Recomiendo:
0

Jugando con fuego en Egipto (2)

Los motivos de la oposición a Mursi frente al golpe de estado consumado

Fuentes: Rebelión

En la primera parte de este texto, publicada ayer en estas mismas páginas (Jugando con fuego en Egipto (1). La conspiración), queríamos avanzar la idea, antes de entrar en los motivos de la oposición al presidente Mursi, de que las actuales manifestaciones han sido precedidas por una campaña de diabolización de aquel y de los […]

En la primera parte de este texto, publicada ayer en estas mismas páginas (Jugando con fuego en Egipto (1). La conspiración), queríamos avanzar la idea, antes de entrar en los motivos de la oposición al presidente Mursi, de que las actuales manifestaciones han sido precedidas por una campaña de diabolización de aquel y de los Hermanos Musulmanes, que no dudé, a pesar de las previsibles acusaciones de paranoia, de calificar como parte de una conspiración. En ningún momento negué la amplitud del movimiento de oposición a Mursi, ni las buenas razones que pueda haber para ella, aspectos en los que pensaba extenderme en estas líneas. Sin embargo, a la vista de los acontecimientos de las últimas quince horas, es necesario insistir en la teoría de la conspiración y la desinformación, pues está condicionando los análisis de manera decisiva.

En su discurso de la noche de ayer, 2 de julio, Mursi anunció su negativa a abandonar el poder, y su aferramiento a la legalidad y la legitimidad (en árabe se utiliza la misma palabra para ambas), desde la base de que estas eran la únicas que suponían una garantía para todos los egipcios. Su discurso estuvo salpicado de alusiones a la violencia y al derramamiento de sangre que había que evitar a toda costa. Deduje de sus palabras que, puesto que sus partidarios no iban a abandonar motu propio su movilización, serían objeto de violencia, y que dejaba en el aire que se resistieran a ella o no. No obstante, los comentaristas de la televisión pública que inmediatamente después comentaron el discurso de Mursi, dieron por hecho que el presidente amenazaba a sus conciudadanos con la violencia, y lo propio hicieron una serie de opositores que hablaron posteriormente para la cadena Al-Jazeera. Poco después el jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), Abdel Fattah al-Sisi, declaraba a través de Facebook, escuetamente, que «es más honorable morir que [permitir] que el pueblo egipcio sea aterrorizado y amenazado. Juramos a dios ofrecer nuestra sangre contra cualquier terrorista, extremista o ignorante».

Los hechos sobre el terreno indican, sin embargo, que en líneas generales, y como señalábamos en nuestro texto anterior citado, quienes han sido atacados violentamente en los últimos días han sido los partidarios de Mursi. Poco después del discurso de Mursi, el corresponsal de la cadena Al-Jazeera destacado en la manifestación de partidarios de Mursi frente a la Universidad de El Cairo, informó de que hombres armados de procedencia desconocida habían disparado contras las masas. El saldo del ataque, 16 muertos, se encuentra hoy en todos los medios de información. Sin embargo, la desinformación se filtraba ya, no dudamos que involuntariamente, en los titulares internacionales: en estos, hoy, 3 de julio, a las 10 de la mañana, El País señalaba que había habido 16 muertos en enfrentamientos entre el ejército y partidarios de los Hermanos Musulmanes, a pesar de que en el cuerpo de la noticia a la que daba paso, publicado a las 9:02, se facilitaba la información correcta. Por otro lado, en la información al respecto de la cadena Al-Jazeera en internet, se citaban las declaraciones del ministro del Interior en el sentido de, tras interponerse en los enfrentamientos, las fuerzas de seguridad habían intentado convencer a los islamistas de que disolvieran la manifestación para evitar que se reprodujeran… y de paso dejar las calles expeditas para que en ella sólo queden los opositores a Mursi. Así, la táctica simple y burda que siguen algunos de los promotores de la campaña anti-Mursi, consistente en llevar la violencia donde están los Hermanos Musulmanes y sus partidarios, y decir que la violencia surge de ellos, sirve así a la mayor falsificación que se está produciendo en estos días y que vehicula, cada vez más indisimuladamente, el CSFA: «el pueblo egipcio» son sólo los opositores a Mursi.

