El debate sobre el estado de la Nación marca siempre la agenda de la actualidad y sobre los contenidos y propuestas debatidos en el que se ha llevado a cabo, creo que pueden establecerse tres grandes apartados. El primero tiene que ver con la voluntad expresada por el Presidente de cambiar el modelo productivo que […]
El debate sobre el estado de la Nación marca siempre la agenda de la actualidad y sobre los contenidos y propuestas debatidos en el que se ha llevado a cabo, creo que pueden establecerse tres grandes apartados.
El primero tiene que ver con la voluntad expresada por el Presidente de cambiar el modelo productivo que sigue nuestra economía para dejar de lado la dependencia del ladrillo y hacerlo más equitativo, sostenible y competitivo a través de vías que no impliquen nuestro progresivo empobrecimiento, como ocurre cuando se es mediante rebajas salariales.
Creo que es un hecho positivo que esta pretensión se comience a verbalizar y que el ejecutivo muestre su empeño en coadyuvar decisivamente para que ese cambio fundamental se produzca de manera efectiva.
Es evidente que un objetivo de esa naturaleza no puede traducirse en hechos sino a medio y largo plazo pero también que es preciso que a corto se vayan adoptando medidas que permitan que los sujetos sociales y las instituciones reorienten sus comportamientos, preferencias y actuaciones.
Y también está claro que no se trata de un cambio fácil ni automático. Requiere un previo diseño estratégico de amplio espectro, el establecimiento de incentivos que habrán de ser poderosos y, por supuesto, mucho poder de convicción, fuerza política suficiente y gran apoyo social porque no en vano nuestra economía es todavía esclava de grupos oligárquicos con un poder desmesurado y con capacidad para bloquear las acciones del gobierno si no les parecen favorables (1.400 personas controlan las organizaciones esenciales de la economía española y un volumen de capitalización equivalente al 85% del PIB español).
Conseguirlo no será fácil y mucho menos en las condiciones actuales. No se puede avanzar a base de improvisaciones, como da la impresión que está ocurriendo, ni con la falta de credibilidad que tiene desgraciadamente el gobierno después de haber gestionado con tan poca previsión los avatares de la crisis (todavía en este debate José Luis Rodríguez Zapatero insistía en la falsa idea -inspirada por los liberales de anteojeras que lo asesoran- de que en 2007 nadie había previsto esta crisis).
Esperemos que la debilidad que por otra parte muestra la derecha (más bien la vieja derechona que sigue pensando que las gentes de izquierda somos paletos que no sabemos ni leer, como dijo Rajoy) permita retomar impulso y afrontar estos nuevos retos con más brío y compromiso socialista.
La segunda cuestión tiene que ver con las medidas propuestas.
En este sentido creo que hay que reconocer que el gobierno ha sido capaz de poner sobre la mesa una amplia serie de medidas que incluso ha desconcertado a la oposición de derechas. Sin embargo, no creo que se puedan considerar ni suficientemente potentes para paliar los efectos de la crisis ni tampoco del todo capaces de hacer que el modelo productivo cambie en el sentido antes apuntado.
Parece un paso positivo el anuncio de una nueva Ley de Ciencia y Tecnología así como la de Economía Sostenible, aunque es evidente que no son solo leyes lo que se necesita. Quizá se echa en falta un mayor apoyo financiero a programas específicos en estos campos y baterías de incentivos y desincentivos más fuertes para que las empresas, los consumidores e instituciones como las universidades cambien de verdad el paso hacia un tipo de sociedad más innovadora.
Por otro lado, se adoptan medidas para tratar de apoyar a sectores en crisis (seguramente más por la presión del desempleo y por su poder de mercado que por la necesidad social que satisfacen sus estrategias comerciales) y cuyo efecto sobre el cambio de modelo deseado no está claro.
Así, cuesta creer que favorecer la venta de automóviles (suponiendo que se pueda conseguir con esas medidas como comentaré más adelante) significa avanzar hacia la sostenibilidad o que la secuencia de la desgravación por vivienda que se ha adoptado sea congruente con evitar la dependencia del ladrillo.
