Recomiendo:
0

Mella: Militancia y herejías. Cuando hay que practicar las frases

Fuentes: Rebelión

La tradición de recordar y homenajear a Julio Antonio Mella el día 25 de cada mes de marzo, nos debe acercar cada vez más al joven centenario que nació en 1903. Mella actuó en el tiempo heroico y complejo del triunfo de la Gran Revolución de Octubre, el nacimiento del movimiento comunista en América Latina […]

La tradición de recordar y homenajear a Julio Antonio Mella el día 25 de cada mes de marzo, nos debe acercar cada vez más al joven centenario que nació en 1903. Mella actuó en el tiempo heroico y complejo del triunfo de la Gran Revolución de Octubre, el nacimiento del movimiento comunista en América Latina y el Caribe, y la irrupción empobrecedora del estalinismo. Cuando la Revolución Mexicana estremecía el horizonte épico -ideológico y político- del continente y pugnaba por avanzar, en medio de las arremetidas del conservadurismo oligárquico tradicional, de los nuevos sujetos capitalistas y definitivamente del voraz imperio del Norte. Cuba entonces recomenzó el combate nacional liberador. En tal vorágine de acontecimientos el estudio de las personalidades, de sus mentalidades y realizaciones, resulta una ardua y no siempre certera tarea de intelección y reconstrucción histórica.

Fruto de la herencia martiana, Julio Antonio considero que la vinculación entre la teoría y práctica, entre la idea y la acción, constituía la clave de la transformación social. Precisamente la asunción de la causa proletaria y la militancia en el Partido Comunista, será la coronación feliz de una búsqueda consecuente y temprana de respuestas para el hacer. El joven comunista pronto compendió que «el hacer» en sí mismo, requería de hallar soluciones a barreras que no siempre estaban en el campo enemigo.

Los esfuerzos del fundador cubano por poner en práctica los criterios más revolucionarios, el cómo enfrentó y venció las contradicciones dentro de las propias filas del movimiento comunista de la época; conforman una historia que merece ser más conocida. Con la agudeza que le era característica Mella afirmaba que: «donde cambia el aspecto de la cuestión es cuando hay que practicar las frases. Entonces se da uno cuenta del gran abismo que va de la realidad a la teoría» 1 .

Más allá del oficio y la posibilidad del historiador, c ada cierto tiempo a propósito de Mella y el Partido, reaparecen los jueces y críticos de la historia que no vivieron. A la extrema izquierda de las izquierdas, y por supuesto a la derecha, en ya nada sospechosa coincidencia, están las lecturas que pretenden avivar las polémicas estériles que hieren y dividen. Como contraparte, se ha creado entre no pocos compañeros la coincidencia de no atender los debilidades o errores y/o soslayarlos, para no «darle armas a los adversarios», con lo que se privan de un conocimiento histórico -hoy imprescindible-, para aportar a la evaluación del Partido de la Revolución, su teoría y constitución orgánica, al perfeccionamiento del trabajo de los cuadros y militantes, a la praxis partidista.

La sanción a Mella

El temperamento fogoso de Mella le granjeaba una gran simpatía entre la juventud estudiantil: » es necesario dar un alto y si no quieren obedecer, un bofetón a tanto canalla, tanto mercachifle, tanto patriota, tanto adulón, tanto hipócrita…que escribe o habla sobre José Martí, declaraba en «Glosas al pensamiento de José Martí» 2 , y todos sabían que así actuaba. Los que le conocían desde su más temprana juventud, quienes le acompañaron en las «batallas» de los Manicatos por sanear la Universidad e impedir el abuso y los agravios de las novatadas, lo sabían además un buen boxeador. Esta imagen sin embargo, no era -no podía ser-, la que le demandaran sus compañeros del primer Partido Comunista de Cuba (PCC), procedentes del medio obrero, la mayoría hombres maduros, urgidos de que aquel torbellino de joven «creciera» en serenidad y «compostura».

Algunos de sus contemporáneos recuerdan a Mella agresivo e intransigente en la crítica -» duro e implacable» como el maestro Alfredo López (1894-1926), se auto-reconocía Mella- , pero todos siempre lo destacaron por exigir desde el ejercicio de la ejemplaridad y la honestidad. La multiplicidad de iniciativas que desplegaba, su amplitud de amistades y relaciones con lo que se consideraba «el mundo no proletario», desbordaban los moldes de lo que en aquel momento se consideraba «lo políticamente correcto» dentro del PCC, y le creaba fricciones con la dirección. No faltaron los que le consideraron irreverente y necesitado de ser «disciplinado».

