Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El ruido de las explosiones ha decrecido algo. La gente ha vuelto para reparar sus hogares y prepararse para el día siguiente. Pero es difícil olvidar las imágenes de los últimos bombardeos en Damasco, que seguirán atormentando a muchos. Si eso les sucede con los adultos, ¿cómo se sentirán los niños?
La amarga verdad es que está apareciendo una nueva generación que sufre trastornos psiquiátricos. Los síntomas de esos trastornos han empezado a mostrarse en los colegios, en los centros de refugiados y en las zonas que siguen bajo el fuego. La mayor tragedia es que no hay una solución rápida a estos problemas, a la luz de la continuación de la guerra y de la escasez de especialistas que puedan tratar esas enfermedades.
Cuando el martes 21 de febrero se produjo la explosión en la calle Al-Hayat de Damasco, anegando el aire de humo y de gritos de las víctimas, un transeúnte vio a una niña de unos diez años sentada sobre el asfalto frente al lugar de la explosión. Tenía la cara y el rostro cubiertos de hollín y estaba jugando tranquilamente con los trozos de cristal que había en el suelo, ignorando las heridas de sus manos. Se encontraba claramente en estado de shock y era incapaz de responder a las preguntas. El transeúnte renunció a intentar hablar con ella y la dejó sola. Incluso un joven doctor renunció a intentar ayudarla. Horas después, la niña empezó a llorar histéricamente mientras repetía palabras ininteligibles. Al parecer la persona que iba con ella había muerto pero su cuerpo estaba desaparecido.
Otro niño pasó por otra experiencia parecida. Permanecía aferrado a una valla de jardín cerca del lugar de la explosión, gritando entre las lágrimas mientras buscaba a su madre, que había cruzado la calle para comprar algo y nunca más volvió.
La escena de la explosión del jueves no era lo único que aterraba a los niños que allí estaban. A varios de ellos, la escena les traía recuerdos de anteriores masacres que habían tenido que presenciar en algún otro lugar. Un niño relataba la masacre de otros niños en la barriada de Karm al-Zeitun, en Homs, donde vio cómo asesinaban a la gente y quemaban sus cuerpos. La escena de la explosión despertó los recuerdos de otro niño del día en que su hermano murió a causa de la explosión de un coche-bomba en una zona muy concurrida en al-Madamiya, en la campiña que rodea Damasco. El niño declaró que vio el cuerpo destrozado de su hermano en la calle y que tuvo que trasladarse a al-Mazraa, donde permanece con su madre.
Algunos niños muestran apatía, lo que refleja una amargura extrema. Uno de los niños, que parecía más coherente que los otros, habló de una «nube parecida a un champiñón negro» que cubría el área. Después, añadió con una risilla nerviosa: «Voy todos los días a buscar el pan a la panadería y me temía que lo que había sucedido en otras áreas podía pasarnos también a nosotros… La fuerza de esta explosión es normal comparada con lo que sucedió en nuestro barrio», barrio que se negó a identificar. Concluyó diciendo: «No tengo miedo a la muerte».
Lo anterior es un pequeño ejemplo de cómo los niños sirios están sufriendo en medio de una locura de muerte, sangre y bombas. Toda una generación está afectada con trastornos mentales, que varían en intensidad y alcanzan su punto álgido en los lugares calientes donde los niños están presenciando constantemente formas diversas de bombardeos, enfrentamientos y ejecuciones. La peor tragedia es cuando un niño mata a alguien y recibe los aplausos de quienes están a su alrededor porque piensan que están enseñando a sus niños a ser fuertes y resistentes.
