Unidad de acción, formación, creación de un frente político de la mayoría. Son ideas que se repiten en la izquierda que pretende transformar el mundo. Pensar en ello es una gran tarea, y debe hacerse sobre lo particular y lo general de la práctica. La experiencia es la prueba. Si una persona nos pone delante […]
Unidad de acción, formación, creación de un frente político de la mayoría. Son ideas que se repiten en la izquierda que pretende transformar el mundo. Pensar en ello es una gran tarea, y debe hacerse sobre lo particular y lo general de la práctica. La experiencia es la prueba. Si una persona nos pone delante su punto de vista sobre la experiencia llevada a cabo, si dialoga con nosotros, si nos muestra las contradicciones y las herramientas para salir adelante… debemos tenerla en cuenta.
Es el caso de Marta Harnecker, personalidad marxista cuyos libros son un continuo análisis de prácticas políticas en los ámbitos de la izquierda.
De entre sus más de 70 títulos destacamos aquí el ya establecido como un clásico, con un sinnúmero de ediciones y millones de lectores: «Los conceptos elementales del materialismo histórico»; además de los que, en concreto, se nos acercan con el interés político por tratar los problemas actuales y todo lo que tiene que saberse de los nuevos movimientos sociales, que tantas conciencias han levantado y tanto han innovado en la lucha por la transformación social, los títulos a los que me refiero son: «La izquierda en el umbral del siglo XXI»; «La izquierda después de Seattle»; «Hugo Chávez Frías: un hombre, un pueblo»; «Venezuela: militares junto al pueblo»; «Venezuela: una revolución sui generis»; «Reconstruyendo la izquierda»; «Inventando para no errar»; «Ecuador. Una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud»; y ahora, el último, y necesario;»Un mundo a construir (nuevos caminos)».
El socialismo del siglo XXI
«Un mundo a construir (nuevos caminos)» es un documento que trata a ras de tierra la realidad de la experiencia de los movimientos sociales y los gobiernos en el continente sudamericano que con tanta energía inspiran en España a los nuevos movimientos en lucha por un mundo mejor. El concepto que representa ese conjunto de ideas renovadas es el de «Socialismo del siglo XXI.»
Con sólo leer el índice de la obra vamos a descubrir su minuciosidad y claridad en la observación y la exposición del resurgir de la lucha, las victorias, su consolidación, sus nuevas formas, su calado social, sus desarrollos, conexión y extensión, las enseñanzas que tanto ánimo nos despierta. En párrafos numerados de pocas líneas recorre las luchas contra la implantación del liberalismo en Sur América:
Primera parte: El caracazo, indígenas en Ecuador, los mapuches en Chile, Zapatistas, M.S.T.
Segunda parte: Los avances de la izquierda, la creación de organismos entre países, cumbres.
Los diferentes tipos de gobierno en América Latina, el socialismo del siglo XXI, qué se rescata, características, tareas, y termina con «Una guía para evaluar cómo se va avanzando».
Sin duda hay un interés manifiesto por dar a conocer de primera mano la circunstancia histórica y la intervención de la izquierda en América del Sur.
Pero no acaba todo aquí, aun queda una Tercera parte, cuyo título por si sólo nos hace entrar en el núcleo duro de la militancia, hegemonía ideológica, formación, organización , tareas contra la burocracia, crítica dentro y fuera.
En estas pocas líneas nada más que hay un pequeño esbozo de todo lo que trata Marta Harnecker, con palabras sencillas, con riguroso orden, mostrando contradicciones en nuestro quehacer , invitando a asumir la realidad, recogiendo los problemas y exponiendo la búsqueda de salidas y las soluciones que se han aportado, innovaciones, replanteamientos, métodos de trabajo…
Nuestra autora dedica el libro al Comandante Chávez, a quien se recordará siempre como una persona del pueblo que trabajó para su pueblo y para todos los pueblos del mundo, y nos advierte que lo pudo escribir gracias a Chávez «por su intervención en la historia de América Latina.»
Comienza con el hundimiento del neoliberalismo en el continente, lo que hizo irrumpir en la escena política fuerzas de izquierda que, si recibieron el apoyo popular para ganar las elecciones, antes y después habían hecho y harían lo posible por conocer la realidad de sus pueblos para avanzar en el cambio social.
