Día 27, de la invasión israelí a Líbano. Día 41 de la invasión israelí a Palestina. Cuando esta nota llegue a los lectores, seguramente las cifras de civiles muertos y heridos por la invasión sionista a Líbano y Palestina ya serán viejas. Según fuentes oficiales libanesas el total de muertos haciende a 1022 personas, en […]
Día 27, de la invasión israelí a Líbano. Día 41 de la invasión israelí a Palestina. Cuando esta nota llegue a los lectores, seguramente las cifras de civiles muertos y heridos por la invasión sionista a Líbano y Palestina ya serán viejas. Según fuentes oficiales libanesas el total de muertos haciende a 1022 personas, en tanto los heridos suman 3.369. También se cuentan entre los muertos 26 soldados libaneses. De las víctimas civiles el 30 por ciento menores de 12 años. En tanto las víctimas civiles en Israel no llegan a 50 personas.
Por su parte las milicias de Hezbollah perdieron sólo 51 combatientes, mientras que el Ejército israelí 59.
Para el gobierno israelí, la detención del soldado Gilad Shalit realizada el 25 de junio por las brigadas Ezzedine al-Qassam, brazo armado del movimiento Hamas, constituyó un acto de terrorismo que justificó un ataque masivo a la franja de Gaza. Sin embargo la operación «Ilusión Disipada», sólo tenía como objetivo la liberación de por lo menos algunos de los prisioneros palestinos, especialmente las mujeres y los niños, que se encuentran en las cárceles israelíes.
En tanto en Líbano el 24 de junio, Hezbollah entró en combate con una unidad israelí en la región de Aita al-Chaab, del lado libanés. El saldo de esta confrontación fue: tres soldados invasores muertos y dos detenidos.
Ambas organizaciones intentaron un cambio de prisioneros con Israel, ya que en las cárceles de ese Estado hay unos 9700 presos árabes del los cuales 100 son mujeres, según la Autoridad Carcelaria Israelí. Al mismo tiempo de ese total hay unos 300 que tienen menos de 18 años.
La idea de intercambio de prisioneros no es algo disparatado, ya había sucedido en 1997, cuando Israel liberó al guía espiritual de Hamas, el jeque Ahmed Yassin, -que tiempo después fue asesinado en Ramallah en un ataque israelí con misiles- y a decenas de otros, a cambio de dos agentes de inteligencia israelíes que habían sido detenidos en Jordania después de un intento frustrado de asesinar al actual líder de Hamas, Khaled Mashaal. Por otra parte en 2004, se intercambiaron 430 presos palestinos a cambio de Elhanan Tannenbaum, un empresario israelí, detenido por Hezbollah.
Sin embargo en esta oportunidad, Israel respondió con todo el poder su ejército, uno de los más poderosos del planeta y sin duda el más poderoso de Medio Oriente. Tras el supuesto objetivo de liberar a los soldados prisioneros, se esconde el propósito siempre explícito de transformar a Líbano en un estado títere y terminar con la Autoridad Nacional Palestina.
«El plan de destrucción del Líbano fue sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya poco más de un año, reveló el San Francisco Chronicle el 21 de julio. Ese plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de 2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes». (Thierry Meyssan/ Red Voltaire/ 02-08-06)
El 21 de julio, dirigiéndose a los periodistas acreditados ante el Departamento de Estado, Condoleezza Rice afirmó refiriéndose a algún plan de paz el Líbano. «No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior».
Otro miembro del selecto grupo de los neoconservadores estadounidense es William Kristol. Este personaje es redactor jefe de Weekly Standard de EEUU y presidente del Project for the New American Century. En la edición del 15 de julio de 2006 de Weekly Standard afirmó: «El islamismo no es más peligroso en sí que el viejo nacionalismo árabe, pero es diferente y es importante comprender esas diferencias. El islamismo es una ideología que puede llegar a ser tan peligrosa como el nacional-socialismo o el comunismo al tomar el control del Estado. Si en 1979 no hubiéramos tenido la revolución islámica, no hubiéramos tenido un Irán peligroso que apoyara a brazo partido a la Siria de Bashar El Assad ni Hamas, ni Hezbollah y los saudíes no habrían financiado el wahabismo para detener el jomeinismo. La lucha contra el islamismo será larga, pero puede facilitarse impidiendo a los Estados que lo protejan y lo financien. Hay que apoyar los gobiernos de Irak y Afganistán, y el cambio de régimen en Siria e Irán. Nadie puede en realidad pensar que se puede negociar con Irán o contenerlo».
