Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El activista por los derechos humanos Suleiman Al Ajuri, de 25 años, era un faro de esperanza para muchos palestinos en la Franja de Gaza.
Su muerte por suicidio el 3 de julio envió ondas de choque por toda la comunidad: se trataba de un hombre que en marzo de 2019 dirigió el movimiento “Queremos vivir” contra la pobreza y se alzó sin miedo frente a Hamas.
Muchos palestinos sintieron que si él había llegado a un punto en el que la vida ya no valía la pena, pocas esperanzas había para el resto de los habitantes de Gaza que llevan 14 años bajo un bloqueo aplastante en la que los grupos de derechos humanos describen como prisión al aire libre.
En una sociedad donde el suicidio es tabú, el padre de Al Ajuri, Abu Muhammed, declaró la semana pasada a BBC World News: «No sé realmente qué fue lo que empujó a mi hijo a suicidarse. Estuvimos sentados juntos en casa y comimos juntos su última comida”, dijo.
“No hubo ningún problema y todavía no sé qué le pasó. No creo que la pobreza por sí sola sea una razón para suicidarse. Nosotros, como familia, nos sentimos muy conmocionados”.
Sin embargo, el amigo cercano de Suleiman, Shaher Al Habbash, pudo aportar una idea de la vida de Suleiman y de cómo se sentía poco antes de su muerte. Al Habbash le dijo a The National que Suleiman había estado intentando emigrar de Gaza, pero que no pudo reunir el dinero necesario para poder hacerlo y eso le dejó devastado.
“Las fuerzas de la seguridad interna de Hamas lo arrestaron en varias ocasiones. Atacaron la casa de su familia y lo humillaron durante un interrogatorio en sus cárceles”, agregó. “Incluso allanaron la casa durante la boda de su hermana. Esto le afectó mucho”.
Hamás vivió como una amenaza el movimiento “Queremos vivir” del pasado año, y las protestas fueron violentamente disueltas. Suleiman fue arrestado por “sembrar el caos”. Sus amigos atribuyen el acoso continuo de Hamas y la desesperación de darse cuenta de que no había forma de salir de Gaza como los factores que le llevaron a matarse.
El día en que murió Suleiman, otros tres jóvenes de Gaza se suicidaron. Ayman Al Ghoul, de 24 años, se arrojó desde el quinto piso de un edificio en el campo de refugiados de al-Shati. Una mujer de 30 años se ahorcó en Rafah, e Ibrahim Yassin, de 21 años, un maestro empleado por la UNRWA, murió a causa de las heridas sufridas tras prenderse fuego la semana anterior.
El día después de la muerte de Suleiman, Ahmed Al Malahi se tragó cincuenta pastillas, una joven adolescente intentó tirarse por el balcón de su casa y una joven de 18 años se tragó decenas de pastillas en un intento de suicidio.
Tres días después de esas desgracias, un joven de Gaza intentó saltar desde un balcón en el Ministerio de Asuntos Sociales cuando le negaron una ayuda. Y luego, el 9 de julio, Eyas Shehada fue arrestado por Hamas por amenazar con suicidarse si se ignoraban sus problemas. Eyas fue de puerta en puerta pidiendo ayuda a los funcionarios de Hamas mientras grababa un Facebook Live, hablando sobre su falta de vivienda, indigencia e impotencia para mantener a su familia.
El periodista Usama Al Kahlout fue arrestado por Hamas ese día por cubrir la historia de Eyas. El Centro de Derechos Humanos Al Mezan informó que el día del funeral de Suleiman, trece de sus amigos fueron arrestados, nueve en el cementerio y cuatro en su casa cuando habían acudido a dar el pésame a su familia. Ese mismo día fueron arrestados dos periodistas que informaron sobre su suicidio.
Si bien las autoridades de Gaza no registran el número oficial de suicidios, los grupos de derechos humanos dicen que ha habido un aumento alarmante de muertes. El Centro Palestino para la Resolución de Conflictos ha informado de 30 muertes por suicidio y 600 intentos de suicidio en los primeros siete meses de 2020, lo que implica que la cifra se ha triplicado en cinco años. En 2015, se registró un total de 10 suicidios en Gaza, según las estadísticas compiladas por el sitio en árabe de The New Arab.
