El término y el concepto son de uso generalizado. Desde tu punto de vista, ¿qué deberíamos entender por unidad popular? ¿Qué significa esta categoría política tan en boga actualmente? Conviene aclarar de qué estamos hablando cuando invocamos a la unidad popular y en qué sentido tomamos como referencia el frente popular. Adelante con ello. Unidad […]
El término y el concepto son de uso generalizado. Desde tu punto de vista, ¿qué deberíamos entender por unidad popular? ¿Qué significa esta categoría política tan en boga actualmente?
Conviene aclarar de qué estamos hablando cuando invocamos a la unidad popular y en qué sentido tomamos como referencia el frente popular.
Adelante con ello.
Unidad Popular fue el nombre de la coalición que lideró Salvador Allende en Chile con el proyecto de una transición democrática hacia el socialismo. Tenía mucho que ver con el proyecto histórico del Frente Popular, no en sus inicios que fue estrictamente defensivo -lo que era en 1935 la necesidad fundamental-, sino en su transformación propositiva durante la guerra civil española; cuando ante la constitución del fascismo en estado sublevado, la lucha contra éste y la defensa de la República llevó a una configuración propositiva del Frente Popular, con diferentes líneas de construcción de una democracia nueva, sobre la alianza de las clases populares basada en diversos programas de transformación social.
No fue sólo en España, durante la II República.
No, desde luego. Esa característica propositiva fue la que adoptó también la resistencia unitaria contra el nazi-fascismo durante la segunda guerra mundial, con la adopción, por poner los ejemplos más relevantes, de programas democráticos y de transformación social por parte del Comité Nacional de la Resistencia Francesa y el Comité de Liberación Nacional de la Alta Italia.
Pero el concepto, la expresión tenido otros usos.
Sí, claro que sí. «Unidad popular» ha sido también el término de la izquierda abertzale vinculada a ETA, Herri Batasuna, un proyecto muy diferente al de Allende; no inclusivo de la izquierda social y política en la medida en que el eje básico de HB era la independencia y la estrategia de ETA, de manera muy relevante en la etapa de la «socialización del sufrimiento», produjo una innegable fractura de las clases populares en Euzkadi. En mi opinión esta última acepción deformaba la original y tuvo fundamentalmente una razón de ser propagandística. En cualquier caso, hoy y aquí la única acepción que la izquierda puede considerar es la de Allende, la que continuaba el camino emprendido por el Frente Popular; una alianza social de clases populares, cimentada en un programa de transformaciones sociales, un programa de «eje social», y materializada para el combate político y de poder en una coalición de partidos y organizaciones sociales. En esa acepción, creo que la izquierda, que es hoy abiertamente plural y está en una etapa de cambios obvios, no puede pretender ningún programa excluyente, de hegemonía de ningún grupo o colectivo concreto, sino un proyecto de unidad popular que sea capaz de acoger y combinar esa pluralidad, la de organización y la de forma de expresión, incluso reconociendo las contradicciones internas que, como cualquier alianza o coalición, no dejará de tener.
Aclarado qué es lo que queremos, convendrá también ponerse de acuerdo sobre algunos principios fundamentales de cómo conseguirlo.
No es tarea fácil. Tus ideas al respecto por favor.
Una de las características positivas de la izquierda en los últimos años es la importancia de los impulsos de movilización y renovación que se han producido desde abajo. Son básicos en la construcción de la Unidad Popular. Sin embargo considerar que ésta solo se construye desde abajo además de constituir un error de análisis de esos mismos impulsos, sitúa la construcción de la Unidad Popular sobre un camino de exclusión, sectario, finalmente improductivo, que amenaza con repetir el histórico error del «frente único por la base».
Entonces…
La Unidad Popular se construye por abajo y por arriba, teniendo en cuenta también las representaciones políticas, hoy existentes, de sus componentes. Las que nos gusten más y las que nos gusten menos. Los límites no pueden ponerlos las organizaciones con posiciones excluyentes; los pondrán las propias clases populares, dando o quitando apoyo. Hoy todas tienen en su historia una mochila cargada, también de errores; si se tiene convicción de cambio, esos errores no han de contar.
Pero habrá o podrá haber algún motivo de rechazo…
El único motivo de rechazo es la corrupción. En todo caso serán las organizaciones que se excluirán a sí mismas.
Las elecciones del 24-M y las próximas elecciones parece que pueden ser un momento importante de esa construcción. Sin pretender ser un análisis general, si me permites, considero algunos elementos de reflexión, sobre lo sucedido, su gestión y el futuro inmediato del 27 de septiembre.
Las elecciones catalanas, las denominadas por algunas fuerzas y colectivos, empezando por el hijo político del molt ex honorable, elecciones plebiscitarias.
A esas me refiero.