El imperialismo ha echado sus cartas, su objetivo es claro, y disponen de varios arsenales para intentar llevarlo adelante. Del otro lado están los pueblos del planeta que resisten a ser esclavizados, oprimidos, masacrados.
Pero ¿cuál es el antecedente inmediato de la carnicería que se abate sobre Líbano y Palestina?
…un día, en Palestina, hubieron elecciones…
Después de las elecciones palestinas -las más democráticas del mundo árabe- celebradas el 25 de enero de 2006, en la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental; Tel Aviv y Washington se encontraron ante la realidad que le habían cambiado el escenario. Repentinamente, para los planes imperialistas, se instaló en Ramallah -sede de la Autoridad Nacional Palestina- un nuevo protagonista: Hamas. La organización político-militar sunita, triunfó categóricamente, sumando 76 de los 132 escaños en disputa para el futuro Parlamento palestino. Tras la renuncia del primer ministro Ahmed Qureia y de su gabinete, Hamas se dirigió al presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, para proponerle conformar un gabinete de coalición.
Absolutamente coherente consigo mismo, Estados Unidos, que «reclama» elecciones «democráticas» a todo el planeta, junto a su aliado, Israel, desconocieron inmediatamente al nuevo gobierno palestino. En los días siguientes, Tel Aviv desató una serie de provocaciones militares, que incluyeron distintos ataques a Gaza, e inclusive una ataque con misiles a una playa de la franja en la que quedó prácticamente aniquilada una familia que estaba descansando allí.
Luego de estas acciones terroristas de las tropas sionistas, se produjo la detención del soldado Gilad Shalit.
En los días siguientes el gobierno sionista desencadenó una feroz ofensiva militar sobre Gaza bombardeando a la Central Eléctrica de la Franja de Gaza, un objetivo civil; la sede del Primer Ministro, Ismail Haniyeh; el Ministerio del Exterior; de la Economía; del Interior; la Universidad de Gaza; los Círculos Infantiles y viviendas de la población civil y a fuerza de fuego, aisló zonas entre Israel y la Franja de Gaza. Apresó a varios diputados, ministros y alcaldes, esgrimiendo el pretexto de pertenecer al movimiento Hamas.
Todos estos ataques y flagrantes violaciones al derecho internacional y a la Convención de Ginebra no merecieron de los hipócritas Estados occidentales ninguna repulsa. Pero la legítima detención del cabo israelí -en una acción de combate- fue tomada como un acto terrorista.
…porque Israel desató otra masacre más y van…
No alcanzan ya los adjetivos para calificar las atrocidades de las Fuerzas Armadas sionistas que atacan Líbano y Gaza. Es la camarilla militarista y ultraderechista de Tel Aviv, a cuya cabeza se encuentra el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz , en alianza con los partidos ultraconservadores, los que están dirigiendo políticamente el accionar del débil gobierno del Premier Ehud Olmert (partido Kadima de centroderecha) y su ministro de Defensa, el ex sindicalista laborista Amir Peretz
Las clases dominantes de este país, y sus organizaciones políticas ultraconservadoras no renuncian a la idea de expulsar a los palestinos hacia Jordania y Egipto y conformar el Gran Israel.
El origen del Estado israelí hay que rastrearlo en la consigna lanzada en 1896 por Theodor Herzl, sobre la necesidad de crear un Estado propio que pusiera a los judíos a salvo de la discriminación de la que eran objeto en toda Europa. Esta idea fue tomada con mucha fuerza por los sectores socialistas y progresistas de esta comunidad. Al mismo tiempo que era mirada con indiferencia por los gobernantes europeos y los judíos acaudalados. Sin embargo esto cambiaría con el tiempo y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña impuso a través de la ONU, la creación del Estado de Israel en Palestina. Las potencias occidentales, dividieron este territorio como un pastel, sin la menor consideración hacia sus ancestrales habitantes, y de esta manera Israel se asentó sobre el 54% más rico y fertil del territorio palestino.
