Traducido del inglés para Rebelion por Beatriz Morales Bastos.
El martes 29 de agosto Mohannad Younis se tragó un frasco de pastillas para dormir y acabó con su vida. Solo tenía 22 y parecía que las cosas le iban bien. Era un autor en ciernes que recientemente había terminado una serie de relatos cortos y acababa de terminar una obra de teatro, Escape. A Mohannad solo le quedaban dos meses para terminar un posgrado de Farmacia en la Universidad Al-Azhar y planeaba casarse con una compañera estudiante de medicina. Por consiguiente, su suicidio ha supuesto un shock para quienes lo conocían y querían.
Conozco el caso. Yo era amigo suyo, lo lloro y le echo de menos. Y estoy rabioso por lo que ha hecho. Pero la decisión de Mohannad de quitarse la vida es menos inusual de lo que era antes en Gaza, donde el suicidio está mal considerado debido a la tradición y la religión.
De hecho en 2016 hubo un fuerte aumento de la cantidad de suicidios y de intentos de suicidio en Gaza, tanto que las autoridades estaban tan preocupadas que el ministerio de Sanidad decidió hacer gratuitos los servicios de cualquier persona que necesitara tratamiento tras un intento de suicidio y ofreció asesoría gratuita.
Según el departamento de policía de Gaza, responsable de registrar estas cifras, en 2016 hubo 17 suicidios en Gaza y 80 intentos. No es una cifra muy alta para los dos millones de habitantes de la Franja, pero supuso un fuerte aumento respecto a 2015, cuando solo se registraron cinco suicidios y 35 intentos.
Atrapados
Los psicólogos no tienen que ir muy lejos para encontrar una explicación. «La gente está atrapada en todos los ámbitos de la vida», afirmó Muhammad Abu al-Sabah, psicólogo del Programa de Salud Mental dela Comunidad de Gaza y neurocientífico que también dirige una clínica privada. Abu Al-Sabah se refiere al bloqueo que Israel y Egipto imponen a Gaza. «Las aspiraciones de la gente de viajar, trabajar y estudiar fuera se han visto truncadas. No hay oportunidades de trabajo ni perspectivas de una vida mejor».
Abu al-Sabah afirmó que con el tiempo (y el bloqueo de Gaza dura ya más de diez años) este aislamiento junto con la extrema violencia infligida a Gaza por tres ataques militares israelíes diferentes han aumentado los índices de depresión y disparado los problemas psicológicos que ya existían, como los trastornos de personalidad. Es probable que ambas cosas provoquen el aumento de suicidios y de intentos de suicidio que está padeciendo Gaza.
Según una fuente bien situada en el ministerio de Sanidad que habló a condición de permanecer en el anonimato dado que no están autorizados a hablar a los medios, 2017 va camino de ser aún peor. Esta fuente afirmó que este año los hospitales están recibiendo una media de unos 20 intentos de suicidio al mes.
Según esta fuente, el perfil de quienes se suicidan o intentan suicidarse también parece ajustarse a un patrón. Aproximadamente un 80 % tiene entre 17 y 28 años, y aproximadamente un 60 % tiene estudios universitarios. En torno a un 60 % de quienes tratan de suicidarse son mujeres.
Según Abu al-Sabah las personas jóvenes son especialmente vulnerables. «Las personas jóvenes tiene poca esperanza en el futuro. No tienen apoyo para empezar sus carreras o seguir con sus estudios. Y a una edad en la que se quieren probar cosas nuevas, no tienen posibilidades de hacerlo».
Tabú
El hecho de que tradicionalmente las familias sean reacias a hablar acerca de lo que se consideran un tabú cultural y religioso impide entender la magnitud del problema del suicidio. La presión que ejerce la comunidad impide a las familias admitir que algún miembro de la familia ha tratado de suicidarse.
En un pequeño pueblo al oeste de Beit Hanoun, situado al norte de Gaza, los gemelos Samar y Salem, de 24 años, accedieron a hablar acerca de lo que les llevó a intentar suicidarse juntos. Tanto el hermano como la hermana insistieron en que no se publicara su apellido por temor a ser juzgados por la comunidad.