Soluciones médicas a largo plazo
El shock mental, según el psicólogo Sigmund Freud, puede parecerse a una carta en la que borramos varias palabras cambiando completamente así su significado. El trauma que los niños sirios están sufriendo puede generar una generación afectada con todo tipo de trastornos mentales y de conducta, desde alucinaciones, narcisismo y depresión a ser propensos a la violencia. Algunos casos pueden tratarse con apoyo psicológico pero hay otros en que ese apoyo sólo puede ofrecerse en centros especializados. Algunos intentan superar el problema en vez de tratar de eliminarlo de la memoria, porque un único disparo puede restaurar el recuerdo del suceso. Pero una buena solución es alentar y fortalecer la autoestima y confianza de los niños.
Más del 40% de los niños y adolescentes han sufrido un hecho traumático. Muchos de ellos se recuperan rápidamente, pero eso es difícil en Siria, dada la situación actual. Los síntomas traumáticos incluyen temor, depresión e ira. Los síntomas pueden aparecer de inmediato o después de varios días o semanas, que es lo que ha sucedido con muchos de los niños desplazados que siguieron siendo coherentes hasta que se reasentaron en un lugar seguro y entonces los síntomas aparecieron de repente.
El psiquiatra Ibrahim Ozman declaró: «Los niños que reciben apoyo psicológico no están fuera de peligro porque todos los elementos del trauma siguen aún presentes. En primer lugar, el trauma -debido a un bombardeo, asesinato o violación- puede acaecer de nuevo, sufrido por el niño o presenciado en directo o por televisión».
Ozman, que ha viajado por toda Siria, explica que los refugios pueden hacer que el trauma reaparezca, pero que en otros casos pueden ser un factor de mejora, dependiendo de las circunstancias. Por tanto, es muy importante conseguir que los niños se impliquen en actividades que alejen de sus mentes las escenas traumáticas. Sin embargo, esto no significa entrar en un mundo imaginario, porque los niños volverán a experimentar los traumas tan pronto como vuelvan a la realidad. El doctor dijo que era necesario darles oportunidad de expresarse implicándoles en actividades tales como la pintura, el teatro o el deporte.
El Dr. Safwan Abboud dijo que es necesario desarrollar la autoestima de los niños, que viene definida como la capacidad para enfrentar los traumas de la vida pero no hasta el punto de la ilusión, que es lo que había sucedido con muchos niños que Abboud encontró en los centros de refugiados.
En general, es la Media Luna Roja la que está prestando ese apoyo psicológico, especialmente en el caso de los niños, porque las organizaciones internacionales no han podido entrar en los centros de refugiados. La carga cae enteramente sobre las ONG sirias que operan en las zonas fronterizas, en los campos situados en la frontera norte con Turquía y en el campo al-Zaatari, en Jordania. Según Abboud, la misión es mucho más difícil en el interior de Siria.
La Media Luna Roja Siria está actuando en los refugios situados en colegios y en zonas que están relativamente en calma, pero hay muchos centros que trabajan en secreto y no desean dar detalles. En general, pocos de los casos traumáticos -violación, presenciar violaciones o presenciar asesinatos- requieren de centros especializados.
No obstante, los psiquiatras están jugando un papel pequeño porque hay muy pocos y por la cultura social imperante, que considera que ir al psiquiatra es vergonzoso o inútil. Según las cifras de UNICEF, de los 300.000 niños desplazados que la organización tiene en sus registros, sólo 23.000 han recibido apoyo psicológico. Los informes de las Naciones Unidas no aportan una imagen clara sobre cómo la violencia ha afectado a gran cantidad de niños. Las cifras de la oposición siria muestran que hay más de 6.000 niños asesinados y más de 2.000 secuestrados. Y estos son sólo los casos documentados.
En resumen, muchos pueden considerar que el tema del trastorno mental es un detalle nimio en medio de la locura de la guerra. Otros pueden pensar que plantear ese problema es un «lujo humanitario» que ignora el hecho de que el país entero está siendo destruido, no sólo los niños. Pero el problema sigue siendo algo muy especial porque los niños son el futuro de Siria.
(Traducido de la fuente original en árabe (As-Safyr) al inglés por Rani Geha)
Fuente: http://www.al-monitor.com/pulse/culture/2013/02/syria-children-war.html