Poco tiempo después de ser reconocido por la ONU, las Fuerzas Armadas del nuevo Estado comenzaron a ampliar sus fronteras con el fin explícito de construir el Gran Israel. En sucesivas acciones militares, que contaron con el aval o la indiferencia de las potencias representadas en Consejo de Seguridad de la ONU, Israel ocupó el 78 por ciento de Palestina, es decir que amplió su territorio en un 24 por ciento por encima de lo estipulado en el proyecto de partición.
En 1967, durante la Guerra de los 6 días invadió los territorios que limitaban por el sur anexando una franja entre Gaza y Cizjordania, Jerusalén este y la península del Sinaí (egipcia). En tanto por el norte anexaron las alturas del Golán pertencientes a Siria. Tras años de largas conversaciones fueron devueltos a Siria y Egipto los territorios invadidos, pero tras el reconocimiento de estos países a la existencia del Estado de Israel. En cambio los territorios palestinos continúan en poder del invasor.
Negar la misma existencia de los palestinos como pueblo ha sido una estrategia permanente del sionismo y expulsarlos como intrusos es un objetivo que persiguen desde 1948. Todas las medidas implementadas con esta finalidad por los sucesivos gobiernos israelíes, caen dentro de la misma política de «limpieza étnica», que llevaron adelante otros regímenes, como: el nazismo con los judíos, los turcos con los kurdos o últimamente los serbios con las minorías albanesas, macedonias y de otros pueblos en la ex – Yugoslavia.
Es esta política del sionismo la que da origen a las demandas del pueblo palestino, que no tienen carácter religioso, ni antisemita y tampoco se remiten a remembranzas bíblicas. Se trata de una lucha de liberación nacional que aspira a recuperar las tierras que le fueron asignadas y construir en ellas su Estado.
Es la comunión de intereses entre la política imperialista sionista y la de Estados Unidos en la región la que impulsa la guerra desatada contra Líbano y Palestina. Y que va más allá de terminar con Hezbollah y Hamas.
En tanto, según informes que provienen del estado judío, la situación interna no es tan favorable a los halcones, como estos desearían. Y hay preocupación entre sus autoridades, que se evidencia en una gran campaña de propaganda en torno a la idea que: «debemos estar unidos, necesitamos el apoyo masivo de la población». Los informes expresan que la población israelí está confundida con la situación y están viendo, a partir de la reacción de Hezbollah que su país no es invulnerable.
Los 200 aviones israelíes que son utilizados diariamente, las miles de toneladas de bombas son descargadas sobre Líbano, los miles de soldados desplazados, los cientos de tanques que son movilizados, el multimillonario paquete de armas comprado a EEUU; significará que una vez que acabe el conflicto -y más allá del negocio que hagan los mandamás del complejo industrial-militar- se deberán anunciar recortes en la economía judía para solventar el esfuerzo bélico. Como habitualmente sucede, esos recortes seguramente afectarán principalmente al gasto social y serán presentados chovinistamente como el esfuerzo que debe hacer el pueblo judío para defenderse de los agresores «terroristas».
El drama del pueblo palestino y su «uso» por los gobiernos árabes
Como se dice más arriba en 1948 al implantarse el Estado de Israel, se lo hace sobre la base de la expulsión de sus hogares de las familias de 531 ciudades y pueblos palestinos, es decir, el 85 por ciento de los habitantes de esta región
Esta política produjo que el 70 por ciento del pueblo palestino ha pasado a engrosar las filas de los refugiados cuyo número se eleva a 5 millones 200 mil, de los que menos de 4 millones están registrados en la Agencia de las Naciones Unidas UNRWA, que les ofrece lo necesario para vivir pero cada año de forma más exigua.
El nacimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) puso sobre el tapete el drama de este pueblo desplazado de sus territorios ancestrales.