Desde el inicio de las manifestaciones, el argumento de que «el pueblo» quiere que Mursi abandone el poder ha sido el mantra repetido por la campaña mediática, y asumido por el CSFA, porque es el único argumento legítimo que se puede esgrimir para su abandono bajo coacción. Todas las ineptitudes y los visos de autoritarismo (muy matizables) que haya podido mostrar Mursi, no justifican en manera alguna lo que de ninguna manera puede dejar de llamarse un golpe de Estado, como señalan honorables conocedores del tema, como Alain Gresh y Robert Fisk. Y aquí es donde se ha producido el salto cualitativo que sorprende que no hayan previsto las escasas fuerzas de oposición honorables y millones de ciudadanos honestos y conscientes. Un rápido repaso de las acciones que afean a Mursi y a su partido permitirá a los lectores juzgar por sí mismos.

La composición monolítica de los gobiernos de Mursi, supuestamente dominados por los Hermanos Musulmanes, fue la primera razón argüida para descalificarlo. Sin embargo, según han reconocido los implicados, o personas próximas a ellos, Mursi ofreció el puesto de presidente del gobierno a Ayman Nur, presidente del partido Gad Al-Thawra, el de vicepresidente de la República a Hamdin al-Sibahi, presidente del Partido Naserista y adversario presidencial de Mursi, y el de asesor presidencial a Ahmad Maher, dirigente del Movimiento 6 de abril. Todos ellos declinaron la oferta. Un año después, el presidente del gobierno, Hisham Qandil, que no es miembro de los Hermanos Musulmanes, declaró en una entrevista televisada que había ofrecido de nuevo puestos ministeriales a destacadas figuras de la oposición. Aún así, la composición del último gobierno incluía tan sólo 10 miembros de la Hermandad de un total de 27 ministros.

La oposición a la composición de la Asamblea Constituyente que debía redactar la constitución fue la segunda piedra de toque en la que los partidos de oposición mostrarían sus cartas, arguyendo que estaba dominada por personas de tendencia «islamista». Sin embargo, la composición de la asamblea había sido aprobada en un acuerdo firmado por los 22 partidos de la oposición el 7 de junio de 2012, antes de la elección de Mursi, tras aceptar los Hermanos Musulmanes el fallo judicial, producido bajo el mandato de los militares, que anulaba la composición de su predecesora, determinado por el parlamento, donde no hay que olvidar que la coalición de los Hermanos Musulmanes y otros partidos islamistas contaba con el 72% de los escaños, obtenidos a principios de año (el Parlamento también había sido disuelto por un fallo judicial). La mayoría de los miembros de los partidos de la oposición se retiraron prontamente de los debates de la Asamblea. La constitución fue aprobada con un 64% de votos a favor, aunque la participación electoral fuera baja (33%).

La declaración constitucional emitida por Morsi el 22 de noviembre de 2012, que fundamentalmente pretendía blindar las decisiones de aquel y las de la Asamblea Constituyente frente a los fallos del poder judicial fue sin duda la única decisión mayor que puede tildarse de autoritaria, y uno de los mayores errores estratégicos de Mursi, a pesar de que anulara dos semanas después sus disposiciones más controvertidas -lo que indica los límites de su autoritarismo-, y de que estuviera orientada a prevenir la influencia de la importante presencia en el poder judicial de fieles servidores del ex presidente Mubarak y de sus sucesores, el CSFA. En este mismo terreno, siguió poco después el intento de limitar dicha influencia mediante la reelaboración de la legislación relativa a los cuerpos judiciales, y en particular de adelantar cinco años la edad de jubilación de los jueces. Hay que señalar, sin embargo, que pocos años antes Mubarak había retrasado dicha edad de jubilación en cinco años, y entonces nadie dudó de que el ex presidente lo hiciera para servir a sus intereses. Finalmente, en el terreno judicial, también en noviembre de 2012 Mursi cesó en su puesto al Fiscal General, Abdel Meguid Mahmud, y nombró uno nuevo por cuatro años, lo que así mismo abrió una larga disputa acerca de su autoritarismo. No obstante, Mahmud había sido nombrado por Mubarak, y había sido acusado por la oposición tras enero de 2011 de dificultar las investigaciones sobre los dirigentes del régimen de aquel. Hace dos días, el Tribunal Supremo falló, sin apelación posible, que Mahmud debía retornar a sus anteriores funciones (18: 15 horas del 3 de julio).

