Dos ejemplos recientes del programa cada vez menos oculto (aunque en general disfrazado) de las coalición ultraconservadora de CiU: neoliberalismo en su concreción más extrema, en sus aristas más antipopulares y ciudadanas. El primero tiene su ubicación en el consistorio de Barcelona donde CiU gobierna con apoyos puntuales (del PP en numerosas ocasiones). Transports Metropolitans […]
Dos ejemplos recientes del programa cada vez menos oculto (aunque en general disfrazado) de las coalición ultraconservadora de CiU: neoliberalismo en su concreción más extrema, en sus aristas más antipopulares y ciudadanas.
El primero tiene su ubicación en el consistorio de Barcelona donde CiU gobierna con apoyos puntuales (del PP en numerosas ocasiones).
Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) lanzó el viernes 13 de septiembre su «Plan de Patrocinio Corporativo». Supondrá añadir nombres de marcas al de las estaciones del Metro para obtener, se afirma, ingresos extra. Barcelona, la millor y más sofisticada botiga del món, se suma así a la iniciativa -denominada ‘naming rights’- ya iniciada por el suburbano de Madrid («donde la empresa de telefonía Vodafone patrocina la estación de Sol y la L2 a cambio de aportar 3 millones de euros en tres años» [1]) y de otras ciudades europeas, norteamericanas y asiáticas.
Se abren al patrocinio privado todos los transportes de TMB. No sólo el suburbano. Metro, autobús urbano, funicular y teleférico de Montjuïc, el Bus Turístic (los primeros «activos» que saldrán al mercado), el Tramvia Blau y el Bus Turístic de Catalunya estarán en sus manos. La comercialización corre a cargo de la firma International Management Group (IMG) por un periodo de 30 meses prorrogables a 30 meses más. En total, cinco años.
En la presentación de la venta del patrimonio (nominal) público en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (¡en el MNAC!), ante un centenar de empresarios por supuesto, don Xavier Trias, el alcalde humanista, ha destacado que ellos «cuidan y miman el transporte público». ¡Qué cosas dicen, con qué gratuidad!. El alcalde y el vicepresidente senior de IMG, Rob Mason, «han reivindicado la colaboración público-privada». Para que todo quedase claro, Mister Mason ha agregado que Barcelona «es una ciudad fantástica y conocida por todo el mundo». Corolario: espera que se reproduzca el éxito del patrocinio ya implantado en otras ciudades, de ahí la «colaboración» de su empresa, de ahí el dueto público-privado.
Otro vicepresidente de IMG, el senyor Carles Canto, fue más onomatopéyico: destacó que esta estrategia es WWW, un ‘win, win, win’: «todas las partes ganan: en la capital catalana, TMB por los ingresos; los patrocinadores por visibilizar su marca y por compromiso con la ciudad, y la ciudadanía por el transporte». Sin problemas, sin efectos secundarios. La publicidad, una de los nudos más infames del capitalismo, domina el mundo. ¿De qué nos quejamos?
Eso sí, según Canto, en Barcelona se ha optado por un modelo a medio camino, como en Madrid, un modelo «mucho más próximo» que tiene en cuenta «la sensibilidad social» (¡son tan sensibles!): en ningún caso, afirman, una estación perderá su nombre original, si bien se le añadirá el de la marca comercial. No iremos a La Sagrera, por ejemplo, sino a La Sagrera-Nokia (O Nokia-La Sagrera). No nos bajaremos en Urquinaona, sino en Urquinaona-Apple. Se podría dar el caso incluso que la parada de metro de plaza Catalunya pasase a llamarse Catalunya-Banco Español de Crédito. ¡No estaría mal!
El primer teniente de alcalde y presidente de TMB, Joaquim Forn, ha asegurado que «nunca desaparece el nombre de una estación». ¿Nunca es nunca? Veremos qué pasa en el futuro. En Dubai, por ejemplo, ya se ha cambiado el nombre de 13 estaciones. Sólo rige el de la marca que patrocina. ¿Quedamos en «Microsoft»? ¿A las? En Londres, otro ejemplo, la aerolínea «Emirates» se ha convertido en el patrocinador del cable car, ahora denominado «Emirates Air Line». La explicación es sencilla, crematística en estado puro: 36 millones de libras en 10 años.
«Esto no es una jungla, es un servicio público. Se ha optado por un sistema de nombre compuesto», ha añadido para jalear nuestros oídos el responsable de IMG, dando muestra de su admirable lucha contra el darwinismo empresarial, el mal gusto corporativo y la defensa del espacio público y sus tradiciones. Ha agregado que no todas las empresas se podrán asociar con la marca TMB y Barcelona, y que «se aplicarán criterios objetivos como filtro». ¿Criterios objetivos? ¿Qué criterios objetivos? ¿Qué marcas pueden quedar excluidas? ¿Apple, por ejemplo, esa corporación que explota fuerza de trabajo en condiciones esclavas, será una de ellas? ¿Caixabank, el banco que financia estancias de lujo de la hijísima en Suiza, tampoco será incluida? ¿Se necesitan más nombres?
Ni TMB ni IMG han revelado las estaciones susceptibles de ser patrocinadas ni cuánto dinero se generará. Para tranquilizarnos, Canto – que no es un responsable político- ha asegurado que «el número de estaciones con nombre privatizado será limitado». ¿Por qué? Para no restar valor a la iniciativa. No por otro motivo.
Veremos más aristas del poliedro. No sería de extrañar que nos lleváramos alguna sorpresa.
El segundo ejemplo está relacionado con las prácticas privatizadoras y antidemocráticas salvajes de Boi Ruiz, el conseller de Salud que impuso y revalidó don Artur Mas en su gobierno de «los mejores». Los titulares: «Salud ordena al Clínic ceder parte de su actividad a un hospital privado. El centro público perderá 74 camas y 17,5 millones hasta fin de año. El Sagrat Cor, propiedad de la multinacional IDC Salud, será el gran beneficiado de la operación». Más madera neoliberal e infame para mañana.
Nota:
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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