Napoleón, que mucho sabia de derrotas, de triunfos y de guerras, lo advirtió claramente: «La victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana». Como un eco malvado la frase del corso, repiquetea en las cabezas de muchos, o de todos, los que han colaborado de manera muy esmerada en convertir a Siria en el epítome […]
Napoleón, que mucho sabia de derrotas, de triunfos y de guerras, lo advirtió claramente: «La victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana». Como un eco malvado la frase del corso, repiquetea en las cabezas de muchos, o de todos, los que han colaborado de manera muy esmerada en convertir a Siria en el epítome de la destrucción.
Tras cinco años de guerra y millones de vidas destrozadas para siempre, en los más amplios sentidos, los responsables de aquel incendio, todavía tiznados por las cenizas, con los bolsillos llenos de fósforos y oliendo a nafta, se apretujan para encontrar un lugar en la foto de los vencedores.
Esencialmente los Estados Unidos, junto a sus socios europeos, las petromonarquias del golfo, Turquía e Israel, que mira hacia otro lado como si nada tuviera que ver en el asunto, han comenzado a ejecutar uno de los actos de cinismo más repugnantes de la Historia, intentado culpar a Bashar al-Assad y al Estado Islámico como únicos responsables de este holocausto.
Solamente cerrando los ojos puede no verse las miles de evidencias concretas y confirmadas que existen sobre la íntima relación de este grupo de naciones mencionadas más arriba, con quienes han llevado materialmente a cabo el brutal ataque contra el pueblo sirio y su presidente Bashar al-Assad.
Washington acaba de resucitar a la «oposición moderada», que con ese nombre al mismo tiempo que en Libia, de igual manera, pero con muy distinta suerte, inició el golpe contra Bashar al-Assad, compuesta por exiliados sirios radicados en Londres, que tras la llegada del Partido Baath al poder en 1971, con Hafez al-Assad, padre de Bashar, a la cabeza, cientos de políticos y empresarios corruptos huyeron del país en procura de cuidar sus fortunas y sus cabezas.
En el marco de la Primavera Árabe, se esperó ansiosamente que Bashar corriese igual suerte que el coronel Mohammed Gadaffi, pero gracias a que tanto Moscú, como Beijín, no repitieron el trágico error que cometieron al no vetar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que prácticamente condenó a muerte al coronel Gadaffi y al proceso revolucionario libio, conocido como al- Yamahiriya, que llevó al país africano a tener los más altos estándares de calidad de vida del continente, superando incluso a los de muchos países europeos.
El veto a la posibilidad de la intervención al conflicto sirio por parte de Rusia y China, obligó al Departamento de Estados norteamericano a implementar una guerra solapada.
Con capitales fundamentalmente sauditas y qataries, en el caso de Qatar fue tan desproporcionada la intervención financiera en la guerra siria, que su economía llegó a zozobrar, obligando al jeque Hamad bin Jalifa al-Thani, máxima autoridad del emirato, a abdicar a favor de su hijo Tamim bin Hamad al-Thani.
Turquía, a su vez, fungió de gran portaviones de las fuerzas anti al-Assad, permitiendo que a través de sus 822 km. pudieran filtrarse combatientes provenientes de Europa, Asía Central y norte de África, al tiempo que millones de toneladas de armas, también cruzaron serenamente las fronteras turcas. Hospitales y campos de entrenamientos, muchos de estos últimos dirigidos por hombres del ejército y la inteligencia israelí fueron habilitados en territorio turco. La paga ha sido los millones de dólares que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, vía empresas familiares, ha podido recaudar gracias al contrabando de petróleo sirio robado por los hombres del Abubark al-Bagdadí, el Califa Ibrahim, jefe de Estado Islámico.
En el maremágnum de armas enviadas desde Europa al caldero sirio, quizás alguna vez la inteligencia francesa (perdón por el oxímoron) pueda explicar como un cargamento de miles de fusiles distribuido en territorio sirio a principios de 2012, a la «oposición moderada» en abril de ese mismo año apareciera en manos de integristas musulmanes en el norte de Mali, habiendo recorriendo la friolera de casi 7 mil km. y atravesado entre 5 y 6 fronteras si el traslado hubiera sido terrestre.
La guerra en Siria ha provocado los dos hechos noticiosos más destacados de los últimos tres años: el primero fue el surgimiento de Estado Islámico, una fuerza multinacional que extiende su influencia desde Yakarta en Indonesia, hasta San Bernardino (California, EE.UU.). Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik, la pareja que en diciembre pasado fusiló a 14 personas e hirió a otras 17 que se asistían en el Inland Regional Center, un instituto de rehabilitación para discapacitados, así lo demuestra.
