Recomiendo:
0

Los reyes magos han sido detenidos por un Muro

Fuentes: Rebelión

Con motivo de la celebración de la Navidad he visto una caricatura que muestra a los Reyes Magos, que van a visitar a Jesús, impedidos de alcanzar su destino porque frente a ellos se erige el Muro que Israel ha construido en Cisjordania. Esta caricatura, que es una más de una larga lista de manifestaciones […]

Con motivo de la celebración de la Navidad he visto una caricatura que muestra a los Reyes Magos, que van a visitar a Jesús, impedidos de alcanzar su destino porque frente a ellos se erige el Muro que Israel ha construido en Cisjordania. Esta caricatura, que es una más de una larga lista de manifestaciones artísticas en contra de la construcción del Muro del Apartheid, tiene una importante reflexión que más allá de la Navidad tiene que ver con la destrucción de la característica más importante que tuvo Palestina desde los primeros asentamientos cananeos hasta 1948, momento en que se crea el Estado de Israel. Esta característica a la que me refiero es la realidad transcultural de un territorio que sirve de puente entre tres continentes: Asia, África y Europa. Palestina nunca fue cuna de un gran imperio, porque por allí pasaban los imperios, a veces arrasando y otras dejando importantes legados culturales que a la postre habían configurado la identidad de la población de este país.

Sin embargo, desde la llegada del sionismo a Palestina, a finales del siglo XIX, y fundamentalmente desde 1948, el país se convierte en un «espacio vital» para un autodenominado «pueblo elegido», negando cualquier posibilidad de construir lo opuesto, es decir, una tierra para todos sus habitantes y para quienes quieran vivir en ella, sin diferencias de credo, ni etnia.

La transformación de Palestina en un hogar para algunos transforma la multiculturalidad propia del territorio en una zona temible, militarizada, con bandos opuestos que bien resisten, en el caso de los palestinos, o bien llevan a cabo una brutal ocupación que sume a todo un pueblo en la miseria y la locura. En efecto, para los Reyes Magos hoy habría sido imposible llegar a Belén, porque para hacerlo tendrían que haber sorteado obstáculos propuestos por un Estado militar: cientos de checkpoints (puntos de control), soldados por doquier protegiendo una malla de asentamientos ilegales y finalmente un muro de proporciones que invitaría a cualquier viajero a dar un paso atrás.

Yo no creo que exista Dios ni que los Reyes Magos sean personajes verídicos, sin embargo, los relatos de hace casi 2000 años revelan que al menos un viaje entre las ciudades de Palestina era un hecho posible y realizable, mientras que hoy es un peligro para cualquier ser humano. Quien se atreva a acercarse al Muro podría ser víctima de un balazo como el que le costó la vida a Daah Abed al Kadr, que jugaba con una amiga cerca de la enorme valla y fue asesinada a quema ropa por un soldado israelí el 20 de diciembre. Su amiga sufrió heridas leves, sin embargo aprendió la importante lección de no acercarse nunca más al lugar donde murió su amiga.

Es imposible evocar recuerdos personales, por mucho más ínfimos que sean, ante situaciones de discriminación como la que viven los palestinos hoy. En 2003, realicé un viaje a Palestina entrando por el aeropuerto David Ben Gurion. Junto amí iban mi hermana una prima y un primo, este último tenía un poco apreciado «pasaporte palestino». Iba a su tierra luego de dos años de trabajar en Chile, para reencontrarse con su familia y sus amigos de Beit Jala. Cuando le tocó el turno de pasar al interrogatorio, los soldados lo detuvieron, lo separaron de nosotros y lo deportaron a Turquía. Claro, el cometió el error de entrar a su tierra, su país, su patria, desde el lugar no indicado para él, simplemente por ser palestino. Cuando yo mostré mi pasaporte chileno me dijeron «Wellcome to Israel».

Mi hermana, a quien también habían permitido el paso, lloraba y lloraba porque mi primo no había podido entrar y porque vimos como lo separaron a la fuerza como si trataran a un animal. Luego, al ver el llanto de mi hermana, un señor de edad se acercó a ella para decirle en inglés: «¿Por qué lloras niña, no te das cuenta que estás en Israel? Acá no hay porqué llorar». Mi hermana simplemente se agarró la cabeza y se hundió en un llanto aún más largo.

Esta es una historia nimia, comparada con los largos pesares del pueblo palestino, además hoy la realidad es incluso terrible para los extranjeros que viajan (como los reyes magos), quienes son expuestos a los mismos vejámenes destinados a las personas con apellido árabe. Es por eso que en esta Navidad es importante recalcar que para los palestinos esta no es una fiesta, porque mientras los reyes magos se quedan detenidos en el Muro, los israelíes ya se han encargado de parar a María en un checkpoint donde debe haber tenido su bebé, probablemente muerto como muchos niños palestinos.

Mauricio Amar es sociólogo de la Universidad de Chile, actualmente trabaja en la Oficina de Información Chileno-Palestina