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Los palestinos y el síndrome de Estocolmo

Fuentes: La nueva España

Este síndrome se presenta en los secuestros y sucede que el secuestrado se identifica con el secuestrador, seguramente por un instinto de supervivencia. En la I Guerra Mundial en determinados frentes, las líneas de fuego permanecieron inamovibles. Los combates y la tensión fueron tan grandes que algunos soldados, después de meses y meses, anclados en […]

Este síndrome se presenta en los secuestros y sucede que el secuestrado se identifica con el secuestrador, seguramente por un instinto de supervivencia. En la I Guerra Mundial en determinados frentes, las líneas de fuego permanecieron inamovibles. Los combates y la tensión fueron tan grandes que algunos soldados, después de meses y meses, anclados en la misma posición, comenzaron a sentirse desesperados al no poder salir de aquel infierno y, en su tragedia, solamente encontraron una respuesta. Freud observó que tales soldados «se identificaban con el agresor» -con el enemigo- pues aunque combatientes, se encontraban encerrados en sus propias trincheras, prisioneros del enemigo y, como solución o autodefensa, no encontraron más salida que la de identificarse con el agresor.

Desde 1948 los palestinos viven en una situación similar, encerrados en Gaza y Cisjordania, sufriendo bombardeos, tanques, toques de queda y sin ninguna posibilidad ni atisbo de solución, pero no solo no sufren este síndrome, si no que ni reconocen ni se doblegan ante el agresor. En el caso de los soldados de la primera Guerra, las convicciones de por qué luchaban, tenían más de teoría que de otra cosa y, ello no llegaba a justificar el peligro y el sufrimiento que padecían, cuestión que solucionaron con «entregarse», psicológicamente, al agresor, para que de este modo, ya todo acabara y pudieran irse a su casa. En la Palestina ocupada no existe esta solución para la población y lo saben. Tampoco hay ni tienen una solución individual. Cada persona, no solo sufre una agresión individual, si no también colectiva, y que afecta a la familia, al entorno, y a toda la ciudadanía palestina.

Dice el profesor Martínez Montávez que Palestina es: un pueblo y una idea, y que ambas integran una unidad, un proyecto irrenunciable por encima de individuos y personas. Pueblo e idea han de concretarse en una entidad soberana que los demás tienen y que a ellos se les niega. El delito, el crimen no está en asediar, liquidar y humillar a un individuo, a una persona, si no a todo un pueblo de cuatro millones de palestinos en la Palestina ocupada y, otros tantos, desterrados y expoliados a quienes se les ignora y niega el derecho al retorno.

En el caso de los prisioneros que han sido torturados la persona pierde su identidad. Su personalidad se rompe. Desaparecen el norte, los afectos y el individuo queda anulado, inservible y seguramente de modo irreversible y no se identifica ni con el agresor ni con nadie. Entre estos dos extremos -entre el síndrome y la anulación- entran toda la gama de secuelas y trastornos.

Si ahora repasamos la situación de los miles y miles de prisioneros -secuestrados- de las cárceles de Israel (Abu Graib en Bagdad, Afganistán, Guantánamo y otras de las que ni tenemos noticias) nos encontraremos con estos «despojos» de personas cuya respuesta y reacción nadie puede saber cual puede ser, pero sí sabremos condenarlos cargándoles la responsabilidad por cualquier cosa que pudieran hacer y, es más, aún nos sorprenderemos.

La seguridad internacional es la que tengan sus pueblos, ni más ni menos, incluida la que tenga o le concedamos, al pueblo palestino y, nuestros Derechos Humanos, no podrán ser mayores que los que nosotros les otorguemos.

En este marco y en esta situación, se ha planteado y realizado la campaña electoral palestina (y la de Iraq) bajo la ocupación militar del ejército israelí quién continúa dentro de Palestina.

8 de Enero de 2005