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Testimonio de un joven palestino preso en cárceles israelíes

«Me ataban de pies y manos a una silla y me dejaban en esa posición durante horas»

Fuentes: Comité Democrático Palestino

Revisado para Rebelión por Ferran Muiños Ballester

Haytham Abu Rish es un joven palestino de 22 años que ha estado preso cuatro veces en cárceles israelíes. La vez que más tiempo estuvo encarcelado permaneció cuatro años y medio. Haytham es el mayor de una familia palestina de clase acomodada que vive en Izarieh, un suburbio de Jerusalén, dentro del territorio palestino en la Margen Occidental. Tiene cuatro hermanos y dos hermanas. Cuando fue puesto en libertad, obtuvo la licenciatura en estudios sociales por la Universidad Católica de Belén. Estuve con Haytham durante el tiempo libre después de clases y así fue como tuvimos esta emotiva entrevista.

«La primera vez que estuve preso fue cuando tenía 15 años y fue muy difícil para mi familia, en especial para mi padre, porque afecta a su situación social y su negocio. Sólo estuve dos días preso, pero para mí, como adolescente, fueron eternos».

¿Por qué meten preso a un joven de 15 años?

«Porque creyeron -y aún lo creen- que todo joven palestino es un riesgo para la seguridad nacional israelí. Ese fue el cargo en mi contra, aparte de ser miembro de un partido político».

¿Qué crees que es lo más importante que debe saber la juventud palestina en el mundo sobre tu experiencia en la cárcel?

«Todo momento fue una experiencia increíble para mí. Cada momento vivido allí cambió mi vida. Pienso que los palestinos que viven en otros lugares pueden sentirse alegres de saber que pueden conocer a otras personas de su edad. En Palestina eso es difícil. Cuando estás tras las rejas sabes que hay otras personas que viven en calma junto a sus seres queridos».

Cuéntanos brevemente sobre cada una de las cuatro veces que estuviste preso.

«La primera vez estaba en estado de shock, especialmente preocupado por mis padres porque tenía tan sólo 15 años y porque los soldados israelíes me arrestaron después de una manifestación en Al-Izarieh. Estuve esposado y me tiraron a un Jeep. Durante todo el camino iban golpeándome fuertemente. Cuando llegamos a la oficina de investigaciones, estuve en una celda por más de 24 horas. Esa era una manera de presión e intimidación. Después de eso me liberaron, pero obligaron a mi padre a que pagara una cantidad de dinero y que hiciera un juramento de que yo no iba a participar más en ningún tipo de acciones políticas. La segunda vez fue un poco diferente, porque me llevaron en calma, ni me golpearon».

¿Pero durante la investigación te pegaron?

«Sí, me atacaron de una manera muy agresiva. Fui torturado terriblemente. Ataban mis manos y pies en la parte trasera de una silla, y me dejaban en esa posición durante horas. Tampoco me dejaban dormir. Por ejemplo, sólo tenía cuatro horas de descanso, y era justo ese tiempo que utilizaban, el de mi descanso, para hacerme todo tipo de preguntas para la investigación. Recuerdo que sólo dormía una hora y pasaba el tiempo cansadísimo. Esta era la manera en la que actuaban las cuatro veces que estuve en prisión.

¿Cuánto tiempo estuviste en la cárcel esa vez?

«Seis meses»

¿Cuál fue la sentencia en tu contra en esa ocasión?

«No había sentencia. Estaba en detención administrativa, que es cuando el prisionero no sabe los cargos en su contra y se queda preso de acuerdo a un registro confidencial que no puede ni siquiera ser visto por su abogado».

¿La tercera vez fue diferente?

«Esa fue la más difícil y la más larga de todas. Tenía 16 años y medio, y estuve preso durante 34 meses. Además padecía de problemas reumáticos, así que sufrí bastante».

¿Cómo te afectaron los problemas de salud?

«Los soldados se aprovechaban de mis problemas de salud, especialmente durante las investigaciones. Ellos me obligaban a quitarme la ropa y encendían el aire acondicionado a una temperatura bajísima, así que empezaba a temblar y sentía que me estaba congelando. Después traían mi ropa para que me vistiera, pero con la temperatura alta, así que empezaba a sudar. Eso afectó mucho mi salud».

¿Cómo fue tu vida en la cárcel? ¿Cuáles eran tus actividades «normales»?

«En la mayoría de las prisiones en las que estuve, era el más joven entre los presos, así que sentía que tenía la obligación y la responsabilidad de lograr hacer amigos, sobre todo porque estaba con gente muy educada en las mismas celdas y también eran mayores que yo, por lo que trataba de llegar a su nivel de educación».

¿Qué sentiste al estar con toda esa gente educada?

«Como miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), estaba obligado a leer todos los días al menos tres horas, para después, en las sesiones, debatir lo que estaba leyendo, así que prefería tener mis propios planes, como leer más de ocho horas diarias para discutir mis lecturas. Después estudiaba para el examen gubernamental, el cual pasé y garantizó mi oportunidad para entrar a la universidad».

¿Cómo afectó a tu vida social ese período de prisión de 34 meses?

«Tuve muchos problemas durante ese período, principalmente porque estaba preocupado por mis tres hermanos, pues ellos fueron apresados también y eso era una doble presión para mí. Y durante ese tiempo también tuve un problema con mi padre, quien dejó de hablarme durante quince días, porque pensó que por mi culpa apresaron a mis hermanos».

¿Por qué tu padre reaccionó de esa manera?