La situación de Mella en el Partido y las observaciones y críticas que se fueron acumulando, no respondían solo a problemas de «ímpetus», «formas» y «comunicación». En lo esencial pesaba la novedosa y audaz concepción sobre la Revolución que poseía el joven revolucionario, con criterios ya definidos sobre el contenido y papel del Partido, los sujetos de la Revolución, las alianzas y vías para la acción. Joven intelectual de talento devenido en líder comunista, enfrentó no pocas veces dentro del movimiento comunista, las desviaciones izquierdistas y los prejuicios nacidos de la inmadurez política, de quienes procedentes del medio proletario desconfiaban de los intelectuales, median los «orígenes de clase», y hacían del clasicismo abstracto «del obrerismo», de la disciplina orgánica e ideológica, una barrera sectaria y aislacionista.

El desencuentro de Julio Antonio con la mayoría de la directiva comunista hizo crisis cuando el 5 de diciembre de 1925, en protesta a un injusto encarcelamiento, decidió por iniciativa propia protagonizar durante 19 días una histórica huelga de hambre, que a riesgo de su vida logró su excarcelamiento, y golpeó de manera rotunda la credibilidad del dictador Gerardo Machado Morales (1871-1939) dentro y fuera del país.

El método de la huelga de alimentos no se apreciaba entonces como correcto en el seno del movimiento obrero y comunista. La primera reacción negativa la tuvo Mella de los compañeros con los que compartía la prisión, que le respondieron con desdén y burla: Pueden hacer esa huelga los burgueses que siempre tienen qué comer, los trabajadores viven en huelga de hambre !, se solía decir. Solo Alfredo López y otros dos compañeros estaban dispuestos a secundarlo, pero tenían tan precario estado de salud que el propio Mella se los impidió.

La huelga no fue aprobada por el primer Partido Comunista de Cuba (PCC), y la dirección le hace llegar a la cárcel la orientación de que la abandone. El Comité Central del Partido cubano tenía una seria preocupación por la salud y la vida del joven huelguista. Mella imposibilitado de explicar sus razones, continuó a sabiendas con su decisión. Ya en libertad, aún convaleciente de las secuelas que le dejó al huelga, solicita la realización de una reunión de análisis, para aclarar la situación, y protestar por la exclusión y los ataques políticos y personales, de que era objeto por parte de sus compañeros de la organización comunista. La carta que envía al Comité Central es sumamente agresiva, se refiere a las «acusaciones cobardes lanzadas contra mí por ese Comité » 3 . Cuando se produce la reunión, esta devino en juicio y en el drástico acuerdo de proponer sancionar a Julio Antonio con la separación del Partido.

Los legajos que guardan los documentos y actas de lo que ha pasado a conocerse como el juicio contra Mella 4 , permiten reconstruir la tensión de la reunión. Los miembros de la Comisión que se creó por el Comité Central del PCC, no querían ni podían escuchar los argumentos de Julio Antonio, pues acudieron con un criterio prefijado: La mayoría del Comité Central del PCC, consideró la actuación de Julio Antonio como un acto irresponsable, demostrativo de debilidad política e ideológica, incompatible con la debida disciplina partidista y la responsabilidad que como militante y dirigente debía tener el joven líder. También se le hizo culpable por las declaraciones «políticamente incorrectas» que realizaron varios de los participantes en los comités que se crearon a favor de su libertad, y en tanto se le criticó haberse ligado a la protesta de la burguesía y confundir las clases explotadoras y explotadas.

Los documentos permiten entender la lógica de la reunión: Si Mella reconocía los cargos que se le hacían, dada la gravedad de los mismos se le aplicaría la sanción. En caso de que el joven -como ocurrió- protestara y no aceptara los argumentos acusatorios que contra él se levantaban, se le sancionaría además, por su falta de espíritu crítico: » ha confesado su tesis personalista, ha hecho la apoteosis de la indisciplina» , dirían sus jueces. Se siente al leer los cargos que se le imputan al joven comunista, la presencia de predisposiciones que no fueron dichas en el seno del Partido en su momento y eclosionaban en la peor de las circunstancias. No se juzgaba solo el hecho de la huelga. Julio Antonio en criterio de sus acusadores «actuaba bajo su propia iniciativa chocando continuamente con la disciplina y los Estatutos del Partido, causas que motivaron el proceso y su resolución» , como reconocerá el Comité Central del PCC en carta de mayo de 1926, a sus compañeros del Partido Comunista Mexicano (PCM) 5 .

Los descargos de Mella aparecen en el acta como justificaciones poco sólidas, frente al hecho concreto de mantener la huelga en conocimiento de la orden de abandonarla. Explicó el acusado que en las condiciones en que se encontraba, le había sido imposible objetar la orientación de abandonar la huelga, persuadir y lograr que se entendiera su acción, y mucho menos podía ser culpado por lo que dijeron o hicieron unos y otros sujetos participantes en el amplio movimiento que a favor de su liberación se desplegó dentro y fuera de Cuba. Se le dibuja en una posición agresiva e insolente. Pero más allá de la manifiesta parcialidad del documento 6 , queda claro que Mella tampoco cedió. No se disculpó por las duras palabras con que se había dirigido al Comité Central.

