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Entrevista a Sattar Kassem, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Al-Najah de Nablus

«Los palestinos no se rendirán jamás»

Fuentes: Red Voltaire

Silvia Cattori: Usted representa una voz potente en Palestina, pero casi no se escucha esa voz en los paí­ses francohablantes. ¿Por qué? Sattar Kassem: Hace veintiséis años, las autoridades israelí­es me prohibieron salir de Palestina. Pasé dos años en las cárceles israelí­es y ocho meses en las cárceles palestinas bajo el régimen de Arafat. Fui […]

Silvia Cattori: Usted representa una voz potente en Palestina, pero casi no se escucha esa voz en los paí­ses francohablantes. ¿Por qué?

Sattar Kassem: Hace veintiséis años, las autoridades israelí­es me prohibieron salir de Palestina. Pasé dos años en las cárceles israelí­es y ocho meses en las cárceles palestinas bajo el régimen de Arafat. Fui herido de cuatro balas por sicarios reclutados por las autoridades palestinas. Pero ahí­ sigo con mi pluma para ayudar a mi pueblo a recobrar sus derechos y a contribuir en la generación de un cambio en el mundo árabe. Estoy convencido de que los regí­menes árabes actuales deben desaparecer: ellos defienden intereses extranjeros, y en absoluto los de sus ciudadanos. La mayor parte de esos regí­menes dictatoriales colaboran con Israel; actúan entonces contra los derechos de los palestinos y los libaneses. Esos regí­menes son marionetas de ciertas potencias, en particular de los Estados Unidos.

Silvia Cattori: Usted fue detenido, y casi lo mataron por criticar la polí­tica del señor Arafat. ¿Esto significa que no habí­a democracia ni libertad bajo su autoridad?

Sattar Kassem: No habí­a democracia bajo el régimen de Arafat, y ninguna libertad de opinión. Mucha gente fue arrestada. En 1999, con otras diecinueve personalidades, firmé una declaración diciendo que habí­a una enorme corrupción en el paí­s y que habí­a que impugnar principalmente a Arafat.(1) Nos mandó presos. Luego de eso escribí­ «La democracia carcelaria», un artí­culo que criticaba el comportamiento antidemocrático de Arafat. Por eso enviaron sicarios para eliminarme. Arafat nunca quiso instaurar ninguna forma de democracia.

Silvia Cattori: ¿Quiere decir que las elecciones de 1996 no fueron honestas?

Sattar Kassem: Efectivamente. No se puede calificar de equitativas las elecciones de 1996. En 1996 hubo mucho fraude. Pero no habí­a oposición; por lo tanto, nadie encontró nada que decir.

Silvia Cattori: íšltimamente, por primera vez en la región, ustedes tuvieron elecciones equitativas. Y las ganaron los candidatos de Hamás. Pero también por primera vez en la historia, vemos a la Unión Europea castigando con sanciones a un pueblo sometido a una ocupación extranjera.

Sattar Kassem: Exacto. Es paradójico, efectivamente. Habrí­a que preguntarles a los europeos. Tuvimos elecciones equitativas y regulares, pero aún no tuvimos la atmósfera general indispensable para la democracia, y ahí­ está el problema. Sin duda, usted, fuera de Palestina, habrá notado que después de la victoria electoral de Hamás, se vio claramente que cierto número de personalidades -particularmente en el Partido Al Fatá- no aceptaron el veredicto de esas elecciones.

Silvia Cattori: En un contexto tan desfavorable, ¿piensa que el movimiento Hamás logrará instaurar la atmósfera democrática que usted anhela?

Sattar Kassem: No, no lo pienso. No porque la gente de Hamás sea incapaz de instaurarla, sino porque enfrentan terribles problemas por todas partes. Los israelí­es no quieren permitir que ese gobierno funcione. Por otra parte han arrestado a la mayorí­a de los ministros y a varios diputados.

Silvia Cattori: ¿Usted incluye a la Autoridad Palestina cuando se queja de los «regí­menes árabes»?

Sattar Kassem: Incluyo a la difunta Autoridad Palestina, como también a Abu Mazen [Mahmud Abbas], el actual presidente de los palestinos.

Silvia Cattori: Pero cuando formula ese juicio, ¿se basa en hechos que usted puede probar basándose en su experiencia personal?

