Preguntas previas: Karl Marx, acusado de productivista y adorador del desarrollo de las fuerzas productivas, ¿era un ecologista? ¿Marx incorporó la perspectiva ecológica a su crítica de la economía política del capitalismo? En caso de haberlo hecho, ¿es útil en nuestros días el pensamiento marxista para entender y tratar de resolver la crisis ecológica actual? […]
Preguntas previas:
Karl Marx, acusado de productivista y adorador del desarrollo de las fuerzas productivas, ¿era un ecologista?
¿Marx incorporó la perspectiva ecológica a su crítica de la economía política del capitalismo?
En caso de haberlo hecho, ¿es útil en nuestros días el pensamiento marxista para entender y tratar de resolver la crisis ecológica actual?
Un pensamiento marxista ecologizado, ¿nos ayudará a enfrentar los graves riesgos que supone el desarrollo del ecocidio y del llamado cambio climático?
Partamos del ecologista mexicano, Víctor Manuel Toledo, para responder a esas preguntas…
ALFRED SCHMIDT Y EL METABOLISMO SOCIAL
En su texto: «El metabolismo social: una nueva teoría sociológica«, Víctor Toledo rinde un merecido homenaje al marxista alemán y frankfurtiano Alfred Schmidt y su libro: El concepto de naturaleza en Marx (de 1962).
A través de Schmidt, Toledo confiesa que retomó el concepto de metabolismo social para pensar las relaciones entre la sociedad y la naturaleza. Siguiendo a Schmidt, Toledo destaca que Marx estudió al médico fisiólogo y filósofo holandés Jacob Moleschott (un ecologista decimonónico, dice Toledo), del que retomó la categoría de «metabolismo» o intercambio orgánico entre la sociedad y la naturaleza. En Londres, Marx asistió a algunas de las conferencias que impartió Moleschott. Y Schmidt en su libro destaca su pensamiento.
Pero Alfred Schmidt escribe un texto académico y filosófico centrado en El concepto de naturaleza en Marx, y por eso está interesado en determinar el carácter no ontológico del materialismo marxista (defender uno práctico-crítico), criticar la Dialéctica de la naturaleza de Engels, establecer el punto de partida de Marx en el que hay una unidad hombre/naturaleza que tiene como mediación el trabajo, establecer la teoría del conocimiento en Marx.
Sólo en un apartado del libro se ocupa del metabolismo social y en él rescata el concepto de intercambio orgánico o metabólico entre el ser humano y la naturaleza y remite como fuente principal a Jacob Moleschott.
Entonces, dice Schmidt al respecto, la naturaleza, como sustrato material, es diversa y concreta, tiene sus leyes físicas, químicas y biológicas, y es humanizada por el trabajo que establece la necesaria mediación y el intercambio metabólico (tomar y devolver) entre la sociedad y la naturaleza. Marx, en el libro primero de El Capital, lo dice así:
«El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza»
Y luego sigue diciendo:
«El proceso de trabajo… es una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural para las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida y común, por lo contrario, a todas sus formas de sociedad»
Schmidt concluye, al respecto, lo siguiente: para Marx, la naturaleza es el sustrato material del trabajo. La naturaleza es la fuente de todos los medios y objetos de trabajo. Y aunque el trabajo humaniza a la naturaleza, éste obedece a sus leyes. Por eso, para Marx, el trabajo útil que produce Valor de uso es la condición de existencia del ser humano. La Naturaleza es el sustrato material del trabajo y éste produce valores de uso necesarios para la existencia humana. Entonces, el trabajo media entre la naturaleza y la vida social, determina el intercambio orgánico entre lo natural y lo social, establece el metabolismo social. Por eso, Marx le llama «la forma natural del trabajo».
Por cierto, el filósofo marxista Bolívar Echeverría, que venía de la Escuela de Frankfurt, también leyó a Alfred Schmidt…
FORMA NATURAL, VALOR DE USO Y UTOPÍA EN BOLÍVAR ECHEVERRÍA
Siguiendo las sendas abiertas por Schmidt para leer a Marx, Bolívar Echeverría reivindica una «forma natural» de la reproducción social, transhistórica, sustentada en la producción de valores de uso y en la relación metabólica con la naturaleza (dimensión material), a la que liga con el lenguaje, la comunicación e interpretación (la dimensión semiótica de la vida social o cultura). Según su interpretación de Marx, esa forma natural, con su metabolismo sociedad / naturaleza y producción-consumo de valores de uso, está distorsionada por el capital enajenado y enajenante que sólo busca «valorizar el valor» produciendo mercancías para explotar la plusvalía y a la naturaleza. Esa «forma natural» le sirve a Bolívar Echeverría tanto de crítica al capitalismo como de sustento a la posibilidad de la utopía socialista.