Objetar desde la pelea por hacer la Revolución

La sanción de Mella no fue informada a la militancia del Partido. Se ratificó en la Primera Conferencia del PCC celebrada el 20 de mayo de 1926, pero el conocimiento de tal ratificación quedó reducido, en lo fundamental, a los participantes de la Conferencia, la mayoría de los cuales ya conocían el problema por ser los mismos dirigentes que habían estado en la discusión con Julio Antonio. Sin un amplio debate en el seno del Partido el desencuentro de Mella y sus compañeros del Comité Central se focalizó aún más en el ángulo personal.

La medida disciplinaria no fue aceptada por Mella, y de hecho se produjo una abrupta fractura de sus relaciones con la jefatura del Partido. Julio Antonio se sintió maltratado y ofendido y de hecho se tomaron acciones para aislarlo y tratarlo como traidor, pero lejos de cejar en su trabajo revolucionario, multiplicó la inconformidad en más entrega, en mayor compromiso. Obligado a salir de Cuba ante la orden de asesinarlo que había dado el dictador Machado, concentró su labor en la Liga Antimperialista de las Américas.

El paso de Julio Antonio por varias organizaciones estudiantiles, obreras y campesinas de Centroamérica y el país azteca, y definitivamente su militancia en el Partido Comunista Mexicano (PCM); la presencia en el Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, celebrado en Bruselas en 1927; la visita a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ese mismo año; la amistad inquebrantable con Rubén Martínez Villena (1898-1934)   y otros camaradas cubanos; los mensajes y manifiestos de apoyo a la lucha de los estudiantes, obreros, intelectuales y comunistas que enviaba clandestinamente a la Isla, lo muestran en toda su multifacética labor revolucionaria.

Es en el seno de la Internacional Comunista, donde Mella va a encontrar una consecuente atención a la disputa con sus compañeros del Comité Central del PCC. Las direcciones de los partidos comunistas Mexicano y de los Estados Unidos, supieron aquilatar en su dimensión la figura revolucionaria de Mella, y a la vez ayudarlo a realizar una evaluación autocrítica de la situación creada. Ambos partidos no ceden a los reclamos realizados desde el PCC para apartar y considerar a Mella como traidor 7 , lo acogen como comunista y realizan una seria labor de mediación.

La dirección de la Internacional Comunista en 1927, resuelve definitivamente la situación de la sanción a favor, de Julio Antonio, y emite una resolución que obligaba al PCC reincorporar a un Mella 8 , que en la práctica nunca pudo ser «separado» de lo fundamental: la lucha por la causa comunista. A un año y nueve días de aprobada su separación, el 29 de mayo de 1927, la dirección del PCC, aún presa de sus criterio iniciales, opta por cumplir con la directiva de la Internacional y » dar entrada de nuevo en el Partido Comunista de Cuba » a Mella «restableciéndolo en todos sus derechos y deberes de afiliado « 9 .

Ni con Trotski ni con Stalin

No tuvo temor Julio Antonio de contradecir la cultura oficial que se imponía desde URSS y la burocracia partidista que por entonces se entronizaba en la Internacional Comunista, no se intimidó por la fiscalización y la constante hostilidad de sus funcionarios. Julio Antonio busca la verdad por sí mismo, sin preocuparle las falsas suspicacias, ni atenerse necesariamente a los juicios «finales».

Conoce la censura a que han sido sometidas las tesis de Lev Trotski (1879-1940) luego de la XIII Conferencia del Partido en enero de 1924, no le es ajena la acusada diferencia entre este dirigente y Iósiv Stalin (1879-1953), quien ya era el máximo jefe del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética. No obstante Mella, porque lo cree digno, alaba la precisión de Trotski sobre la importancia de la contabilidad en la empresa socialista contenida en su trabajo «¿Hacia dónde va Rusia? -Moscú 1926- 10 . Y esto lo hace públicamente en El Machete, órgano central de los comunistas mexicanos. La lectura que hoy acreditamos demuestra que Julio Antonio, apreció a Trotsky cuando este » supo matar hasta el último rescoldo de individualismo» y asumió la disciplina y la labor colectiva del Partido de los bolcheviques 11 , para criticarlo definitivamente cuando promovió la división y la ruptura de la unidad. Según afirmó Arnoldo Martínez Verdugo, el propio Mella fue el autor de la Tesis del Comité Central en las que se definió la postura del PCM contraria al trotskismo 12 .

La obra y acción del joven líder cubano también es demostrativa de una concepción teórica y política completamente opuesta al estalinismo. Es significativa la ausencia en los discursos y artículos escritos por Mella, de referencias Stalin, mientras si aparecen citados otros líderes soviéticos de su propio entono. Que Julio Antonio se detuviera en los textos de Trotski y mantuviera silencio sobre «Los fundamentos del leninismo» -Moscú 1924-, obra de la autoría de Stalin, publicitada en aquellos momentos, con traducciones y ediciones millonarias, resulta otra «pista» sobre el distanciamiento del joven comunista de la codificación rígida y esquemática de los principios leninistas que propugnaba la «teoría» estalinista.

