Traducido para Rebelión por Felipe Lagos R.
[ N. del T. Pese al fin de la huelga de hambre alcanzado este sábado, después de 40 días y más de 20 horas de negociación, hemos querido compartir la fuerza y el dolor de Fadwa, esposa palestina cuyo marido fue parte de esta huelga, en tanto expresión de las décadas de sufrimiento de este pueblo que no se terminan con el fin de esta protesta.]
Cuarenta días atrás mi marido, Marwan Barghouti, comenzó una huelga de hambre desde su celda en una prisión israelí junto a más de mil presos palestinos. La razón por la que se encuentran poniendo en riesgo su vida es simple: quieren ser tratados humanamente y con dignidad. Considerando que algunos de los presos están en riesgo de muerte inminente, todos nos preguntamos por qué el mundo no ha intervenido.
Marwan y yo hemos estado casados por 32 años y durante ese tiempo él ha pasado más tiempo en prisión que a mi lado. Ha estado luchando contra la ocupación israelí de Palestina por más de 40 años; de estos, 22 ha estado preso y por otros muchos estuvo en el exilio después de ser deportado por Israel. Fue perseguido durante muchos meses y ha sobrevivido a dos intentos de asesinato.
No estuvo presente cuando nacieron nuestros dos hijos, o cuando se graduaron de la secundaria y la Universidad, o cuando se casaron, o cuando nuestra hija tuvo a sus dos hermosos hijos, y lo convirtió en abuelo. Ha dedicado su vida a la causa de la libertad. En estos 32 años de amor y de lucha ha habido muchos (demasiados) días difíciles, pero nada como los últimos 40 días.
Las demandas por las que mi marido y otros más de mil presos se encuentran pasando hambre son sus derechos básicos. Se solicita poner fin a los castigos arbitrarios, tales como ser ubicados en régimen de aislamiento, a veces por años y años. Piden el fin de las torturas y el trato inhumano, así como mejores condiciones cuando son trasladados de prisión. Piden el fin de las detenciones administrativas, una práctica que Israel usa para detener indefinidamente a miles de palestinos sin cargos ni juicios. La mayoría de quienes consiguen ser juzgados lo son por tribunales militares israelíes, que tienen una tasa de condenas de entre un 90 % y un 99.7 %.
El mismo Marwan fue juzgado por terrorismo en una corte civil en Tel Aviv, un juicio que los observadores internacionales calificaron de ‘político’ e ‘injusto’, lo cual desacredita aún más el sistema judicial israelí. Ningún país reconoció el veredicto y cerca de 130 de ellos, así como los parlamentos internacionales y europeos, hicieron un llamado para su liberación. En contradicción directa con las etiquetas con las que Israel trata de difamarlo, Marwan ha sido nominado al Premio Nobel de la Paz varias veces, incluidas las propuestas de dos premiados por ese Nobel, el Arzobispo Desmond Tutu y Adolfo Pérez Esquivel.
Se calcula que desde 1967 Israel ha detenido a unos 800.000 palestinos, el equivalente al 40 % de nuestra población masculina en los territorios ocupados. A ojos del gobierno israelí los palestinos son culpables militar y judicialmente. Nos culpan por su continua ocupación militar y colonial. Quieren que seamos culpables para pasar ellos por inocentes.
Los presos en huelga de hambre piden que se respete el derecho de sus familias a visitarlos. Israel traslada a la fuerza a presos fuera de los territorios ocupados (lo que en sí mismo constituye un crimen de guerra) y usa este acto ilegal para justificar las restricciones del derecho de visita. Exige que las personas autorizadas a hacer las visitas sea familiares directos y frecuentemente impide a muchos de nosotros ver a nuestros seres queridos encarcelados por años, si no indefinidamente.
