, la opresión o la rebelión? Ni siquiera los intelectuales israelíes pueden agitar su varita mágica y hacer que la realidad desaparezca: la realidad de que los palestinos son tratados como ciudadanos de segunda clase en su propio país. El bloqueo de Gaza no es fundamentalmente una cuestión de hormigón, pañales o medicamentos. Se trata de la dignidad humana de la que Israel priva a sus ciudadanos y de los actos de desesperación que con ello provoca.
Pero para mí el mayor misterio es cómo el régimen israelí no se da cuenta de que está cavando su propia fosa y que al final la situación va a ser insostenible. ¿Por qué persisten en ponerse una venda sobre sus propios ojos?
¿Por qué este año Israel ha decidido trasladar a Europa el bloqueo, o lo que irónicamente podríamos llamar la «externalización» del bloqueo? ¿Qué diferencia hay con respecto al año pasado? Obviamente, la diferencia son los levantamientos de Oriente Medio y de África del Norte. Para los israelíes estos acontecimientos resultan muy preocupantes. Pero también saben que pueden sacar tajada de la inquietud reinante en los círculos de poder de Europa y de los Estados Unidos. Resulta sintomático que el año pasado muchas más instituciones internacionales apoyaran abiertamente nuestra flotilla. Sin embargo, ahora, cuando la región MOAN [Medio Oriente y África del Norte] es inestable, resulta muy conveniente volver a olvidarse de los palestinos y asegurarse de que Israel pueda mantener algún tipo de orden en la región.
¿A quién le preocupan unos cuantos palestinos maltratados cuando está en juego la estabilidad de los países productores de petróleo?
Cuando se clarifique la situación del MOAN el apoyo a nuestra causa aumentará. Y mi hipótesis es que entonces será mayor que nunca.
Así de cínico es nuestro mundo. Pero no creo que Israel deba jactarse demasiado por este triunfo. En Europa -y no digamos en Grecia- la indignación causada por la brutal intromisión de Israel en los asuntos internos del país heleno es cada vez mayor.
A causa de sus acciones el ciego régimen israelí se está convirtiendo en un paria mundial. ¿Por qué no recapacitan sobre lo que más les conviene? ¿Con qué argumentos defenderán el bloqueo de Gaza si en las próximas elecciones Hamas sale derrotada? ¿Cómo justificar la construcción de nuevos y más grandes asentamientos ilegales y las violaciones que representan?
Así pues, hay que considerar como algo positivo el hecho de que Roni Shaked, del diario Yedioth Ahronoth, dijera que «sería mejor levantar el bloqueo que repeler a quienes protestan contra él». Es decir, si mis fuentes sobre esa cita son correctas.
Sin duda habría sido un buen primer paso en el camino que habrá que recorrer para que israelíes y palestinos, en igualdad de condiciones, forjen un futuro común.
No me compete a mí decir qué forma debe adoptar ese futuro. Y tampoco nunca pretendí decirlo.
Henning Mankell, escritor sueco de renombre internacional, forma parte del movimiento de la Flotilla de Gaza.