La cacería desatada por el gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan no sólo golpea en las calles, sino que también lacera en las cárceles del país, donde cientos de presos políticos kurdos sufren diariamente vejámenes y violaciones a los derechos humanos más básicos. Desde febrero, al menos cien prisioneras y prisioneros kurdos en las […]
La cacería desatada por el gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan no sólo golpea en las calles, sino que también lacera en las cárceles del país, donde cientos de presos políticos kurdos sufren diariamente vejámenes y violaciones a los derechos humanos más básicos.
Desde febrero, al menos cien prisioneras y prisioneros kurdos en las cárceles de Izmir, Edirne, Sincan, Sirnak, Urfa y Van encabezan una huelga de hambre, a la que el viernes se sumó Selahattin Demirtaş, co-presidente del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), detenido en noviembre de 2016 junto a otros diez diputados de su organización.
La medida de fuerza, que ya lleva más de 40 días, es para que el Ministerio turco de Justicia resuelva «estos graves problemas que son de su propio ámbito de responsabilidad», indicó el diputado electo.
Los prisioneros demandan levantar el estado de emergencia decretado por Erdogan luego del intento de golpe de Estado a mediados del año pasado, y que le permitió al gobierno intervenir alcaldías, encarcelar a opositores y reforzar la presencia del Ejército en los pueblos y ciudades kurdas.
A su vez, reclaman la reanudación del proceso de paz entre el Estado y el Movimiento Kurdo de Liberación, el fin de las redadas masivas y la represión dentro de las cárceles, que se permita la comunicación entre los calabozos, las actividades sociales y se elimine la restricción para leer libro.
Los presos también demandan que cese el hostigamiento de los guardias durante las visitas familiares, que se apliquen de manera urgente los tratamientos médicos para los detenidos enfermos, que se detengan los ataques a los poblados kurdos y que finalice el aislamiento del líder kurdo Abdullah Öcalan, encarcelado desde hace 18 años en la isla-prisión de Imrali, ubica en el mar de Marmara.
Situación crítica
El alerta más preocupante de esta situación la brindó el Congreso Nacional del Kurdistán (KNK, por sus siglas originales), con sede en Bruselas, que difundió un extenso informe sobre la situación que atraviesas los presos políticos kurdos.
En Informe urgente sobre los prisioneros políticos en huelga de hambre, presentado el miércoles pasado, se pueden ver los hechos de extrema gravedad por la que pasan las presas y los presos políticos. Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que en la actualidad hay 17 mil detenidos kurdos por razones políticas en Turquía.
Por su parte, la Comisión de Prisiones de la Asociación de Derechos Humanos (IHD) alertó sobre el aumento de las violaciones de derechos humanos en las cárceles turcas luego del intento de golpe de Estado, por lo cual una delegación de 50 personas hará exámenes en 72 prisiones en todo el país y, a partir de las conclusiones, se denunciarán las violaciones de los derechos a la que son sometidos los reclusos.
Con la huelga de hambre en marcha, los presos políticos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y la prisioneras del Partido de la Liberación de las Mujeres del Kurdistán (PAJK) advirtieron que el AKP, partido gobernante en Turquía, «está tratando de intimidar a la oposición a través de sus decretos de emergencia, arrestos, detenciones y normalización de la tortura, arrestos de alcaldes, alcaldesas, académicos y periodistas, incendios de aldeas, destrucción de casas y desplazamiento y masacre de personas». A lo que agregaron: «Las personas encarceladas no tienen garantías de vida. Todos los días, nuestros compañeros que son trasladados de una prisión a otra son encontrados desnudos y torturados».
Relatos del horror
«Su salud se está deteriorando. Todavía no hay mejoras en las condiciones carcelarias. Todo está empeorando», dice Nusvet Üzrek, tía Zana Yaktın, una de las huelguistas. «Ese lugar no es una prisión, es un campo de tortura. Quieren que no haya visitantes. La última vez que los visitamos, Zana había perdido mucho peso», relata Üzrek, y su desgarro cruza, inevitablemente, todas las fronteras.
Las palabras de Hazal Yaşar, la madre del preso político Özkan Yaşar, no difieren de las de Üzrek: «Cuando lo visité, no pude reconocerlo. Había perdido tanto peso. Él habló con nosotros, trató de reír. Reconocí sus dientes cuando sonrió. Sólo eran sus dientes. Mi hijo se ha consumido. Dos de sus amigos lo ayudaron a entrar en la cabina de visita. Ni siquiera podía caminar. No pude acercarme a mi hijo cuando fui a verlo. Su condición es muy mala. Están decididos a resistir. Así que debemos apoyarlos».
Ante este panorama, la presidenta de la Iniciativa Solidaridad con las prisiones de Izmir, Selma Altan, confirmó que los presos ya pasaron «la fase crítica y han comenzado a sufrir daños irreversibles». Altan aseveró en el caso de la prisión de Şakran, las condiciones «son como en un campos de tortura».
En el informe presentado por el KNK también se denunció que «en el pabellón de niños de Şakran, seis menores fueron severamente torturados en enero. El pretexto era que hablaban en kurdo entre ellos. Sólo uno de los niños no sabe turco».
Este último hecho revela, sin contradicciones, la profundidad represiva del gobierno del presidente Erdogan. Mientras tanto, las presas y los presos políticos kurdos confirman con la huelga de hambre que no están dispuestos a aceptar la aniquilación de un pueblo que desde hace siglos se niega a desaparecer.
Para leer el informe completo: http://
Fuente original: http://www.