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Más argumentos contra el <i<fracking, esa nueva e infame apuesta fáustica

Fuentes: Rebelión

«El ‘fracking’ [la nueva técnica de extracción no convencional de gas] atrae réplicas de terremotos lejanos». «Científicos comprueban que la alteración del subsuelo por la actividad humana aumenta el riesgo de seísmos». Son titulares de un reciente artículo de Elena G. Sevillano publicado en El País [1] (Por cierto: ¿qué sería del GISA (Global-imperial-sionista-antichavista) si […]


«El ‘fracking’ [la nueva técnica de extracción no convencional de gas] atrae réplicas de terremotos lejanos». «Científicos comprueban que la alteración del subsuelo por la actividad humana aumenta el riesgo de seísmos». Son titulares de un reciente artículo de Elena G. Sevillano publicado en El País [1] (Por cierto: ¿qué sería del GISA (Global-imperial-sionista-antichavista) si no estuviera alimentado, mimado incluso, por sus colaboradores y trabajadores críticamente no demediados?).

Recordemos lo ya sabido: la fractura hidráulica, el fracking (otra barbarie lingüística que va imponiéndose poco a poco), consiste en romper las rocas que albergan los hidrocarburos -gas o petróleo-, mediante inyección a presión, a gran profundidad, de un compuesto de agua, arena y productos químicos. Esta técnica nada afable usa ingentes cantidades de agua. Hay que deshacerse de ellas posteriormente claro está. Una parte de los fluidos residuales (pequeña) retorna a la superficie. Pero la mayoría de esos líquidos hay que tratarlos, «hay que trabajarlos»: o bien en la superficie (en balsas construidas ad hoc donde se les deja evaporar) o reinyectándolos en el subsuelo (la opción más utilizada en las explotaciones USA).

Los enemigos del fracking, señala Sevillano con expresión ciertamente mejorable, tienen nuevos argumentos para cuestionar esta técnica [2]. ¿Por qué? Porque un artículo publicado a mediados de julio nada menos que en Science relaciona «los terremotos con la inyección de aguas residuales, una de las técnicas que usa el fracking». Los autores del estudio, investigadores de la Universidad de Columbia, «aseguran que seísmos ocurridos en lugares lejanos han desencadenado terremotos en zonas de EEUU», donde, como se señalaba, se elimina el líquido sobrante de las explotaciones inyectándolo en el subsuelo a una gran profundidad. Ejemplos de todo ello: un terremoto en Chile que provocó actividad sísmica en Oklahoma; otro en Japón (¡nada menos que el del tsunami de 2011!) que generó seísmos en Tejas. ¡La Tierra, nuestro lugar en el mundo, a no ser que seamos tan poco razonable y sensatos que queremos viajar a Marte, es un sistema complejo y fuertemente interrelacionado! ¿Recuerdan las consecuencias del aleteo de una «simple» mariposa?

Sevillano recuerda con razón que la sismicidad inducida por terremotos ocurridos a miles de kilómetros es algo conocido. El investigador principal del estudio publicado, el geólogo Nicholas van der Elst, lo explica así a la autora del artículo periodístico: «Para que suceda, las fallas tienen que estar al borde del colapso, y eso sucede de forma natural cuando la presión de los fluidos es muy alta. Es la primera vez que observamos este tipo de terremotos inusuales en una región donde la presión ha aumentado de forma artificial [no «natural»: con la actividad humana]…No hemos observado grandes terremotos como consecuencia directa del fracking». Es la eliminación de los fluidos la que supone mayor peligro; aquí está el nudo principal.

William Ellsworth, especialista en sismología del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), tomo pie de nuevo en Sevillano transita por el mismo sendero que su colega: «La eliminación de agua residual en pozos profundos diseñados para ello tiene el potencial de inducir terremotos lo suficientemente potentes como para preocupar a la sociedad. Es muy común eliminar los líquidos residuales, no solo procedentes de fracking, sino de muchas otras fuentes, mediante este tipo de pozos en EEUU, donde hay más de 30.000. Solo unos cuantos se han asociado con terremotos». Insisto: ¡más de 30 mil!

La técnica del fracking induce «miles de microterremotos». Es parte de la cosa, misma parte adherida al proceso industrial de fracturar la roca para extraer gas. Ellsworth señala que el mayor de esos microterremotos alcanzó una magnitud de 3,6 en una zona remota de Canadá. Este tipo de seísmos, en principio -pero recuérdese el principio de precaución del que tanto nos ha hablado y habla, y con tantas razones y urgencias, Jorge Riechmann-, no suponen riesgo, «no constituyen un problema de seguridad».

Hay que distinguir, pues, por el momento, podemos llevarnos sorpresas, entre la fractura hidráulica y la posterior inyección de aguas residuales.

Es la segunda la que en marzo de 2013, señala Sevillano, provocó -según estudio publicado en Geology- un seísmo de magnitud 5,7 en Oklahoma. Y esto son ya palabras mayores: el seísmo dejó dos heridos, unas 14 casas destruidas y carreteras dañadas. ¡Una caricia geológica! ¡Un aviso para quien quiera entender! ¿Qué pasaría si la magnitud es mayor?

Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos de España, ha declarado: «Este estudio es un acicate para profundizar más en estos riesgos, que hay que tener muy presentes». De acuerdo: ¡hay que tenerlos muy presentes especialmente en zonas de alto riesgo (por ejemplo, en los alrededores de las centrales atómicas) y obrar en consecuencia! «La actividad humana genera unos riesgos que incrementan el riesgo natural, pero me gustaría contextualizar que en España la actividad sísmica es moderada». De acuerdo también. Aunque a veces, pensemos en Lorca o en algunas islas canarias, se nos dan algunos sustos. «Nuestra postura es clara: hay que conciliar el desarrollo económico con la protección del medio ambiente, sobre todo en un país como el nuestro, con una enorme dependencia energética. Eso sí, hay que tener reglas claras comunes en todo el Estado sobre los controles ambientales». Lo de enorme dependencia energética puede abonar desarrollismos y riesgos. ¿No sería mejor avanzar en ámbitos renovables? Conciliar el llamado «desarrollo» con el medio ambiente pasa a veces por darse cuenta que el tal «desarrollo económico» no es sino una forma de ecosucidio o de transición al límite del abismo, un despliegue de una hybris insaciable. Desarrollo, avance, en el sentido fuerte del concepto, pasa en general por ser comedidos, prudentes, ajustados a los límites.

Shale Gas España, la plataforma de las empresas interesadas en explotar el fracking en España, ya podemos suponer sus finalidades de fondo (¡más negocio!, ¡más negocio!), de nuevo me apoyo en Sevillano, subraya la importancia de contar «con los mecanismos necesarios para gestionar los riesgos asociados. En España, como parte de la Evaluación de Impacto Ambiental (que será obligatoria para los proyectos de exploración de gas no convencional), es obligatorio realizar pruebas antes, durante y después de la perforación de un pozo». ¡Faltaría más! ¿Se estará apostando porque España, como ya pasa en el caso de los transgénicos, se convierta en la retaguardia-vanguardia europea en esta apuesta de alto riesgo? ¿Vamos a ser también aquí los campeones o subcampeones del mundo (irracional y salvaje)?

Vale la pena recordar que dos terremotos ocurridos en una explotación de fracking cerca de Blackpool (Inglaterra) en 2011 motivaron que se impusiera en el Reino Unido una moratoria de dos años (el gobierno de Cameron ha vuelto a dar luz verde a la técnica hace apenas un par de meses). David Styles, geólogo de la Universidad de Keele (Reino Unido) y coautor del informe encargado por el Gobierno, señaló, de nuevo me apoyo en Sevilano, ha señalado: «Recomendamos establecer un monitoreo de microseísmos con un sistema de semáforo que paraliza la actividad si los terremotos alcanzan una determinada magnitud».

Esperemos -¡esta vez sí!- que el gobierno de España (y los gobiernos de las autonomías que también deben decir lo suyo en el asunto) no apuesten por el peor y más arriesgado de los escenarios que se abren ante nuestros ojos. El fracking, mirado como se quiera mirar, no es una técnica afable, en absoluto, ni sin riesgos. Ni con la naturaleza… ni con los seres humanos.

PS: Para una opinión que navega en dirección contraria, véase el artículo «El camino del fracking» de Ángel Cámara (decano del Colegio de Ingenieros de Minas del Centro), en el global-imperial del pasado miércoles 17 de julio [4]. Su posición queda resumida así: «Tras reflexivos debates técnicos [como los demás], sin juicios a priori [¿sin juicios a priori?], inspirados por el rigor y el conocimiento [no es atributo propio], los expertos [¿qué expertos?] y partes integrantes del grupo de trabajo sobre la fracturación hidráulica del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas [el lenguaje tiene amos y las mayúsculas impresionan] hemos concluido [¿provisionalmente?] que con la tecnología y los controles adecuados [¿qué controles? ¿cuándo una tecnología es adecuada?], la industria de la extracción del gas no convencional tiene un riesgo similar [¿qué riesgos?] a cualquier otra industria extractiva o transformadora [¿qué industrias por ejemplos?]. Los proyectos en marcha representan una oportunidad para explorar nuestro territorio [¿qué territorio?] y, eventualmente, confirmar las estimaciones de recursos que hoy día situamos en torno a los 39 años del actual consumo en España [¿el consumo es inalterable? ¿qué validez tienen esas proyecciones?]». Por tanto, concluye el decano del Colegio de Ingenieros, «recorramos este camino con decisión y con las máximas garantías de seguridad». Lo de decisión suena a música más que conocida y lo de «máximas garantías de seguridad» ya sabemos en qué suele quedar. sobre todo si las tales «máximas garantías» nos dejan con un pie en el estribo y las máximas son muy mínimas (piénsese, por ejemplo, en las máximas garantías de la industria nuclear y en el almacenamiento de los residuos).

Por lo demás, los versos de Antonio Machado, «Caminante no hay camino, se hace camino al andar», mal citados por don Ángel o mal reproducidos por El País (falta una coma y son dos versos) «nos pueden guiar en el actual debate energético, económico y medioambiental.» Tal vez pero acaso en dirección opuesto. Antonio Machado andaba muy lejos de desarrollismos alocados y antihumanistas.

Notas:

[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/12/actualidad/1373660760_579342.html

[2] La firmante del artículo abre una disyunción excluyente a continuación: «o al menos, exigir un estricto control medioambiental a este tipo de explotaciones de hidrocarburos.» ¿Cómo conseguir un estricto control ambiental de estas explotaciones?

[3] El artículo de Science, de nuevo Sevillano, habla también del incidente: «Asegura que el gran terremoto que sufrió Chile en 2010 desencadenó 16 horas después uno de magnitud 4,1 en Oklahoma, precedente del de 5,7 que posteriormente provocó los destrozos.»

[4] http://elpais.com/elpais/2013/07/11/opinion/1373538997_076139.html

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.