Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La grave enfermedad del presidente palestino Yasir Arafat ha dado lugar a una frenética especulación sobre lo que sucederá cuando deje de estar presente.
Gran parte de la especulación se basa en la falsa premisa de que la presencia o ausencia de un solo individuo sea un factor decisivo en la solución de un conflicto complejo, centenario. La remoción de Arafat – y lo mismo vale para el premier israelí Ariel Sharon – no cambia absolutamente ninguna de las condiciones que hacen que el conflicto entre israelíes y palestinos sea inevitable. La ocupación y los asentamientos seguirán presentes. Israel sigue teniendo decenas de miles de soldados en Cisjordania y Gaza, negando a millones de palestinos sus derechos básicos y cometiendo atrocidades y destrucción. Los palestinos continuarán decididos a resistir a la ocupación por todos los medios a su disposición.
Sin embargo, hay diversos grupos que tienen intereses creados en la suerte de Arafat. Para Israel el que Arafat desaparezca de la escena tendría en el mejor caso sus pros y sus contras. Hace sólo unas pocas semanas, Sharon amenazó de nuevo con asesinar a Arafat, tal como ordenó los asesinatos de los líderes de Hamas: jeque Ahmed Yassin y Abdel-Aziz Rantisi. Ahora, parece que Sharon ofrece a Arafat toda la ayuda médica necesaria para preservar su vida.
El motivo por el que Israel se concentra tanto en Arafat es porque necesita una explicación alternativa para la dramática escalada del conflicto que han causado sus políticas y su obstinada negativa a terminar con la ocupación. Como dejó bien claro recientemente el asesor principal de Sharon, Dov Weisglass, el gobierno israelí está determinado a bloquear todo proceso de paz, particularmente el plan de paz de la «hoja de ruta», para poder conservar sus asentamientos en Cisjordania y asegurarse de que no pueda emerger un estado palestino viable al oeste del río Jordán.
Arafat, sano y salvo en Ramala, ha servido a Israel como un conveniente chivo expiatorio. Israel y sus glorificadores en EE.UU. han presentado a Arafat como un titiritero que por sí solo controla a todos los palestinos, e incluso puede determinar la suerte de las elecciones israelíes. Como escribiera el encuestador republicano Frank Luntz en un informe confidencial para lobbyistas israelíes en abril de 2003, Arafat ha constituido un elemento muy útil para Israel porque «parece» un «terrorista». Irónicamente, mientras el demonizado Arafat se encuentre en Ramala, Israel puede pretender que «no existe un interlocutor».
El poder totémico de Arafat en este papel es demostrado a diario cuando políticos estadounidenses de todo color compiten por votos con declaraciones que manifiestan su desdén y desprecio por su persona.
Su séquito inmediato está igual de preocupado por la suerte de Arafat, la camarilla aduladora que ocupa la mayor parte de los puestos superiores en la Autoridad Palestina. Este grupo deriva su poder e influencia exclusivamente del patrocinio de Arafat y parece que ninguno tiene una base suficientemente sólida para sobrevivir sin él. Para esta gente, Arafat es un Brezhnev que tiene que ser mantenido en su lugar sin consideración por su capacidad real. Su mera presencia es la clave para mantener en su lugar su sistema anquilosado, interesado.
Después de la partida de Arafat, podemos contar con una desagradable disputa en su séquito para obtener su lugar y con él las ventajas, el poder y el prestigio en permanente disminución que la AP puede ofrecer. Es improbable que alguien que surja de esa lucha posea los medios o la legitimidad necesaria para representar a los palestinos y sus intereses. Los palestinos también tendrán que cuidarse ante los esfuerzos de las potencias extranjeras por establecer líderes palestinos que consideran más dóciles.
Los otros perdedores con la posible partida de Arafat son los miembros del auto-denominado «campo de la paz» israelí, particularmente los adherentes a la llamada Iniciativa de Ginebra. El movimiento dominante por la paz israelí requiere la presencia de Arafat como punto central de su fantasía de que un líder palestino creíble pueda un día aceptar formalmente algo menos que la verdadera independencia, exactamente como el gobierno Sharon se basa en Arafat para que haga el papel de cuco. En este sentido, Arafat es casi un símbolo tan potente para los israelíes de izquierda como de derecha, tal como lo es para los palestinos.
Los actores internacionales – la ONU, la UE y los signatarios de las convenciones de Ginebra de 1949 – que evitan su responsabilidad de intervenir y proteger a los palestinos contra Israel, perderán lo que el Grupo de Crisis Internacional calificó recientemente de «tema Arafat», como excusa para su inacción y sus llamados vacíos por una «reforma» palestina mientras los palestinos confrontan un ataque que amenaza su propia existencia. Irónicamente, los que pueden ser los menos afectados por la partida de Arafat son los millones de palestinos en los Territorios Ocupados y en el exilio para los que ha seguido siendo un poderoso símbolo, pero a los que desde hace tiempo que no asegura una dirección efectiva.
31 de octubre de 2004
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<>* Ali Abunimah es uno de los fundadores de Electronic Intifada
http://electronicintifada.net/v2/article3274.shtml