Para Bolívar Echeverría, la modernidad es una época histórica que supone un desarrollo de las fuerzas productivas que puede terminar con la escasez. La escasez de la Modernidad -dice- es artificial y es producida por el capitalismo. Para Echeverría, terminar con esa escasez es restaurar a la «forma natural».
Como veremos, es un proyecto teórico muy similar al de Víctor Toledo. Aunque el de Bolívar Echeverría está más preocupado por rescatar una interpretación de Marx (centrada en el valor de uso) y su crítica al capital (en el que el valor que se valoriza eclipsa al valor de uso), mientras que el de Víctor Toledo busca una perspectiva y una praxis ecológica… perdiendo a Marx y su crítica al capital.
VOLVIENDO A ALFRED SCHMIDT SOBRE MARX Y ENGELS
Pero en 1993 Alfred Schmidt escribe otro prólogo a su libro antes referido en el que aborda la crítica ecológica marxista. Señala que cuando publicó su libro todavía no se hablaba de la crisis ecológica relacionada con el desarrollo capitalista. Pero Alfred Schmidt ha sido formado en la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt y ha leído la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer, que critica a la razón instrumental y al progreso capitalista. Y por ello reconoce que también Marx y Engels son críticos del progreso.
Aunque en el Manifiesto Comunista Marx y Engels ven con optimismo del desarrollo de las fuerzas productivas desatadas por el capitalismo porque sojuzga a la naturaleza, promueve el desarrollo técnico, comunica al mundo entero y genera un mundo cosmopolita, no dejan de ser críticos del progreso económico y tecnológico del capitalismo. En dicho texto, por ejemplo, se dice:
«En el siglo corto que lleva de existencia como clase dominante, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sojuzgamiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por encanto. ¿Cuál de los pasados siglos pudo sospechar que en el seno del trabajo social dormitasen tantas y tales fuerzas productivas?
Sin embargo, Engels señala que el Progreso real tiene contradicciones e incluso regresiones. Marx distingue Progreso humano del Progreso capitalista y construye una imagen siniestra del mismo: el capitalista es un Progreso que como el ídolo pagano sólo quiere beber «el néctar en el cráneo del sacrificado…» Marx siempre va a reconocer que el Progreso enajenado siempre beneficia a unos cuantos y perjudica a las mayorías.
Así lo dice en su artículo sobre los «Futuros resultados de la dominación británica en la India«:
«El período burgués de la historia está llamado a sentar las bases materiales de un nuevo mundo: a desarrollar, por un lado, el intercambio universal, basado en la dependencia mutua del género humano, y los medios para realizar ese intercambio; y, de otro lado, desarrollar las fuerzas productivas del hombre y transformar la producción material en un dominio científico sobre las fuerzas de la naturaleza. La industria y el comercio burgueses van creando esas condiciones materiales de un nuevo mundo del mismo modo como las revoluciones geológicas crearon la superficie de la tierra. Y sólo cuando una gran revolución social se apropie las conquistas de la época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de los pueblos más avanzados, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado».
En los célebres Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx afirma que la historia de la humanidad ha sido el sin sentido de la historia de la enajenación, es decir: sus creaciones (la división social del trabajo, el Estado, el capital) se vuelven ajenas y hostiles a sus creadores, de modo que esos productos enajenados impiden el libre desarrollo de las potencialidades humanas en todos los individuos. Por eso Marx rechaza la nostalgia a estados de desarrollo precedentes y critica al capitalismo que como apropiación total de la naturaleza supone la enajenación total. Para Marx, darle sentido a la Historia es instituir el Comunismo como desenajenación total que implica no sólo la satisfacción de necesidades básicas sino de las necesidades humanas, la reconciliación de la esencia humana con el individuo, de los humanos entre sí, de la comunidad y el individuo, de la sociedad con la naturaleza.