Hoy mismo se escribe y se grita en España para que no se pague la deuda ilegítima, una medida que si nos libera de la prisión política de los bancos. Ya en 1985 Fidel Castro, nos recuerda Marta Harnecker se puso el primero en la lucha contra el pago de la deuda e hizo un llamamiento a los gobiernos para crear un frente común, llamamiento al que ninguno respondió. El capitalismo entraba entonces a cuchillo reduciendo el gasto público, conduciendo comercio, inversión extranjera, privatizaciones… hasta provocar los estallidos sociales, que llevarían en diferentes países a representantes de izquierda revolucionaria hasta esa parcela de poder que es el gobierno.
n los procesos estaba presente la desconfianza de las masas hacia los partidos con lo que debieron readaptarse. Las grandes movilizaciones hicieron ver que debía volverse a fórmulas en las que la participación de la base estuviese presente. Llegaron a crearse figuras que subrayaban esa participación y la vigilancia necesaria sobre los responsables, en las asambleas se nombraba «delegada/o» y junto a ellos al «veedor/a», dice Marta Harnecker, «especie de comisario político, pero ahora ya no comisario de un partido sino comisario del movimiento popular para ejercer control sobre sus dirigentes.»
Lo que ha venido a demostrar el proceso seguido es que la suma de todos los sectores populares y el encuentro entre la diversidad de organizaciones, es el camino seguro para vencer al neoliberalismo o capitalismo de última generación. Otra enseñanza es que, en pocos casos el movimiento obrero ha dirigido la lucha.
Si se comenzaba con el rechazo «a la política y a los políticos», en el proceso que se ha dado contra el capitalismo, el movimiento social se ha ido politizando y construyendo sus organizaciones políticas.
De la misma manera con el impulso del gobierno venezolano encabezado por Chávez, se crearon alianzas continentales para hacer frente a los problemas planteados por la globalización neoliberal, y se articularon y dispusieron organismos y medidas para sacarlas adelante.
Paralelamente los gobernantes de EEUU llevan a cabo operaciones de desestabilización y golpes de estado, sin haber dejado nunca el terrorismo. Marta Harnecker nos muestra lo acontecido en Ecuador en marzo de 2008; en Bolivia, septiembre 2008; en Honduras, junio 2009; en Colombia, marzo 2009; otra vez en Ecuador, septiembre 2010; en Paraguay, junio 2012.
A continuación el libro recoge las características de los gobiernos sudamericanos, los entregados a EEUU y los que con los pueblos luchan por su liberación y la transformación social, «una sociedad que no se decreta desde arriba sino que se construye desde abajo, ocupando el pueblo un papel protagónico, es decir, una sociedad socialista.»
En la determinación de llegar a ella nos expone Marta Harnecker un asunto fundamental con las palabras de Beatriz Stolowicz: «no se es de izquierda sólo por así declararse, sino que se es de izquierda por lo que se hace en pos de estas transformaciones y construcciones necesarias. Es así como se llega a ser de izquierda.» Nos recuerda la autora que ante la apropiación del lenguaje de la izquierda por la derecha, ante la tergiversación de ideas e intenciones, la práctica de la izquierda es el mejor salvoconducto. Eso sin contar con las derivaciones de la derecha para proteger al sistema capitalista, llegado el caso echando culpas de mala administración a sus gestores.
Las páginas dedicadas a los medios de comunicación, a la creación de consenso bajo la dirección del capitalismo y a cómo se ha hecho frente a tales problemas son muy aclaratorias para el avance y consolidación de las fuerzas de izquierda, teniendo siempre presente que lo esencial es la dirección que seguimos, el objetivo, que no se debe perder por muchos que sean los problemas que se presenten.
En la segunda parte encontramos la redefinición del concepto de «socialismo». Se explica por qué Chávez empleó el término, la experiencia chilena con Allende, la diferencia entre «capitalismo de Estado» y socialismo, de su nueva creación con definiciones como «sociedad del buen vivir», «sociedad de la vida en plenitud», y la necesidad de recuperar las prácticas socialistas de las comunidades indígenas y «pedirles ayuda», en palabras de Chávez.
En el rescate de las ideas genuinamente socialistas se examinan los documentos en los que se emplean Marx y Engels, y su plasmación en la experiencia bolivariana y la apreciación de Chávez sobre diferentes asuntos tratados por Kropotkin con Lenin. En ellos se observa la necesidad de la participación popular en la solución de los problemas, dando el protagonismo al pueblo.
Así nos explica la creación y funcionamiento de los «consejos comunales» formados por un número que se acomode a la participación tanto en ciudad como en el campo, y en los puntos siguientes trata una cuestión sumamente importante para los movimientos sociales que hoy son la esperanza de las grandes masas.