Para los corruptos regímenes que dominan los Estados de Medio Oriente, sostener la «causa palestina» fue una manera de desviar la atención de las masas árabes de la miseria y la opresión que sufrían en sus países. Y aún cuando «ayudaron» con algún dinero a la OLP, o sosteniéndolos en sus destierros, lo cierto es que nunca tuvieron una política unificada en torno a la defensa de un Estado Palestino independiente, con las fronteras previstas por la resolución de la ONU de 1948. O como reclaman actualmente los sectores en lucha: «volver a las fronteras de 1967»
Hezbollah (Partido de Dios) y Hamas (Fervor)
Ambos grupos políticos establecen su influencia entre las masas árabes-palestina tras el fracaso de la OLP. La Organización de Liberación Palestina, supo contener en un tiempo a un amplio arco de organizaciones nacionalistas y revolucionarias. La más conocida de ellas: Al Fatah -que fue liderada hasta su muerte por Yasser Arafat- era un partido político nacional revolucionario que lideró la lucha del pueblo palestino entre los ´70 y el 2000.
Luego de las negociaciones realizadas en Oslo, la OLP reconoció la existencia del Estado sionista, e Israel aceptó que la existencia del Estado Palestino. Esto dio origen a la Autoridad Nacional Palestina. Una suerte de Estado Banthustan que depende absolutamente de la ayuda económica de las Naciones Unidas y las potencias occidentales. Tanto Yasser Arafat, como el conjunto de los miembros de la Autoridad Nacional Palestina, han sido probadamente acusados de corrupción en gran escala. Esto valió que en las últimas elecciones legislativas ganara Hamas.
Moshir al-Masri, vocero del movimiento Hamas, en un reportaje otorgado el 25 de enero a la Red Voltaire, expresó: «Respetamos el judaísmo como religión y a los judíos como seres humanos. Nos oponemos, en cambio, a una ocupación que nos expulsa de nuestras tierras y que ejerce todas las formas de agresión, mediante el uso de las armas más atroces, contra nuestro pueblo palestino. De ello se desprende que no podemos aceptar esa ocupación».
En tanto, Hezbollah es la organización de los chii libaneses. Es una de las 17 organizaciones religiosas del Líbano, que tiene representación parlamentaria. Hezbollah ha construido su liderazgo a partir de que en el año 2000, Israel tuvo que salir del país jaqueado por la capacidad de combate de esta fuerza guerrillera que provocó múltiples bajas al ejército israelí.
La ocupación del sur libanés se produjo en 1982; en esa ocasión Israel atacó las bases de la OLP en la región y las fuerza invasoras llegaron a Beirut. Los militantes de esta organización debieron emigrar a diversos países árabes, y la dirección de la OLP junto con Yasser Arfat llegaron a Argelia. En la negociación se acordó que los palestinos que sólo eran refugiados podían quedar en Líbano. Sin embargo, con el aval del ejercito sionista y su jefe Ariel Sharon, las milicias falangistas maronitas (cristianos libaneses), atacaron y masacraron a los refugiados palestinos de los campamentos de Yabra y Shatila.
Sharon intentó imponer un dictador cristiano adepto a Israel, pero fracasó merced a la resistencia que lideró Hezbollah y los invasores debieron retirarse.
Tras la retirada del ejército israelí, Hezbollah se incorporó al gobierno de Líbano y en la actualidad mantienen algunos ministerios bajo su control, en tanto son sumamente respetados en el parlamento libanés. Pero es en el sur, donde han creado un estado dentro de otro Estado, en base a sus programas de apoyo social y la ayuda médica que le granjearon respeto de todo el pueblo. Al mismo tiempo poseen «Al Manar», una popular cadena TV.
Hezbollah y Hamas vinieron a ocupar el lugar que dejó en las masas árabes-palestinas la OLP tras su debacle a causa de su política conciliadora y la corrupción generalizada en la organización y más tarde en la Autoridad Nacional Palestina.