Esta última era una medida necesaria porque la deducción vigente ha encarecido los pisos y desincentivado su uso en alquiler, que ha servido para fortalecer la burbuja inmobiliaria y que, tal y como ha estado utilizada, dejaba mucho que desear desde el punto de vista de la equidad.
Creo que el gobierno ha sido valiente (y demagogo el Partido Popular reclamando ahora lo contrario de lo que hizo cuando gobernó) pero es posible que tal y como se va adoptar pueda tener un efecto perverso: frenar la necesaria caída que se estaba produciendo en los precios de la vivienda.
Es muy buena noticia que le gobierno se ponga a la tarea en materia de escuelas infantiles, algo que el partido socialista había ofrecido en su programa electoral pero que, erróneamente, se había postergado en los años anteriores en beneficio de otras medidas quizá más populistas pero mucho menos eficaces para lograr la igualdad y el mejor funcionamiento de nuestro sistema educativo.
No tan acertada me parece la propuesta de los ordenadores portátiles que se ha presentado sin detallar y sin que esté clara la filosofía concreta a la que responde: ¿se trata de favorece el trabajo en red, con internet, en soporte digital…? Nada se sabe y, sin embargo, no para cualquiera de esos objetivos es útil un ordenador portátil convencional, especialmente, en esos niveles educativos.
Finalmente, hay que referirse a cuestiones que me parecen esenciales y que no se han propuesto ni debatido en el discusión parlamentaria.
Me refiero, por ejemplo, a medidas para hacer frente a la situación extrema en la que están muchas familias a causa del desempleo y del endeudamiento y, sobre todo, a los problemas de financiación de la economía española.
También me perece que se vuelve a dejar pasar la oportunidad que podría representar esta crisis para corregir los defectos de nuestros mercados, en donde la competencia brilla por su ausencia. Y en donde una basta red de intereses y poderes oligopolistas (sobre todo en sectores claves como el eléctrico, el de distribución, telecomunicaciones y transportes, entre otros) generan tensiones constantes que son la fuente de nuestra constante pérdida de competitividad en los mercados y que luego hemos de compensar con restricciones salariales.
Finalmente, me resulta mucho más inconcebible que en el debate no se dedicara apenas tiempo ni siquiera a mencionar la situación de la banca y, en general, del sistema financiero.
Parece que el gobierno y el principal partido de la oposición han llegado a la conclusión de que lo mejor es no remover y dejar que el Banco de España siga permitiendo en silencio y sin luz ni taquígrafos una gigantesca labor de maquillaje y disimulo de las condiciones reales en las que se encuentran los bancos y las cajas de ahorros españolas. Ya se está haciendo en Estados Unidos y parece que se da por bueno que esa sea también e España la manera de presentar como solventes a nuestras entidades financieras. Que no pase nada ni se comente que las cajas de ahorros españolas han decidido no hacer públicos sus balances es realmente increíble.
La falta de debate sobre esa cuestión me parece gravísima porque lo que de verdad sigue ahogando a la economía es la falta de financiación o la financiación que en términos reales quizá sea la más alta de toda la historia y la más cara de Europa.
¿Acaso los descuentos en el precio de un automóvil pueden determinar su compra mientras no haya créditos para financiarla? ¿acaso podrá animarse el mercado de la vivienda ante el anuncio de que pronto desaparecerá la deducción si los consumidores no pueden disponer de créditos hipotecarios?
La estrategia del disimulo y del dejar que los bancos y cajas sigan utilizando el dinero público para ir capitalizando sus balances mientras que dejan sin financiación suficiente a la economía puede que salga bien y evite poner de evidencia las vergüenzas del sector, pero saldrá bien para esas entidades, no para la economía que mientras se irá desangrando poco a poco. Pero ni siquiera eso es lo más probable y lo más seguro es que se llegue tarde a la adopción de medidas de saneamiento financiero y que, en el camino, el paro y la recesión se hayan hecho insoportables. Muy posiblemente, después de las elecciones europeas ya no quede más remedio que coger el toro por los cuernos y cabe esperar que el gobierno y las fuerzas progresistas puedan hacerlo con decisión y éxito.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla (España).
Su web personal: http://www.juantorreslopez.com