Gaza, Palestina Ocupada Esta noche he salido por primera vez a acompañar a los pescadores de Gaza. He ido con Rosa, activista italiana del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM por sus siglas en ingles) que se encuentra en la Franja desde noviembre llevando a cabo trabajos de protección y solidaridad con la población palestina y, […]
Gaza, Palestina Ocupada
Esta noche he salido por primera vez a acompañar a los pescadores de Gaza. He ido con Rosa, activista italiana del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM por sus siglas en ingles) que se encuentra en la Franja desde noviembre llevando a cabo trabajos de protección y solidaridad con la población palestina y, en especial con los pescadores y agricultores.
Nuestra salida de esta noche puede considerarse como una continuación del proyecto Oliva. Este era un programa ideado por Vittorio Arrigoni e impulsado por el ISM. Se trata de que un grupo de activistas internacionales acompañe en un pequeño bote de unos siete metros a los pescadores con dos objetivos.
El primer sería el de proteger con su presencia a los pescadores que son atacados sistemáticamente por la armada sionista cuando se acercan al límite de las tres millas náuticas impuesto de forma unilateral e ilegal por Israel, incumpliendo una vez más los acuerdos de Oslo en los que se decidió que los pescadores de Gaza podrían faenar libremente hasta una distancia de 20 millas.
El segundo objetivo sería el de registrar, fotografiar, grabar, difundir y denunciar las agresiones ilegales de la entidad sionista, que no tienen otro propósito que el de estrangular a uno de los sectores productivos de la sociedad palestina. Con estos ataques demuestran su impunidad para llevar a cabo cualquier desmán, evidenciando que los gobiernos de la denominada comunidad internacional son unos peleles en sus manos y no van a tomar medidas haga Israel lo que haga.
En el caso improbable de que estos gobernantes tuvieran un mínimo de dignidad o decencia política tendrían que sentirse humillados por las atrocidades que su aliado comete a diario en la zona. No aspiro a eso. Nos corresponde al pueblo llano cambiar el rumbo que han decidido tomar nuestros ignominiosos gobernantes.
El bote Oliva ha sido atacado reiteradamente por la armada sionista. La última vez fue en junio. Los sionistas destrozaron el motor y la radio, así como las cámaras de los dos activistas que se encontraban haciendo su trabajo en ese momento.
Israel no quiere testigos
Tras ese ataque, y ante la imposibilidad de reparar el barco en estos momentos, la única forma de acompañar a los pescadores es embarcándose con ellos. Desde que llegué a Gaza hace casi dos meses estoy intentando obtener el permiso necesario para poder hacerlo, pero un concepto excesivamente paternalista del Gobierno palestino con respecto a la protección de los activistas internacionales no me lo ha permitido hasta hace dos días, cuando por fin me han concedido el permiso. Y el permiso ha llegado en buen momento.
Ayer nos encontrábamos en un campamento de verano para huérfanos en la playa de Soudania, en Jabaliya, al norte de la Franja de Gaza, disfrutando de una bonita e inocente fiesta infantil en la que los niños y huérfanos jugaban y bailaban en presencia de sus madres.
Parte de la música la ponía la armada sionista. Se oyeron bombas de sonido y ruido de metralleta, pero la fiesta continuaba. Los niños y niñas no parecían dispuestos a aceptar que el mismo ejército que mató a sus padres les arruinara también su fiesta de fin de campamento.
Veinte minutos más tarde se intensificó el ruido de metralletas y al mirar hacia el mar vimos a dos buques de la armada israelí atacando literalmente a seis botes de pescadores a unos 400 metros de la costa. Los pesqueros huían hacia el puerto, pero la armada sionista seguía disparando contra ellos.
Nosotros también nos dirigimos hacia el puerto, al encuentro de las víctimas de la agresión. Nos encontramos con la tripulación de uno de los botes atacados. Eran cinco jóvenes de entre 17 y 21 años. Nos mostraron su barco. En el frontal se veían las marcas de las balas. Algunos de los disparos habían atravesado el casco.
Después nos enteramos gracias al Centro Palestino de Derechos Humanos que esa misma mañana, alrededor de las 6:45 horas, la armada sionista había atacado a otro pequeño bote de pescadores, deteniendo a sus tripulantes: Kamel Deep Alonqah, de 60 años, y su hijo Mahmoud, de 16 años, a los que obligaron con disparos a detenerse, tirarse al agua y subir al barco israelí. Ambos fueron esposados y con los ojos vendados fueron trasladados al puerto de Ashdod. Probablemente permanecerán detenidos unos días y luego puestos en libertad, pero su barco también fue ‘confiscado’ y, en el mejor de los casos, no será devuelto a sus legítimos propietarios hasta pasados cuatro o cinco años y siempre sin el motor.