Ambos hermanos se habían licenciado en administración de empresas por la Universidad Islámica de Gaza con buenas notas. Después de buscar sin éxito trabajo en Gaza, decidieron tratar de hacer un posgrado en Egipto. Solicitaron y obtuvieron una beca para estudiar literatura en Reino Unido, pero finalmente no pudieron salir de Gaza por el paso fronterizo con Egipto de Rafah, que estuvo cerrado prácticamente todo el año pasado. «Venimos de una familia pobre», señaló Samar. «No encontramos trabajo en Gaza y cuando se desmoronó nuestro sueño a las puertas de Rafah, perdimos la esperanza de poder mantener a nuestra familia». Los gemelos cayeron en una depresión. «No podemos mantener a nuestra familia y ella no puede mantenernos a nosotros», afirmó Samar. «Nuestra comunidad no puede ayudarnos. La muerte parecía mejor que una vida atrapados aquí».
Hicieron un pacto y un día a mediados del año pasado ambos tomaron una sobredosis de antidepresivos y pastillas para dormir que podrían haberlos matado si su padre, Said, no se hubiera dado cuenta de que faltaban las pastillas, no hubiera encontrado a los hermanos y avisado a sus familiares y vecinos, que acudieron a ayudar.
Sin embargo, Said, de 48 años, todavía teme por ellos. Este hombre, que había sido trabajador en la construcción y cuyo trabajo en el mejor de los casos es intermitente, y que ha visto como las oportunidades de trabajo menguaban a la par que la economía de la bloqueada Gaza, afirmó que teme que traten de matarse otra vez. «Espero poder proporcionar a mis hijos una oportunidad de trabajo o proporcionarles algo. Temo perderlos en una oscura noche sin luna. Gaza me ha destruido ahora está destruyendo a mis hijos que son muy trabajadores».
Reiterados intentos de suicidio
Muhannad Iyad intentó suicidarse una vez. Después una segunda vez y luego una tercera. Contra toda lógica, este estudiante de medicina de 22 años puede considerarse increíblemente afortunado. En el lapso de un año se cortó las venas, se colgó y tomó una sobredosis de pastillas. Cada una de las veces lo descubrieron en el último momento y lo trataron a tiempo.
Achaca su depresión a la mezcla de su compromiso político, que le llevó a estar profundamente desanimado acerca de las posibilidades de Gaza, y a la presión de sus estudios en la Universidad Islámica. «Suspendí el primer curso. La política dominaba mi vida, me obsesionaba. Solo quería acabar con mi miseria».
Después del tercer intento su familia reaccionó con determinación. Le consiguieron una beca de la Universidad Jordana de Ciencia y Tecnología en Amman y también lograron obtener un permiso para que pudiera salir de Gaza, que les costó 3.000 dólares en metálico pagados a los funcionarios egipcios y palestinos para que le dejaran salir.
El traslado ha cambiado a Muhannad Iyad. «Ahora nunca pienso en el suicidio», afirmó al tiempo que se enorgullecía de ser el primero de su clase. «El ambiente de Gaza me arrastró hasta el fondo. Ahora estoy centrado en terminar mis estudios para poder volver y ayudar a mi familia y a mi deprimida ciudad».
Fiel a todos
En Gaza hay muchas razones para perder las ganas de vivir, como le pasó a Mohannad Younis. Existen muy pocas posibilidades de tener una vida mejor. Aquí podemos estudiar, pero no podemos encontrar trabajo. Vivimos en una cárcel, abandonados y olvidados por el mundo. Hemos perdido a nuestros seres queridos, amigos o familiares, debido a una violencia contra la que no podemos luchar ni tampoco podemos escapar de ella.
Pero también hay razones personales para suicidarse. Los padres de Mohannad se divorciaron cuando él solo tenía dos años. Cuando creció trató de establecer un vínculo con su padre, que tiene un doctorado, pero por la razón que fuera no lo logró. Ya fuera esto la causa o el detonante, lo sumió en una depresión. La escritura fue una especie de terapia. Escribió acerca de Gaza, sus problemas y miserias. Pero acabó perdiendo al fe, en Gaza, en su familia y en sí mismo.
Yo también he luchado contra la depresión. Creo que el suicidio es un acto cobarde. Pero quizá solo sea cuando pienso acerca del suicidio en abstracto. He visto cómo ha luchado Mohannad contra sí mismo y solo siento cariño y respeto por él.
Mohannad tenía un carácter tan puro que sus amigos siempre lo describían como una persona fiel a todo el mundo excepto a sí mismo.
Hamza Abu Eltarabesh es un periodista freelance y escritor de Gaza.
Fuente: https://electronicintifada.net/content/life-worth-living/22246
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.