Mella en todo momento se pronunció contra la claudicación del leninismo, el seguidismo acrítico, la satelización y postergación de los intereses de la lucha revolucionaria en cada nación «en defensa de la URSS» , que propugnaba el jefe del Partido soviético a través de la «teoría» del socialismo en un solo país. En la expresión de estas posiciones, fue enfrascándose en un fuerte conflicto con los principales seguidores de las ideas y métodos estalinistas, los mismos que devinieron en el conocido grupo de oportunistas y pistoleros, que tomó la dirección de la Internacional Comunista para América Latina, y destruyó la impronta revolucionaria de la organización.

En criterio de Mella n o había necesidad de trasladarse a » las costas del Mar Negro o de la Siberia», para derrotar al sistema del capital. Nuestras propias fuerzas debían ponerse en juego en el sentido y el riesgo de la Revolución antimperialista 13 . La solidaridad material y política con el movimiento de resistencia a la invasión estadounidense que lidera Augusto César Sandino (1895-1934), se convirtió en una de las tareas centrales de Julio Antonio, en momentos que la burocracia de la Internacional comienza a manifestar sus «dudas» sobre Sandino, porque este no se define como comunista. Funda el Comité Manos Fuera de Nicaragua (MANFUENIC). También está en la creación del Partido Revolucionario Venezolano, que se propone derroca al dictador Juan Vicente Gómez (1857-1935). Ante la tesis de la lucha política dentro de la «paz» burguesa que privilegiaban los directivos de la Internacional, y en respuesta a la verborrea contrarrevolucionaria aprista, Mella levanta la experiencia concreta de los guerrilleros nicaragüenses: «Sandino ha enseñado mucho a los timoratos» 14 , afirma.

Desde la tradición revolucionaria cubana, con la experiencia vívida de Sandino, Mella funda en México, en enero de 1928, una organización insurreccional para ree ditar la tarea inconclusa de José Martí, precisamente la nombrara Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC), en rescate de la tradición de los emigrados que fundaron el Partido Revolucionario Cubano. Lejos de transpolar, como lo hacían la mayoría de los líderes comunistas del momento, la histórica consigna de los bolcheviques (¡Todo el poder para los soviets!); Julio Antonio asumirá el mensaje que en la cultura política cubana cumplía el mismo propósito: El grito de «¡Cuba Libre para los trabajadores!». Este era para Mella el «generaciones de cubanos», «condensa el ansia de libertades de un pueblo y se ha trasmitido como símbolo Yara, Baraguá, Baire… Mas para que el próximo «grito» no pueda ser traicionado, para que sea uno verdaderamente popular y democrático le añadimos el complemento de «Para los trabajadores» 15 .

Vence Mella los prejuicios izquierdistas , que se negaban a buscar la más amplia unidad frente a la tarea inmediata de derrocar al gobierno proimperialista de Machado, y orienta contactar con sectores del Partido Unión Nacionalista en Cuba. El programa martiano, marxista y leninista de liberación nacional que dio a conocer Mella a través de la ANERC, fue el primer intento de construir un camino propio para la Revolución Cubana en el Siglo XX. Hoy fundamenta como la Revolución se pensó desde un substrato original: En función de las necesidades y esencias criollas, buscando toda la unidad posible, y sobre todo, permeado de la espiritualidad y la riqueza conceptual que le venía directamente de José Martí.

Ya en 1928, el PCC compartía los criterios de Mella sobre la insurrección en Cuba, a contrapelo de la «orientación» táctico estratégica de la Internacional Comunista. Rubén Martínez Villena con el liderazgo efectivo del Partido dentro de Cuba, secundaba a Mella 16 en sus planes con la ANERC. En México Mella logra nuclear dentro del amplio grupo de exiliados revolucionarios cubanos que lidera, a los militantes del PCC que habían tenido que abandonar el país por la represión de la dictadura machadista, algunos como Alejandro Barreiro, miembro de Comité Central, que incluso había integrado la Comisión que propuso la controvertida sanción de 1926 17 . Esta realidad vista desde los duros intercambios realizados en los momentos de la sanción, y la fractura que le siguió, dan la dimensión ética y política de salida de los revolucionarios involucrados aquel conflicto, y permiten con justicia considerarlo como un hecho desafortunado y coyuntural.

