Que sirva este artículo como llamada desesperada a la acción. Es urgente: en la localidad de Maroun a Ras hay un grupo de habitantes que llevaN semanas sitiados. Nadie, absolutamente nadie, ha podido llegar todavía hasta ellos para verificar si están vivos o muertos. Ni la Cruz Roja Internacional, ni las Naciones Unidas ni los […]
Que sirva este artículo como llamada desesperada a la acción. Es urgente: en la localidad de Maroun a Ras hay un grupo de habitantes que llevaN semanas sitiados. Nadie, absolutamente nadie, ha podido llegar todavía hasta ellos para verificar si están vivos o muertos. Ni la Cruz Roja Internacional, ni las Naciones Unidas ni los periodistas. En la carretera que une la localidad con Bint Jibel nos encontramos al Alcalde, Mustafa Alauie y a su hijo. Trataban de acercarse, cámara de video en mano para comenzar a evaluar la destrucción y saber cuál ha sido la suerte de sus vecinos sitiados. Los soldados que ocupan la casa estratégica de la entrada del pueblo les han disparado y, asustados, dan la vuelta. Ni siquiera él puede saber cuantas personas se han negado a abandonar el pueblo. Calcula que menos de 100, de entre los 1500 habitantes con los que contaba la localidad antes de la guerra. Necesitan urgentemente que alguien verifique su situación.
Desde el lugar en el que nos encontramos, hay unos 500 metros de carretera abierta, cuesta arriba. Nos avisan de que los soldados israelíes ocupan una casa y no nos dejarán ni acercarnos. Sabemos que el primer disparo nunca tiene el objetivo de acertar en la diana. Tan sólo intimida así que, manos arriba, caminamos despacio y lo intentamos. Es un pueblo fantasma en el que todas las casas han recibido impactos. Hay una vaca muerta en la puerta de una de ellas. Sólo se oye el ruñido del Drom, el avión espía israelí que nos sigue.
A unos 50 metros de la casa que nos han señalado el alcalde, oímos gritos y vemos bultos que se mueven. Varias metralletas nos apuntan. Nos preguntan quienes somos. Decimos que somos periodistas. Manos arriba y a esperar, en pie. En unos 15 minutos siete soldados israelíes y un Comandante salen de la casa en actitud de combate y se nos acercan como si fuésemos terroristas. Se comportan igual que en Palestina. Nos piden que vaciemos nuestro bolsillo. Nos registran con detenimiento. Están muy enfadados con nosotros. Aseguran que es zona de combate, que es muy peligroso acercarse. Que se han quedado aquí porque Hezbollah sigue en la zona. En realidad Hezbolah está en cada una de las esquinas del sur del Líbano. Es ridículo y cruel mantener un pueblo bajo estas condiciones. Supongo que en el contexto de la situación y las imágenes de retirada que hoy hemos podido grabar, necesitan reafirmar su autoridad. Nos piden que nos sentemos en el camino, consultan por radio con sus superiores y nos aseguran enfáticamente que no se nos ocurra volver en los próximos tres días. Tenemos que dar media vuelta y volver por donde hemos llegado. Dicen que nos observarán hasta que nos subamos al coche.
En el coche nos espera el conductor junto con un miembro de la familia Alauie. Paramos en su casa, a menos de un kilómetro. Nos ofrecen unos deliciosos higos y hacemos un par de entrevistas. Todos los habitantes de esta zona, entre Maroun A Ras y Bint Jebeil corrieron a refugiarse en la escuela técnica de Beint Jibeil al inicio de la guerra. Israel comenzó a atacarla tras un par de días sabiendo que sólo había civiles en su interior y salieron hacia Tyro como mejor pudieron. Hemos encontrado un gato. Lo recojo para dárselo a algún niño en el siguiente pueblo y Muhammad Alauie, de 23 años y que trabaja pintando coches nos dice que en Bint Jibeil la situación ha llegado hasta un punto en el cual los perros y los gatos han estado alimentándose de los cadáveres. Nadie aceptará recoger un gato. Suleiman Karnine, habitante también de Maroun A Ras graba una entrevista para la televisión que debería servir para que todo el mundo sepa lo que está sucediendo aquí y denunciar la inacción de las Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional respecto a la situación de Maroun A Ras.
