Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Desde la caída del depuesto presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, ha ido erosionándose lentamente la unidad que el pueblo egipcio había exhibido a lo largo de los dieciocho días anteriores.
Esta fractura empezó a incubarse durante el referéndum nacional del 19 de marzo. Poco después de asumir el poder, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) formó un comité de expertos constitucionales para que desarrollara una hoja de ruta de la transición hacia la democracia. En dos semanas, el comité preparó un referéndum popular por el que se proponía la celebración de elecciones parlamentarias, dotó de poderes al nuevo parlamento para que seleccionara una asamblea de cien personas encargadas de redactar la nueva constitución, que iría seguida de elecciones presidenciales.
Casi de inmediato, la sociedad egipcia se dividió de repente en dos campos principales. Uno tenía al frente a las fuerzas islamistas, especialmente los Hermanos Musulmanes (HM), que apoyaron este plan. Mientras tanto, las fuerzas liberales y laicas se opusieron al mismo ante el temor de que sus rivales islamistas estuvieran mejor organizados y mejor posicionados para dictar la composición de la asamblea que se encargaría de redactar la constitución. Ese enfoque entre «primero las elecciones o primero la constitución» -como lo denominó la prensa- se resolvió cuando los egipcios votaron abrumadoramente, en un 77%, a favor del referéndum de marzo. Las fuerzas liberales y laicas, al no haber salido muy bien paradas en las votaciones, han estado intentando desde entonces eludir ese proceso presionando al CSFA para que limite la autoridad del futuro parlamento.
A pesar de su inicial promesa del pasado febrero de limitar el período transitorio a seis meses, el CSFA ha ido muy lentamente estableciendo muchos de los pasos necesarios para llevar a cabo las elecciones, el primer paso para acabar con el régimen militar. Bajo las presiones de los partidos liberales y laicos, el CSFA intentó durante todo el verano imponer un conjunto de «principios supranacionales» que no podrían enmendarse ni siquiera mediante la voluntad popular. Cuando todo ese esfuerzo fracasó debido a su naturaleza antidemocrática y a la fuerte oposición popular, el gobierno designado por el CSFA, a través del ex viceprimer ministro Ali Al-Silmi, propuso un documento aún más audaz antes de las elecciones de noviembre. Aunque los grupos islámicos y liberales habían llegado a un acuerdo anteriormente sobre una serie de principios constitucionales fundamentales, las negociaciones fracasaron debido a la insistencia del CSFA en introducir poderes extra-constitucionales para el ejército.
Hablando claro, las principales fuerzas políticas, tanto religiosas como laicas, están de acuerdo en que el estado egipcio que surja sea un estado civil. Pero los partidos islámicos defienden que el pueblo egipcio quiere que el marco de referencia de ese estado sea la ley islámica o Shari’ah, mientras que las fuerzas laicas y liberales postulan que esa referencia socavaría las libertades individuales básicas. Los HM, que rechazan el concepto de un estado religioso parecido al modelo iraní, defienden que debe ser el pueblo egipcio quien decida sobre esta opción esencial. Por otra parte, las fuerzas laicas temen que, debido a la naturaleza religiosa de la sociedad egipcia, el modelo propugnado por los partidos islámicos sea el que la mayoría de los egipcios acabe eligiendo y de ahí que el intento de establecer un estado moderno laico en Egipto penda de un delgado hilo.
En todo este debate, el CSFA no solo se inclinó por las fuerzas liberales y laicas, sino que también fue calladamente presionando para preservar y ampliar sus poderes y privilegios en la nueva constitución. Por ejemplo, el CSFA apoyó el documento que Al-Silmi trató de colar a través de varias disposiciones que habrían aumentado en gran medida los poderes del ejército a expensas de un parlamento y un presidente democráticamente elegidos.
El proyecto incluía: el parlamento no tendría control alguno sobre el presupuesto de defensa del ejército; una disposición en virtud de la cual el parlamento tendría que conseguir previamente la aprobación del ejército antes de incluir una ley que pudiera afectar a su presupuesto o funciones; el ejército tendría poder para remitir la nueva constitución al Tribunal Supremo Constitucional si pensaba que violaba cualquiera de las declaraciones constitucionales emitidas por el ejército, en resumen, un poder de veto sobre la nueva constitución antes siquiera de que el pueblo pueda emitir un solo voto; una disposición que permitiría que el ejército designara al 80% de los miembros de la asamblea encargada de redactar la constitución, convirtiendo así todo el proceso electoral en una farsa; y, asimismo, poder para designar una nueva asamblea para la redacción de una nueva constitución si no se llegaba a un acuerdo sobre la primera en un plazo de seis meses.