Sattar Kassem: Me opuse a la dirección de la OLP en el Parlamento durante más de treinta años. Según mi conocimiento personal y mis investigaciones de Arafat, terminé comprendiendo que él abdicó de su misión revolucionaria, que no trabajaba por el interés de los palestinos, que en realidad serví­a de válvula de seguridad de los israelí­es, y que, en definitiva, él habí­a lesionado la imagen de los palestinos en los paí­ses árabes donde residió sucesivamente, como también afectó el tejido ético y social del pueblo palestino.

Silvia Cattori: ¿Por ejemplo?

Sattar Kassem: Él enviaba al sur de Lí­bano, por ejemplo, a los más fieles e í­ntegros jóvenes palestinos; auténticos combatientes que eran irremediablemente muertos. ¿Por qué? Porque uno de los asistentes de Arafat hací­a contacto regularmente con los israelí­es para hacerles saber lo que se preparaba. Entonces; por supuesto, los israelí­es sólo debí­an matar a esos jóvenes combatientes apenas aparecí­an.

Silvia Cattori: ¿Usted quiere decir que el señor Arafat nunca impuso algún tipo de disciplina en su entorno en materia de suguridad?

Sattar Kassem: Puedo decirle que todas las informaciones estaban regularmente en manos de los israelí­es; Arafat nunca procedió al menor interrogatorio en el seno de la OLP para saber quién les filtraba las informaciones. Ese tipo de comportamiento demuestra que las fugas tení­an su consentimiento, ¿no? Es la razón por la que afirmo que Arafat no era en absoluto un revolucionario, sino que colaboraba con el ocupante israelí­. Los palestinos sinceros eran apartados por diferentes medios, y generalmente, Arafat conservaba en su entorno a los que le sirviesen para su interés personal.

Silvia Cattori: ¿De modo que para usted, esa gente del entorno de Arafat eran inicialmente corruptos?

Sattar Kassem: Sí­. Desde el inicio de los años 70, Arafat siempre dependió de gente sospechosa, de gente que mantení­a -estoy persuadido- lazos «de seguridad» con los israelí­es. Estaban corrompidos cuando estaban en Lí­bano, estaban corrompidos en Túnez, y ya estaban corrompidos en Jordania. Cuando Arafat residí­a en esos diferentes paí­ses no hicieron más que comportarse de manera lamentable. Arafat no impidió que su allegados cometiesen varios delitos en las calles de ciudades árabes. Así­, por ejemplo, cuando dejaba impunemente a uno de sus adjuntos humillar a un jefe de una tribu jordana, esto producí­a irremediablemente que toda la tribu se diese a execrar a los palestinos. Luego de ser bombardeados y expulsados de Beirut por el ejército israelí­, los dirigentes de la OLP se fueron a Túnez. Los tunecinos le dirán a usted que llegando a Túnez llevaron los burdeles con ellos, y que floreció la prostitución gracias a su numerosa clientela. Una nueva clientela. Una clientela palestina. Son sobre todo los palestinos quienes hicieron funcionar los bares turbios y los lugares de prostitución en Túnez. Para los tunecinos, los libaneses, los jordanos, los kuwaití­es que vieron ese comportamiento, ésos son los auténticos palestinos. Eso fue lo que debieron pensar. Desde entonces los palestinos somos odiados en Túnez, en Kuwait y en Lí­bano. Escribí­ muchos artí­culos para denunciar esas exacciones y esta corrupción escandalosas, con el fin de prevenir a esos dirigentes que conducí­an a su pueblo hacia un fin absolutamente catastrófico. Pero a excepción de las pocas personas que han visto esto de cerca, pocos me han creí­do. Desde 1994, tras la instalación de Arafat en Cisjordania y en Gaza, la gente comenzó a tomar conciencia del hecho de que lo dicho por mí­ era de verdad la triste realidad. Lamentablemente lo descubrieron demasiado tarde. Arafat, claro, no está ahora allá, pero seguimos sufriendo las consecuencias de su polí­tica calamitosa. Por eso digo que él no diferí­a en nada de los otros dirigentes árabes.

Silvia Cattori: Esos personajes del entorno del señor Arafat, ¿eran parte del personal polí­tico que reingresó a Palestina en 1994?

Sattar Kassem: Claro, por desgracia.

Silvia Cattori: ¿Pero el señor Arafat sabí­a que sus adjuntos se portaban así­? ¿Tení­a conciencia de lo que sucedí­a alrededor suyo?

Sattar Kassem: Sí­. Lo sabí­a, y además lo veí­a claro. De manera que si a usted le advierten varias veces y no corrige su conducta, quiere decir que esa conducta es deliberada. Arafat fue advertido cientos de veces por mucha gente con respecto al muy mal comportamiento de su entorno. Pero nunca hizo nada para darle término. Él estaba sustentado por el dinero que recibí­a de ciertos paí­ses árabes como Arabia Saudí­, Kuweit y los Emiratos Árabes Unidos. Se pedí­a a esos paí­ses que lo financiasen porque Arafat, simplemente, era el hombre de Israel y de América (Estados Unidos. NdT). Tení­a muchí­simo dinero; era el llamado «revolucionario» más rico del mundo. ¿Cómo es eso posible, cuando se sabe que los revolucionarios están generalmente sitiados? ¡Sin el consentimiento de Israel y de América, esos paí­ses nunca le hubiesen dado un centavo! Esos paí­ses no son independientes. Por otra parte, hoy, es por la conminación de Israel y de América que dejaron de ayudar financieramente a Hamás.

Silvia Cattori: ¿Usted ha trabajado con esa gente que pertenecí­a al entorno del señor Arafat?

Sattar Kassem: Sí­. Trabajé con ellos durante cierto tiempo, y vi con mis propios ojos lo que le digo: es la verdad.

Silvia Cattori: ¿Ha escrito sobre este particular?

Sattar Kassem: Sí­. Escribí­ un libro en árabe, «La ruta de la derrota», sobre la conducta de Arafat y su entorno.

Silvia Cattori: Creo entender que esto significa que el señor Arafat estaba muy lejos de la realidad y de las verdaderas aspiraciones de su pueblo.

Sattar Kassem: Pienso que los israelí­es lo exprimieron al máximo. Es lo que hacen con sus agentes, sus colaboradores: una vez usados los tiran a la basura. Pienso que eso es exactamente lo que hicieron con Arafat: tras comprometerlo, lo deshecharon, porque ya no les serví­a para nada.

Silvia Cattori: Cuando me entrevisté con el señor Arafat en abril de 2002, tuve la impresión de que estaba rodeado por muchos oportunistas. ¿No fue ví­ctima de malos consejeros?

Sattar Kassem: Algunos. Pero él era el jefe. Estaba en el centro. Jamás buscó la vecindad de consejeros honestos; vivió siempre rodeado de malhechores. Y la gente turbia sólo puede dar consejos turbios. Yo mismo tengo una definición personal del «arafatismo», que difundo internacionalmente en persona cuando tengo la ocasión. El término «arafatismo» ha sido creado especialmente para calificar el comportamiento de Arafat, consistente en usar la corrupción como medio para poner al pueblo palestino de rodillas.

Silvia Cattori: Aunque para los responsables de la solidaridad internacional, por ejemplo, o de un escritor como Uri Avnery, que lo consideraba un amigo personal, el señor Arafat era un gran hombre, que llevaba una vida muy frugal, «un socio para construir una nueva esperanza».

Sattar Kassem: Exacto; Arafat viví­a muy simplemente. Pero para mí­ eso no disminuye el hecho de que la misión de Arafat consistí­a en trabajar para los israelí­es, y no para los palestinos. Llevaba una vida muy simple, pero sus consejeros eran muy ricos; algunos de ellos viví­an permanentemente en hoteles 5 estrellas e iban a Monte Carlo y a Las Vegas. Usted sabe cuán difí­cil es la vida en Palestina. Yo invito a esas personas que apoyaban a Arafat y que lo creí­an honesto ante los palestinos, a venir aquí­ a Palestina y debatir abiertamente sobre su polí­tica. Los espero.

Silvia Cattori: Pero de ahí­, a pensar que la misión del señor Arafat era en realidad cumplir las cuatro voluntades de los israelí­es… ¡Es tan increí­ble!

Sattar Kassem: Al menos en lo que me concierne, todas mis previsiones sobre Arafat se verificaron. Estoy convencido de lo que adelanto. Por ejemplo, desde 1979 he escrito que la OLP reconocerí­a a Israel. La gente no me creí­a entonces, y comenzaron a hacer correr el rumor de que yo era un espí­a porque levantaba dudas sobre Arafat. En 1994, cuando Arafat vino a instalarse en Palestina, escribí­ que él harí­a lo mismo que en Lí­bano. Que iba a abrir burdeles, afectar la estructura social y ética de los palestinos, y que cooperarí­a con los israelí­es en materia de seguridad. Lamentablemente, todo lo que escribí­ se cumplió. Les dije todo esto a los dirigentes con una franqueza total. Por esa razón trataron de eliminarme.

Silvia Cattori: Cuando usted habló de la «estructura social y ética de los palestinos», ¿qué entiende precisamente con esa expresión?

Sattar Kassem: Los ciudadanos de toda nación deben poseer un código ético que los lleve a respetarse mutuamente y a convivir sagazmente. Cuando no hay ningún código ético, entonces todo el mundo es enemigo de todo el mundo. Sin ética, ¿cómo podrí­amos vivir juntos? Es lo que sucedió en la época de Arafat. Todos esos malhechores, esos gangsters, se hicieron muy poderosos, y las personas honestas se escondieron en sus casas. La era de Arafat instauró un sistema de valores negativos que resultó en la desaparición del respeto en el seno de nuestro pueblo.

Silvia Cattori: No obstante, parece que los dirigentes de la OLP habí­an logrado atraer la simpatí­a de la izquierda en varios lugares del mundo. Hasta hoy, la mayorí­a de los partidos de izquierda consideran a Arafat y los representantes de la OLP como aliados honestos, y desconfí­an de las autoridades de Hamás.

Sattar Kassem: De modo general, Arafat daba esa imagen. Pero no era honesto en absoluto. Arafat, claro, no era el único lí­der en Palestina. Habí­a también lí­deres de izquierda como George Habash, por ejemplo, el jefe del FPLP [Frente Popular de Liberación de Palestina]; y estaba Nayef Hawatmé, el jefe del FDLP [Frente Democrático de Liberación de Palestina]. Arafat, y sus secuaces, sabiendo pertinentemente desde el principio que la comunidad internacional no tení­a la menor intención de liberar Palestina, dieron la impresión errónea de que con su ayuda estaban realmente trabajando por los intereses de los palestinos. Esos dirigentes palestinos, como los dirigentes árabes en general, hicieron creer a la comunidad internacional que ellos se ocupaban de su pueblo. En realidad eran todos fieles aliados de Israel.

Silvia Cattori: Si los representantes de la OLP, como el señor Faruq Qaddumi, por ejemplo, trabajaban contra los intereses de los palestinos, ¿por qué el gobierno de Hamás no los destituye?

Sattar Kassem: Desde que Hamás ganó las elecciones, los dirigentes de Al Fatá, con el sostén de sus representantes en el extranjero, trabajan de un tirón en hacer fracasar el nuevo gobierno. Trabajan con los Estados Unidos, con Israel y con los paí­ses árabes -Egipto y Jordania sobre todo- para derrocar al gobierno de Hamás. Es claro que esto forma parte de la herencia de Arafat. Quieren despojar a Hamás de su autoridad, y voltear al gobierno. Es la razón por la cual sólo después de la victoria de Hamás en las elecciones se concentran, como puede verse, en la OLP, al tiempo que se burlan de la OLP, completamente ignorada por Arafat y su entorno. Se burlan igualmente de la Carta Nacional Palestina: cuando firmaron el acuerdo de Oslo, a pesar del hecho de que ese acuerdo contravení­a la Carta Nacional Palestina, ninguno de ellos se hizo el menor cuestionamiento. Pero hoy es diferente: ahí­ se preocupan mucho, pero únicamente porque quieren despojar a Hamás de su autoridad. Esto es parte de una conspiración. Una conspiración con ramificaciones internacionales.

Silvia Cattori: ¿Quiere decir que los representantes de la OLP son parte de una conspiración dirigida contra el movimiento Hamás?

Sattar Kassem: Sí­.

Silvia Cattori: ¿Considera también que la señora Leila Shahid -representante de la OLP en Francia desde hacé más de veinte años, nombrada recientemente por el señor Abou Mazen ante la Unión Europea-Â pertenece a lo que usted llama una «conspiración»?

Sattar Kassem: Todos esos representantes actúan contra nuestros verdaderos intereses nacionales, cooperan con los Estados europeos, los Estados Unidos e Israel. Personalmente, pienso que Leila Shahid pertenece a la camarilla de Arafat. Para mí­, como palestino, Leila Shahid no es de confianza. No confí­o en ella. Si yo tuviese una responsabilidad en la Autoridad Palestina, la echarí­a, porque todo lo que dice fuera de Palestina desde hace tantos años, equivale a una rendición, lo que jamás va a aportar algún tipo de justicia a los palestinos. Queremos la paz. Pero la paz en la que creemos que es la que traerá a los refugiados palestinos a su tierra, en Palestina. Si no, contrariamente a lo que ella dice, no tenemos nada que negociar. Por lo tanto, todos los palestinos que tuvieron que ver con los acuerdos de Oslo son, consideramos, rechazables: están comprometidos en la polí­tica de Arafat, en la corrupción y en la colaboración con los israelí­es. Ahora, si vienen a decirnos que ellos se hicieron de algunos simpatizantes nuestros, nosotros también podemos ganarlos, y podemos explicar nuestra situación. Todo el mundo es capaz de explicar las dificultades y las miserias que han conocido los palestinos a lo largo de los años. Por otra parte, con respecto a la gente de izquierda como de derecha, nosotros también podemos hablarles para hacer el esfuerzo de convencerlos sobre nuestras reales aspiraciones. Así­ que ganar para la causa algunos simpatizantes en Europa no es suficiente. A eso ha contribuido Leila Shahid y toda la gente que la ha seguido, a la liquidación de la causa palestina. Es la razón por la cual la mayorí­a del pueblo palestino apoya hoy a Hamás.

Silvia Cattori: ¿Usted ha votado por Hamás?

Sattar Kassem: Sí­, voté por Hamás. ¿Por qué? Porque queremos reconquistar la causa palestina, porque queremos mantener viva nuestra justa causa. Ahora bien, la causa palestina no es el establecimiento de una llamada «Autoridad Palestina»; no es eso lo que nos preocupa. Lo que nos preocupa es el retorno de cinco millones de refugiados que sufren desde hace cerca de sesenta años, y viven en condiciones particularmente duras y precarias en los campos de refugiados. Es de eso que no nos hemos dejado de preocupar. Además, Arafat, la gente de Al Fatá, y todos aquellos de la OLP que pretenden representarnos, no dejan de conspirar contra otros paí­ses árabes como Siria y Lí­bano. Siguen apoyando la propaganda israelí­ y estadounidense. Se han posicionado igualmente contra Irán, cuando Irán ha aportado una ayuda considerable a los palestinos. En este caso -porque se habla de ayuda financiera exterior-, esa gente insiste para que obtengamos esa ayuda exclusivamente de Europa, pero esto conlleva muchas consecuencias. ¿Como puedo aceptar la dependencia, yo y mi migaja de pan, de los europeos? En cualquier momento los europeos pueden enojarse conmigo. ¿Qué dirán entonces? Dirán: «Muy bien, les cierro la canilla». Y es lo que pasó. Aunque tengan la palabra democracia en la boca, se ve claro que los Estados europeos no defienden la democracia, que no quieren para nada, o más bien que quieren una democracia preconcebida, hecha a medida para servir a sus intereses. En consecuencia, si queremos vivir no debemos contar con nadie, salvo con nosotros mismos. Es en Israel, donde está la fuerza ocupante, que es la que se debe ocupar de suministrar suficiente comida y de pagar los salarios de la población sometida a su ocupación. Es lo que estipula el derecho internacional. Y si necesito ayuda, asistencia financiera, tengo que pedí­rsela a los amigos, y no a paí­ses que apoyan a Israel.

Silvia Cattori: Esos paí­ses, ¿quiénes son?

Sattar Kassem: Al menos puedo contar, por ejemplo, con Malasia; puedo conseguir la ayuda de Irán. Fui candidato en las elecciones presidenciales de 2005. Le dije entonces al pueblo: si soy elegido, no aceptaré ni un céntimo de quien no sea amigo de los palestinos, porque en todo momento nuestros «benefactores» podrí­an amenazarnos; quiero estar seguro de poder comer mañana.

Silvia Cattori: ¿Los que sucedieron al señor Arafat son mejores?

Sattar Kassem: Abou Mazen es alguien muy débil. No tiene ninguna visión polí­tica. Todos los palestinos lo saben. Lo conozco personalmente desde hace más de treinta años, y sé que siempre se opuso a la resistencia. Arafat, simplemente, lo instaló donde está para sucederlo.

Silvia Cattori: ¿Para usted él es honesto?

Sattar Kassem: Pienso que desde ese punto de vista es mejor que Arafat. Pero es muy débil. Es una especie de instrumento. La gente de Al Fatá lo ha sostenido sólo para seguir en el poder, en particular porque saben hasta qué punto es débil.

Silvia Cattori: ¿No fue él respaldado antes, desde 2003, por Israel y los Estados Unidos?

Sattar Kassem: Era uno de los favoritos de Israel. Pero toda la gente influyente en el seno de Al Fatá es gente ligada a Israel y a los Estados Unidos. Son esos tres quienes hicieron esa elección. Pero en tal caso se eligió a alguien particularmente débil e incapaz.

Silvia Cattori: ¿Y las autoridades del gobierno de Hamás son más competentes?

Sattar Kassem: El gobierno de Hamás no tiene nada que ver con las administraciones de Al Fatá precedentes. No ha tenido la menor posibilidad de probar nada. Desde que se alzó con las elecciones legislativas surgieron todo tipo de problemas para chicanear al nuevo gobierno e impedirle de hacer su trabajo. Por lo tanto, Hamás no tuvo la oportunidad de probar nada, y no podemos juzgarlo. Tenemos que esperar. Pero de manera general, Hamás no ha pasado a la acción: sus responsables están espantados. Lo que interpreto por «pasar a la acción» no es pasearse armados, evidentemente, y disparar al montón.

Silvia Cattori: Considera usted que habrá una ofensiva contra la corrupción? ¿Espera que el gobierno de Hamás, apenas entre en función, tome cartas en este delicado asunto y arreste a ciertos polí­ticos?

Sattar Kassem: Sí­. Las nuevas autoridades deberí­an al menos abrir los expedientes sobre la corrupción. Pero no lo han hecho. Ni siquiera tocaron el tema. Están aterrorizados. Igualmente, se esperaba que el nuevo gobierno confiscase los miles de autos que Arafat ha distruibuido entre sus hombres más devotos, que se revendan para utilizar ese dinero para pagar algunos salarios a los funcionarios privados de ingresos desde hace meses.

Silvia Cattori: ¿Entonces por qué el gobierno de Hamás no ha confiscado esos autos? ¿Porque teme una guerra civil?

Sattar Kassem: Como le dije, tienen miedo. Cuando se les pidió hacer una limpieza, respondieron que eso producirí­a tensiones que podrí­an provocar una guerra civil. Pero eso no es una excusa, ya que si abriesen los expedientes de la corrupción, podrí­a provocar también la partida de la gente de Al Fatá.

Silvia Cattori: ¿Pero cómo podrí­a el gobierno de Hamás arriesgarse a una confrontación cuando el verdadero poder, como los servicios de seguridad, están aún bajo el control del señor Abou Mazen?

Sattar Kassem: Pienso que nuestros gobernantes tienen buenas intenciones, pero no están en condiciones de actuar porque todo lo que digan o hagan, en el plano internacional, serán considerados como «terroristas». Pero si hubiesen abierto el expediente de la corrupción, la mayor parte de esos dirigentes corruptos de Al Fatá hubiesen huido del paí­s: eso no es «terrorismo»; se trata de un problema interno.

Silvia Cattori: ¿Usted está en contacto con los miembros del gobierno de Hamás?

Sattar Kassem: Los veo, los encuentro y les telefoneo, a Gaza, y aquí­, en Cisjordania.

Silvia Cattori: Los oficiales israelí­es tienen el hábito de calificarlos de locos. ¿Cómo son en realidad?

Sattar Kassem: Son personas afables. Son honestos y tienen el deseo de servir a los palestinos. Pero desgraciadamente están confrontados a muchos obstáculos. Y el problema es que son acusados de ser «terroristas».

Silvia Cattori: ¿Piensa que la Unión Europea está sosteniendo el boicot americano contra el gobierno de Hamás para forzar a los palestinos a renunciar a sus derechos con el propósito de ayudar a los israelí­es a ganar definitivamente la batalla? ¿Francia no hizo adoptar desde 2004 la Resolución 1559 con el único fin de eliminar la única fuerza de la resistencia capaz de hacer retroceder al ocupante israelí­?

Sattar Kassem: Exacto. Fí­jese en los europeos: quieren desarmar a Hamás; quieren desarmar al Yihad islámico; quieren desarmar a Hizbulá; quieren desarmar a Siria; quieren desarmar a Irán. Por lo tanto, ¿quién va a defender a los árabes? ¿Por qué no deberí­a desarmarse también Israel? Es totalmente injusto, es totalmente desatinado. Es inaceptable. Yo quiero defenderme. ¿Quién es el loco que puede aceptar dejarse destrozar sin reaccionar? ¿Cómo, en nombre del Cielo, los Estados europeos pueden exigir que Hizbulá sea desarmado, mientras Israel está armado hasta los dientes? Está a la vista: en realidad, los europeos están adoptando el punto de vista israelí­; ellos no adoptan en absoluto una posición equitativa y equilibrada. Han tomado posición, completamente. Si quieren que nos desarmemos, que le pidan entonces a Israel que se desarme. Ahí­ habrí­a sí­, cierta justicia.

Silvia Cattori: La diplomacia helvética sigue financiando la promoción del «Acuerdo de Ginebra», apoyándose en el ex ministro Abed Rabbo, un «acuerdo» fuertemente rechazado por la mayorí­a de las facciones palestinas.(2) ¿Esa negación de sus aspiraciones no irrita a los palestinos?

Sattar Kassem: Los gobiernos occidentales están convencidos de que habrí­a una especie de democracia, según su concepción, para defender así­ sus intereses y por extensión al capitalismo neoliberal. Si a un régimen le falta un poquito de lo que consideran democracia, ya no es más considerado democrático. Eso no es razonable. Usted sabe que para los occidentales, al compararnos con ellos, somos un pueblo inmaduro, adolescente. No: somos adultos, tenemos nuestros pensadores, nuestros intelectuales, somos capaces de analizar las cosas y capaces de hacer una lectura apropiada. De modo que esos palestinos que cooperan con Israel, con los Estados europeos y con los americanos para obstaculizar a Hamás, son traidores.

¿Cómo pueden personas como Rabbo provocar así­ a Hamás al andar diciendo por el mundo «si no apoyan el Acuerdo de Ginebra, si no apoyan lo que concibieron, los que van a triunfar son los extremistas de Hamás»? Pienso que esta iniciativa suiza no representa para los palestinos más que a individuos comprometidos con Israel y los Estados Unidos. Si su paí­s piensa que el regreso de los refugiados no es realista, entonces significa que su diplomacia no comprende cuál es la raí­z de nuestra lucha.

Silvia Cattori: Pero hoy, el gobierno de Hamás está en el poder. Una vez más: ¿por qué no ha condenado la actitud de esos personajes que siguen prestándose a esas engañifas en detrimento de la democracia?

Sattar Kassem: Hamás no tiene el poder. Hasta el momento no dispone realmente del poder. Los servicios de seguridad continúan bajo las órdenes de Abou Mazen, y después de las elecciones, Al Fatá no ha dejado de crear montones de problemas a Hamás para que éste no tenga tiempo de planificar o de reflexionar sobre lo que debe hacer. Al Fatá distrae a Hamás con obstáculos cotidianos. Es obvio que Abou Mazen ha monopolizado todos los servicios de seguridad en los que Hamás podrí­a apoyarse. Al actuar así­, Al Fatá creó un verdadero problema, no sólo a Hamás, sino al conjunto del pueblo. Así­, por ejemplo, si usted va a las ciudades verá hombres armados. ¿Quiénes son? Son gente de Al Fatá: están armados y perjudican a la gente; roban bienes, a menudo amenazan a la gente, la someten a su chantaje, y a veces hasta la matan. Son los mismos que me tirotearon en 1995.

Silvia Cattori: ¿Y eso sigue hoy sucediendo?

Sattar Kassem: Sí­, las exacciones continúan. Ellos fueron educados y financiados por Yasser Arafat. Varios de ellos pertenecen a los servicios de seguridad. Normalmente, un servicio de seguridad vela por la seguridad del pueblo, tiene la misión de salvaguardar esa seguridad; ellos, al contrario, representan un peligro para la seguridad del pueblo.

Silvia Cattori: Así­ que hoy como ayer, desde el tiempo de Arafat, la gente sigue con miedo porque el personal de Al Fatá sigue teniendo el control?

Sattar Kassem: Sí­, tenemos miedo de los israelí­es, y tenemos miedo de los sicarios de Al Fatá. Unos y otros amenazan nuestra seguridad.

Silvia Cattori: En resumen, ¿habrí­a entonces dos campos: el de Al Fatá, que lucha para conservar el poder, y el de Hamás, que quisiera defender los intereses del pueblo pero que no puede hacerlo?

Sattar Kassem: Así­ es. Y el campo de los que están contra nuestro pueblo es temible porque es sostenido por Israel, los Estados Unidos y los paí­ses europeos. Bush lo dice abiertamente: «Apoyamos a Abou Mazen financiera y militarmente». Lo apoyan dándole fusiles. ¿Fusiles destinados a ser usados contra quién? ¿Contra Israel? ¡Claro que no, por supuesto que contra Hamás!

Silvia Cattori: ¿Lo que significa que cuando el señor Mazen y los representantes de la OLP llaman a las autoridades de Hamás a respetar los acuerdos negociados con Israel, es únicamente porque quieren conservar sus logros personales?

Sattar Kassem: Exactamente. No quieren que Hamás impugne los acuerdos de Oslo, porque eso no les permitirí­a conservar sus privilegios y sus prebendas personales. Tanto los europeos como los israelí­es necesitan de esos palestinos serviles que apoyan los acuerdos de Oslo. Por eso han estimulado la corrupción instalada por Arafat en Cisjordania y en la banda de Gaza. La corrupción fue uno de los medios de los Estados Unidos, Israel y Europa para ganarse tales respaldos. Lo más grande de la ayuda europea desapareció así­ en los bolsillos de los corruptos. Los palestinos no consideran que la negociación les haya aportado nada. Al contrario. No quieren saber más de eso.

Silvia Cattori: ¿Piensa que la Unión Europea podrí­a cambiar de estrategia y reconocer la legitimidad de las autoridades nacidas de Hamás?

Sattar Kassem: No. Los paí­ses europeos nunca reconocerán a Hamás. ¡Nunca! Los Estados europeos son marionetas en las manos de los israelí­es y los americanos. No son independientes. No están unidos. Si Hizbulá gana la guerra, el movimiento de resistencia en el seno de los paí­ses árabes tendrá el efecto de una bola de nieve.

Silvia Cattori: ¿Cuales son las principales diferencias entre Hamás y Hizbulá?

Sattar Kassem: Hamás no es una organización fuerte, no tiene armas, no está entrenada. Está bajo ocupación. Los palestinos sufren, pero como sea, continuarán el combate. No se rendirán jamás. En cuanto a Hizbulá, Israel no podrá ni desarmarlo ni debilitarlo por mucho tiempo. Hizbulá seguirá poderoso. Pero hoy, lo más importante con respecto a Lí­bano, es que la gente sabe las cosas terribles que hace Israel en el paí­s, como pasa en Palestina. De hecho, Israel no está destruyendo a Hizbulá: Israel está haciendo sufrir a toda la población civil libanesa. Los ataques contra Lí­bano fueron muy importantes, pero todo lo que hace Israel, en realidad es matar civiles sin alcanzar a Hizbulá. Miles de civiles han sido muertos o heridos en pocos dí­as, decenas de miles de viviendas han sido destruidas, como también puentes, fábricas, centrales eléctricas. Entonces la gente deberí­a saber en lo sucesivo cuál es la mentalidad que prevalece en Israel. No pueden ignorar la conducta destructora que caracteriza a esos colonizadores. Por eso pienso que debemos hacer una causa árabe e islámica de la causa palestina. Hizbulá tiene una organización excelente, una buena administración, una buena gestión de los conflictos. Israel trató varias veces de lanzar ataques contra Hizbulá. Así­ que no es la primera vez, pero es Hizbulá el que triunfa en cada oportunidad. El problema para nosotros es que resulta imposible obtener de parte de los europeos y los americanos el reconocimiento de nuestro derecho de resistir porque no tenemos ninguna fuerza. Mientras no seamos bastante fuertes no convenceremos a nadie.

Silvia Cattori: ¿Llega usted a la misma conclusión que el analista polí­tico libanés Youssef Ashkar?(3) Él afirma que la llamada «guerra contra el terrorismo» es en realidad una guerra contra los paí­ses, contra las comunidades, una guerra cí­nicamente concebida para destruir paí­ses y pueblos enteros, y que éstos no tengan la protección de sus autoridades.

Sattar Kassem: Sí­, por desgracia es cierto. No se trata, como dicen Blair y Bush, de una guerra contra el «terrorismo», sino de una guerra contra todos nosotros, contra cada uno de nosotros.

Traducido del inglés por Agustí­n Prieto.

(1) Aquí­ se invoca el «Llamado de los 20», redactado por miembros del Consejo Legislativo, entre éstos Hussam Khader, a quien Israel secuestró en 2003 y que sigue prisionero desde entonces. Ese llamado denunciaba los arreglos del señor Arafat con el ocupante israelí­, la corrupción y las dificultades generadas por los acuerdos de Oslo.

(2) Â El Acuerdo de Ginebra, firmado en Ginebra, es el resultado de las negociaciones que duraron dos años. Este acuerdo resulta aún más injusto y desfavorable para los palestinos que los acuerdos de Oslo. El israelí­ Yossi Beilin y el palestino Abed Rabbo fueron los principales negociadores, junto al pro israelí­ Alexis Keller, puesto por Suiza a manejar esta nueva mascarada.

(3) http://www.voltairenet.org/article136760.html