«Malas condiciones de trabajo, agua en mal estado, jornadas de trabajo prolongadas, sabemos que no es bueno para nuestra salud, pero ¿podemos elegir realmente? Qatar y los patrones nos utilizan para construir los estadios, y luego nos echan cuando nuestros cuerpos ya no aguantan más». – Testimonio de un obrero nepalí que trabajó en las obras del Mundial de Qatar.
«El padre de familia me dijo con una voz endemoniada: ‘Si te mato, aquí y ahora, tu país no hará nada por ti’». «Baba estaba detrás de mí. Cuando pude levantarme para mirarlo de frente, me tiró agua hirviendo en el brazo. Sentí que mi piel se derretía, sin ningún dolor. Tenía tanta rabia en mí, tanta adrenalina (…) No me curaron después de eso. Baba y Mamá se sentaron en la mesa del salón. Encima de la mesa, había una pistola y, al lado, dos balas. El kafeel [patrón «protector», según el sistema de la kafala] insinuó que podría matarme si no aceptaba grabar un video en el que debía decir me había quemado el brazo accidentalmente». – Testimonios de dos mujeres kenianas que regresaron a su país después de trabajar como empleadas domésticas en Arabia Saudí. La primera fue violada por el hijo de la familia para la que trabajaba.
A través de unos sesenta testimonios -desde el obrero que construye los estadios de la Copa del Mundo hasta la criada que trabaja en las casas saudíes o qataríes, pasando por los guardias de seguridad, los empleados de los restaurantes o incluso los mercenarios enviados a combatir por los Estados del Golfo en las guerras, a veces de manera forzada, en Libia o en Yemen- un libro sorprendente, Les esclaves de l’homme-pétrole, [1] les da voz a los esclavos modernos cuyo trabajo forzado hizo posible la organización de la Copa del Mundo en Qatar, y gracias a los cuales se construye la «prosperidad» de todos los Estados del Golfo.
A lo largo de estos relatos, Sébastien Castelier y Quentin Müller, periodistas independientes, trazan los contornos de toda una región, el Golfo Pérsico, en la que «el hombre-petróleo (…) está en el origen de un comercio de esclavos modernos, un comercio posible gracias al silencio de la comunidad internacional y a la pobreza y corrupción de los Estados cómplices de Asia y África. Utilizamos el término ‘esclavos’ porque no es exagerado calificar de esclavos a un número importante de trabajadores asiáticos y africanos en el Golfo.»
Una situación que no fue obstáculo para que el consejero federal de la UDC (Unión Democrática del Centro, Suiza), Ueli Maurer, «Ueli el normal», anunciara muy orgulloso que iría a Qatar a ver los partidos de la selección suiza. Es cierto que Maurer, que comparó (en 2014) a las mujeres con «utensilios de cocina usados», debe sentirse como pez en el agua (¿o en la arena? ) en un Estado en el que las mujeres siguen sometidas a sus tutores masculinos (maridos, padres, hermanos, abuelos o tíos en general) y permanecen sujetas al permiso de sus tutores masculinos «para tomar decisiones clave en la vida, como casarse, estudiar en el extranjero con becas del gobierno, ocupar muchos de los puestos de trabajo en el gobierno, viajar al extranjero hasta cierta edad y recibir ciertos tipos de atención sanitaria reproductiva». [2]
Quizás el consejero federal de la UDC aproveche también la ocasión para abordar con el emir el aumento de la participación del fondo soberano qatarí en el Credit Suisse, [3] o el futuro establecimiento del banco privado Julius Bär en el emirato. 1
-A través de sesenta testimonios, ustedes les dan voz a los trabajadores migrantes de los países del Golfo, así como a sus familias. ¿Qué fue lo que motivó este enfoque?
Quentin Müller – Muchos documentales y reportajes de calidad han mostrado los abusos que sufren los trabajadores en Qatar. Pero la voz de estos trabajadores y trabajadoras se ha escuchado muy poco. Era casi imposible conocer sus motivaciones, sus emociones y su intimidad. Son personas que se encuentran doblemente desposeídas: desposeídas de sus derechos y de su dignidad en el trabajo, y desposeídas de su voz en los medios de comunicación. Por ello, tratamos de devolverles a estos trabajadores su parte de humanidad, poniendo sus historias en el centro de nuestro libro.
-Este año visitaron la Zona Industrial de Doha, la capital de Qatar, donde viven 400.000 obreros que trabajan en las obras de la Copa del Mundo. ¿Qué pudieron constatar
En esta zona, que sirve de dormitorios, aislada del centro de la ciudad, los trabajadores de África y Asia (aquí no hay trabajadores europeos ni árabes, ya que son los africanos o asiáticos los que realizan los trabajos duros y mal pagados) se alojan en edificios insalubres. Ocupan habitaciones superpobladas y polvorientas y duermen en literas infestadas de pulgas. A menudo sólo hay dos pequeñas cocinas por cada trescientos empleados. El agua es de mala calidad. ¡Un verdadero depósito de esclavos!
Además de estas condiciones de vida catastróficas, están los abusos que sufren estos trabajadores: algunos trabajan hasta nueve meses sin un solo día de descanso, por miedo a ser despedidos; otros pasan hambre porque no les pagan el salario cada mes; las jornadas de trabajo pueden durar 12 horas con un calor sofocante; los trabajadores agotados caen en el alcoholismo; se ocultan los accidentes de trabajo…
Sin embargo, las autoridades qataríes hacen hincapié en el progreso social, un argumento retomado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT)…
Qatar afirma que ha mejorado el código laboral. También es el único país del Golfo que ha abolido la kafala, ese sistema que permite a un empleador ejercer un poder casi absoluto sobre un trabajador al prohibirle cambiar de empleo o salir del país sin su consentimiento.