Democracia participativa
Bajo el título «Democracia participativa que no excluye una democracia delegada» explica la conjunción de los dos sistemas, Recojo sus palabras: «… constituir un sistema político inédito de poder popular o de autogobierno que combine democracia directa en los espacios pequeños con todo un sistema de asambleas de voceras y voceros (de delegadas y delegados) a distintos niveles, las cuales deberían elegir, orientar y controlar a los distintos órganos de gobierno… Si defendemos que las grandes decisiones deben ser tomadas por la gente, no veo otra posibilidad que no sea la de delegar en algunas personas para que éstas representen las posiciones de sus comunidades en los niveles institucionales superiores. Negar la posibilidad de delegar es negar la posibilidad de participar en la toma de decisiones sobre temas que trascienden a nuestra realidad local (comunidad, centro de trabajo, estudio).
El correcto cuestionamiento a la democracia representativa burguesa no debe llevarnos, por tanto, a rechazar todo tipo de representatividad. Lo que se rechaza, y con razón, es esa democracia que se limita a los cinco minutos de votación cada cierto número de años. El sistema de delegación o vocería que se propone como alternativa es la antítesis de estas concepciones y prácticas: las personas electas como representantes, delegadas o delegados, voceros o voceras, deben mantenerse ligadas a sus bases, las que, a su vez, deben supervisar y guiar su trabajo y prevenir su burocratización. … deben guiarse por las decisiones y orientaciones de sus electores quienes deben evaluar su desempeño de acuerdo a las tareas que le van asignando. Esto es lo que los zapatistas han querido significar al plantear que hay que mandar obedeciendo. Debemos aclarar que esto no significa que su mandato sea imperativo. No son autómatas … deben poder modificar el mandato recibido al ver, por ejemplo, que una comunidad vecina está en situación más precaria que la suya, y apoyar …»
Marta Harnecker sigue escribiendo sobre la descentralización de tareas y la lucha contra el burocratismo, que tiene como garantía la participación popular. A continuación se extiende sobre el modelo económico y la propiedad social de los medios de producción. Una vez tratado esto nos presenta el problema del paso al socialismo, para lo que se aporta las notas de Marx sobre la marcha de los movimientos revolucionarios y las observaciones de Lenin sobre los problemas de la revolución rusa para acometer semejante tarea.
Con este bagaje entramos al título «Transición en países donde sólo se ha conquistado el gobierno», «… frente al evidente fracaso neoliberal tal como se estaba aplicando,… surgió la siguiente disyuntiva: o se refundaba el modelo capitalista neoliberal, evidentemente que con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica capitalista, o se avanzaba en la construcción de un proyecto alternativo.» Sigue un proceloso torrente de información sobre los caminos seguidos, terminando con la mencionada propuesta «Una guía para evaluar cómo se va avanzando.»
La construcción de la hegemonía
La tercera y última parte del libro está dedicada a la construcción de la hegemonía, donde se expone su importancia para, aglutinando a sectores sociales diversos, poner en práctica tareas que deshagan las resistencias burguesas para enarbolar una alternativa que la derrote.
Semejante trabajo político extrae la enseñanza clave, la necesidad de crear un instrumento político: «Hace falta la fuerza para el cambio, y encontramos detalladas las necesidades en torno a ello, las características sociales de las bases en nuestras sociedades, heterogeneidad, división ideológica, condiciones laborales, falta de experiencia política de las masas … Y una tarea urgente de ese instrumento político», llevar «la formación a sus militantes y al pueblo en general … que les permita tener una actitud crítica frente a la cultura heredada y los capacite para ir asumiendo cada vez mayores responsabilidades en la construcción de la nueva sociedad.
Si una de las líneas estratégicas de la revolución es transferir el poder al pueblo, ello implica la transferencia de la capacidad, no sólo de decisión, sino de la elaboración de los fundamentos de la decisión» (Porque) producir las ideas y clarificar los caminos es la más importante de las actividades en el ejercicio del poder.»
Se adentra después en el descubrimiento de nuevos cuadros, en la corrección de errores, en el debido equilibrio entre las formas de vida y la militancia, en la transformación cotidiana, en el diálogo y la articulación, en la disciplina, en el combate contra el burocratismo, la crítica y el descontento popular por tomar caminos equivocados a los intereses populares, el establecimiento de canales para hacer llegar ese malestar, la corrección. Se debe hacer saber que la crítica fundamentada no debilita sino que fortalece a los revolucionarios, el reconocimiento de los errores y el cambio.
Marta Harnecker presenta una cultura de izquierda para el tiempo que vivimos, con la creación de grandes movimientos sociales, la capacidad de convencimiento de las mayorías, el trabajo para el futuro, y en ese futuro de «pleno desarrollo humano: la sociedad socialista del siglo XXI.»
*Ramón Pedregal Casanova es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría, y es autor de «Dietario de crisis», se encuentra en Libros Libres, de rebelion.org, y «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», editado por Fundación Domingo Malagón.