En contraste, el capitalismo se entiende por el Marx de los Grundrisse y El Capital como la enajenación total: como la apropiación universal de la naturaleza (por la mundialización del capitalismo) en donde ésta se vuelve un mero objeto que debe ser dominado para impulsar el productivismo y la valorización del valor. En el capitalismo, la naturaleza es una cosa puramente útil, sin poder para sí y cuyas leyes naturales pueden ser negadas. Y como el dinero es lo único que vale en el capitalismo, la naturaleza es despreciada e incluso violada. Dice Marx:
«El dinero es el valor general de todas las cosas constituido en sí mismo. O sea que le ha arrancado a todo el mundo, sea humano o natural, el valor que le caracterizaba. […] Bajo el dominio de la propiedad privada y el dinero, la actitud frente a la naturaleza es su desprecio real, su violación de hecho«.
En esa perspectiva crítica, Marx utiliza el concepto de metabolismo para criticar el desarrollo capitalista porque sobreexplota y agota recursos naturales (bosques, carbono, hierro…) y porque la urbanización perturba la relación metabólica (de tomar y devolver) entre la sociedad y la naturaleza. Dice Marx en El Capital:
«La preponderancia incesantemente creciente de la población urbana […] perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo».
Al respecto, comenta Alfred Schmidt:
«Claramente está ante su vista el problema del ‘reciclaje’, con ello la necesidad histórica de restablecer de una manera consciente el ciclo natural, perturbado por la intromisión del hombre, y que hasta ahora ha tenido lugar más bien de manera accidental y a costo de los seres humanos»-
Más que el problema del reciclaje está el problema de la fractura metabólica que el capital provoca. Y Schmidt vuelve a citar las conclusiones de Marx al respecto:
«Al igual que en la industria urbana, la fuerza productiva acrecentada y la mayor movilización del trabajo en la agricultura moderna, se obtienen devastando y extenuando la fuerza de trabajo misma. Y todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar al suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad. […] La producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador»
La crítica ecológica de Marx, según Schmidt, consiste en insistir en que el progreso de la industrialización y la agricultura capitalista, que implica el agotamiento de los recursos naturales y la fractura el metabolismo sociedad/ naturaleza, tiene consecuencias desastrosas en los humanos y en la tierra, en la salud física e intelectual de los humanos, en la fertilidad de la tierra. Las fuerzas productivas acrecentadas por el capital en la industria, extenúa y devasta a la fuerza de trabajo, y en la agricultura, agota y devasta al suelo.
En ese sentido, el desarrollo capitalista socava los dos manantiales de la riqueza: la tierra (la naturaleza) y el trabajador. Comenta Schmidt que Marx estudió a Carl Nikolaus Frass, un agrónomo ecologista que plantea que el desarrollo no consciente de los cultivos sólo deja desiertos. Marx generaliza la idea y la aplica para el desarrollo no consciente capitalista, que devasta tierras, bosques, ríos. Marx también critica la separación de la ciudad del campo por sus efectos en el medioambiente natural y social. Engels, señala Schmidt, desarrolla esas ideas en varios escritos en los que cuestiona a la urbanización, que sólo trae la contaminación del agua, el aire, la tierra, lo que deteriora la vida humana. Por eso plantea la utopía de fusionar la ciudad y el campo. Además, reconoce que es imposible el dominio de la naturaleza y que toda tentativa de hacerlo siempre se revierte.
Alfred Schmidt vuelve, desde esta nueva perspectiva, al concepto de naturaleza en Marx. Si antes quería reivindicar la perspectiva frankfurtiana de un materialismo práctico-crítico (distinguiéndolo del materialismo contemplativo), ahora distingue entre Marx y Engels: mientras Engels reconoce que no es posible el dominio absoluto de la naturaleza, que somos parte de ella, estamos en ella y dependemos de ella, Marx piensa a la naturaleza como campo del trabajo para su apropiación. Pero parece que a Schmidt se le pasa la crítica de Marx a la fractura que instituye el capitalismo en el metabolismo entre la sociedad y la naturaleza. Tal vez por eso, Alfred Schmidt parece volver a reivindicar el materialismo contemplativo de Feuerbach, que veía a la naturaleza como objeto de la estética (más allá de la apropiación productiva de ella).