El problema es que estos nuevos derechos son teóricos. ¿Por qué son teóricos? Porque si un trabajador decide hacerlos valer ante los tribunales, las consecuencias son inmediatas: dejará de cobrar, perderá su empleo y puede ser deportado. El proceso legal, por otra parte, durará meses, durante los cuales el trabajador no podrá enviar nada de dinero a su familia. Estos trabajadores migrantes no tienen tiempo para la justicia. Las empresas lo saben y continúan impunemente con sus abusos.
-El periódico The Guardian estima que 6.750 trabajadores han muerto en las obras de la Copa del Mundo. ¿Qué opinión les merece esta cifra?
Esta cifra tuvo el mérito de dar a conocer las malas condiciones de trabajo en Qatar y de suscitar la indignación internacional por la organización de la Copa del Mundo en esa región. Sin embargo, creo que subestima la magnitud del fenómeno. El periódico británico no tuvo en cuenta las numerosas muertes de trabajadores procedentes de países africanos o de Filipinas. Tampoco tuvo en cuenta la trágica realidad de los muchos trabajadores que desarrollan patologías en Qatar debido a las desastrosas condiciones de trabajo, y que son enviados de vuelta a sus países de origen cuando se enferman y allí se mueren.
También se podría ampliar el punto: ¿cuántos trabajadores inmigrantes han muerto construyendo el prestigio qatarí, los lujosos edificios y el urbanismo que fueron necesarios para que el emirato consiguiera organizar la Copa del Mundo?
-¿Qué motivos llevan a estos emigrantes a ir a la Península Arábiga, a pesar de los riesgos?
Una necesidad vital. Estos trabajadores proceden de países muy pobres: Nepal, India, Bangladesh, Uganda, Kenia, Filipinas, etc. Sin el salario que envían a sus casas cada mes desde los Estados del Golfo, sus familias no podrían comer todos los días y sus hijos no podrían ir a la escuela. Por eso soportan años de abusos en la región del Golfo.
Y es también debido a la dependencia en que se encuentran estos trabajadores, en una relación de poder extremadamente desfavorable ante su empleador.
-Ustedes entrevistaron a trabajadoras domésticas. Sus historias son aterradoras…
Trabajar día y noche, palizas, violaciones, torturas. El maltrato que sufren las trabajadoras domésticas está por encima de todos los demás. Por una razón: el infierno que soportan tiene lugar en la intimidad del hogar. Es ahí donde se revela la verdadera cara de estas ricas familias saudíes, qataríes, emiratíes o bahreiníes, que cuentan con una impunidad casi total.
-Su libro describe una «esclavitud moderna» que va mucho más allá de Qatar…
Todos los países del Golfo practican el trabajo forzado de los inmigrantes. Este sistema se mantiene desde la creación de estos países y su independencia después de la Segunda Guerra Mundial. La kafala es una herencia de la esclavitud, abolida muy tardíamente en la región. Por poner un ejemplo: hasta los años 60, las grandes familias qataríes enviaban a sus esclavos a trabajar en las plataformas petrolíferas británicas y luego se apropiaban de los salarios que estas empresas les pagaban.
Se suele decir que el petróleo es la principal riqueza de los Estados del Golfo. En realidad, es su mano de obra extranjera. En Qatar hay 2,6 millones de extranjeros frente a 300.000 qataríes. Sin su trabajo, no habría nada: ni extracción de gas, ni construcción, ni aeropuertos, ni restaurantes, ni transporte. Sin los inmigrantes, estos países no existirían, ¡a pesar de todo su petróleo, gas y enormes reservas financieras!
-¿Cómo se puede combatir este sistema de esclavitud?
Es muy difícil para los trabajadores inmigrantes defender sus derechos, debido a su extrema dependencia del empleador. Y en varios de estos países, incluido Qatar, ¡los sindicatos están simplemente prohibidos!
Creo que les corresponde a los países africanos y asiáticos de los que proceden estos trabajadores inmigrantes actuar, uniéndose para exigir más derechos y dignidad para sus ciudadanos. Desgraciadamente, estamos lejos de eso.
-¿Qué opina del debate sobre el boicot al Mundial?
Como periodista, nuestro trabajo no es dar órdenes judiciales. Nuestro trabajo ha sido mostrar cómo se hizo este Mundial y, sobre todo, cómo se inscribe en una dinámica que domina toda la región del Golfo.
Sin embargo, creo que es muy importante ser consciente e indignarse con lo que ha ocurrido en torno a este Mundial de Qatar. Un país empieza a ir mal cuando su gente deja de indignarse por cosas serias. Entonces es la gente la que debe formarse su propia opinión. (Noviembre 2022)
Notas:
1] Sébastien Castelier, Quentin Müller: Les esclaves de l’homme-pétrole. Éditions Marchialy, 2022.
2] Amnesty International: Rapport sobre Qatar 2021.
3] Les Echos, 2 noviembre 2022.
4] Le Temps, 7 junio 2022.
– Artículos relacionados:
–El infierno de las trabajadoras domésticas, Rachida El Azzouzi.
–La Copa del Mundo llega manchada, Ronny Blaschke.
–El mundial 2022 y los trabajadores migrantes, Hiba Zayadin – Entrevista.
–6500 trabajadores inmigrantes han muero en las obras del Mundial de fútbol 2022, The Guardian.
Artículo original publicado en A l’encontre, 4-11-2022, Traducción de Correspondencia de Prensa, 6-11-2022