La lucha política al interior de la Internacional

Fue muy tirante la relación de Mella con los representantes latinoamericanos de la Internacional Comunista. En 1928 el italo-argentino Victorio Codovilla (1894-1970) se opuso a que Mella integrara la dirección de la Internacional Sindical Roja con el pretexto de que no era «obrero» y propició la candidatura del venezolano Ricardo Arturo Martínez, delegado de una unión obrera venezolana (establecida en los Estados Unidos) que tampoco lo era. Codovilla y Martínez serían los más agresivos enemigos de Mella en el seno de la Internacional. Precisamente estos funcionarios, intentaron en más de una ocasión acusar a Mella de trotskista, y en consecuencia separarlo y expulsarlo deshonrosamente de las filas del Partido y la Internacional. Rubén Martínez Villena, en carta desde la Unión Soviética a su esposa definiría a Martínez: » éste se me ha revelado como un tipo mezquino, nocivo, desleal, contrarrevolucionario» 18 .

Diversos testimonios apuntan sobre las agudas contradicciones que tuvo Julio Antonio con la dirección del PCM días antes de caer asesinado. En julio de 1928 Mella actúa como secretario general suplente del Partido, y apoyado por Diego Rivera (1886-1957), y los delegados obreros y campesinos, gana la votación para el nacimiento de la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM). Eran tiempos en que triunfaban en la Internacional las concepciones estalinistas de sujeción de los sindicatos y organizaciones a las direcciones partidistas, y se esquematizaba la concepción de «polea transmisora» de Lenin. Julio Antonio por el contrario, se pronuncia por una perspectiva unitaria para lograr la mayor cohesión posible dentro de la clase obrera, en base de un programa mínimo de coincidencias políticas: «Nosotros planteamos el problema de la unidad del movimiento sindical y no la unidad del partido. Un partido reúne cierto número de personas, las cuales profesan una misma opinión, Los sindicatos agrupan a la clase obrera en las cotidianas luchas e independientemente de los puntos de vista políticos que existan en su seno» 19 .

E n septiembre de 1928 regresan a México de Rafael Carrillo Azpeitia , secretario general del PCM y Vittorio Vidali ( 1900-1983 ), representante de la Internacional, delegados ambos al VI Congreso de la Internacional Comunista realizado en Moscú, donde acababa de aprobarse la estrategia sectaria y aislacionista que se conocería por la consigna de «clase contra clase». Carrillo y Vidali critican y acusan a Mella de trabajar contra la línea del Partido por su iniciativa de crear la CSUM. Mella es destituido del Comité Central del PCM y se le presiona para que abandone los planes insurreccionales y unitarios de la ANERC.

A pesar de que la consigna de «clase contra clase» se generalizó entre los jóvenes partidos ma rxistas, y de estar conminado en el orden disciplinario a cumplir el acuerdo del VI Congreso de la Internacional, Julio Antonio no acepta aplicar mecánicamente la orientación. Considera que las tesis que se avienen a la realidad del movimiento de liberación en Cuba y en Latinoamérica y el Caribe, son las que hasta el VI Congreso había defendido la propia Internacional Comunista: Frente Único y Liga Antimperialista. Mella ha elaborado una concepción de la Revolución que une el saber de la tradición combativa, lo mejor de las ideas de justicia social y antimperialismo, y la experiencia de la situación concreta que vive el movimiento revolucionario en México, Cuba y la región. Y en base a estos argumentos no cambia la perspectiva de la ANERC, ni suspende sus contactos con sectores del Partido Unión Nacionalista para organizar la lucha armada en Cuba. Sandino y los revolucionarios venezolanos tienen todo su apoyo. Así mismo se da a la tarea de impulsar la CSUM, y redactar sus documentos fundacionales.

El confl icto teórico y político de Mella con los estalinistas se mantuvo en el centro del debate, aún después de caer baleado por los esbirros pagados por el dictado Machado el 10 de enero de 1929. La Asamblea de Unificación Obrera y Campesina de la que surgió la CSUM se inició el 26 de enero de 1929. Julio Antonio Mella, su más brillante impulsor, fue nombrado Presidente de Honor. A sólo cinco meses de su muerte- junio de 1929-, alrededor de las tesis de Mella, se desplegaron fuertes polémicas en la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina celebrada en Buenos Aires. Allí se hicieron evidentes las contradicciones del grupo de comunistas cubanos de la ANERC, con la dirección del PCM. A lo que se sumó la fuerte crítica de la Internacional Comunista al PCC, por mantener la tesis insurreccional de Julio Antonio en la alianza con las fuerzas nacionalistas cubanas 20 .

La pugna ente Stalin y Trotski, produciría al interior del PCM y de la mayoría de los partidos de la región lacerantes procesos internos. En medio del rigor del combate clasista y de violentas arremetidas de la reacción burguesa y latifundista, los métodos de purga sectaria y dogmática que irradiaba el estalinismo cobraron su cuota de víctimas, e hicieron presa de esos y otros errores a muchas dirigencias comunistas, sometidas al «camarada mayor». Los adversarios de Julio Antonio Mella en la Internacional Comunista no descansaron en sus intentos de demeritar y destruir la imagen del revolucionario que no había podido reducir en vida. Basta como muestra significativa la justa ira de Rubén Martínez Villena, cuando de regreso de la URSS, en 1932, en Nueva York, impide que se publique en Mundo Obrero , órgano del Buró Latinoamericano de la Internacional Comunista, un artículo insultante sobre su entrañable amigo. A juicio de Rubén de haberse consumado, aquella publicación hubiera sido el «segundo asesinato de Julio Antonio Mella» 21 .