Ni que decir tiene que hubo un total rechazo a ese intento de usurpar el poder, por lo que el 18 de noviembre hubo protestas masivas exigiendo la retirada del documento y la dimisión del gobierno. Tras sangrientas confrontaciones con las fuerzas de seguridad que provocaron al menos 42 muertos y 3.000 heridos, el CSFA aceptó la dimisión del gobierno, decidió celebrar en la fecha acordada las elecciones parlamentarias y, por vez primera, prometió celebrar elecciones presidenciales y poner fin al régimen militar a finales del próximo mes de julio.
Resulta una ironía que el número considerable de jóvenes activistas revolucionarios que desafiaron sin tregua por las calles la autoridad del consejo militar, no logran llegar a un acuerdo con los partidos islámicos egipcios. Su principal preocupación era acabar con el régimen militar tras perder la confianza en su capacidad de llevar el país hasta un régimen democrático. Convocaron manifestaciones y sentadas contra el ejército en la Plaza Tahrir hasta que se estableciera un gobierno de salvación nacional. Mientras tanto, confiando en sus capacidades para ganar las elecciones, los partidos islámicos se negaron a volver a las calles tras el colapso del gobierno y la eliminación del documento de Al-Silmi.
La política de EEUU hacia Egipto
Durante todo este período tumultuoso, el gobierno de EEUU ha sido un actor silencioso aunque activo. Según el informe del 1 de diciembre, «Campaign and Elections», el gobierno de EEUU ha destinado «unos 200 millones de dólares, como punto de partida, a construir la democracia en Egipto», en un intento por «contrarrestar la influencia del Partido por la Justicia y la Libertad de los Hermanos Musulmanes». También informaba que grupos tales como el Instituto Republicano Internacional, de inspiración neocon, «estaba dedicado a impulsar en el país nuevos partidos políticos de línea occidental».
Tras conceder a Egipto casi 70.000 millones de dólares a lo largo de las últimas tres décadas como compensación por su tratado de paz con Israel, la política estadounidense hacia Egipto se ha mostrado inestable en los últimos tiempos. Un informe que el Servicio de Investigación del Congreso sometió a éste el 18 de noviembre, detalla las cuestiones controvertidas a que se enfrenta el gobierno de EEUU a la hora de determinar su política hacia Egipto.
Por una parte, EEUU pretende apoyar la transición a la democracia, aunque desprecia la anticipada victoria de los partidos islámicos. Quiere preservar sus relaciones históricas con el ejército egipcio sin que se le vea apoyando abiertamente las tácticas del CSFA para socavar las transiciones democráticas. El informe advierte que muchos egipcios son «muy críticos del anterior apoyo estadounidense al régimen de Mubarak» y que el Egipto revolucionario muestra «resentimiento hacia Israel».
Además, las continuas intromisiones del Congreso, especialmente de la parte republicana, han estado obstaculizando esta relación debido a su enfoque unidimensional. Solo es a través del prisma israelí que se contemplan las relaciones entre Egipto y EEUU. Recientemente, un comité del Congreso votó para que se aprobara un paquete de ayuda para Egipto de 1.550 millones de dólares para el próximo año, aunque dependiendo de que el presidente certifique que el gobierno egipcio «no está controlado directa ni indirectamente por una organización terrorista extranjera» y que «está aplicando plenamente el Tratado de Paz entre Egipto e Israel», así como que «está detectando y destruyendo la red de contrabando de armas por los túneles entre Egipto y la Franja de Gaza».
En un reciente discurso en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington DC, la congresista Kay Granger (republicana por Texas), presidenta del Subcomité de Asignaciones para las Operaciones Estatales en el Exterior en el Congreso, que fue de quien partió ese proyecto, declaró que «se sentía orgullosa de las disposiciones contenidas en el proyecto de ayuda» y que «si los HM formaban el futuro gobierno de Egipto, entonces Egipto iba a estar gobernado por una organización terrorista». Cuando un miembro de la audiencia se enfrentó a esa declaración señalando que los HM no estaban en la «lista de terroristas» del Departamento de Estado, su respuesta fue que pronto estarían en ella «ya que los HM se oponían al tratado de paz con Israel».
