Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Aquellos que pasan sus sábados divirtiéndose en lugar de defender a los pastores y los agricultores no deberán sorprenderse si, al día siguiente, el fundamentalismo judío, invade hasta su habitación.
Los Haredim (1) y Hardalim (2), como los no sionistas y los sionistas ultra ortodoxos son conocidos respectivamente, están sacando provecho de sus pagarés de la sociedad israelí. Su amargura en una sociedad nacionalista y secular-nacionalista pública es, sin duda justificada. ¿Cuánto vale un canto de mujeres en comparación con la línea directa a Dios que ellos nos ofrecen? ¿Y qué valen los anuncios con los hombres ofreciendo cierta pureza en comparación con el cheque en blanco que Dios nos extendió por ser los dueños de toda la tierra prometida?
El judaísmo Haredi y el Hardali vendieron tres activos de crédito al Israel que profana el sábado y tiene ídolos vistas panorámicas de los kibutzim de Galilea libres de árabes y sin los puestos de avanzada en Cisjordania. Estos son los activos que permiten a Israel ser indiferente en la toma de decisiones tanto en la historia pasada como en la actual; indiferencia que le permite vivir como en un gueto armado y dorado, en un querido puesto de avanzada del «desarrollado» y «civilizado» Occidente cristiano en el Oriente musulmán.
Podríamos habernos aferrado a la explicación histórica y secular para nuestro recogimiento en esta tierra (brevemente, la «solución final» de esa misma civilización occidental cristiana, que es la misma que nos expulsó de los países de la diáspora). Esto nos podría haber comprometido con los valores humanitarios y de la tierra y las percepciones que han surgido de todas las luchas en contra de la persecución étnica y la opresión. Pero, la explicación histórica también nos habría obligado a admitir cuánto nos asemejamos a los movimientos colonialistas, y entender que lo que era posible en los siglos XVIII y XIX en los Estados Unidos y Australia no es posible aquí y ahora.
Para escapar de las contradicciones emanadas de la historia y sus lecciones, se optó por comprar la explicación meta-histórica de nuestra presencia aquí armada y fortificada: nada más y nada menos que la promesa de Dios a Abraham, de quien todos nosotros somos descendientes directos. Esta promesa es lo que nos permite, en nuestra opinión, hacer lo que nos plazca a la gente que vive aquí, los nativos de esta tierra: la expulsión, concentrarlos, dividirlos, bloquearlos, empobrecerlos, privarlos del agua, bombardearlos, desarraigarlos y despojarlos.
Esta misma promesa divina otorga a todos los judíos de todas partes -incluso aquellos que nunca han puesto un pie en Israel – más derechos en esta tierra que cualquier palestino que nació aquí. Esta tierra está gobernada por un Estado que se niega a ser un Estado de sus ciudadanos actuales y sólo piensa en los potenciales ciudadanos de la diáspora.
La cantidad de población originaria es algo secundario para este Estado. Así que los Haredim y Hardalim saben que el segundo activo que están vendiendo no tiene precio: su alta tasa de nacimientos. Desde el punto de vista Haredi, este alto índice de natalidad es más valioso que cualquier servicio militar o el pago de impuestos que pudiera darse.
Los Hardalim, por el contrario, combinan esto con un tercer activo para la venta: el deseo por la guerra y por ascender en los grados militares, y la voluntad de «morir por nuestro país», aspiraciones que han ido menguando, en términos relativos, entre otros sectores de la población. En un Estado que ha hecho todo lo que estaba a su alcance durante las últimas décadas para perder toda oportunidad para la paz, el entusiasmo militar es un activo vital, especialmente para las relaciones de buena vecindad en la región donde parece ahora más inalcanzable que nunca.
Hardalim y Haredim ven que la mayoría del público judío israelí ha comprado estos activos con entusiasmo inagotable, y ahora continúan profundizando este camino seguro hasta conseguir la totalidad de sus deseos: cumplir la promesa divina y las leyes de kashrut (3). Ofrecen soldados para enfrentar la guerra demográfica, a cambio de no mezclar mujeres y hombres en el ejército.
El problema, entonces, no son los vendedores, sino los compradores. Los judíos seculares que permiten o incluso fomentan la expulsión de los residentes árabes de Sheikh Jarrah y Silwan, Al Arakib y Safed, no deben quejarse si mañana, se requieren teatros y salas de conciertos adaptados con secciones separadas para la parte femenina de la audiencia. Entonces para aquellos que pasan sus sábados divirtiéndose en vez de salir a defender a los pastores y agricultores de los salafistas que usan solideo, que no se sorprendan si al día siguiente, los fundamentalismo judíos, incluso, invaden su dormitorio.
(1) Haredim: judíos ortodoxos (N. de T.)
(2) Hardalim: ortodoxos sionistas (N de T.)
(3) Kashrut: comida producida y elaborada según el ritual (N. de T.)