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Los grandes desconocidos de la sociedad española

Los militares de carrera que fueron fieles a la República y que por ella combatieron en la Guerra Civil española (IV)

Fuentes: Rebelión

Este artículo lo voy a dedicar al General de la Guardia Civil D. Antonio Escobar Huertas, un hombre profundamente católico hijo, hermano y padre de militares y de guardias civiles y que, sin embargo, permaneció fiel al gobierno legítimo de la Republica Española. Impidió que el alzamiento triunfase en la ciudad de Barcelona y pagó […]

Este artículo lo voy a dedicar al General de la Guardia Civil D. Antonio Escobar Huertas, un hombre profundamente católico hijo, hermano y padre de militares y de guardias civiles y que, sin embargo, permaneció fiel al gobierno legítimo de la Republica Española. Impidió que el alzamiento triunfase en la ciudad de Barcelona y pagó con su vida esa lealtad al gobierno legítimo, con su fusilamiento el 8 de febrero de 1940 en el castillo de Montjuïc (Barcelona), tras la celebración de un consejo de guerra sumarísimo.

GENERAL DE LA GUARDIA CIVIL D. ANTONIO ESCOBAR HUERTAS

Orígenes y familia Antonio Escobar nació en Ceuta el 14 de noviembre de 1879, en el seno de una familia de tradición militar. Su padre era comandante de Infantería y falleció durante la Guerra de Cuba, siendo él niño. Era hijo, hermano y padre de militares, y también fue padre de una monja adoratriz. Tras alcanzar la mayoría de edad, Escobar acabó haciendo su carrera en la Guardia Civil. Su trayectoria militar, familiar y su religiosidad.

De este ceutí, han afirmado algunos que, de haber estado en el bando franquista durante la guerra civil española con sus mismos principios y repetidas vivencias y actitudes, hubiera sido promovido a los altares. Vivió una profunda vida cristiana y murió perdonando a todos y pidiendo a sus familiares que no guardaran el menor rencor, pero los vencedores de la Guerra Civil no lo ejecutaron por su fe religiosa sino por haberse opuesto a la sublevación militar de 1936.

Nació en Ceuta el 14 de noviembre de 1879, desempeñando los cargos de jefe del 19 tercio de la Guardia Civil, Director General de la Seguridad en Cataluña y General jefe del Ejército de Extremadura.

Este ceutí, era un hombre de claras convicciones religiosas, consiguió con su decidida actuación el 19 de julio de 1936 que no prosperase la sublevación militar en Barcelona.

Pese a ser hijo de un héroe de la guerra de Cuba, tener una hija monja y un hijo falangista, optó por la libertad de actuar conforme a su conciencia y al juramento prestado al Gobierno legalmente constituido.

El general de la Guardia Civil era hijo, hermano y padre de militares, estaba destinado en Barcelona cuando se produce el golpe. Puesto a las órdenes del presidente de la Generalidad, Lluís Companys, al estallar la sublevación, siempre consideró un error que no se desarmara a las milicias anarquistas.

Siendo Azaña ministro de la Guerra, transforma a la Guardia Civil en Guardia Nacional Republicana.

Escobar se incorporó al Ejército del Centro, se mostró fiel a su juramento al gobierno de España. Habiendo ganado la confianza del presidente de la república en la batalla de Belchite, tras esta viaja con permiso expreso del presidente Azaña, al Santuario de nuestra Sra. de Lourdes (Francia). A pesar de haberse podido quedar en Francia, regresó a España.

Motivo añadido de pesar fue saber que algunos de sus hijos combatían en el campo franquista sublevado (su hijo, el teniente de infantería Escobar Valtierra, perecería en la batalla de Madrid combatiendo al lado de los fascistas), trauma que le costó permanecer en reposo durante varios meses.

Fue herido en la Casa de Campo, durante la batalla de Madrid, por lo que tuvo que permanecer nuevamente en reposo varios meses.