«Bueno, porque el policía israelí que me arrestó le decía a mi papá que yo estaba conduciendo a mis hermanos al mismo camino mío, y que de esta manera él perdería a todos sus hijos. Otras veces le decía que si nosotros colaborábamos con él, nos liberarían a todos».

¿Cómo reaccionó tu padre ante las propuestas del policía?

«Bueno, cuando mis hermanos se fueron a la cárcel, mi papá me culpaba a mí y creyó lo que le dijo el policía, pensó que era mi culpa que mis hermanos estuvieran presos. Pero después, al pensarlo mejor, se dio cuenta de que yo no tenía nada que ver con los casos de mis hermanos. Cuando el oficial regresó, mi padre lo echó de la casa y le dijo que prefería que sus cuatro hijos estuvieran presos a ponerlos en manos suyas».

Una reacción de mucha valentía que tuvo tu padre. (Vi que Haytham se emocionó con mi reacción y salieron lágrimas de sus ojos)

«Me sentí alegre cuando supe la respuesta de mi padre, pero también me sorprendió la respuesta del policía ante esta actitud de mi padre. El policía le prometió que nunca permitiría que mi padre estuviera con todos sus hijos al mismo tiempo. Y hasta la fecha eso es cierto, pues no hemos podido estar todos en casa, ya que siempre hay uno de nosotros que está preso».

¿Cómo es el sistema de visitas? ¿Tu familia tuvo la oportunidad de visitarte con facilidad?

«Esa es otra de las maneras de torturar a nuestras familias. Primero tienes que saber que nunca vi a mi padre los 34 meses que estuve en la cárcel la tercera vez, pero al menos podía hablarle por teléfono. El sistema de visitas es muy complicado porque los que tienen carné de identidad palestino no pueden visitar a sus hijos en prisión, excepto si tienen un pasaporte extranjero. Así que mi madre tuvo la suerte de tener un pasaporte jordano que utilizó, pero tenía que salir de la casa a las tres de la mañana para estar a las seis de la mañana en la entrada principal de la prisión, aunque hubo veces en las que tenía que esperar siete horas para poder verme. Siempre la registraban y sólo podía verme una hora.

¿Cuántas veces te visitó tu madre? ¿Quién más te visitaba?

«Ella me visitó solamente dos veces. Mi tía me visitaba porque tiene pasaporte estadounidense; y mi prima también, pero porque ella tan solo tiene tres años.

Dices que podías hablar con tus padres a diario por teléfono ¿Cómo era eso posible?

«Sí, porque utilizábamos teléfonos celulares de manera ilegal. Unas veces los mismos guardias nos los decomisaban a cambio de información, y otras nos los devolvían, pero intervenidos, para poder conseguir información de esta manera.

¿Cuál fue tu mejor momento tras las rejas? (Esa pregunta fue como un volcán que le sacó a Haytham todas sus emociones. Comenzó a llorar y yo no puedo negar que me afectó).

«Detrás de las rejas me sentía muy frágil y sensible por todo. También la cosa más pequeña me ponía contento. Pero el momento más alegre fue cuando trajeron a mi hermano a la misma prisión donde yo estaba, Al-Naqab. Cuando lo vi, no podía creer que era mi hermano, pues la última vez que lo vi era un niño, y en la prisión ya era un adulto, así que no lo reconocí de inmediato. Después lo abracé y nos fundimos en un abrazo lleno de lágrimas. Fue un momento muy emocionante para los dos. Allí, en ese instante, sentí que era la persona más feliz del mundo.

¿Y cual fue el momento más difícil?

«El momento más difícil fue cuando se suponía que me iban a liberar en 24 horas, y en ese momento estaba listo para mi libertad. Estaba seguro de que al día siguiente me iban a soltar. Pero a las siete de la noche vino un guardia con un papel en su mano con mi número de preso y me dijo que no me iban a dejar libre al día siguiente, sino que iba a estar preso durante seis meses más. Ahí deseé estar muerto».

¿Qué sentiste en ese momento?

«Lo primero que pensé fue algo como ‘se lo diré a mis padres’, porque ellos estaban listos y emocionados con la idea de que yo regresara a la casa. Así que llamé a mi padre y le dije que no estaba seguro de si me iban a dejar libre al día siguiente. En ese momento, mi padre colgó el teléfono y supe que no estaba bien. Después le hablé a mi madre y me dijo que ya tenía el pelo arreglado para que yo la viera bien al día siguiente. No podía encontrar las palabras para decirle que no me iban a dejar libre, así que empecé a llorar y le dije que la extrañaba mucho, pero que no iban a soltarme al día siguiente. En ese instante, mi madre se desmayó.

¿Qué sentiste al abandonar la prisión después de cuatro años?

«No fue fácil, ya tenía una familia a la que echaba mucho de menos y a la vez tenía otra familia en la cárcel, a quienes iba a extrañar también. Y era gente por las que tenía mucho aprecio y agradecimiento porque me cuidaron mucho en los tiempos más difíciles. Me enseñaron cómo lidiar con policías y qué hacer en situaciones específicas. Crearon mi personalidad y me educaron para enfrentar la vida fuera de los muros de la cárcel.

¿Qué impresión te llevaste al salir de la prisión?

«Me causó mucha impresión ver el muro de separación: no podía creer que iba a estar viviendo en una enorme prisión. Después me sorprendí al ver varios coches y cientos de personas que estaban esperándome, sentí que los extrañaba a todos. Incluso había gente a quienes no conocía. Pero lo más impactante fue cuando vi a mi padre, porque al principio no me reconoció».

Traducción inglés-español: Mariela Kawas

www.palestinalibre.org
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