La unidad en la diferencia dentro del Partido

Julio Antonio logró «domar» su explosividad y se acercó al don de la mesura, sin abandonar su inclaudicable firmeza. Ello le permitió defender sus puntos de vista dentro del Partido y actuar en consecuencia sin por ello estimular disidencias, indisciplinas o debates estériles. Ni las más fuertes polémicas y acusaciones, lo llevaron a renunciar a su condición de militante. Se cuenta que en medio de los cruentos debates que sostuvo con los representantes de la Internacional Comunista después de septiembre de 1928, airado, Mella recriminó y retó a sus acusadores, y decidió abandonar el Partido, pero que pocos días después rectificó su decisión, sin por ello renunciar a sus puntos de vista sobre la CSUM, al apoyo a Sandino y al trabajo insurreccional y unitario de la ANERC. Había conocido en Martí el valor estratégico de la unidad dentro del Partido de la Revolución, y tal criterio lo defendió hasta su último aliento.

Mella como Lenin, aprendió a diferenciar las disidencias y fricciones del imprescindible clima de intercambio, donde las ideas maduran en el debate de las distintas corrientes de opinión. Se opuso a toda falsa unanimidad. Es por ello que emplea en toda su magnitud el método leninista del debate: «He aprendido a decir estudiando la realidad». «Reconocer un error y enmendarse es ser infalible». «Tal es mi opinión honrada de luchador. Creo estar en lo cierto, pero si no lo estoy, dispuesto a cambiarla me encuentro»   22 .

El estilo de discusión de Mella -y su acción- partía de la realidad y no de la literatura, tomaba de la vida la base para las ideas y de las ideas el método con que enjuiciar la vida, sin pretender conformar ésta a aquella, sino adecuando aquellas a ésta. Así advirtió muy tempranamente el peligro de entramparse en polémicas «sobre tal o cual punto doctrinal» 23 . » La hora es de lucha ardorosa -proclamaba – quien no tome las armas y se lance al combate pretextando pequeñas diferencias, puede calificársele de traidor o cobarde. Mañana se podrá discutir, hoy solo es honrado luchar» 24 .

Todo acto de divisionismo encuentra en Mella un rechazo tajante. » Los partidos comunistas no pueden ser un mosaico de colores y tendencias 25 «, escribe el 5 de enero de 1929 en El Machete, cinco días antes de caer asesinado.

Mella, sus contemporáneos y nosotros hoy

Julio An tonio Mella y sus camaradas de Partido tienen el mérito histórico de crear la organización revolucionaria que se propuso los más altos objetivos humanistas de su época, y en consecuencia hicieron derroche de heroísmo, frente a la reacción criminal de los oligarcas y burgueses nativos, y sus amos imperialistas. Si no entendemos esa historia de seres en conflicto de creación, en derroche de valores y pasiones encontradas: ¿Cómo podemos avanzar hoy mismo, cómo construir la unidad e impulsar la obra mayor de la Revolución socialista, con todas y todos los que honestamente quieran revolucionar las circunstancias y con estas sus propias personas?

Hay que develar con objetividad cuáles fueron las soluciones que entonces no afloraron, las causas internas y externas de lo que realmente aconteció. No ha existido ni existirá una revolución sin errores, porque son obra de la actuación de hombres y pueblos que no son perfectos, enfrentados además, por primera vez, a nuevos y descomunales retos. Por eso creo que no hay que avergonzarse de los errores, lo grave y bochornoso sería no contar con el valor de profundizar en ellos y analizarlos para extraerles las enseñanzas a cada uno y corregirlos a tiempo 26 .

Lo fundamental es hacer conciencia desde los «como» y los «porque», en lo inadmisible de permitirnos repetir los mism os errores de desvinculación de las masas, elitismo y vanguardismo por decreto, las mutuas acusaciones, deslealtades y desencuentros. La historia nos debe ser útil para construir la propuesta unitaria, y que las Revoluciones no se vuelvan a perderse por los vericuetos de la intolerancia sectaria, los dogmas prefijados, el burocratismo, la excesiva centralización, la negación de la crítica y el ejercicio de opinión y el estrechamiento de la democracia interna. Julio Antonio Mella nos compele a la vigilancia y el combate intransigente contra nuestros propios errores.