Sin embargo la ideología teocrática de ambas organizaciones, las lleva a coincidir con el nacionalismo burgués de importantes sectores de las clases dominante árabes. En la práctica esta ideología es un freno para el futuro de la revolución, tanto en Palestina como en el conjunto de los países árabes.
De todas maneras, es en la disposición para el combate y su relación con las masas palestinas y libanesas donde asientan ambas organizaciones su protagonismo. Inclusive al ser una chiita y la otra sunita, están mostrando que pueden superar las divisiones sectarias, que alienta el imperialismo y las clases dominantes de la región. Por otra parte Hezbollah, se ha distanciado públicamente de Al Qaeda, organización a la que ha denunciado estar al servicio de Estados Unidos
Estados Unidos y su papel en la región
En la mitad del S.XX, Washington estaba interesado en ocupar el lugar de influencia entre los países árabes que estaba dejando vacío el declinante Imperio Británico. De hecho fue uno de los principales impulsores de una Liga Arabe que pusiera una barrera a la influencia de la URSS, en la región. Esta Liga fracasó estruendosamente, cuando las nuevas repúblicas tomaron posiciones resueltamente antimperialistas y en algunos casos, filo socialistas.
Después de estos hechos EEUU pasa a tener mayor injerencia en Israel, que será la resultante de la combinación de las necesidades políticas y económicas del poderoso loby judío estadounidense, con las necesidades geopolíticas de Washington de tener una base de operaciones importante en la zona. El resultado fue que el estado sionista se transformó en un portaaviones de la Casa Blanca en tierra firme.
No de casualidad una de las industrias más importantes y rentables de este país es el complejo industrial-militar que lo ha transformado en uno de los mayores productores y exportadores de armas del planeta. La importancia de Israel para Washington subió exponencialmente tras la caída del régimen del sha de Persia, Mohamed Reza Phalevi, y la instauración de la República Islámica de Irán. Cuyos gobernantes de son absolutamente antiestadounidenses.
Luego del 11S, Estados Unidos huyó hacia delante con la invasión a Afganistán e Irak. Ambas guerras se asientan en última instancia en el conflicto interimperialista, con la Unión Europea y Japón. Más que una guerra por petróleo, la guerra de Irak es una guerra de EEUU contra la UE, en un intento de revertir su caída en picada en el plano económico y político a nivel mundial.
Tras el empantamiento en Irak, algunos sectores de Washington están considerando que atacando Irán le quitarán base de sustentación a la resistencia iraquí. Su principal dolor de cabeza en este momento. Por otra parte, transformar al poderoso y centralizado estado islámico en un club de jefes tribales como ocurrió con Afganistan sería para los halcones de la Casa Blanca un rédito para nada despreciable. De hecho su táctica de apoyar a unos contra otros y actuar después en de defensa de los «derechos humanos» fue la política que se aplicó con la ex Yugoslavia, o con el mismo Sadan Hussein.
Cualquier mente racional desestimaría esta nueva aventura, y de hecho, sectores capitalistas importantes en EEUU están buscando como desembarazarse de George W. y su camarilla fundamentalista, para salir honrosamente de Irak. Algo -esto último- a todas luces imposible. A pesar de esto, los neoconservadores continúan con su planes megalomaníacos.
Como se ha dicho tantas veces la guerra es la continuación de la política por otros medios. Al mismo tiempo, en la confrontación política se expresan las contradicciones económicas de la sociedad y los Estados. En base a estas aseveraciones se puede afirmar que no es la «locura» de Bush o sus seguidores lo que lleva a Estados Unidos a estas aventuras bélicas, por el contrario como se dice más arriba se asientan en la propia crisis del sistema capitalista.
La historia podría haber sido otra
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se produjeron una serie de revoluciones en las semi colonias y colonias europeas (básicamente francesas e inglesas) de Medio Oriente y el norte de Africa, que comenzaron a cambiar la historia de la región. Los movimientos nacionales reemplazaron en poco tiempo las consignas político-religiosas del panislamismo por consignas sociales y políticas, que impulsaban la unidad panárabe. Como consecuencia de las luchas independentistas en Egipto, Siria, Iraq, Argelia y más tarde Líbano, se instalan regímenes populares, nacionalistas revolucionarios.
