Hace unos días publiqué el original inglés de mi artículo «In Bed With Bibi», que luego diseminaron buena parte de los sitios web de la disidencia occidental. Muchos lo han aplaudido y, que yo sepa, nadie se ha tomado la molestia de criticarlo o deconstruirlo. Curiosamente, hace dos días el colectivo Tlaxcala publicó en línea […]
Hace unos días publiqué el original inglés de mi artículo «In Bed With Bibi», que luego diseminaron buena parte de los sitios web de la disidencia occidental. Muchos lo han aplaudido y, que yo sepa, nadie se ha tomado la molestia de criticarlo o deconstruirlo.
Curiosamente, hace dos días el colectivo Tlaxcala publicó en línea la traducción al español, «En la cama con Bibi», que luego apareció reproducida en el sitio web de Rebelión. Pocas horas después se desató el infierno: Salvador López Arnal y Santiago Alba Rico hicieron gala de una notable rapidez para criticar su contenido. La conclusión que saco de estos hechos me parece simple y positiva: la izquierda de habla española sigue implicada en un debate intelectual e ideológico.
He leído los textos de López Arnal y Alba Rico y mi respuesta será breve y directa al grano. Me temo que ni Salvador ni Santiago se han enterado de mi artículo.
Para empezar, en él me abstengo de tomar partido. No estoy a favor de Al-Assad ni de los «rebeldes». No tomo partido por dos razones.
En primer lugar, pongo en duda la noción de «intervención moral» y pregunto: ¿Cuál sería la base ética para cualquier tipo de intervención? ¿Cuándo es bueno y cuándo es malo intervenir? ¿Qué es lo que hace que sea adecuado que una «persona A», que vive en el «lugar B», interfiera en la realidad de la «persona C», que vive en el «lugar D»? Y si se justifica éticamente la intervención, ¿cómo distinguiríamos entre el llamamiento de un neoconservador y el de un «progresista honrado»?
En segundo lugar, creo que la guerra a la que estamos asistiendo en Siria es extraordinariamente compleja. No olvidemos que en su primera fase estaba liderada por manifestantes sirios no violentos que se enfrentaron a la brutalidad del régimen. Sin embargo, la situación sobre el terreno ha cambiado radicalmente y ya no es el pueblo sirio ni sus intereses los que dan forma a este conflicto. Creo que estamos siendo testigos de una extraña alianza entre Qatar, mercenarios extranjeros, USA e Israel.
La pregunta que planteé en mi artículo es muy simple:
¿Cómo es posible que algunos de nuestros mejores politólogos hagan ojos ciegos a la devastadora probabilidad de que sus peticiones de intervención den luz verde a Israel para que ataque a un país árabe?
También creo que tanto López Arnal como Alba Rico no han logrado responder a esta pregunta. En vez de ello, critican mi lenguaje y la manera que he elegido de enfrentarme al término «aliados». En eso tienen razón, no elijo mis palabras para apaciguar a los lectores. Al contrario, me gusta mucho más estimularlos para que piensen con sentido crítico, ético e innovador.
Además, lo que pretendo es provocar un vigoroso debate que conduzca de una vez por todas a un cambio real.
Pero hay algo más y es que en realidad estoy en un período de transición, he dejado de pensar en términos de «aliados» o «colectivos». No soy activista ni político, soy filósofo y artista y mis aliados son la verdad y la integridad. No pretendo estar en posesión de la verdad, pero no soporto que la manipulen, en particular si lo hacen por una causa justa.
Supongo que López Arnal y Alba Rico se sienten ofendidos por mis escritos más recientes y tal vez no les falte razón. De hecho me estoy distanciando, porque creo que la izquierda occidental contemporánea -con su discurso progre- es un desastre absoluto. Ha fracasado en todos los frentes posibles, no ha liberado al pueblo palestino y se dedica exclusivamente a desviar la atención de los auténticos problemas. Ha introducido en nuestro lenguaje terminologías incorrectas y engañosas y ha subvertido lo que era una búsqueda metafísica en cuestiones de elegidos, tribalismo y poder judío en particular.
Si no estoy equivocado, mi planteamiento conducirá sin duda a un cambio.
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