Muere Julio Antonio Mella en el empeño que consideraba correcto, sin renunciar a su condición de militante del Partido y de la Internacional Comunista. Consciente de virtudes y errores. Batallan do por la Revolución dentro y fuera del Partido. La valentía política resulta su más trascendente legado personológico. Ejerció el pensamiento propio, asumiendo el riesgo del error, sin temor a las recriminaciones y las emboscadas de los eternos defensores de la autoridad constituida y los caminos trillados. Mella fue lúcido, pero sobre todo leal. No basta con la sabiduría, con construir la teoría, hay que llevar lo que se considera mejor a la práctica, y correr los riesgos personales que ello impone: romper barreas, vencer dudas y resistencias, enfrentar entuertos y ataques, equivocarse, levantase, convencer y seguir adelante sin perder ni la convicción ni el entusiasmo.

Desafortunadamente aún en nuestro medio persisten los que critican solo si el vien to les es favorable, y abundan los críticos-hipercríticos que consideran que tienen magníficas ideas y aspiran a que sean otros los que las lleven a efecto. Suman lastre los estilos retardarios, y también los que se acostumbraron a cabildear para no hacer, mientras aparentan que hacen. Afortunadamente son muchos más los dispuestos a realizar las ideas revolucionarias. A estos imprescindibles, Mella les confirma que la tarea por delante, es tan compleja como necesaria y posible, es hermosa. Hay que estar dispuestos a buscarnos problemas defendiendo nuestras ideas y enfrentando con firmeza lo mal hecho, reafirmó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, en actualizadora exhortación 27 .

Una y otra vez tenemos que sacar experiencia de la historia: ¿Cuánto daño le hizo a la izquierda en el pasado siglo, las mutuas acusaciones todas sectarias, todas dogmáticas, cuánto los prejuicios sembrados desde las relaciones objetivas y la hegemonía ideológico-cultural del capitalismo que nos cerca, o directamente espoleadas por el enemigo común? El necesario debate entre los revolucionarios no puede ser reemplazado por la crítica airada, la admonición, la denuncia implacable dirigida contra quien no comulgue con una tesis, propuesta o decisión. Una y otra vez tenemos que exorcizarnos contra los demonios de intolerancia. Ya sea en el ejercicio del disentir, como en la defensa de lo que creemos errónea o injustamente criticado. Ser implacables con el enemigo de clase y enérgicos contra lo mal hecho dentro nuestras filas, he ahí una diferencia sustancial que no siempre tenemos en cuenta. En este hacer que es el hilo conductor de la cultura del y en el debate aún nos queda mucho que aprender para hacer.

La reunión de enero de 1926 en la que se propuso la sanción de separación de Mella, no resulta un hecho «del pasado». Es demostrativa de cómo la acumulación prejuicios sobre un compañero, la ira, las pasiones desatadas y la falta de un balance crítico, pueden bloquear la comunicación de un grupo de revolucionarios, sustituyendo la evaluación por la obcecación, la diatriba y el insulto. Una sanción política no podrá ser educativa si se asume como castigo, jamás lo será si es el resultado de un proceso oscuro y mezquino, si promueve el escarnio y la afrenta.

Las reuniones con sanciones prefijadas, los juicios dogmáticos, las prohibiciones, desaprobaciones y censuras, para castrar el pensamiento de avanzada y la audacia en la acción; las ojerizas contra los intelectuales, la intolerancia y las fracturas de comunicación; son tendencias negativas criticadas y superadas por nuestro actual Partido Comunista. Pero no se equivocaron Lenin y su discípulo Mella, cuando calificaron todas estas expresiones de enfermedades infantiles : En tanto la ideología es un proceso que transcurre desde cada individuo, por el sistema particular de sus relaciones materiales objetivas, los desarrollos y accidentes de su biografía e individuación, las praxis de realización, la instrucción educacional y la cultura general integral que logre cada quien poseer, y sobre todo, por el sostenido crecimiento de su cosmovisión ética; no estamos hoy -ni estaremos por siempre-, completamente inmunes al resurgimiento y la manifestación entre nosotros de unos u otros de estos fenómenos adversos. De hecho aquí y allá brota de vez en cuando una u otra excrecencia. El valor pedagógico de una vida como de Julio Antonio Mella, está en cómo nos alerta y precisa el deber y el hacer de un comunista.

La gran lección de la historia del movimiento revolucionario, comunista y socialista, ratifica una verdad irrebatible: En la base de todos los procesos y actuaciones, de los saberes y condicionantes de la Revolución y de los revolucionarios y revolucionarias, resultan decisivos los principios y valores del humanismo y la dignificación humana, la fortaleza del mundo moral de los sujetos de la emancipación. Si tales principios se pierden o vulneran, si la moral revolucionaria se fractura, se llega a cualquier parte, pero sin dudas nos alejaremos de la Revolución. Sirva este nuevo recuento de la memoria y el mensaje de Julio Antonio Mella para ratificarnos en tales principios y valores.

