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Ultima oportunidad para la paz regional

Mahmud Abbas, nuevo presidente de la Autoridad Palestina

Fuentes: La Arena

La Autoridad Nacional Palestina, descabezada por la muerte de Yasser Arafat en noviembre último, ya tiene nuevo titular. Es Mahmud Abbas, el candidato de la Organización para la Liberación de Palestina y Al Fatah, quien se llevó el 62 por ciento de los votos de los comicios de anteayer. El vencedor es un moderado opuesto […]

La Autoridad Nacional Palestina, descabezada por la muerte de Yasser Arafat en noviembre último, ya tiene nuevo titular. Es Mahmud Abbas, el candidato de la Organización para la Liberación de Palestina y Al Fatah, quien se llevó el 62 por ciento de los votos de los comicios de anteayer. El vencedor es un moderado opuesto a la Intifada y bien visto por Estados Unidos e Israel. ¿Logrará que George Bush y Ariel Sharon se avengan a los reclamos palestinos? Lo dudamos mucho. Sea lo que fuere, ésta es la última oportunidad para la paz.

POCO NORMALES

Los comicios para elegir al sucesor de Arafat fueron poco normales desde el punto de vista que se mire. Veamos algunos ejemplos:

-La Franja de Gaza y Cisjordania siguieron bajo ocupación israelí, que había prometido aflojar su control militar durante 72 horas y replegar sus tropas en las principales ciudades. Sin embargo tal distensión no se había verificado hasta la noche del sábado, a horas de iniciarse la votación, según periodistas como Gustavo Sierra, enviado de Clarín.

-Los 250 mil árabes israelitas fueron chantajeados para no votar en su residencia de Jerusalén oriental. La amenaza de ser filmados o represaliados y perder algunos beneficios de seguridad social hizo que solamente se anotaran 120 mil en los padrones y de éstos solamente podían ejercer su derecho al sufragio unos 6 mil en seis oficinas de correos pues Ariel Sharon no aceptó la instalación de mesas electorales. El resto debía viajar una hora, superar los peligrosos controles armados, eludir el «Muro del Apartheid» y participar en mesas de otras ciudades de Cisjordania.

-En los días previos hubo incursiones de tropas judías en Khan Younis (Gaza), con al menos diez muertos palestinos. Otro murió baleado dentro de un taxi en un puesto de control en la víspera del comicio. En suma, no hubo tal «ablande» de las duras condiciones impuestas por la fuerza de ocupación en los territorios.

Esas restricciones no acobardaron al 70 por ciento del 1,2 millón de palestinos inscriptos, que fue a votar. Según la BBC de Londres, el ganador fue Abbas con el 62 por ciento de los sufragios, seguido por el médico Mustafá Barghuti, que obtuvo el 20. Los otros cinco candidatos (dos de raíz marxista y tres islámicos independientes) no superaron el 3 por ciento cada uno.

Solamente un pusilánime como Carlos «Chacho» Alvarez, premiado por Néstor Kirchner con el puesto de «observador internacional», podía calificar de «normal» a la elección. El ex vicepresidente argentino dijo a modo de benigno balance de la ocupación israelí: «lo más importante era observar que los palestinos tuvieran libre acceso a la posibilidad de elegir, y que las elecciones se desarrollaran en términos normales». Entre otras omisiones, Alvarez olvidó mencionar a los 4,2 millones de refugiados impedidos de ejercer sus derechos electorales y de regresar a su patria.

EL PRESIDENTE

Mahmud Abbas (ex nombre de guerra Abu Mazen) es un dirigente de la OLP que acompañó al fundador de la organización -Arafat- por diversos campos de batalla en Jordania, El Líbano y Túnez.

Sin embargo, cuando la resistencia a la ocupación israelí comenzó a radicalizarse en setiembre de 2000, con la segunda Intifada (levantamiento popular), también llamada Intifada de Al Aqsa, Abbas se fue recostando en una política conservadora. En Cisjordania surgieron nuevos líderes que promovían esa revuelta y organizaban destacamentos guerrilleros, como Marwan Barghouti, actualmente preso en Israel y condenado a cinco cadenas perpetuas. En Gaza se expandió el Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, con posturas duras hacia Israel y denuncias de las limitaciones del liderazgo de la Autoridad Nacional Palestina.

Semejante ambiente políticamente caldeado en los territorios hizo que el propio Arafat nadara a dos aguas. Por un lado aceptaba la iniciativa de negociación «Hoja de Ruta» promovida por Bush, la Unión Europea, la ONU y Rusia. Y a la vez alentaba la Intifada y se negaba a abortarla, como se lo exigían en Washington, Europa e Israel.

En 2002 y 2003 la presión de la administración Bush hizo que Arafat debiera aceptar el desembarco de Abbas en su gobierno en calidad de «primer ministro». Pero no le cedió terreno para que éste, afín a los planes norteamericanos, pudiera utilizar la fuerza policial palestina para liquidar la rebelión de su pueblo, sobre todo de los jóvenes.

