Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Es algo ya sabido que tanto a las audiencias como a las agencias de noticias les cuesta hacer frente al mismo tiempo a más de una crisis internacional importante: si la guerra contra Gaza no fuera ya una historia lo suficientemente grave, el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines sobre Ucrania supuso una carga casi insoportable. Pero, ¿qué hay de Siria, donde según las informaciones sólo en los últimos diez días [*] han muerto 1.700 personas?
El levantamiento contra Bashar al-Asad ha sido la historia más sobresaliente y más larga de lo que solía denominarse «Primavera Árabe». La tendencia de la guerra ha cambiado últimamente debido a los éxitos militares del gobierno, al caos entre los rebeldes, al ascenso de los yihadíes del ISIS tanto en Siria como en Iraq… y a las persistentes y agotadoras divisiones internacionales.
Resulta difícil informar sobre la situación: los visados que Siria concede a los periodistas son esporádicos y el acceso está estrictamente controlado. Informar desde el lado rebelde vía Turquía es extremadamente peligroso. Es mucho más fácil entrar en la asediada Gaza, donde la mayoría de las agencias de noticias tienen ahora representación. Los recursos financieros y humanos no dan mucho de sí.
La cifra más reciente de víctimas de Siria incluye la matanza de 700 personas en dos días en el área de Homs y de varios cientos más en las luchas contra el ISIS que tienen lugar en los campos petrolíferos de Deir al-Zor. Para quien desee jugar al macabro juego de los números, la cifra global supone aún una proporción menor a los 800 palestinos muertos en Gaza [*] de una población de 1,8 millones.
Pero los niveles de la carnicería en Siria se habían vuelto rutinarios meses antes de que estallara la última masacre de Gaza. En palabras de una mujer libia: «Mi hija, de 10 años, me preguntó: ‘¿Por qué todo el mundo se olvidó de Siria cuando empezó lo de Gaza?’ Le contesté tristemente: ‘Hace mucho tiempo ya que el mundo se ha olvidado de Siria'».
Las dos crisis del Oriente Medio son distintas pero están vinculadas de muchas formas. Los medios sirios, bajo control estatal, han informado de los ataques aéreos y de los bombardeos israelíes citando al «enemigo sionista», el lenguaje familiar de décadas de confrontación. Trasmiten imágenes de los niños palestinos muertos que no son sino un lúgubre recuerdo de las jóvenes víctimas de los bombardeos con barriles de Asad, que no se muestran por la televisión estatal. En algunas ocasiones, las fotografías que se hicieron en Alepo han salido publicadas en los medios sociales como si fueran de Gaza, como si las verdaderas no fueran ya suficientemente horrendas.
El capítulo más reciente en la desigual guerra entre Israel y los palestinos le ha permitido a Asad desempolvar su vieja narrativa sobre un «eje de resistencia» que incluye a Siria y a sus aliados locales, Irán e Hizbollah. Pero merece la pena recordar que Hamas se vio obligado a abandonar su sede en Damasco porque no se manifestó en contra del levantamiento sirio, una de las razones de su actual debilidad y, posiblemente, de su desesperación al decidir enfrentarse a un enemigo inmensamente superior.
La hostilidad de Siria hacia su enemigo sureño es bastante real. Israel ocupa los Altos del Golán y oprime a los palestinos (que solían vivir mejor en Siria que en cualquier otro país árabe), aunque Asad, al igual que hizo su padre antes que él, ha explotado la causa palestina para sus propios fines.
«Ahora que el conflicto árabe-israelí ha vuelto al punto de mira, Asad vuelve a instalarse en una zona confortable», sostiene Nadim Shehadi, del think tank Chatham House. «El régimen utiliza el conflicto para legitimarse y la oposición lo ignora y presiona en demandas que no tienen relación con ese régimen».
Situar juntas las dos guerras suscita una controversia inmediata. A los comentaristas que se inclinan por favorecer a Israel se les acusa de utilizar a Siria «para distraer de los crímenes de guerra de Israel en Gaza», o de estar dispuestos a pedirle cuentas a Asad mientras ignoran lo que hace el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu. Muchos seguidores de la resistencia palestina apoyan al presidente sirio en contra de los rebeldes, a los que presentan como fanáticos yihadíes financiados por los sectarios y reaccionarios estados del Golfo mientras ignoran a los sectores demócratas y moderados de la oposición.
Los israelíes y sus partidarios se quejan de «indignación selectiva» y refieren con frecuencia motivos antisemitas. Sin embargo, no está nada claro cómo una atención más estrecha de los medios hacia Siria o menos centrada en Gaza ayudaría a resolver la cuestión palestina, a menos que se pueda encontrar una solución más eficaz de relaciones públicas. Los activistas anti-Asad protestan contra un «internacionalismo selectivo» que se opone al «castigo colectivo y asesinato masivo de palestinos y árabes en una tierra por parte de un gobierno y apoya y justifica su castigo colectivo y asesinato masivo en la puerta de al lado cuando el autor es otro gobierno».
Llamar a las luchas palestina y siria «una revolución y una lucha por la libertad que es indivisible» puede ser un eslogan conmovedor pero ignora las muchas diferencias entre las dos guerras. No obstante, tienen algo importante en común: desde el colapso que se produjo en febrero de las conversaciones de Ginebra que la ONU apoyaba, no ha habido negociación de paz alguna sobre el futuro de Siria. Lo mismo ha ocurrido en el caso de Palestina e Israel desde que el maratoniano esfuerzo de mediación de John Kerry acabó en agua de borrajas.
La lección para la comunidad internacional, cansada o aburrida por las conflictivas historias de las matanzas en Oriente Medio, es que los problemas que se dejan pudrir sólo consiguen empeorar, a costa siempre de un terrible precio humano.
N. de la T.: [*] Este artículo se publicó el pasado 25 de julio.
Fuente: http://www.theguardian.com/world/2014/jul/25/forget-syria-gaza-media-audience-wars