Al acabar la guerra, los dirigentes militares y políticos que se encontraban en Cataluña pudieron trasladarse a Francia, pero la zona central era una ratonera de la que sólo se podía salir por aire y, efectivamente, así salieron los principales dirigentes políticos y militares con excepción del general Escobar, que no era hombre para abandonar su puesto, de manera que cuando cesó la contienda él hizo formar sus unidades y se entregó al vencedor al frente de ellas.

E igual como había renunciado a huir declinó la oferta que le hizo el general Yagüe de facilitarle el paso a Portugal. Con soldados que habían estado a sus órdenes fue llevado en un vagón de ganado a Madrid y luego a Barcelona, al castillo de Montjuïc, para ser juzgado por un consejo de guerra. Quería que se le juzgase, convencido como estaba de que su razonamiento era impecable: se había mantenido fiel al Gobierno legítimo y no podía admitir que se le acusase de desleal y de traidor. Irónicamente juzgado por rebelión militar, es condenado a muerte.

El propio Escobar dirigió su ejecución. El mismo piquete de la Guardia Civil rindió luego honores militares a su cadáver. La mañana de su ejecución pidió que la misa se adelantase lo más posible para que él tuviese tiempo para dar gracias después de la comunión. La ejecución de Escobar tuvo lugar en los fosos del castillo, donde se había fusilado al general Goded y donde un tiempo después se fusiló al presidente Companys, y se encargó de la ejecución un piquete de la Guardia Civil. El general Escobar, al ocupar su puesto frente al piquete dijo al oficial que lo mandaba: «Usted dará las órdenes preventivas y dispararán cuando yo bese el crucifijo que llevo en la mano». Él iba a morir vestido de paisano pero había logrado variar el significado del acto, el oficial iba a dar órdenes al piquete hasta llegar al «apunten», pero la decisiva, el «disparen», la daría él besando el crucifijo. Así moriría como deseaba morir, como un jefe mandando a sus hombres.

Memorias de una figura clave en la España de 1936

Mucho se ha escrito sobre la vida de este ceutí, pero destaco lo reflejado por el jurista y escritor Javier Tellagorri, «El coronel Escobar, jefe del tercio urbano de la Guardia Civil destacada en Barcelona, era un hombre de una sola pieza, paradigma de guardia civil a la antigua usanza, de una honradez sin fisuras y de una disciplina sin reservas, tan exigente con los demás como consigo mismo. Y todavía algo más, no sólo se declaraba católico como tantos otros militares sino que era hombre de misa y comunión diaria. Y era en nombre de su sentido de la disciplina y del juramento de fidelidad al Gobierno constituido que, igual como su superior el general Aranguren, jefe de la Guardia Civil en Cataluña, el coronel se había mantenido a las órdenes del Gobierno legítimo, representado en su caso por la Generalitat. De manera que aquella mañana sus hombres siguieron avanzando por la Vía Layetana hasta llegar a la plaza Cataluña, donde los escuadrones de Caballería salidos del cuartel de Lepanto, militares afines al sublevado Franco». Hasta la iglesia de los Carmelitas, en la Diagonal, donde también se habían encerrado siguió subiendo por el paseo de Gracia. Había ordenado a su batallón de guardias civiles vestirse con el uniforme de gala del Cuerpo, a sabiendas de que dicha vestimenta resultaba la más elegante y respetada indumentaria militar existente. El coronel ordenó a sus hombres entrar en el hotel pero, fiel a su estilo, fue el primero en entrar y así gestionó la entrega de los que allí estaban.

Son varias las obras inspiradas en la vida del general ceutí Escobar, destacando la novela «La guerra del general Escobar» premio planeta en 1983, de José Luis Olaizola, han sido publicadas por Ediciones Martínez Roca. Lleva publicados más de setenta libros de los más diversos géneros, de los que ha vendido más de dos millones de ejemplares. Desde hace treinta años se dedica profesionalmente a escribir libros y artículos, y a pronunciar conferencias. «Volverá a reír la primavera» Premio Literario Troa «libros con valores», y »»La niña del arrozal», que obtuvo el El cazador urbano, y en 1993 con el Premio de Prensa L´Oréal. Cucho, que traducida al francés ganó el «Grand Prix de l’Académie des Lecteurs de Paris»; en 1992 fue reconocido con el «Prix Littéraire de Bourran», Burdeos, por su novela «La guerra del general Escobar», considerada por Álvaro Mutis y Javier Cercas como la «mejor novela sobre la guerra civil española».