Hamas niega que la tasa de muertes por suicidio esté aumentando, pero ha arrestado a los periodistas y activistas que hablan abiertamente al respecto.
“Las razones por las que las personas se suicidan en Gaza son la falta de esperanza de que las cosas cambien para mejor, las presiones sobre la salud mental como resultado del bloqueo de Israel sobre la Franja, así como la división interna y la supresión de las libertades”, dijo el defensor y activista Issa Amro, que vive en Cisjordania, a The New Arab.
“En una sociedad árabe e islámica no se acepta la muerte por suicidio. Es uno de los mayores pecados del islam y es considerado por la sociedad como algo que avergüenza a la persona y su familia”, agregó.
A pesar del fuerte estigma social, el escritor, analista y gestor de Euro-Med Monitor, Muhammed Shehada, dice que casi todas las personas que conoce en Gaza han considerado el suicidio al menos una vez. “En general, la idea de suicidarse está en la mente de la mayoría de los jóvenes de Gaza que conozco como resultado de estar atrapados en un estado de no-vida, de no vivir ni morir durante la mayor parte de su existencia adulta, de sentirse en la nada”, dijo Shehada a The New Arab.
“Sienten que incluso su supervivencia básica se ha convertido en una carga para sus familias, una existencia dolorosa y un motivo de vergüenza, ya que la mayoría de los ellos ven cómo se acercan a la edad de 30 años sin trabajo, sin ahorros, sin poder asegurarse el mínimo de una vida digna ni poder formar una familia propia”.
“La respuesta ante este problema suele ser como escapar de un barco hundido. Ya sea a través de la emigración y el viaje a lo desconocido, las drogas, que le ayudan a uno a ignorar su entorno, o quitarse la vida”.
Los factores atribuidos a la crisis de suicidios en Gaza son numerosos y multifacéticos. Primero está la terrible situación económica y las altas tasas de desempleo como resultado del bloqueo de Israel y Egipto en la Franja de Gaza. La ONU describe a Gaza como “inhabitable”, con el 80% de su población dependiente de la ayuda internacional, el 69% viviendo por debajo del umbral de la pobreza, una tasa del 64% de desempleo juvenil y entre solo dos y cuatro horas de agua corriente y electricidad al día.
Antes de que el presidente Abdel-Fattah al-Sisi cerrara los cruces fronterizos con Egipto y adoptara medidas muy duras contra los túneles de contrabando de Gaza en 2014, todavía había formas en las que los jóvenes de Gaza podían reunir el dinero necesario para adquirir los documentos de viaje necesarios, cruzar la frontera hacia Egipto y luego hacer el camino a Turquía, con la esperanza de encontrar oportunidades allí o más allá, en Europa. Esto es ahora del todo imposible.
“El bloqueo impuesto por Egipto es más severo que el bloqueo de Israel, ya que Egipto, desde que al-Sisi asumió el poder, cerró y destruyó túneles y nos arrebató el mundo”, dijo a The New Arab Bassem Eid, activista palestino de derechos humanos, periodista y político analista con sede en Jerusalén.
Eid explica que además del bloqueo, los habitantes de Gaza se “enfrentan y están sometidos a palizas, arrestos, represión de libertades, silenciamiento de prisioneros y torturas en las cárceles por parte de militantes de Hamas”.
También hay que tener en cuenta el trauma duradero y las tasas abrumadoras de habitantes de Gaza que padecen problemas de salud mental, como desórdenes postraumáticos, trastornos de ansiedad y depresión clínica como resultado de tres importantes operaciones militares israelíes desde 2008, en particular la guerra de 50 días en 2014 que mató a más de 2200 palestinos.
“El lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia Israel y la violenta respuesta israelí han destruido el resto de la Franja. Esas guerras siguen siendo una enorme carga para los gazatíes, que ya no pueden soportar más. El pueblo de Gaza sueña más con la muerte que con la vida”, dice Eid.
El sector sanitario está desbordado y da prioridad a las personas con heridas físicas, como los miles que resultaron heridos de bala por las fuerzas israelíes durante la Gran Marcha del Retorno el año pasado, además de las heridas por el lanzamiento de cohetes entre ambos lados y el uso excesivo de la fuerza por parte del ejército israelí en las fronteras.
