A las afueras de esta ciudad de la franja de Gaza, Ahmed Felfel cosecha sus fresas, a menos de 300 metros de los tanques israelíes. Pero él no les teme tanto a éstos como a la posibilidad de no poder vender su producción. Primero fueron las flores cultivadas en Gaza las que terminaron como alimento […]
El bloqueo israelí se endureció a partir de septiembre de 2007, incluyendo recursos básicos.
Gaza, a pesar de su crítica situación económica, política y social, ofrece algunos de los productos más finos.
La naturaleza es agraciada con esta tierra. El suelo es rico, hay mucho sol y las lluvias son predecibles. Esas condiciones permiten cultivar las fresas que más le gusta ofrecer a los restoranes europeos.
Tras el triunfo del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en las elecciones legislativas de enero de 2006, Israel, con apoyo de Estados Unidos, se apresuró a aislar a este territorio palestino, una franja de 37 kilómetros de largo que limita de un lado con el Estado judío y del otro con el mar Mediterráneo.
El sitio no permite ni siquiera que se comercialicen flores ni fresas.
«Estoy vivo, pero me siento muerto», señaló Ahmed Felfel, que prevé pérdidas de entre 35.000 y 45.000 dólares por el bloqueo israelí. Esa cantidad se suma a las pérdidas más directas. «Los tanques y las topadoras de Israel demolieron mi sistema de irrigación, invernaderos y equipamiento».
Beit Lahiya está cerca de la frontera con Israel y a pocos metros de la ciudad israelí de Siderot, atacada por cohetes de fabricación casera disparados desde Gaza. Israel contraatacó con misiles.
Los israelíes vienen y simplemente derriban todo lo que piensan que pueda utilizarse como para plataforma de lanzamiento de misiles. Si no encuentran nada, no brindan ninguna indemnización.
En un año promedio, los 6.000 cultivadores de fresas cosechan cerca de 2.000 toneladas que venden por unos 10 millones de dólares.
Dos tercios suelen exportarse mediante Agrexco, empresa exportadora de productos frescos, mitad propiedad del gobierno israelí, que deben utilizar los cultivadores de flores y frutas para exportar.
En noviembre, los israelíes permitieron pasar dos camiones cargados de flores y seis de fresas. Pero luego el bloqueo les cayó otra vez encima.
«Los productores palestinos decidieron no seguir despachando su cosecha», señaló el vicepresidente de Agrexco, Malachy J. Malinovich.
Puede ser en parte cierto porque muchos agricultores palestinos decidieron no cultivar más frutas ni flores para no perder tiempo ni dinero, sólo para ver pudrirse su cosecha.
Pero el director de la Cooperativa Agrícola de Gaza, Ahmed al-Shafi, señaló que un despacho de 12 toneladas de fresas se destruyó en diciembre de 2007 al ser retenido en el cruce de Karem Shalom, en hebreo, y Karm Abu Salem, en árabe.
Gaza tiene un aeropuerto y un puerto marítimo, pero Israel impide su uso. Además, el cruce por la ciudad limítrofe de Rafah, en el norte de la península del Sinaí y fronteriza de Egipto está cerrado, con fuerte presión de Estados Unidos.
El 23 de enero de este año se abrió una brecha en el muro que separa la parte egipcia de Rafah de la palestina, y la población asediada de Gaza cruzó del otro lado para proveerse de los productos básicos necesarios para vivir. El 3 de febrero de febrero se cerró la rotura.
«Solíamos vender un kilogramo de fresas por 4,50 dólares», indicó al-Shafi. «Ahora se venden a 50 centavos».
Hace dos años se exportaban de Gaza entre 40 y 50 toneladas de fresas al día. Pero en 2008 no se han exportado más de 100 toneladas.
Esto puede ocasionar un perjuicio a largo plazo. Europa puede acostumbrarse a importar productos de otro lado. Gaza puede padecer una «emigración de experiencia» porque los mejores agricultores se trasladan a Egipto.
Al-Shafi tuvo el privilegio de poder irse de Gaza, habló con representantes de la Unión Europea (UE) y funcionarios estadounidenses en Tel Aviv.
«Los palestinos y los israelíes somos vecinos y agricultores. Tenemos que buscar la forma de coexistir», señaló.
Sobre todo este año. En septiembre comienza el barbecho judío, cuando los agricultores ortodoxos tienen prohibido cultivar sus tierras.