Por eso Alfred Schmidt concluye su nuevo prólogo así:
«Heurísticamente es utilizable también la tesis de Engels de la naturaleza como «conjunto integral», como sistema ricamente subdividido en sí, de interacciones recíprocas universales. Dentro de este sistema que se presenta en autoconstitución [Selbstgegebenheit] originaria, el intercambio de ser humano y naturaleza mediado por la producción material, constituye solamente una de las innumerables interacciones. Así, el hasta hoy vigente modo de pensar orientado a la praxis e historia humanas no se anula pero sí se relativiza . El materialismo histórico-dialéctico se amplía al » materialismo ecológico «; éste capta que la dialéctica de fuerzas productivas y relaciones de producción está envuelta y sustentada por una dialéctica elemental de tierra y ser humano, las ahistóricas condiciones previas de toda historia. Con ello se comprueba la idea de que el mundo constituye una unidad material. Mucho se ganaría si la humanidad, renunciando a un crecimiento ilimitado, pudiera prepararse para vivir venideramente en mejor armonía con el sistema de la naturaleza»
Sin embargo, un materialismo ecológico que renuncie al crecimiento ilimitado lo hace para restablecer el metabolismo entre la sociedad y la naturaleza en una sociedad postcapitalista, centrada en el valor de uso. De hecho, Marx dice, refiriéndose a una sociedad postcapitalista (socialista o comunista), lo siguiente:
«La libertad en esta esfera (el reino de la necesidad natural) sólo puede consistir en esto: en que el hombre socializado, los productores asociados, gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de un modo racional, poniéndolo bajo su propio control colectivo, en vez de estar dominados por él como una fuerza ciega; realizándolo con el menor gasto de energía y en las condiciones más dignas y apropiadas para su humana naturaleza».
Más adelante volveremos a esta cita.
EL REDESCUBRIMIENTO DEL METABOLISMO SOCIAL EN VÍCTOR TOLEDO
En el artículo referido de Víctor Toledo se nos habla del redescubrimiento de ese concepto a finales del siglo XX: nos remite a Marina Fischer-Kowalski, que también leyó a Schmidt, y que usa el concepto de metabolismo social aplicado a la salud humana y el desarrollo social, para cuantificar los flujos de energía y de materiales, etc. Dice Toledo:
«En todos los casos, el uso del concepto de metabolismo social se reduce a los simples cálculos de entradas (apropiación), salidas (excreción), importaciones y exportaciones, dejando de fuera de sus análisis tanto las complejas configuraciones del resto del proceso metabólico (…) como las dimensiones no materiales… del metabolismo».
Tal es su aporte: considerar la dimensión material y la no material del metabolismo social. En la Dimensión material considera los siguientes elementos:
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A: Apropiación (entrada), que es la forma primaria de intercambio metabólico en diversas unidades de A
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T: Transformación, que modifica productos apropiados
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C: Circulación
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Co: Consumo
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E: Excreción (salida)
El esquema se complejiza considerando varias unidades de A, diversidad de T y C, así como co-rural, urbano-industrial, importaciones y exportaciones, dinero, mercado, Co subordinando A ,T y C…
Respecto a la dimensión inmaterial o intangible del metabolismo social, Toledo señala que sobre lo MATERIAL del metabolismo social, se levanta un armazón inmaterial del signos/lenguaje, reglas, leyes, instituciones… De modo, que la A, T, C, Co y E (el hardware) se articulan con las familias, el mercado, las reglas, el poder político (el software). Cada sociedad articula de manera específica esas dimensiones que tiende a la reproducción, la continuidad y el consenso social.
Se trata, por tanto, de hacer un análisis del metabolismo social con sus dimensiones de manera compleja: con sus relaciones e interrelaciones, sus cambios, su organización y desorganización, el todo y sus partes, distinguiendo tres campos del metabolismo social (rural, urbano, industrial), considerando los elementos señalados (A, T, C, Co, E) con su temporalidad (años, décadas, siglos, milenios) así como con sus escalas espaciales (comunidad, microregión, región, nación, internacional, global).
Toledo considera tres tipos de apropiación (A), a saber:
1) A: que no provoca cambios en ecosistemas (caza, pesca, recolección…), con un Medio Ambiente Utilizado (MAU)
2) A: que desorganiza los ecosistemas (domesticación: agrícola, ganadería, etc.), con un Medio Ambiente Transformado (MAT)
3) A: que conserva ecosistemas para protegerlos, con un Medio Ambiente Conservado (MAC).
Todo ello debe considerarse para establecer los flujos e intercambios metabólicos. Recordemos, además, que Toledo está comprometido con la ciencia posnormal, que hace dialogar diversos saberes y se plantea el rescate no sólo biológico sino biocultural.