«Como madres queremos hacer llegar nuestra voz a las Naciones Unidas y a la Liga Árabe para explicar qué es lo que está sucediendo en Homs», dice Hanna al-Kasour, una ama de casa de 44 años de edad y madre de cuatro hijos que está recorriendo las calles de Homs, recogiendo firmas de mujeres que […]
«Como madres queremos hacer llegar nuestra voz a las Naciones Unidas y a la Liga Árabe para explicar qué es lo que está sucediendo en Homs», dice Hanna al-Kasour, una ama de casa de 44 años de edad y madre de cuatro hijos que está recorriendo las calles de Homs, recogiendo firmas de mujeres que quieran expresarse contra la violencia.
La ciudad ubicada a orillas del río Orontes, a 165 kilómetros al norte de Damasco y en pleno cruce de caminos para dirigirse al desierto y a la costa mediterránea, vive sus peores momentos. Con 600.000 habitantes, la antigua ciudad romana de Emesa transita entre la violencia sectaria y política y la búsqueda de la concordia para dar fin al conflicto que comenzó el pasado 15 de marzo.
«Tenemos miedo por nosotros y por toda Siria. Si la situación continúa así, tememos por la vida de todos. Están asesinando a civiles y a militares por tener una opinión diferente a la de la oposición y nadie habla de eso, aunque lo vivimos todos los días», afirma Al-Kasour, mientras llama a otras mujeres a participar.
La campaña de Madres Sirias se inició en la populosa ciudad de Alepo, la de mayor importancia económica en el país, y tiene como objetivo reunir un millón de firmas de rechazo a la injerencia extranjera. La organización está compuesta por asociaciones de mujeres y la iniciativa fue lanzada en la céntrica plaza Saadallah al-Jabri.
Una vez recogido el millón de firmas, también se entregará el documento al patriarca maronita Boutros al-Rai, antes de enviarlo al Papa Benedicto XVI.
«Si las Naciones Unidas o la Liga Árabe no nos escuchan, tendremos la conciencia tranquila por haber hecho todo lo necesario por la paz, pero tenemos que decir que hay muchas mujeres que se han quedado viudas y muchos niños huérfanos», afirma Al-Kasour.
Sin organización
En cuanto a la situación humanitaria en Siria, el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) señala que es grave, pero que no se puede decir que el país está en una guerra civil ya que la resistencia armada carece de organización.
Sin embargo, su presidente, Jakob Kellenberger, matizó que «una calificación como esa no dice mucho acerca del sufrimiento humano en una situación específica».
«Es una situación humanitaria extremadamente grave. El hecho de que aún no la hayamos calificado como guerra civil no es un juicio específico acerca de cómo nos sentimos acerca de la violencia y sus consecuencias humanitarias. Sigue siendo un asunto de criterio, concretamente de organización», agregó.
La organización considera que determinadas situaciones de violencia pueden considerarse guerra civil cuando se dan ciertas circunstancias recogidas por la legislación internacional a partir de las Convenciones de Ginebra y decisiones de los tribunales. Entre esos criterios a tener en cuenta se encuentra la duración, la intensidad y la organización de la violencia contra las Fuerzas Armadas.
Por su parte, Aziza, una mujer perfectamente maquillada con un peinado de peluquería, vaqueros de marca y chaqueta de cuero, apoya lo manifestado por Hanna al-Kasour. «Siento una inquietud profunda porque la situación es muy tensa. En cualquier momento puede caer un proyectil, tengo miedo de enviar a mis hijos a la escuela porque pueden ser víctimas de una emboscada», asegura.
«Hace unos días cayó un proyectil cerca de mi casa y 15 personas resultaron heridas, entre ellas algunos niños. Yo vi como un hombre murió mientras bajaba del auto pidiendo ayuda y cómo dos mujeres que estaban con él resultaban heridas. Yo vi la sangre con mis ojos y estoy aterrorizada», expresa Aziza muy alterada.
Según esta madre de tres niños, la mayoría de los grupos armados vienen de los barrios de Al-Haledy y Bayada y dice que «son personas que están vinculadas a agendas extranjeras que quieren aplicarlas aquí. Antes Homs era una ciudad muy pacífica y ahora la gente está dentro de sus casas».
Mientras estas mujeres hablan animadamente, a unos metros del Hospital de Homs, en el centro de la ciudad, otro grupo se concentra frente a los periodistas.
Marlene Yamal al-Yakid, de 35 años, trabaja en una clínica de Albasi y denuncia los ataques al centro de salud. «La clínica sufrió ataques y en la escuela de mi hijo han impactado balas que no se saben de dónde provienen. Esto debe terminar por nuestra seguridad y la de nuestros hijos», señala a GARA, porque «no somos números, somos personas y queremos vivir en paz».