El día había comenzado, como de costumbre en Tyro. Megafonía a todo volumen con canciones de victoria, relativa alegría, simbología de Hezbollah por todas partes. El mercado y los comercios han abierto sus puertas inmediatamente. Tan sólo las colas en las gasolineras y las casas destruídas recuerdan que una gerra ha terminado hace menos de un día. En uno de sus suburbios, Burj Al Shimani, pudimos ver como dos casas habían sido reducidas a un montón de piedra. Nos cuenta el conductor que 5 miembros de una misma familia fueron sepultadas por las bombas en una de ellas. 7 personas murieron en la otra. En todas las carreteras hay maquinaria que limpia los escombros, comienza a tapar los cráteres y arregla las careteras. A poco kilómetros de Tibnine hemos visto los efectos del ataque israelí contra su hospital bajo la argumentación de que el mismo se trataba a miembros de Hezbollah. No creo que sea motivo suficiente para bombardear un hospital. Por todas partes hay coches y motos de cross que transportan a los miembros de HEzbollah que se hacen cada vez más visibles y se funden continuamente en intensos abrazos.
Ayer fuimos testigos del comienzo de la retirada israelí. Una columna de cinco tanques Merkaba, un APC y un bulldozer israelíes atravesaban la carretera de Kaunin en retirada. Al principio sólo estábamos allí un par de personas, que nos acercamos a inmortalizar el momento. En un par de horas los periodistas árabes retransmitían en directo las imágenes. No sólo eso sino que se fotografiaban frente a los tanques haciendo el signo de la victoria mientras les decían adiós con la mano. Para los habitantes de estos pueblo y para los periodistas, teóricamente fríos y neutrales, es muy difícil contener la emoción y la alegría por lo que todo el mundo entiende como una victoria de Hezbollah. No sólo el jeque Nasrallah califica esta retirada como una victoria. Muchos de los coches que vuelven con refugiados, ondean banderas de Hezbollah entre los colchones y las maletas.
En Bint Jebeil asistimos a uno de los efectos más lamentables de las guerras: los fotógrafos buitre. Nada más bajarnos del coche y tras encontrar de nuevo a nuestro amigo de habla de hispana, nos dirige inmediatamente hacia una casa en la cual la unidad de emergencia del Ejército de Qatar está rescatando cadáveres de entre los escombros. Cuando aparece el primero, un hombre y una mujer, familiares de las víctimas comienzan a llorar y a gritar. Tres fotógrafos japoneses apuntan sus cámaras hacia ellos inmediatamente y fusilan su dolor con gratuitos disparos de morbo mientras el resto permanecemos en respetuoso silencio. El hombre agarra una piedra y comienza a gritar que nos vayamos todos. Lo hacemos inmediatamente. Hay que gritar y discutir con los japoneses para hacerles comprender que cuando los habitantes dicen que no se sacan fotos quieren decir que no se sacan fotos. Esta gente es insensible. Esas fotos valen mucho dinero. Supongo que lo hacen por eso. No tienen lamás mínima sensibilidad. Pese a que HEzbollah comprenda que mientras dan la vuelta al mundo, la opinión sobre la guerra se pone contra Israel, el respeto hacia el dolor de una familia debe estár siempre por encima de cualquier otra consideración.
Los desplazados no han tardado ni 24 horas en comenzar a volver a sus casas, colapsando totalmente las entradas a Tyro, la ciudad más importante del sur del país. Para atravesar el puente sobre el Río Litani se producían retenciones de 3 horas. Es la hora de gestionar lo que sobre el terreno se califica de victoria, comenzar la reconstrucción y entender qué lógica puede justificar este nivel de destrucción. Ninguna victoria puede calificarse así si deja esta devastación tras de sí. Resulta difícil encontrar razones estratégicas. La dignidad se comprende. La muerte de un niño, nunca. La mirada de una niña que camina entre los escombros de su casa, con la mirada ausente, tratando de comprender lo que ve mientras agarra fuertemente contra su pecho una bolsa con las que probablemente sean sus únicas pertenencias no entiende de política ni estrategia. Sólo de dolor y rabia. Que esto no vuelva a suceder.