En 1982 Olaizola obtuvo el «Premio Barco de Vapor» por su novela o el anteriormente señalado «Premio Planeta 1983» por Planicio. A través de esta obra, el autor nos da una visión infrecuente de los años de nuestra guerra, vividos sin partidismo ni ideologías por un militar que en la España del gran desgarrón histórico eligió, ante el estupor mal disimulado de las autoridades, una incómoda postura, porque creía que su puesto era aquél. Pese a la historicidad del relato, nos encontramos ante una novela en la que su autor se ha limitado a recrear un personaje admirable que pudo vivir, luchar y morir en cualquier otra guerra fraticida de la Historia. Olaizola, natural de San Sebastián, ejerció la abogacía durante quince años. Su extensa carrera literaria ha sido reconocida con numerosos galardones, entre ellos el Premio Ateneo de Sevilla 1976 por su novela

¿Llevará su nombre alguna plaza o casa cuartel del benemérito cuerpo de la Guardia Civil?

No han faltado las ocasiones en las que la sociedad civil (sobre todo de la ciudad de Ceuta que le vio nacer) para la que un cuartel de la Guardia Civil , una calle o una plaza, sería una gran oportunidad, otorgarle su nombre y devolverle lo mucho que realizó este ceutí por el honor de ese cuerpo y la democracia. El general Escobar nunca fue un revolucionario, ni siquiera un reformador social, era simplemente un hombre honrado que pudo escoger el camino fácil, y no lo hizo, decidiendo marchar por la senda difícil de la libertad y de la justicia. Un militar verdaderamente patriota, un burgués católico que luchó junto a los proletarios contra la burguesía. Esta es una sencilla reflexión que realizo en voz alta, para quien desee y pueda decidir, sobre el homenaje que le debe su ciudad natal.

Finalizada la guerra, Franco nunca olvidó las deslealtades y, durante muchos años, la Benemérita expió su papel en el golpe, encargándose de las tareas más duras del nuevo régimen que gobernaba España. Barcelona y Madrid permanecieron bajo control del Estado gracias a su actuación. Durante la contienda, la Benemérita se mantuvo como tal en la zona sublevada, y se transformó en el resto de España uniéndose a los guardias de asalto en la nueva «guardia republicana». La Guardia Civil destacó, en la sublevación de 1936, por su lealtad al gobierno, salvo en plazas concretas y sujetos siempre al mando de la autoridad militar superior

Al final de la contienda y después de la inauguración del Valle de los Caídos, Antonio Escobar Valtierra, hijo del general, solicitó que se trasladaran los restos de su padre. Se solicitó el traslado de sus restos mortales, junto con los de su hermano, José Escobar, teniente que luchó en el bando nacional, fallecido en la batalla de Belchite, se solicitó el traslado de los restos de ambos a la citada basílica situada cerca del Escorial (Madrid), pero se autorizó exclusivamente el traslado de los restos del teniente, hijo del general; los restos del general Escobar siguen actualmente en el cementerio de Montjuïc en Barcelona.

Esperemos que algún día se haga justicia y se le de el reconocimiento que se merece a tan ilustre personaje.

Bibliografía:

La guerra del general Escobar José Luis Olaizola

Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos ISBN: 9788432070174

http://elfarodigital.es/colaboradores/143754-el-general-ceuti-escobar.html#

http://laguardiacivilenlaguerracivil.blogspot.com.es/

https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Escobar_Huerta

http://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/antonio-escobar-huerta-ultimo-general-republica-espanola/20150207144956112246.html

Vicente A. Menéndez González es Brig. Ing. ET, miembro del Colectivo Anemoi

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.