La celebración de un nuevo aniversario de la declaración de Cuba como territorio libre de analfabetismo el 22 de diciembre de 1961, primer país de América en lograr tal proeza en fecha tan temprana después del triunfo de la revolución cubana, suscita muchas reflexiones válidas para los tiempos presentes y futuros en un continente y […]
La celebración de un nuevo aniversario de la declaración de Cuba como territorio libre de analfabetismo el 22 de diciembre de 1961, primer país de América en lograr tal proeza en fecha tan temprana después del triunfo de la revolución cubana, suscita muchas reflexiones válidas para los tiempos presentes y futuros en un continente y un mundo contemporáneos donde aún impera este mal triste y vergonzoso que sume en la ignorancia a millones de personas.
La solución de los problemas del hombre y la humanidad pasa por el conocimiento de los mismos, el hallazgo de las vías para enfrentarlos con éxito, y la voluntad y el esfuerzo para producir las transformaciones de la realidad imperante y, al final, poder alcanzar con las manos la imagen soñada de una nueva realidad digna de ser amada.
Sobre las dificultades que es posible encontrar en el camino creador del hombre, Martí alertaba: «Para precaverse de los riesgos es necesario saber dónde están. No nos habilita para vencer los obstáculos y los peligros que trae consigo la vida, el que nos mantiene con los ojos vendados, para que no los veamos, ni sepamos de ellos.» [1]
«La educación ha de ir a donde va la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. A educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar. Los grandes problemas humanos son: la conservación de la existencia,- y el logro de los medios de hacerla grata y pacífica.» [2]
«Aunque se tiene por Gobierno, con error que no por ser compartido por gente ilustre deja de ser craso, el manejo de de las corrientes de opinión de un país, con tendencia a determinadas soluciones políticas, la verdad es que el gobierno no es eso, sino la dirección de las fuerzas nacionales de manera que la persona humana pueda cumplir dignamente sus fines, y se aprovechen con las mayores ventajas posibles todos los elementos de prosperidad del país».[3]
Fidel, en su alegato de defensa «La Historia me Absolverá», ante el tribunal que lo juzgó por el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, anunciaba la estrategia revolucionaria para poner fin a la gigantesca tragedia social que sufría el país, a la vez que denunciaba sus causas y responsables.
«El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos.
En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra, ¿para qué se quieren escuelas agrícolas? En una ciudad donde no hay industrias, ¿para qué se quieren escuelas técnicas e industriales? Todo está dentro de la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra.» [4]
Cuando seis años después se alcanzó el triunfo de la Revolución, Fidel reconocía: «Al llegar nosotros al poder, nos encontramos con estas necesidades: primero, un número extraordinario de maestros con título que, sin embargo, no tenían trabajo; seiscientos mil niños aproximadamente, o medio millón de niños, que no estaban recibiendo enseñanza, y un gobierno que no tenía recursos, frente al cual, en un país lleno de necesidades, el gobierno revolucionario no tenía recursos suficientes para afrontar todas las necesidades del país.» [5]
Pero Fidel no sólo apuntaba hacia la situación imperante al triunfo de la Revolución, y que heredaba como un pesado fardo de calamidades, sino que apuntaba hacia la raíz de las mismas: el interés de la clase y fuerzas dominantes en la sociedad por mantener al pueblo sometido a la ignorancia y a la explotación. Era un problema que afectaba a la enseñanza en todos los niveles, desde el primario hasta el universitario. Al respecto expresaba:
«Quiero que el pueblo piense, para que encuentre en eso una explicación de por qué no había escuelas, de por qué aquí todo el mundo no sabe leer y escribir. Porque a los políticos les interesaba mantener al pueblo en la ignorancia, porque un pueblo ignorante es el peor enemigo del progreso y el mejor aliado que puedan tener los intereses creados, sembradores de prejuicios y sembradores de fanatismo.» [6]
«Nuestro pueblo ha vivido en la ignorancia de las cuestiones más esenciales de la economía, en una ignorancia que fue producto del interés que se mantuvo siempre en mantener al pueblo inculto. ¿Por qué? Porque sólo en la ausencia de una conciencia política y económica, se podían hacer las cosas que aquí se hicieron, se podía erigir la demagogia que aquí siempre existió, elaborar todas las mentiras con que aquí se trataba de explicar una cuestión tan esencial para la vida de un pueblo como es la cuestión de su economía.» [7]
«La universidad, libre ya de los problemas políticos que la embargaban, libre ya del eterno conflicto con los gobernantes, porque el sentimiento universitario, y el sentimiento público, y el sentimiento del pueblo, y el sentimiento de los gobernantes, serán en lo adelante una sola cosa; libre ya de las batallas que antes libraba, porque ya no tendrá que librarlas, porque ya no habrá injusticia, porque ya no habrá tiranía, porque ya no habrá inmoralidades, la universidad podrá invertir su extraordinario caudal de energía y de entusiasmo en preparar a los hombres, en preparar a la generación de hombres capacitados que la patria necesita, porque allí donde campeaba antaño la politiquería, el oportunismo y el vicio, ha de campear en el futuro la virtud y la capacidad.» [8]
Como se puede constatar, ambos líderes, Martí y Fidel, apuntaban hacia la raíz de los males sociales como punto de partida para buscar, concebir y lograr sus soluciones. Ver la realidad desnuda, tal cual es, es la premisa para abordarla y finalmente transformarla.
Los hombres y los pueblos de cualquier época tienen desafíos difíciles que vencer, y, generalmente las condiciones que requieren para librar sus luchas para transformar las realidades, destruyendo las caducas y construyendo las nuevas y las del porvenir, son adversas o, al menos, no enteramente propicias.
De ahí la gran visión que tuviera José Martí sobre esta misión transformadora de los pueblos y de las revoluciones, cuando afirmara:
«Pero los pueblos no están hechos de los hombres como debieran ser, sino de los hombres como son. ¡Y las revoluciones no triunfan, y los pueblos no mejoran si aguardan a que la naturaleza humana cambie; sino que han de obrar conforme a la naturaleza humana y han de batallar con ellos como son ‑ o contra ellos!» [9]
En el pensamiento pedagógico de Fidel existen coincidencias esenciales con el ideario pedagógico de Martí, hay continuidad renovadora y existe un desarrollo creador acorde con los tiempos.
La realidad cubana de hoy, y en especial su obra colosal en el campo de la educación, tiene su fundamento en esas ideas cardinales, en esos sueños visionarios y en esas batallas perseverantes de Martí y de Fidel, que son concreción y reflejo de lo más descollante de las generaciones de hombres notables del pueblo cubano, y también son, por eso mismo, la expresión de las aspiraciones, ideas, sentimientos y acciones del pueblo cubano.
Notas:
[1] (José Martí. OC, 23-278)
[2] (José Martí.OC, 22-308)
[3] (José Martí.OC, 8-369)
[4] (Fidel Castro: La historia me absolverá: Alegato de defensa ante el tribunal que lo juzgó por el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953)
[5] (Fidel Castro: Discurso, 27-8-1959. En La educación en revolución, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1975, p. 18)
[6] (Fidel Castro: Discurso, 29-3-1959. En La educación en revolución, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1975, p. 18)
[7] (Fidel Castro: Discurso, 17-9-1959. En La educación en revolución, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1975, p. 18)
[8] (Fidel Castro: Discurso, 13-3-1959. En La educación en revolución, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1975, p. 36)
[9] (José Martí.OC, 2-62)
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