En resumen, mientras la política de EEUU en Egipto y en todo el Oriente Medio siga estando al servicio de Israel, independientemente de los intereses estadounidenses más amplios y de sus implicaciones políticas en la región, los egipcios y los árabes de a pie seguirán percibiendo que esa política es contradictoria, confusa y sospechosa.
Los egipcios acuden a las urnas
Las elecciones parlamentarias egipcias son únicas porque constitucionalmente tienen que ser supervisadas por el sistema judicial egipcio. Con solo diez mil jueces para supervisar millones de votos, el CSFA determinó celebrar las elecciones en tres fases, cada una de ellas cubriría nueve de las veintisiete provincias egipcias. Además, debido al temor de que los miembros del proscrito Partido Democrático Nacional (PDN) de Mubarak pudieran dominar las elecciones en un sistema de representación única de distritos, el CSFA acordó celebrar elecciones parlamentarias para designar a las dos terceras partes de los 498 miembros de la Asamblea Popular de la cámara baja entre listas de partido, mientras una tercera parte se designaría entre candidatos individuales. Además, el CSFA designaría a otros diez miembros que representaran a minorías como los coptos, hasta un total de 508 miembros. La ley ordena también que al menos la mitad de los miembros elegidos sean campesinos o trabajadores. De los 270 miembros del Consejo de la Shura de la cámara alta, 120 se elegirán de entre listas de partidos, 60 en distritos individuales y 90 se designarán por el CSFA. Según el decreto constitucional emitido por el CSFA en marzo pasado, estos 778 miembros (de los cuales, 100 son designados por el CSFA) serán quienes seleccionen la asamblea de 100 miembros que redacten la nueva constitución egipcia.
El complicado sistema electoral está diseñado para que se lleve a cabo a lo largo de un período de cuatro meses, desde finales de noviembre a primeros de enero para la cámara baja y desde mediados de enero a primeros de marzo para la cámara alta. Si el CSFA cumple su promesa de celebrar elecciones presidenciales en junio, es muy probable que la nueva constitución no haya entrado en vigor y que las elecciones presidenciales tengan entonces que celebrarse bajo el antiguo sistema.
El 28 y 29 de noviembre, los votantes de nueve provincias egipcias, incluidos los principales centros de población de El Cairo y Alejandría, abarrotaban los distritos electorales para elegir 168 escaños, 112 reservados para listas de partido y 56 para miembros individuales. De acuerdo con la Alta Comisión Electoral egipcia, la participación no tuvo precedentes y fue la más alta registrada en la historia egipcia. De los 13,6 millones de votantes registrados en las nueve provincias, más de 9,7 depositaron sus votos para las listas de partido (71%) y 8,5 millones votaron a candidatos individuales (62%). Además, hubo más de 90 partidos disputando las elecciones.
Se formaron muchas coaliciones para presentarse a las elecciones. Algunos pequeños partidos se unieron en coalición con el Partido por la Justicia y la Libertad (PJL), el ala política de los HM, para ampliar su llamamiento. Los HM iniciaron esa coalición en el mes de abril para formar un frente unido contra los residuos del antiguo PDN de Mubarak. Finalmente, la mayoría de los partidos (islámicos y laicos) abandonaron la coalición dirigida por el PJL para formar la suya propia, acusando a los candidatos de los HM de dominar las listas en la mayoría de los distritos.
Lista de los principales bloques y partidos que se presentan a las elecciones egipcias:
La Alianza Democrática, se compone del Partido por la Justicia y la Libertad (el brazo político de los Hermanos Musulmanes). Establecidos en 1928, los HM es uno de los movimientos sociales más antiguos del Oriente Medio. Desde su reconstitución en los primeros años de la década de 1970, se le considera un movimiento islámico moderado que emplea una política de pragmatismo a pesar de las acusaciones de tener un pasado radical. Es también el grupo más organizado y mejor financiado en el país, y se cree que sus miembros alcanzan la cifra del millón. La alianza incluye también a partidos más pequeños, como el Partido Karama (naseristas-socialistas), dirigido por el candidato presidencial Hamdein Sabbahi, y el Nuevo Partido Ghad, dirigido por el político Ayman Nur. El PJL quiere un estado civil con la Shari’ah islámica como marco de referencia para la legislación y la gobernanza.