Del pasado. Yo no puedo juzgar por todas las situaciones locales, lo hago por la de BCN y pienso que el vuelco en la ciudad es importante (fijémonos en el miedo de las élites). Y lo podría haber sido más. En los inicios de la configuración de la candidatura BCN en comú planteó a la CUP su incorporación y ésta lo rechazó. Desde luego tenía todo el derecho pero yo sigo teniendo dudas de que fuera un acierto, desde la perspectiva precisamente de la construcción de la Unidad Popular. La única razón pública que conozco es que en BCN en comú estaba Iniciativa per Catalunya, y que ésta había participado en la gestión municipal pasada, en el tripartito. No me parece una razón. En las CUP algunos se consideran admiradores y, en cierta manera herederos históricos del PSUC, pero el PSUC participó del gobierno del Ayuntamiento con Narcís Serra y con Maragall. Historia al margen, ICV no es una formación corrupta, y no tengo presente ningún candidato de ICV en BCN en comú que lo fuera. Insisto, dejemos las cargas negras de nuestras mochilas, si no no habrá manera de entendernos.
Pero existía también el argumento de la independencia política, tal vez también organizativa.
El argumento de que la CUP quería preservar su independencia tampoco me parece suficiente para no participar, lo podría haber hecho formando parte de BCN en comú; claro que una cosa es querer preservar la independencia y otra no querer pactar. Y si el argumento es que se quería maximizar la propia fuerza, estaríamos entonces ante un cálculo electoralista, que es lo que todos decimos rechazar. Si la CUP hubiera ido en BCN en comú, estaríamos hablando, más que probablemente de 14 regidores, y de 9 de CiU; entre esos 14 regidores la CUP habría tenido un mínimo de 2 y quizás rozando 3. ¿Para esa ganancia valía la pena no sumar entre todos? Visto desde fuera, lo que ha diferenciado a la CUP en BCN es el eje nacional, incluso en su lema «capgirem la historia», que todos sabemos a qué historia se refiere.
Sigue, sigue, por favor. Te toca hablar ahora de presente.
Lo pasado, pasado está. Espero que BCN en comú tenga a la CUP como una opción preferente de apoyo, porque es con la que más puede coincidir desde la perspectiva del proyecto social; sin que eso excluya otras opciones, que necesita y que no contradicen una concepción inclusiva de la Unidad Popular. Todas tienen sus diferencias; pero es que si fueran iguales ya no estaríamos hablando de ellas como distintas. ¿Habrá que se recordar que se pacta con el diferente? Desearía que la CUP rectificara el tiro en la investidura de la alcaldía de BCN y le diera su voto a Ada Colau; con todas las reservas mentales que quiera, pero con el mismo trato, al menos, que le ha dado a Mas y el «procés» diseñado y liderado por el actual President de la Generalitat. Que le diera el voto por una razón fundamental: el eje social. Que hubiera un pacto por un nuevo proyecto social de Barcelona, y sobre él se desarrollara el ejercicio de la alcaldía. Y que nadie en la izquierda hiciera cálculos politiqueros sobre si abstenerse o votar en contra de Ada Colau es arrojarla en brazos de otros, y así esperar su erosión y avanzar a su costa, etc. etc. Yo, como muchos, presionaremos aunque sea con nuestra expectativa de cambio a Ada Colau y espero que salga adelante en un periodo lleno de minas y trampas políticas.
Pasado, presente. ¿No nos tocaría hablar de futuro?
Futuro inmediato. Pienso, en cambio, que para las próximas elecciones del 27-S, dados los términos políticos en que se plantean, cada uno tiene que ir por su lado. «Catalunya en comú» por el suyo, si cristaliza – yo lo desearía, a condición que se presente con un programa claro, que evite la tentación de nadar entre dos aguas -, y las CUP por el propio. Mezclarlos en una candidatura única llevaría en los pocos meses que quedan a una discusión de líneas y cuotas que solo serviría para mostrar públicamente las divisiones; y el resultado final, si se produjera, no haría otra cosa que añadir confusión. Por separado representarán mejor dos campos que no son idénticos, aunque coincidan en reivindicar el derecho de autodeterminación; de todas maneras, en la etapa política actual, me repito sobre anteriores comentarios, eso no es lo que marca ya las líneas de demarcación, sino la «declaración unilateral de independencia». Artur Mas, en una entrevista publicada en La Vanguardia , decía que le preocupaba el futuro de Barcelona en manos de Ada Colau. Coincido en algo con él, a mí me preocupa mucho más lo que Mas pueda hacer con Cataluña en sus manos. La declaración unilateral confirmaría hoy las hegemonías actuales, la hegemonía del nacionalismo, que la movilización popular apenas ha empezado a remover; o en el peor de los casos serviría a una parte de las élites para conseguir, con su amenaza, un aumento de su cuota de poder.
En este caso sí que conviene sumar después, para luchar, de verdad, contra esa hegemonía, y no antes, por las prisas de entrar en el juego que el nacionalismo ha preparado.
¿Y la propuesta, la autoproclamación de Teresa Forcades?
La propuesta de Forcades, autoproclamada o aceptada por sí y ante sí, sin más, no lleva a nada; pero podría tener consecuencias negativas diversas. Es el problema de los mesianismos.
No estás entonces por esa labor.
No, no lo estoy.
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