Los familiares no directos, incluidos los nietos, no pueden hacer visitas. Los presos también quieren acceso a teléfonos públicos para hablar con sus familiares con el fin de, simplemente, escuchar sus voces ya que se les niega el derecho a tocarlos. Yo misma no he tocado a Marwan en una década y media, y sueño con poder abrazarlo aunque sea un segundo, especialmente en momentos como estos.
Israel dice que respeta los estándares internacionales en lo que se refiere a cómo trata a nuestros presos políticos. Discrepan totalmete Comité Internacional de la Cruz Roja, el Alto Comisionado de Derechos Humanos y los expertos de las Naciones Unidas, y muchos Estados de todo el mundo. No se necesita mayor prueba de cómo Israel muestra su ‘respeto’ que ver su respuesta a esta huelga de hambre.
Desde el comienzo de la huelga Israel ha tomado distintas represalias contra la protesta pacífica de los presos palestinos. Ha ubicado a muchos presos (incluido Marwan) en régimen de aislamiento y ha recurrido a otros tratos inhumanos como la privación de sueño, las constantes redadas en las celdas, los traslados inhumanos de otros presos, la negación de las visitas familiares, y en muchos casos la negación de las visitas de los abogados. En vez de acabar con las violaciones de los derechos de los presos y las agresiones a su dignidad, Israel las ha intensificado.
Israel ha decidido tratar de quebrar la huelga de hambre por la fuerza. Altos cargos israelíes han pedido la ejecución de mi marido, la muerte de otros presos y que Israel adopte el ‘método Margareth Thatcher’ que llevó a la muerte de 10 presos políticos irlandeses en 1981. Israel incluso aprobó una ley en 2015 que permite alimentar por la fuerza a los huelguistas, una ley respaldada por la Corte Suprema israelí aún cuando la ONU, grupos de derechos humanos y cuerpos médicos de todo el mundo establecen que la alimentación forzada es una forma de tortura.
Como las familias de los presos en huelga de hambre ven a sus seres queridos encarcelados sufrir un hostigamiento total por el poder ocupante, en los últimos 40 días estas familias apenas han dormido o comido. Todos los días escuchamos noticias del deterioro de la salud de docenas de presos, tememos por sus vidas y nos preguntamos si entre ellos se encuentra nuestro hijo, marido o hermano. En una tienda de campaña de solidaridad una madre inquirió: ‘¿Tiene que morirse para que yo pueda abrazarlo?’. Otra se pregunta: ‘¿Morir es su único camino a la libertad?’.
Ni siquiera en esos casos hay garantía de poder hacerlo, pues Israel no duda en retener los cuerpos por años. Cuando conmemoramos 50 años de la ocupación de Cisjordania (incluyendo Jerusalén Oriental) y la Franja de Gaza, y casi 70 años desde la expulsión masiva de nuestro pueblo por Israel, lo que se conoce como Nabka [éxodo palestino], animo al mundo a mirar dentro de las prisiones de Israel para ver si encuentran la raíz de nuestra lucha: el deseo de vivir en libertad y con dignidad en vez de en jaulas y humillados . Aquellos que quieren la paz deben apoyar la libertad de nuestros presos y la libertad de nuestro pueblo.
Marwan me dijo 32 años atrás, justo antes de que nos casáramos, que mientras estemos bajo ocupación dedicaría su vida a la lucha por libertad. Ha mantenido su promesa al pueblo palestino y por eso este le cree. Pero también me ha prometido que apenas termine la ocupación podremos disfrutar lo que toda persona busca y desea: una vida normal.
32 años después todavía espero esa vida normal mientras Marwan está en régimen de aislamiento, pasando hambre por la libertad y la dignidad.
(*) Fadwa Barghouti es esposa del parlamentario y líder palestino en prisión Marwan Barghouti. Sentenciado por participar en cinco asesinatos durante la Segunda Intifada Palestina o rebelión, actualmente se encuentra cumpliendo cinco cadenas perpetuas en una prisión israelí.
Fuente original: www.newsweek.com/fadwa-