Un video aéreo filmado el martes 24 de diciembre muestra un pueblo fantasma sin ningún tipo de movimiento, una extensión de cemento bañada por un silencio mortal. La semana pasada, como una ciudad caribeña a la que se acerca un ciclón, Maarat Al-Nouman, un centro comercial en el noroeste de Siria, se vació de gente. […]
Un video aéreo filmado el martes 24 de diciembre muestra un pueblo fantasma sin ningún tipo de movimiento, una extensión de cemento bañada por un silencio mortal. La semana pasada, como una ciudad caribeña a la que se acerca un ciclón, Maarat Al-Nouman, un centro comercial en el noroeste de Siria, se vació de gente. En pocos días, decenas de miles de personas que residían allí se marcharon de, amontonadas en camiones y automóviles, llenos a rebosar de colchones, mantas y utensilios de cocina.
El éxodo es fruto del avance de las tropas gubernamentales en el sur de la provincia de Idib, el último bastión de la insurgencia anti-Assad. En dos semanas, los bombardeos en esta región, dominada por el grupo yihadista Hayat Tahrir Al-Cham (HTC), desplazaron a casi 130.000 personas según las Naciones Unidas (ONU) y causaron la muerte de un centenar de civiles según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
El miércoles 25 de diciembre, las tropas lealistas, que capturaron 40 aldeas, estaban a solo 4 kilómetros de Maarat Al-Nouman y también amenazaron a la ciudad vecina de Saraqeb, un poco más al norte.
Esta ofensiva es parte del vasto movimiento de reconquista iniciado por el régimen de Damasco a fines de 2016, con la recuperación de Alepo Este. El gobierno sirio, que ha encadenado victorias sobre la rebelión desde esa fecha, ahora controla más del 70% del territorio. En octubre, de paso por el frente de Idlib, por primera vez desde que comenzó el levantamiento en 2011, el presidente Bachar Al-Assad reafirmaba su determinación de recuperar esta región, en la que reinaba una frágil tregua.
Abriendo Alepo
Esta calma se decretó después de una primera ofensiva, entre abril y agosto, que permitió al régimen apoderarse de Khan Cheikhoun. La nueva operación, que es una prolongación de la anterior, tiene como objetivo desalojar a los rebeldes del segmento de la autopista M5, un eje estratégico entre el norte y el sur del país, que pasa por las localidades de Saraqeb y Maarat Al-Nouman. Al hacerlo, el gobierno sirio espera romper el aislamiento de Alepo, la gran ciudad del norte de Siria, conectándola de nuevo directamente a Damasco, la capital.
La reapertura de la M5 al tráfico fue parte del acuerdo de desmilitarización de Idlib, firmado en las costas del Mar Negro, en Sochi, en septiembre de 2018 entre Turquía, que apoya a los insurgentes y Rusia, protectora de Damasco.
Pero este compromiso, que también preveía la detención del bombardeo y la retirada del HTC de una banda de 15 a 20 km de ancho a lo largo del frente, fue violada por todas las partes. Ankara no logró neutralizar al grupo yihadista, mientras que Moscú tampoco ha intentado realmente frenar el apetito de reconquista del régimen.
Como de costumbre, los bombarderos de combate sirios y rusos apuntan tanto a las posiciones yihadistas como a la infraestructura civil. Varios centros médicos, cuyas coordenadas se habían transmitido al estado mayor ruso, a través de la ONU, fueron alcanzados por disparos, especialmente en Al-Shannan, Kafr-Nabel y Kasanfra.
Sembrar el pánico
Con el acercamiento de las fuerzas pro-Assad, el gran hospital de Maarat Al-Nouman, que emplea a 250 personas, tuvo que suspender las operaciones el 23 de diciembre. Según la organización SAMS (Syrian American Medical Society), que le ayudaba, este establecimiento ha sido bombardeado al menos cuatro veces desde febrero de 2017. Esta táctica, un clásico de las operaciones de contrainsurgencia, tiene como objetivo socavar la moral de los civiles, para aumentar la presión sobre los hombros de las y los combatientes y sembrar el pánico entre las y los adversarios.
El martes por la mañana, al menos ocho personas, incluidos cinco niños y una mujer, que se habían refugiado en una escuela cerca de Saraqeb, murieron en un ataque aéreo de la fuerza aérea rusa. Un video filmado el lunes en la misma localidad, en la M5, mostró cuerpos tendidos cerca de un tractor y un remolque quemados. Probablemente una familia fulminada por ataques rusos o sirios en su huida.
«El régimen quiere recuperar la autovía, aplicar el acuerdo de Sochi por la fuerza, sea cual sea el precio», dice Amer Alsayed Ali, un fotógrafo que trabaja en Idlib. «Las personas intentan salvar su piel lo mejor que pueden. Se van sin saber a dónde ir, sin tener la menor idea de cómo van a sobrevivir «.
Los enormes campamentos construidos en la frontera turca, que tuvieron que albergar a 300.000 personas desplazadas durante la ofensiva de primavera y verano, están saturados. Las lluvias torrenciales que azotaron la región a principios de este mes inundaron varios de ellos. La vida allí es aún más difícil ya que la falta de combustible en el noroeste de Siria ha aumentado el costo de la calefacción. Según un informe de la ONU, algunas familias reúnen sus escasos recursos para calentar una tienda de campaña, donde ponen a todos sus hijos e hijas para dormir, mientras que una persona adulta vigila bajo el frío que la tela no se incendie.
Turquía teme nueva afluencia de refugiados
La gente recién desplazada, que no puede encontrar un lugar en los campamentos, o escuelas vacías u hogares para refugiarse, se ve obligada a dormir en las calles.
«Conocí a cinco familias instaladas en la acera, cerca de una mezquita de Idlib que estaba abarrotada,» dice Amer Alsayed Ali. «Su sueño más salvaje era encontrar una tienda de campaña». «¿Somos animales salvajes para ser tratados así? » exclama un hombre en un video que grabó cerca de Saraqeb.
Turquía, que teme una nueva afluencia de personas refugiadas sirias en su territorio, está tratando de negociar con Rusia un tercer alto el fuego. La urgencia es tanto mayor cuanto que otra amenaza se cierne sobre los hombros de las y los condenados de Idlib.
La semana pasada en el Consejo de Seguridad de la ONU, Moscú y Pekín bloquearon la renovación del programa humanitario transfronterizo que desde 2014 ha permitido entregar ayuda a la gente siria desde Irak, Jordania y Turquía. La comunidad internacional tiene hasta el 10 de enero para encontrar un compromiso. Después de esta fecha, decenas de miles de residentes de Idlib, ya sin hogar, también podrían encontrarse sin comida.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur