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Los palestinos piden el boicot a los productos israelíes, como forma de rechazo al genocidio de su pueblo

Fuentes: Rebelión

Las condiciones de vida de la población palestina en el Valle del Jordán fueron expuestas ayer, en Madrid, y el lunes en Las Palmas de Gran Canaria por Fathy Khdirat, coordinador, en la zona, de la campaña contra el Muro del Apartheid. Khdirat, que pronunciará hoy una conferencia en la capital austriaca , tiene previsto […]

Las condiciones de vida de la población palestina en el Valle del Jordán fueron expuestas ayer, en Madrid, y el lunes en Las Palmas de Gran Canaria por Fathy Khdirat, coordinador, en la zona, de la campaña contra el Muro del Apartheid.

Khdirat, que pronunciará hoy una conferencia en la capital austriaca , tiene previsto desarrollar, durante un mes, una gira por toda Europa con la que quiere dejar testimonio de las continuas presiones que los judíos ejercen sobre el pueblo palestino, al que se le niega, incluso, el acceso al agua.

«Los israelíes -dice- controlan absolutamente este recurso. Por poner un ejemplo, los 6.300 colonos, que viven en el Valle del Jordán derrochan el agua contenida en 300 tanques que se distribuyen a lo largo de los 36 asentamientos del territorio. Sin embargo, la población palestina se ve obligada a sobrevivir con tanques móviles, que no siempre están cuando se los necesita. Por si no fuera bastante angustia -añade-, la multa, si algún palestino coge agua que no sea la suministrada por estas cubas, puede alcanzar los 600 euros».

Esta forma de violencia cotidiana, desatada por los judíos, afecta de manera especial a la agricultura. Desde 1967, año en que se construyó la llamada carretera 19, el río Jordán está aislado de la franja de terreno habitada por los palestinos y, además, a partir de esa fecha se han cerrado 162 pozos con lo que esta actividad está casi vetada para ellos.

«En el año 2003, los colonos celebraron la plantación de un millón de palmeras y ahora quieren duplicar ese número. Lo que no sabe es que lo han hecho en las tierras de cultivo que pertenecían al pueblo palestino. Los israelíes se han ido apropiando de los terrenos fértiles y sólo nos dejan los llanos desérticos. El abuso llega al extremo de que los colonos se anexionan los jardines de las casas palestinas».

Hacinados y entre plásticos.

Entre otras circunstancias, el coordinador de la campaña contra el Muro del Apartheid en el Valle del Jordán explicó las diferencias entre las edificaciones colonas y las que Israel permite que tengan los palestinos.

En este último caso, las fotos hechas por Fathy Khdirat muestran unas casas muy básicas y, a veces, tan precarias, que pueden levantarse con plásticos y sogas. Es lo que ocurre en el pueblo de Fasil donde, como en otros tantos lugares, «vivimos con la amenaza de que, si construímos con materiales más sólidos, los israelíes no van a dudar un momento en destruírlo todo. Con suerte, si la casa tiene una estructura más o menos completa, lo que nos prohiben, bajo el mismo chantaje, es cambiar el techo con lo que el deterioro del inmueble es grave y mucho más rápido».

No es la única excusa que el ejército sionista esgrime como argumento para el derribo de casas palestinas. Uno de los testimonios gráficos mostrados ayer por khdirat refleja la imagen de una mujer viuda que, sentada en la tierra que sirve de suelo a un habitáculo de apenas tres paredes de cemento y sin otra entrada que un trozo de lona, enseña a la cámara el documento que le anuncia el derribo de su casa.

«Dos meses después de hacer la foto, los israelíes no sólo destruyeron la de ella, sino también las de sus dos hijos»

La ausencia de servicios es también moneda de cambio común para el pueblo palestino. De hecho, en el Valle del Jordán, sólo Jericó posee la categoría de ciudad de tipo B, establecida en los Acuerdos de Oslo y, por tanto, susceptible de tener agua corriente y suministro de luz para la población.

Sin embargo, el delirio llega a cotas más elevadas en Zubadat. En este pueblo, la distribución del terreno no guarda ninguna proporción con el número de habitantes. Aquí, cada palestino, de los 1600 residentes, dispone de 42 metros cuadrados de tierra, en tanto que el espacio equivalente a cada colono judío puede llegar a los cuatro mil.

El esperpento se repite en Givi Salt, donde se construyeron once casas para albergar, sólo, a cuatro familias colonas.

De igual manera, la única estación para repostar gasolina del Valle del Jordán, que se edificó en 1972, no se ha reformado desde entonces ya que a los palestinos no se les permite hacerlo. Es una vuelta de tuerca más a la presión que soportan diariamente los ciudadanos de esta región de Palestina y que les impide, por ejemplo, llevar los escasos productos que sacan de sus siembras, a los mercados más cercanos.

Los pocos agricultores que quedan en el Valle tienen que atravesar los controles israelíes y, en ocasiones, pueden tardar cuatro días en llegar a una localidad que dista poco Kilómetros de sus lugares de residencia. La arbitrariedad del ejército judío puede hacer que a un conductor con menos de 50 años, no se le deje transportar ese tipo de mercancías.

«Por el contrario -afirma Khdirat- la compañía empaquetadora judía, Agrexco, funciona a escasa distancia del aeropuerto, con lo que los productos israelíes pueden venderse en cualquier ciudad palestina en seis horas y, en menos de diez, pueden estar colocados en los mercados de Europa. En definitiva, todo está diseñado para ellos. Los colonos, a los que se les pagó por abandonar Gaza, han invertido su dinero en la construcción de invernaderos, que, además, les facilitan la obtención de cosechas sin correr demasiados riesgos».

Por otra parte, la barbarie sionista ha convertido el Valle del Jordán en un vertedero. Las fotos tomadas por el coordinador, en la zona, de la campaña contra el Muro del Apartheid, muestran cómo a lo largo de la carretera 19, no es extraño toparse con montañas de basura que los israelíes han ido acumulando y a las que no se les da ningún tipo de tratamiento. También muestran asentamientos de judíos procedentes de Rusia, a los que el racismo exacerbado de los propios israelíes, procura apartar del resto de los poblados colonos.

A pesar del horror que Khdirat carga en imágenes, él afirma que «el pueblo palestino resiste y está empeñado en seguir adelante con su vida. Para nosotros, el problema va más allá de la posesión de la tierra, se trata de mantener libres nuestras mentes para llegar a ser ciudadanos libres. Lo que ocurre en Palestina es un genocidio y, ante esto, cualquier ser humano del planeta tiene la responsabilidad de intentar frenarlo, de tratar de impedir que la gente siga muriendo. Esa es la razón por la que pedimos que no se compren productos israelíes en las tiendas, como una forma de declarar el boicot económico a un país y a un Gobierno que intenta aniquilar a todo un pueblo».

En la última foto de la cámara de Khdirat, se ve una pintada, escrita en rojo y negro, sobre el lado palestino del Muro. Dice: «Existir es resistir».