La Alianza Islamista, que consiste en partidos mayoritariamente salafíes (literalistas-religiosos) que se escindieron de la Alianza Democrática. Incluye al Partido Nur, el mayor de la alianza, al Partido Asala (autenticidad), a la Corriente Salafí y al Partido para la Construcción y el Desarrollo, que es el brazo político de Al Gamaa Al Islamiya, el antiguo grupo militante acusado de fomentar la violencia en la década de 1980. La mayoría de estos grupos insiste en la aplicación de las leyes islámicas en la sociedad sin que importe el paso del tiempo, aunque dan seguridades de proteger los derechos de las minorías y las libertades personales.
El Bloque Egipcio, integrado por partidos liberales y de izquierda dominados por el Partido de los Egipcios Libres que dirige el empresario multimillonario Naguib Sawiris, el cristiano copto más influyente en Egipto. También incluye al Partido Social-Democrático egipcio (liberal) y al Partido Tagammu (uno de los partidos socialistas más antiguos de Egipto). Aunque la iglesia copta lo niega, los partidos islámicos afirman que la iglesia instruyó a los egipcios coptos para que votaran a favor de este bloque. Se considera esta alianza como la Némesis de los partidos salafíes y rechaza cualquier alianza con ellos en cualquier futuro gobierno.
La Revolución Continúa, integrada principalmente por activistas revolucionarios del Partido Socialista de la Alianza Popular, el Partido Socialista Egipcio, el Partido de Egipto Libre, Igualdad y Desarrollo, la Corriente Egipcia (una escisión liberal de las juventudes de los HM) y la Coalición de Jóvenes de la Revolución. Algunos de estos partidos formaban originalmente parte del Bloque Egipcio pero lo abandonaron para formar su propia lista.
El Nuevo Wafd, es una ampliación del partido político más antiguo de Egipto, que se formó en 1919 en medio de la lucha contra la ocupación británica de Egipto. Había formado parte de la Alianza Democrática pero se escindió tras desacuerdos con los HM por la colocación de escaños en su lista unificada. Como partido establecido, se le considera como uno de los partidos laicos-liberales más influyentes y que puede competir con los partidos islámicos, pero su accidentado pasado como oposición simbólica durante el régimen de Mubarak erosionó su popularidad, especialmente entre las generaciones más jóvenes.
Otros partidos islámicos son los Partidos Wasat (Centro) y Adl (Justicia). Estos partidos, mucho más pequeños, se fundaron recientemente por antiguos miembros de los HM para promover una política islámica moderada y progresista en un estado civil moderno.
Los restos del reconstituido Partido Democrático Nacional. Aunque el CSFA emitió una ley que prohíbe la presencia de quienes corrompieron la vida política durante el régimen de Mubarak, en referencia a algunos residuos del PDN, muchos de esos mismos individuos fundaron alrededor de diez partidos para presentarse a las elecciones, incluido el Partido de los Ciudadanos Egipcios, el Partido Egipcio Nacionalista y el Partido por la Libertad.
Así pues, ¿quién ganó la primera fase de las elecciones?
Aunque la Alta Comisión Electoral anunció resultados sin procesar en las nueve provincias que celebraron las elecciones, el cómputo por partido está pendiente de que se concluyan en enero las elecciones para la cámara baja. Según los datos sin procesar, el PJL ganó casi el 37% de los votos, consiguiendo casi 3,6 millones de votos, seguidos por la alianza salafí con 2,4 millones de votos o el 24% de los mismos. El Bloque Egipcio de los liberales fue el tercero, con 1,3 millones de votos o el 13%, mientras el Partido Wafd consiguió un decepcionante cuarto puesto con 700.000 votos o el 7%. Los partidos del Wasat y la Revolución Continúa alcanzaron casi 415.000 votos (4%) y 335.000 votos (3%), respectivamente.
Los otros veintidós partidos recibieron los votos restantes, el que más votos recibió, el 2%, fue el Partido para la Construcción y el Desarrollo (parte de la Alianza Islámica que se presentó separadamente en una de las provincias). En el distrito número uno de El Cairo, la Alta Comisión Electoral invalidó los votos que afectaban a doce escaños (2 individuales y 10 listas de partidos) por irregularidades de los encargados de los colegios electorales. Se anunció que se volverían a celebrar las elecciones en ese distrito a mediados de enero. Por tanto, el número total de escaños asignados en esta ronda electoral fue de 156.
En cuanto a los escaños de candidatos individuales, inicialmente solo se asignaron cuatro escaños mientras que cincuenta tuvieron que presentarse la semana siguiente a una segunda vuelta. Después de esa segunda vuelta, la victoria de los partidos islamistas fue aún más impresionante. De un total de 54 escaños disputados, el PJL ganó 36; el Partido Nur, 5; el Bloque Egipcio, 1; el Partido del Wafd, 1; el Partido Islámico Adl, 1; el liberal Egipto Libre, 1; los independientes ganaron 6; y los residuos del PDN recibieron tres escaños.