Quienes padecen enfermedades mentales van en segundo lugar. No ayuda precisamente que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recortara 90 millones de dólares del presupuesto de ayuda de la ONU a Gaza en 2018, lo que ha dejado a la unidad de salud mental de la UNRWA en la Franja con un déficit de financiación de 350 millones de euros.
Contra todo pronóstico, el Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza (GCMHP, por sus siglas en inglés) hace todo lo posible para brindar apoyo de salud mental y psicológica a la población local, al igual que Sumud Palestine, una organización de beneficencia con sede en el Reino Unido que envía a Gaza especialistas en salud mental como voluntarios. Pero con una población tan traumatizada de dos millones de personas, incluidos 400.000 niños que, según UNICEF, necesitan apoyo psicológico, no pueden llegar a todo el mundo.
“Es poco lo que los psicólogos pueden conseguir. La rehabilitación y el tratamiento psicológico están destinados a ayudar a las personas a reintegrarse en la sociedad y volver a una vida normal, pero en Gaza, en primer lugar, no hay vida que valga, el asedio ahoga psicológica y emocionalmente todo en el enclave”, dice Shehada, de Euro-Med Monitor.
“Además, un psicólogo árabe-israelí, Mohammed Mansour, que viajó a Gaza a fines de 2017, señaló que incluso los propios psicólogos de Gaza padecían depresión, ansiedad y desesperación, los mismos problemas que se supone deben tratar entre la población”.
La pandemia de la covid-19 también ha influido en el reciente aumento de suicidios en Gaza durante las últimas cuatro semanas. Las restricciones de viaje de Egipto e Israel para controlar la pandemia, además de los recientes planes de anexión de Israel, han provocado que la Autoridad Palestina cese toda coordinación con Israel, lo que hace que la salida de Gaza sea prácticamente imposible.
Desde el brote de la covid-19, 4.000 habitantes de Gaza han perdido su trabajo y 50 fábricas han cerrado sus puertas para siempre. Nuevas presiones, como el hacinamiento extremo en el hogar, con niños que no pueden asistir a la escuela y hombres desempleados, han provocado también un aumento de las tasas de violencia doméstica.
El Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza ha informado de un descenso en las llamadas de las mujeres del 60 al 30% desde el cierre, lo cual es preocupante. Con los hombres atrapados en casa, a las mujeres maltratadas les resulta difícil hacer llamadas en petición de ayuda. El GCMHP ha respondido operando durante más horas, 12 horas al día, 7 días a la semana.
“La amenaza de anexión de Israel no solo ha acabado con cualquier esperanza que quedara de la solución de dos Estados, sino que también paralizó psicológicamente a la Autoridad Palestina y comprometió severamente, junto con el coronavirus, la economía palestina, lo que resulta mucho más grave en Gaza”, explica Shehada.
“Una gran proporción de la economía de Gaza se sostiene a través de los salarios que la Autoridad Palestina envía a sus decenas de miles de empleados cada mes, pero la Autoridad Palestina no ha recibido sus ingresos fiscales de Israel desde mayo, lo que ha impedido que pagara esos salarios.”
Como la situación de la crisis de salud mental en Gaza continúa agravándose, Shehada dice que se necesitan una serie de medidas para aliviar el sufrimiento de los palestinos. A nivel interno, los habitantes de Gaza necesitan una unidad genuina entre Hamas y Fatah y elecciones nacionales adecuadas para que la gente pueda elegir un liderazgo verdaderamente representativo. A nivel internacional, la comunidad mundial debe desafiar seriamente el bloqueo de Israel y Egipto a Gaza y exigir que Israel asuma sus responsabilidades para con la población ocupada.
Shehada también sugiere que la comunidad mundial cree becas especiales para los jóvenes de Gaza y prepare oportunidades de aprendizaje online. “A través de mis llamadas a algunos jóvenes en Gaza, se me ha trasmitido la idea de que si Israel abre sus cruces durante unas horas, el 30% saldrá de allí y emigrará a otros países. Esto puede hacer que en el futuro disminuya la tasa de suicidios”, agregó. dice Eid.
Yousra Samir Imran es una escritora británica-egipcia que vive en Yorkshire. Es autora del libro “Hijab and Red Lipstick”, publicado por Hashtag Press en el Reino Unido en octubre de 2020.
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