Al final de esos tironeos, Abbas tuvo que renunciar y su lugar fue ocupado por Ahmed Qureia, quien secundó a Arafat hasta su muerte el año pasado. La Casa Blanca se quedó con las ganas de ver en acción a una «nueva dirigencia palestina». Como represalia, ordenó a Sharon encerrar al veterano presidente de la ANP en su sede gubernamental Mukata, en Ramallah, bajo amenaza de matarlo si salía sólo un rato de allí.Desde diciembre de 2001 hasta noviembre de 2004, el líder enfermo no pudo ver la luz del sol. Solamente le dieron el pase para ir a morir a un hospital militar francés y volver en un cajón a recibir el adiós multitudinario de su pueblo.

Pero la historia tiene sus recodos y sorpresas. En los últimos dos meses el moderado Abbas tuvo que hacer campaña electoral, ir a los pueblos, hablar con la gente y tomar algunos compromisos con ésta. Pretender aparecer como el sucesor de Arafat y olvidar sus reclamos de soberanía palestina hubiera sido un fiasco que quizás los electores castigaran. Entonces el moderado candidato fue diciendo algunas cosas interesantes, que reiteró una vez elegido: «nos esperan tareas difíciles, crear un Estado independiente con Jerusalén como capital así como garantizar la libertad para nuestros prisioneros y la dignidad de las personas que son perseguidas por Israel».

Como se sabe, además de Barghouti -líder político acusado de fundar las «Brigadas de Mártires de Al Aqsa»– existen 8 mil presos palestinos. La policía política (Shin Bet) los trata mucho peor que los norteamericanos a los iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib, pues la tortura está legalizada por la Corte Suprema israelí.

Si Abbas mantiene medianamente sus promesas de campaña no tardará en descubrir por qué Arafat nunca fue recibido por Bush en el Salón Oval y por qué fue condenado por Sharon a extinguirse en la Mukata como el cabo de una vela.

LA PERSPECTIVA

El flamante presidente palestino tendrá que reforzar su representatividad si quiere negociar desde una posición digna con Israel. Para ello tendría que atraer a Hamas, que llamó a no votar el pasado domingo e influyó en buena medida en el 30 por ciento de abstencionismo, particularmente en Gaza.
Para estructurar una vasta coalición en torno a la ANP tendrá que mantener los postulados básicos palestinos: retiro de las tropas israelitas de Gaza y Cisjordania, abolición del «Muro del Apartheid», estado independiente con capital en Jerusalén oriental, libertad de los 8 mil presos políticos y regreso de los refugiados.

Cualquier renuncia a este programa nacional hará que Abbas pierde parte del capital político ganado anteayer.

La pregunta que se impone es si Sharon estará dispuesto a hacer concesiones sobre esos puntos. La respuesta es no.

Tomemos el estratégico asunto de Jerusalén oriental: Sharon impidió el domingo colocar mesas electorales en esa zona precisamente para evitar que se tomara como un antecedente favorable a los reclamos palestinos sobre Al Quds (nombre árabe de la «Ciudad Santa»). Para Israel, ésta es su capital «eterna e indivisible». Cualquier expectativa de cambio al respecto en las actuales correlaciones de fuerza es directamente una estupidez.

Eso no significa que el Estado teocrático dirigido por Sharon sea imbatible. La organización Hizbollah, con su resistencia armada y civil, logró expulsar las tropas sionistas del sur del Líbano. En el plan de retirada de la Franja de Gaza, que el premier israelita propagandiza como una concesión graciosa y unilateral, hay mucho de repliegue para evitar el desgaste que le han ocasionado las organizaciones palestinas como Al Fatah y las islámicas (Hamas y la Yihad Islámica).

Las autoridades hebreas contemplan su salida de Gaza hacia fines de 2005, previa destrucción de todo lo que juzguen como peligroso para su seguridad. También, el desmonte de cuatro colonias ilegales erigidas en Cisjordania, que involucran a un pequeño número de colonos. Su idea es permanecer en el resto de la región, que desde el punto de vista de la superficie, la riqueza y el riego es mucho más importante que Gaza.

Además, como condición previa a esa «concesión», Abbas debería desarmar y detener a los militantes de «Brigada de Mártires de Al Aqsa», Frente Popular para la Liberación de Palestina, Frente Democrático, Hamas y Yihad. ¿Acometerá el nuevo titular de la ANP esa tarea policial contra las organizaciones de su pueblo a cambio de una promesa de recompensa tan pequeña?.

Sharon se siente más fuerte que nunca. Hace un mes estaba mal pues su módica propuesta del paso atrás en Gaza y dos adelantes en Cisjordania le malquistó el favor de los colonos recalcitrantes, cuyos partidos abandonaron la alianza oficialista con el Likud. Pero ya está mucho mejor, pues los laboristas -hasta ahora opositores moderados- aceptaron sumarse al gobierno a cambio de ocho ministerios y la ubicación de su líder Shimon Peres como viceprimer ministro. Así, con toma y daca, fabricaron un gabinete de «unión nacional». Mejor no preguntar dónde quedaron los principios laboristas.

Además, el Likud y la derecha saben que cuentan incondicionalmente con la administración Bush, lista para iniciar su segundo mandato el 20 de enero.

Decididamente, la pelota está picando en el campo de Abbas. El tendrá que optar por camino u otro: si renuncia al programa histórico y reprime organizaciones palestinas, correrá el riesgo de guerra civil; si se abroquela en una postura nacional, soportará nuevas agresiones de Israel. Es que cuando al neonazi Sharon se le dice que no, hay que saber aguantarse las consecuencias.