Con respecto a las listas de partido, en cada provincia se asignó cada escaño a cada partido según el total de votos recibidos (cada escaño es igual al número total de votos recibidos dividido por el número total de escaños en la provincia). Los escaños restantes se van asignando al que más votos haya alcanzado hasta que todos estén cubiertos. Según la creencia popular, los partidos islámicos han conseguido en estas elecciones un total de escaños que alcanza al 60-65% de los mismos. Pero este autor ha analizado los resultados de los votos y ha podido establecer que el total de escaños (tanto individualmente como en listas de partido) que los partidos islámicos han conseguido fue en realidad del 75% de acuerdo con estos datos:
Partidos islámicos: PJL (HM): 77 escaños o 50% (36 individuales-41 listas); partidos salafíes: 33 escaños (5 individuales-28 listas); partidos Wasat y Adl: 7 escaños (1 individual-6 listas). Total: 117 (75%).
Otros partidos: Bloque Egipcio: 13 escaños (2 individuales-11 listas); Partido Wafd: 10 escaños (1 individual-9 listas); la Revolución Continúa: 2 escaños (listas); residuos del PDN: 8 escaños (3 individuales-5 listas); independientes: 6 escaños (individuales). Total: 39 escaños (25%).
Cuando se anunció el alcance de la victoria de los partidos islámicos, cundió la alarma entre los partidos liberales y laicos que hicieron votos de unidad para las próximas rondas electorales. No está claro que puedan hacerlo ya que las elites laicas y la mayoría de los coptos viven en zonas urbanas. El Cairo y Alejandría les habrían aportado sus mejores resultados.
Mientras tanto, el CSFA ha visto las señales de advertencia. Rápidamente nombró a un nuevo consejo asesor, compuesto por 30 personas, para que asesorara al CSFA y al recién nombrado gobierno dirigido por el Dr. Kamal al-Ganzuri, un ex primer ministro de Mubarak en los últimos años de la década de 1990. La mayoría de los miembros en este consejo representan a liberales y laicos. También se incluyeron dos potenciales candidatos presidenciales, incluidos el ex ministro de asuntos exteriores y ex secretario general de la Liba Árabe Amr Musa, los jefes de partidos políticos incluidos el Wafd, el Partido de los Egipcios Libres, Wasat y Al-Nur, así como otros destacados egipcios. Inicialmente, el PJL se incorporó pero se retiró rápidamente afirmando que se trata de un intento de esquivar la voluntad del pueblo egipcio manifestada en las elecciones.
Ese temor no estaba infundado. Los HM estaban furiosos por el comunicado de una de las figuras más importantes del consejo militar. Como informó el New York Times, el general Mujtar Al-Mula, miembro del CSFA, dijo el 7 de diciembre a los periodistas occidentales que «para limitar el poder del nuevo parlamento, que podría estar dominado por los partidos islámicos», el ejército planeaba «dar papeles de mayor importancia al recién constituido consejo asesor y al gabinete designado por el ejército para que eligieran a la asamblea que redactaría la constitución». Amonestando la voluntad del pueblo egipcio, manifestada en unas elecciones libres y justas con una participación sin precedentes, declaró durante la sesión informativa que «el recién elegido parlamento no representa la voluntad del pueblo egipcio en sentido amplio». Mientras tanto, altos dirigentes de los HM, incluido su guía general, el Dr. Muhammad Badie, y su adjunto Jairat Al-Shater, declaraban que el próximo gobierno debía estar integrado por el partido con mayor representación en el elegido parlamento. Sin embargo, con anterioridad, el jefe del CSFA, el mariscal de campo Muhammad Hussein Tantawi, manifestaba que el ejército iba a controlar al gobierno hasta que se celebraran elecciones presidenciales en junio.
Si una vez que concluyan las elecciones de enero, los resultados finales se ajustan a lo previsto por los expertos, entonces es muy posible que se produzca un serio enfrentamiento entre el CSFA y los partidos revolucionarios e islámicos en las calles egipcias. Si el ejército usurpa el derecho del parlamento para designar a la asamblea que redacte la constitución, así como el derecho a formar un nuevo gobierno en función de lo elegido por el pueblo, entonces, ¿cuál era exactamente el propósito de la celebración de elecciones populares?
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: [email protected]