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Tras las elecciones israelíes

Más tambores de guerra

Fuentes: Diagonal

Las declaraciones de los triunfadores en las recientes legislativas israelíes corroboran las sospechas que muchos comenzaron a albergar inmediatamente después de anunciado el alto el fuego en Gaza. La campaña bélica del régimen de Tel Aviv no había concluido; si acaso, nos hallábamos ante un punto y seguido que, nos tememos, va a convertirse pronto […]

Las declaraciones de los triunfadores en las recientes legislativas israelíes corroboran las sospechas que muchos comenzaron a albergar inmediatamente después de anunciado el alto el fuego en Gaza. La campaña bélica del régimen de Tel Aviv no había concluido; si acaso, nos hallábamos ante un punto y seguido que, nos tememos, va a convertirse pronto en una sucesión de frases yuxtapuestas de nuevos bombardeos y desmanes. En esencia, las posturas de los tres principales beneficiados por los resultados de las elecciones, los partidos Kadima, Likud e Israel Nuestra Casa, no difieren en exceso sobre ‘qué hacer’ con la resistencia palestina en general y Hamás en particular.

Para todos, el principal objetivo es acabar con Hamás al precio que sea, incluido el mantenimiento del asedio y el aislamiento marítimo, terrestre y aéreo impuesto sobre un millón y medio de personas, que siguen soportando unas condiciones de vida harto penosas. Y hacer que la Autoridad Nacional Palestina regrese al poder en Gaza y preparar unas negociaciones de paz hechas a la medida de Israel. En este último punto, si acaso, es donde hay que introducir matices entre los puntos de vista de unos y otros: para el sector ‘moderado’ de Kadima, las conversaciones con los «palestinos», esto es, el presidente Mahmud Abbás, son un medio para mantener a todo el mundo ocupado en otra cosa mientras se sigue construyendo a dentelladas el gran proyecto sionista de más tierras, más Estado israelí y más hegemonía regional. Para muchos en el Likud y todos en Israel Nuestra Casa, las negociaciones con cualquier palestino suponen una pérdida de tiempo si, de entrada, no se le da a entender que en ningún caso se van a poner en duda las grandes líneas rojas (paralización de los asentamientos, retorno de los refugiados, capitalidad de Jerusalén Este y creación de un Estado palestino de plena soberanía e independencia).

Hostigamiento y castigo Así las cosas, y puesto que la resistencia palestina no ceja en sus reivindicaciones, es de suponer que las ahora intermitentes acciones de hostigamiento del Ejército de Tel Aviv terminen abocando a una nueva operación de castigo. Todo depende del éxito de los aliados árabes de Israel, con Egipto a la cabeza, y la Unión Europea, siempre tan comprensiva con el régimen de Tel Aviv, a la hora de imponer una tregua trampa a la resistencia palestina. En verdad, no es Israel quien está sufriendo el acoso y el rechazo mezquino de la comunidad internacional, sino los grupos políticos palestinos opuestos a la ANP. El volumen de presión e incluso coerción ejercido desde hace semanas sobre aquéllos es abrumador; y el hecho de que ni europeos ni estadounidenses reconozcan su legítima interlocución han convertido este proceso de negociación para asentar el alto el fuego en un diálogo fantasma con grandes dosis de absurdo: las grandes potencias internacionales y regionales y, por supuesto, Israel, sólo hablan con la ANP, que poca o ninguna influencia tiene dentro de Gaza; y los de la resistencia, con Hamás a la cabeza, se ven obligados a tratar los términos de la tal tregua con Egipto, que ha demostrado con creces su preferencia por los planteamientos israelíes. De hecho, ha contribuido a llevarlos a la práctica. Por si fuera poco, el único asidero efectivo que le queda a la resistencia, además del apoyo de buena parte de la población palestina, es Siria y, detrás de ella, Irán. Y no es improbable que una calculada política de palo y zanahoria hacia Damasco desemboque en una renegociación de la relación sirio-israelí bajo supervisión de la diplomacia estadounidense.

Por lo tanto, tienen razón los líderes israelíes, como Tzipi Livni y su Kadima, cuando dicen que nadie les hace boicot, ni siquiera los árabes moderados, que se reúnen con ellos y no con la resistencia palestina. Los europeos brindan con ellos en copas de champán; y las reacciones airadas del presidente turco Rayyib Tayyeb Erdogán en la conferencia de Davos y algunos dirigentes latinoamericanos han servido para estigmatizar a los «amigos de Hamás». Ni la Liga de Estados Árabes ni ninguno de los Estados árabes que mantienen relaciones plenas con el régimen de Tel Aviv se han planteado siquiera revisar sus relaciones bilaterales; y la Unión Europea sigue blindando sus acuerdos preferenciales con el socio israelí a pesar de las reticencias del Parlamento de Estrasburgo.

En fin, el guión está claramente fijado: presionar a la población de Gaza, por medio del hambre y el fomento de la frustración colectiva, para que abandone toda esperanza de resistencia. Hasta ahora, como demuestra la situación creada tras la agresión a Gaza, no lo han conseguido; pero si no surge una reacción en el seno de las sociedades civiles occidentales, sobre todo europeas, que obligue a sus gobiernos a adoptar una política más neutral y sensata, la región de Oriente Medio en su conjunto está abocada a un presente teñido de sangre… eminentemente palestina.

http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article7318