El otro gran drama proveniente de la guerra en Siria ha sido la más monumental ola de refugiados que se recuerde desde la Segunda Guerra Mundial, que está poniendo a prueba máxima los niveles de resistencia de las naciones que conforman la Unión Europea.
El amigo del Este o el tercer elemento
Si bien Estado Islámico y la crisis de los refugiados han sido los dos fenómenos mediáticos más importantes que ha deparado la guerra de Siria, hay un tercer elemento que la gran prensa de occidente se extrema en ocultar, y desbarata la campaña de mentiras que acerca del conflicto sirio los Think Tank de occidente han echado a correr.
Ese tercer elemento se llama Vladimir Putin y además de ser presidente de Rusia, se ha convertido en el protagonista fundamental en este último tramo de la guerra, que de no intervenir un factor hasta hoy desconocido, podría llegar a ser el último.
Para fechar la gran irrupción de Putin en el conflicto, aunque nunca ha abandonado a su suerte a Bashar al-Assad, fue en la crisis de las armas tóxicas utilizadas por miembros de la entente anti al-Assad, en el barrio damasceno de al- Ghutta, que dejó cerca de 1800 muertos, en agosto de 2013, es bueno recordar que entonces cerca del lugar fueron detectado 15 miembros del MOSSAD, de los que nunca más se tuvo noticias.
La rotunda oposición por parte de Putin, a las amenazas de bombardeo de Barack Obama, fue tan clara y concreta, que por primera vez en la historia el Reino Unido, decidió no acompañar a Washington en sus intervenciones colonialistas. De occidente el único país dispuesto a acompañar a Obama fue Francia, quizás todavía anhelado descubrir aquellos de cómo llegaron sus armas a Mali. Entonces la decidida alianza entre China y Rusia, aproximaban al mundo a la posibilidad real de un holocausto nuclear, por lo que Obama dio un paso atrás monumental, protagonizando uno de los bochornos políticos más graves de la historia.
Desde entonces la figura del presidente ruso no ha hecho más que agigantarse, hasta convertirse en el protagonista excluyente de esta nueva partida por la paz en Siria.
El quiebre en la obstinada y ridícula resistencia de occidente de no querer no admitir en las negociaciones de Paz a los representantes del presidente Bashar al-Assad, se produjo obligado por los exitosos bombardeos que la fuerza aérea rusa realiza desde fines de septiembre pasado contra posiciones no solo de Estado Islámico sino de todas las fuerzas que gravitan contra Damasco, como el frente al-Nusra, de una muy debilitada al-Qaeda y un conglomerado de fuerzas llamadas «oposición moderada», que dejó de actuar en 2012 fagocitada por los grupos wahabitas y reaparece ahora en momentos en que el arco opositor tiene que ser lo más amplio posible.
Ahora, ante la imparable ofensiva del ejército de al-Assad, los comandos iraníes, de Hezbollah y la imbatible aviación rusa, por ejemplo Turquía y Arabia Saudí prometen una ofensiva terrestre, contra Estado Islámico, con quienes colaboraron absolutamente siempre.
Mientras tanto, en la Conferencia de Seguridad, en Múnich, el Grupo Internacional de Apoyo a Siria, intenta presionar, ahora que se puede estar a semanas de la victoria, tanto a Damasco como a Moscú, para alcanzar acuerdos de Paz y que no solo al-Assad y Putin puedan adjudicarse la victoria sobre Estado Islámico que se encuentra decididamente diezmado y a la hora de las negociaciones la «oposición moderada» y sus amigos puedan quedar fuera de la foto de las ganadores.
La prensa internacional desde el comienzo de los bombardeos rusos agita el fantasma de miles de muertos civiles provocados por los indiscriminados ataques de Moscú, como si fueran esos los primeros muertos civiles de esta guerra.
Tendrá manera el Pentágono de bombardear selectivamente sin asesinar civiles inocentes, como se ha cansado de hacerlo en Afganistán, Pakistán, Irak, Siria, Líbano, Yemen, Somalia o Libia, por abundar, de saberlo sería bueno que le pasara el modo a Rusia.
Lo que parecía imposible hace menos de seis meses cada día se vislumbran con más cercanía: la anhelada paz en Siria, quizás a la hora de reconocer paternidades sean multitudes las que se sumen. ¿Importa?
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.