En 1923, Lenin en sus Tesis sobre las cuestiones de Oriente, refiriéndose a los países islámicos -en ese momento bajo la dominación Otomana- expresaba: «la tarea fundamental, común a todos los movimientos nacional revolucionarios, consiste en realizar la unidad nacional y la autonomía política. La solución real y lógica de esta tarea depende de la importancia de las masas trabajadoras, que tal o cual movimiento nacional sepa arrastrar en su camino, después de haber roto todas las relaciones con los elementos feudales y reaccionarios y llevando en su programa las reivindicaciones sociales de esas masas».
En Egipto, quien lideró la revolución fue Gamal Abel Nasser, cuyo régimen político tuvo carácter nacionalista, panarabista y con cierto discurso pro socialista. Se nacionalizaron industrias y bancos y se procedió a varias reformas agrarias que pretendían acabar con el sistema latifundista. También nacionalizó el Canal del Suez y los recursos petrolíferos. Al mismo tiempo, sin desconocer la base musulmana de la sociedad, la revolución egipcia impulsó la modernización de las relaciones sociales y los sectores laicos tuvieron considerable influencia en la sociedad.
Más allá de todas las reformas, uno de los ejes centrales del nasserismo, fue el de la unidad árabe. En febrero de 1958, a iniciativa del partido Baath de Siria, se unificaron los dos Estados en la República Árabe Unida, bajo la presidencia de Nasser. Esta experiencia terminó en septiembre de 1961. En 1962, tras el fracaso de la experiencia anterior -básicamente por intento hegemónico de la burguesía egipcia- el nasserismo subordina la unidad árabe al desarrollo en cada país de lo que denominan «socialismo árabe». Egipto apoya en esa época a Yemen, pero luego en este país se produce un cambio de régimen impulsado el eje reaccionario saudí-jordano.
Sin embargo Egipto inspirará todavía la revolución en Libia en 1969, dirigida por Muammar al-Kaddafi, que preparó también un proyecto de unidad con Egipto y Siria que no llegó a cuajar.
En tanto en 1947 es fundado el Partido Árabe Socialista Baath (o Baas), que era un partido político nacionalista árabe laico, radical y de izquierda; aunque con una dirección en la que eran dominantes los sectores de la pequeña burguesía. El lema del partido era «Wahda, Hurriya, Ishtirakiya» es decir «Unidad, Libertad, Socialismo». Esta consigna fue la que unificó por un tiempo a los países que impulsaban -con variantes, según su propio desarrollo- el socialismo árabe.
El Bath, actuó durante un tiempo como un partido panárabe con ramas en diferentes países de la región, pero donde era más fuerte fue Siria e Iraq. Asumió el poder en ambos países en 1963. En 1966 los partidos sirio e iraquí se convirtieron en facciones rivales. En Siria continúa estando en el poder aunque prácticamente no tiene nada que ver con su programa originario. Lo mismo sucedió en Irak, que se mantuvo en el poder con Sadan Husein, hasta que fue derrocado por la invasión de la coalición liderada por Estados Unidos en 2003. En esa época ya hacía mucho que el régimen iraquí no tenía nada en común con las consignas: «Wahda, Hurriya, Ishtirakiya».
En 1961, el Frente de Liberación Nacional de Argelia tomó el poder y logró su independencia frente a Francia. Sin embargo el imperialismo impulsó la reacción y un sector del nuevo ejército derrocó en 1965 a Ahmed Ben Bella, el líder revolucionario que había fundado el FLN y que apoyó a numerosos grupos revolucionarios de Africa, América Latina y en general del Tercer Mundo.