1 Julio Antonio Mella: Proletarios de todos los países, uníos…», en Mella Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 1975, p. 200

2 Julio Antonio Mella: Glosas al pensamiento de José Martí, en Mella Documentos y Artículos, Ob. cit., p.267-68.

3 Ver: Julio A Mella: «Copia de las cartas enviadas por Mella al CC». Fondo: Documentos de la Internacional Comunista, Archivo del Instituto de Historia de Cuba (AIHC). También en: Julio A. Mella: «A cualquiera de los miembros del Comité Central del PC», en Christine Hatzky: Julio Antonio Mella. Una biografía, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008, p 364

4 Ver: Francisco Pérez Escudero: «Al Secretariado de la Internacional Comunista», A Barreiro y otros: «Juicio hecho a Mella», Francisco Pérez Escudero: «Resolución de Sentencia» Fondo: Documentos de la Internacional Comunista, en AIHC. También en Julio A. Mella: «Protocolo del juicio del PCC a Julio A Mella», en Christine Hatzky: Ob. Cit., p 364-383

5 Ver: «Camaradas miembros el CC del PCM del 31-5- 1926», Fondo: Documentos de la Internacional Comunista, en AIHC. También en: Christine Hatzky: Ob. cit., p 390.

6 Mella nunca revisó el Acta del juicio por lo que poseemos solo la versión de la propia comisión que lo juzgó.

7 Ver. «Carta del PCC a Rafael Carrillo. Secretario General del PCM del 23-3-1926», en Christine Hatzky, Ob. cit., p 387 y ss.

8 Ver: Documento de la Internacional Comunista de fecha 27 de abril de 1927, Fondo Documentos de la Internacional Comunista, en AIHC; Ver: Alfredo Martín Fadragas: Mella, nacimiento de un líder, Ediciones Extramuros, La Habana, 2001, p 63-64; Christine Hatzky: Ob. cit., p 404.

9 Ver: «Al Comité Ejecutivo de La Internacional Comunista, 29 de mayo de 1927», Fondo de La Internacional Comunista, en AIHC. También en: Alfredo Martín: Ob. cit., p 54 y ss.

10 El trabajo original publicado en septiembre de 1926 en Pravda se tituló ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo? Mella se refiere a la versión en inglés «¿Whither Russia? publicada ese mismo año.

11 Julio Antonio Mella: «¿Hacia dónde va Inglaterra? Un libro de Trotsky», Boletín del Torcedor, La Habana, año X, no. 211, 30 de marzo de 1926, Fondo Mella, en AIHC,

12 Ver: Arnoldo Martínez Verdugo : Historial del Comunismo en México, Editorial Grijalbo, SA, 1ra edición, México,1985

13 Ver: Lionel Soto: La Revolución del 33 (Tomo I). La Habana Editorial Pueblo y Educación 1985, p.495.

14 Julio Antonio Mella: «¿Hacia dónde va Cuba»?, en Mella Documentos y Artículos, Ob. cit., p. 408.

15 Julio Antonio Mella: «El porqué de nuestro nombre», en Mella Documentos y Artículos, Ob. cit., p. 415.

16 Ver: Juana Rosales García: «Marxismo y tradición nacional: Julio Antonio Mella», Marx Ahora, no. 8, La Habana, 1999, p 49 y ss.

17 Lionel Soto: Ob. cit., p 497.

18 Ver: Rubén Martínez Villena, «Carta a su esposa. Sujum, 10 de noviembre de 1930», en Poesía y prosa, t. II, Ciudad de La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1978, p. 452.

19 Julio Antonio Mella: «Proyecto de tesis sobre la unidad sindical latinoamericana, en Defensa Proletaria, México, No. 5, 20 de enero de 1929, en Christine Hatzky: Ob. cit., p 273.

20 Ver: Internacional Comunista: El movimiento revolucionario latinoamericano. Versiones de la primera conferencia comunista latinoamericana, Editado por la Revista «La Correspondencia Sudamericana», Buenos Aires, junio de1929.

21 Rubén Martínez Villena: Poesía y prosa, Editorial Letras Cubana, Ciudad de la Habana, 1978, p 512

22 Julio Antonio Mella: «Carta a Gustavo Aldereguía», Mella Documentos y Artículos, Ob.cit.p.260.

23 Julio Antonio Mella: «¿Blasco Ibáñez regenerador y Cajal claudicante?», en Mella Documentos y Artículos, Ob.cit.p.142.

24 Julio Antonio Mella: «Cuba un pueblo que jamás ha sido libre», en Mella Documentos y Artículos, Ob. cit. p. 180.

25 Julio Antonio Mella: «La semana internacional VII», en Mella Documentos y Artículos, Ob.cit.p.506.

26 Raúl Castro Ruz: Discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de la Primera Conferencia Nacional del Partido, en el Palacio de Convenciones, el 29 de enero de 2012, «Año 54 de la Revolución», Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado, La Habana, 29 de enero del 2012.

27 Raúl Castro Ruz: Ident ant.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.