Si yo fuera un periodista de Al-Jazeera Mubashir (Al-Jazeera en directo) hablando desde El Cairo, hace poco más de media hora (a las 23:55, hora de España) mi discurso se hubiera interrumpido aquí, en el momento en el que el ejército egipcio irrumpía en las oficinas de la cadena y cortaba la señal de televisión, poco tiempo después de que se interrumpieran las imágenes «por razones técnicas, relacionadas con la situación de la seguridad» que la cadena difundía de la concentración de los partidarios de Mursi en la plaza cairota de Rabia Al-Adawiyya. ¿Estaba -en la realidad- la cadena Al-Jazeera incitando a la violencia o llamando a los partidarios de Mursi a resistir en el momento en el que se cortó la señal? En absoluto, sino que una presentadora se encontraba con dos invitados: uno de ellos, el profesor de Ciencias Políticas Hasan Nafaa, crítico y opositor de Mursi dentro de una cierta moderación, y el otro de identidad desconocida para mí. Nafaa acaba de explicar que, con la intervención del ejército, se trataba de dar estabilidad al país, formar un gobierno de unidad nacional, recuperar el equilibrio de la economía y de la situación política y social y, tras una etapa transitoria, celebrar elecciones legislativas y presidenciales. Y en este momento, la presentadora preguntó, dirigiéndose al otro invitado: «Y, si tras esa etapa transitoria los Hermanos Musulmanes ganan las elecciones, ¿qué?». Y el segundo invitado respondió: «No es posible». Y la presentadora: «No es posible, ¿por qué?». Y el invitado: «Porque sería un problema». Y la presentadora: «Porque sería un problema». Y el invitado: «Porque Egipto se convertiría en el Pakistán de los países árabes». En este momento, Nafaa, capea en mano, empezó a intervenir para decir que no creía que los Hermanos Musulmanes volvieran a ganar las elecciones legislativas porque las cosas habían cambiado mucho en el país, la gente antes tenía muchas esperanzas en los Hermanos Musulmanes, a quienes consideraban un movimiento honesto. Y en ese momento la pantalla se fundió en negro.

Poco después, un amigo me manda las imágenes del cierre de la televisión islamista Al-Nas y el arresto de sus trabajadores, retransmitidos por la televisión Dream TV, propiedad del millonario Ahmad Bahgat, agraciado por la concesión de una licencia de televisión por Hosni Mubarak en 2001. La presentadora de Dream TV, tras enumerar los nombres de los principales detenidos, aclara que el canal estaba atacando al ejército, pretendiendo que se había producido un golpe de Estado y oponiéndose a la presencia de los manifestantes anti-Mursi en las calles. A continuación «recordaba» que Al-Nas tenía una larga historia de difundir la división y el sectarismo, y de atacar a personalidades nacionales y a instituciones nacionales, como el ejército y la policía, de manera extremadamente grosera. Inmediatamente después, comunicaba que la Guardia Presidencial había detenido al presidente Mursi, y añadía… «depuesto» (majlua), y una voz de fondo decía «expulsado», y la presentadora aceptaba el juego mofándose: «depuesto», «expulsado», «desposeido», «apartado»,… (risas del coro). Finalmente, la presentadora tras repasar los nombres de otros detenidos destacados, celebra como en las calles algunas personas llevan a un oficial a hombros, y dice: «Yo voy a salir a la calle también, a llevar a hombros a nuestra policía».

Antes del apagón informativo, iba a proseguir con las razones para estar en contra de Mursi, y contraponerlas a lo que podía suponer apoyar o favorecer el golpe de Estado del ejército contra la legalidad constitucional y democrática. Esto último ya empezamos a tenerlo delante: detenidos, cierre de medios de comunicación (incluido el que desde la más estricta profesionalidad y objetivividad informativa contribuyó a la caída de Mubarak más que todos los demás del mundo juntos), glorificación del ejército y de la policía golpistas que durante la época de Mubarak y tras ella mataron, torturaron y humillaron a los egipcios, entre ellos muchos coptos («sucesos de Maspero» de octubre de 2011″) y muchas egipcias (Abdel Fatahh Al-Sisi, jefe del CSFA, fue el encargado por este de justificar ante las cámaras los «tests de virginidad» realizados a las egipcias detenidas por los militares en marzo de 2011), los dos de los principales segmentos sociales que se cree necesario proteger de los islamistas…

El resto de las razones para estar en contra de Mursi tendrán que esperar. Es cuestión de prioridades.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.