Estos intentos revolucionarios se dieron en un contexto contradictorio. Los pueblos coloniales que liberaron y se independizaron de la dominación Europea, desarrollaron una primera etapa de profundos cambios democráticos, lucha contra el feudalismo, reforma agraria, nacionalización -a veces inconclusa- de sus recursos hidrocarburíferos, importantes reformas sociales, alfabetización, entre otras medidas. Sin embargo el papel de la URSS, entre ellos fue contradictorio. El stalinismo en su política exterior preconizaba la «revolución por etapa», al mismo tiempo que en ocasiones adoptaba políticas ultraizquierdistas que atentaban contra toda posibilidad de construcción de Frente Único. En casos impulsó Frentes Populares que dejaron a la clase trabajadora a remolque de la burguesía. Estos vaivenes, tenían que ver con sus necesidades en política exterior. Y en el caso del Medio Oriente, fue durante toda la Guerra Fría una zona particularmente sensible en la disputa con el imperialismo estadounidense. El papel de la URSS, acá como en otras partes del planeta fue contradictorio, ya que a la vez que alentaba los procesos de liberación, no impulsaba profundizar las revoluciones.
La consecuencia fue que las burguesías nacientes en muchos casos alentados por el imperialismo yanqui, ganaron terreno y las revoluciones se transformaron en regímenes corruptos, en su mayoría despóticos. Que confluirían estratégicamente con las monarquías feudales, como la de Arabia Saudita, Marruecos, Jordania. Y comparten con estos regímenes el estar parados sobre un mar de petróleo y el control de las enormes riquezas que produce la explotación de los hidrocarburos.
Por su parte en Irán, coexiste una gran burguesía iraní, que acumulo fortunas enormes en la época del Sha Pahlevi con una estructura capitalista estatal. El antimperialismo de la revolución islámica nunca puso en discusión los pilares del sistema capitalista de este país. Lo que transforma al régimen iraní en un demonio perverso a los ojos de Washington es su política independiente y su disputa por la hegemonía en la región, que expresa la lucha por el control de las riquezas hidrocarburíferas de la zona. Irán es el cuarto exportador mundial, y principal proveedor de China; es decir es parte del selecto grupo de países que lideran las reservas mundiales de petróleo y gas.
Irán pasó a ser el enemigo jurado en la región para Estados Unidos, después de que se produjo en ese país la revolución islámica que llevó al poder al ayotollah Jomeini. Tras un período en el que hubo un gobierno laico y pro-occidental ahora, la presidencia está nuevamente en manos de los sectores chiitas.
La disputa regional, que se esconde detrás de la fachada religiosa enfrenta al régimen chiita iraní con las monarquía saudí y otros países aliados de Estados Unidos, como Kuwait, Jordania, Egipto, etc.
Tras un poco más de siglo entre las primeras independencias y la actual escalada bélica, en Medio Oriente se resignifican varios conceptos. En los países islámicos, los sectores religiosos, obviamente más conservadores, se ligan con el sentimiento antiyanqui de las masas árabes. En tanto los sectores laicos han quedado asociados con la corrupción y las políticas pro occidentales y pro imperialistas. Al mismo tiempo, político los partidos que levantan las banderas del socialismo han sufrido en la mayoría de los casos un retroceso ideológico les quitó prácticamente todo protagonismo en la política del Medio Oriente. De todas maneras muchas de estas organizaciones continúan luchando heroicamente junto al pueblo palestino.
Final
La lluvia de misiles sionistas sigue cayendo sobre el Líbano y Gaza, al tiempo que agoniza el pueblo palestino y son masacrados libaneses, iraquíes, afganos y otros pueblos de la región. En tanto, para las masas palestinas y árabes en general el futuro no es alagüeño en la medida en que sean las burguesías regionales quienes las representen. Por su parte el pueblo judío continúa sojuzgado por la loza del sionismo.
La liberación social y política de los pueblos árabes y judíos pasará necesariamente por la derrota del imperialismo y el respeto a las distintas nacionalidades y creencias religiosas. En aquellos primeros pasos que dieron las masas árabes en la búsqueda de una construcción socialista y unitaria para la región, podrán inspirarse los pueblos para poder conquistar la paz que desean y necesitan árabes y judíos.
*[email protected] – Integrante de la Red Nacional de Medios Alternativos de Argentina.
Fuentes consultadas: Prensa Latina, Aporrea, La Haine, Rebelión, página web del Frente Democrático de Liberación de Palestina, diario La Nación (Arg.), La Jornada (Mex.), Red Voltarie, Democracy Now .