La entidad sionista se ha arrogado el derecho a decidir sobre la vida y los bienes del pueblo palestino sin necesidad de tener que dar explicaciones a nadie. Son ‘el pueblo elegido’. No necesitan más.
En el mar de Gaza
Como escribía anteriormente, este ataque ha coincidido con la concesión de nuestros permisos para poder acompañar a los pescadores cuando salen a faenar. Ha sido una primera experiencia muy interesante.
Los acuerdos de Oslo otorgaban a los pescadores de Gaza el derecho a faenar hasta a veinte millas de la costa. Israel, de forma unilateral e ilegal ha ido reduciendo esta distancia hasta las tres millas actuales. Pero como he comentado antes, ni siquiera cumplen sus propias imposiciones.
Los pescadores gazatíes sólo pueden trabajar en una pequeña banda marítima de la longitud de la Franja de Gaza -40 kilómetros- y de un ancho de solo tres millas. En esta zona, la pesa es muy pobre, los caladeros están esquilmados y debido a la cercanía de la costa el tamaño de las capturas es muy pequeño. El resultado de su trabajo difícilmente les alcanza para sobrevivir.
Salimos del puerto de Gaza en una embarcación con seis tripulantes y Rosa Schiano, Maher Alaa (un activista palestino sin el cual no podríamos realizar ni la cuarta parte del trabajo que llevamos a cabo) y yo como acompañantes. Navegamos directamente al límite impuesto por Israel y lo rebasamos. Llegamos hasta las tres millas y media. Inmediatamente apareció un buque de la armada sionista y se aproximó a nosotros. Rosa desplegó una bandera italiana que había comprado a tal efecto. No voy a perder el tiempo explicando por qué yo no hice lo mismo con la bandera actual del Estado español, impuesta por un genocida fascista y mantenida por su heredero.
El despliegue de la bandera italiana tuvo un efecto inmediato. El buque israelí se detuvo en seco y estuvo durante unos veinte minutos cambiando constantemente de rumbo. Se acercaba, parecía que con la peor de las intenciones, se paraba, se alejaba, se volvía a acercar. Llegamos a la conclusión de que esperaba instrucciones. Finalmente, nuestro barco se dirigió al sudeste y el buque de guerra israelí -pido disculpas por el pleonasmo- nos siguió a cierta distancia durante unos diez minutos más y terminó por alejarse.
Teníamos la sensación de triunfo. Para todos nosotros estaba claro que nuestra presencia en el barco, evidenciada por la bandera italiana, evitó el ataque de la bestia. Nuestros amigos pescadores nos manifestaron su alegría y agradecimiento.
No obstante, la pesca recogida en ese punto no había sido buena. Navegamos hasta Rafah, echando y recogiendo redes en varias ocasiones, en algunas con mejor resultado que en otras.
Cuando llegamos a Rafah superamos también el límite entre la zona marítima palestina y la egipcia. Dos potentes cañones de luz blanca lo señalan claramente. Inmediatamente, un buque de la armada egipcia nos envío señales luminosas desde la distancia advirtiéndonos de que estaba pendiente de nosotros. Rosa volvió a desplegar su bandera, pero los pescadores nos dijeron que no era necesario. «Mesh muschela», «no problema», nos decían.
Uno de ellos nos contó que en una situación similar a esta hacía algo más de un mes, la armada egipcia se había acercado y les había atacado con cañones de agua, aunque no eran demasiado potentes. En esos momentos, con la llegada de Muhammad Morsi a la Presidencia de Egipcio, la tensión se ha suavizado un poco y no hubo mayor problema. De todas formas, retornamos a la zona marítima palestina.
La experiencia con los compañeros pescadores me ha permitido visualizar con toda nitidez lo que supone vivir bajo un bloqueo. Te dirigieras hacia donde te dirigieras, siempre salía un buque militar para impedirte el avance. La expresión de que Gaza es la mayor cárcel del mundo al aire libre es muy afortunada.
Nos comprometimos con los pescadores a acompañarles tantas veces como nos fuera posible. En el puerto, todos nos pedían que fuéramos en sus barcos. Consideran que nuestra presencia en sus botes es una garantía de seguridad. Yo no lo tengo tan claro. No sé si la próxima vez que vean la bandera italiana el resultado será el mismo o su respuesta irá encaminada a dar un escarmiento. Pero eso son especulaciones que podremos despejar pronto.
De momento, sólo puedo decir que es muy gratificante el contacto directo con esta gente, que te trata como si te conociera de toda la vida. Compruebas la utilidad de tu aportación. Es una experiencia que recomiendo a todos los amigos de la Causa Palestina. Son muchos los frentes de trabajo abiertos aquí, pero a mi juicio, los que necesitan una apuesta solidaria más inmediata son los pescadores y los campesinos que tienen sus tierras al borde de la frontera con los Territorios Ocupados.
Manu Pineda es activista de la organización malagueña Asociación Unadikum.
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