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La editorial Dyskolo publica la versión digital del libro Octubre rojo en Asturias, del periodista José Díaz Fernández

Mineros revolucionarios: dos semanas de huelga en la Asturias del bienio negro

Fuentes: Rebelión

En 2024 se cumplió el 90 aniversario de la Revolución de Octubre en el estado español; dos epicentros del proceso tuvieron lugar en Asturias y Cataluña; pero también se produjeron movilizaciones obreras ese mes en ciudades como Valencia: una semana de huelga cuya respuesta fue la declaración del Estado de guerra. Con motivo de la […]

En 2024 se cumplió el 90 aniversario de la Revolución de Octubre en el estado español; dos epicentros del proceso tuvieron lugar en Asturias y Cataluña; pero también se produjeron movilizaciones obreras ese mes en ciudades como Valencia: una semana de huelga cuya respuesta fue la declaración del Estado de guerra.

Con motivo de la efeméride, una exposición de la Universitat de València (UV) ha dado a conocer las imágenes -captadas en la época- por el reportero gráfico valenciano Luis Vidal Corella; con una cámara Zeiss Ernemann, fotografió los paros, altercados y barricadas en la calle, también la represión ejercida por los militares, la Guardia Civil y las fuerzas de Caballería.

Otro testimonio de época es el del periodista y escritor José Díaz Fernández (Aldea del Obispo, Salamanca 1898-Toulouse, 1941), que en 1935 publicó -con el seudónimo de José Canel- Octubre rojo en Asturias; en febrero de 2025 Dyskolo ha editado la versión digital de este libro de 64 páginas.

La Revolución asturiana, que tuvo lugar durante dos semanas de Octubre -entre los días 5 y 20- de 1934, terminó fracasando; en la crónica de José Díaz Fernández -escrita ocho meses después- “el diálogo es un recurso clave, pues escuchando las voces de los protagonistas se diluye la descripción informativa, periodística, para realzar el relato de las personas”, explica la sinopsis de Dyskolo.

Se trata del último libro de José Canel; el autor de Octubre rojo en Asturias colaboró con Acción Republicana –fundada por Manuel Azaña en 1925-, durante la etapa final de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930); estuvo entonces tres meses en la prisión y el mismo tiempo en el destierro portugués; en 1929 escribió la novela La venus mecánica.

José Díaz Fernández colaboró, ya en los años 30, en los periódicos Crisol y Luz, además de publicar el ensayo El nuevo romanticismo. Polémica de arte, política y literatura; durante la II República española, fue diputado electo en 1931 (Cortes constituyentes) por el Partido Republicano Radical Socialista y, dos años después, estuvo entre los fundadores de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética.

En el prólogo del texto de Dyskolo, subraya Díaz Fernández: “Diez días después de haberse extinguido los focos revolucionarios en el resto de España, aún combatían los obreros asturianos. Dos cuerpos de ejército tuvieron que atacarlos por distintos sitios (…); para entrar en Asturias hubo que recurrir a las tropas coloniales de Marruecos, que iban en vanguardia y trataron a la capital como a una ciudad en guerra”.

¿Qué caracterizaba al proletario de la minería asturiana? ¿A qué se debía la gran capacidad de lucha?

“En las casas del pueblo está en contacto con las ideas revolucionarias, que llegan a través de la lucha de clases, pero no es de todos modos el obrero urbano que disfruta de algunas ventajas de la civilización (…); muchos de estos revolucionarios no combatieron con fusiles ni pistolas”, sino con cartuchos de dinamita, agregaba el periodista.

José Díaz Fernández publicó textos, mediados los años 30, en el periódico El Liberal; y de nuevo resultó elegido en las elecciones de febrero de 1936, por Murcia en el partido Izquierda Republicana (IR) de Azaña.

Durante la contienda de 1936-1939, tras la derrota ante el avance fascista en Barcelona, el escritor tuvo que desplazarse con su familia a Francia; antes de llegar a la ciudad de Toulouse, en la que falleció a los 43 años, el también autor de la novela El blocao (en 1928 sobre la guerra de Marruecos) pasó por los campos de concentración.

En el reportaje sobre la Revolución asturiana Díaz Fernández exponía: “Algunos edificios fueron incendiados por la aviación y un teatro, posición de los mineros, destruidos por las tropas del gobierno. Tampoco son ciertas las escenas de crueldad por parte de los revolucionarios que refirió cierta prensa (…); los mineros fueron en general humanos y benévolos y respetaron a los prisioneros, muchos de ellos sus enemigos de clase”.

El eco de los sucesos ha llegado hasta el presente; así, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III y autor de 1934. Involución y revolución en la Segunda República (Ed. Akal, 2024), Eduardo González Calleja, subraya cómo la historiografía más derechista ubica en el “múltiple proceso” de 1934 el inicio de la guerra española.

En el volumen de 534 páginas, González Calleja da cuenta de la cifra oficial de víctimas (Ministerio de la Gobernación); en concreto, 1.137 personas muertas, de las que 282 fueron integrantes de las fuerzas del orden; 855 de los fallecidos eran civiles (la mayor parte revolucionarios).

El retrato periodístico de José Díaz Fernández expone, más allá de los números, la huella que se hizo visible en la capital asturiana, con calles destrozadas, ruinas, árboles y torres despedazados; pero más que sobre este paisaje, el reportero manifiesta su dolor por las injusticias que abrieron el camino a la Revolución; y su emoción ante unos mineros que ofrecían su vida por ésta.

¿A quiénes calificaba el autor de Octubre rojo en Asturias como los verdaderos saqueadores de la Revolución? Sin ocultar el desprecio hacia estos, afirmaba:

“Esa burguesía indigna que pide penas de muerte y hace de ellas un programa político no puede despertar en las clases populares otra cosa que odio y repulsión”.

Además, “hemos visto a ciertos hombres y ciertos partidos aprovechar la revolución de Octubre para apoderarse de los Ayuntamientos, de la Diputación, de los organismos que el voto popular en su día les había negado y reponer en él al más viejo, inmundo y desacreditado caciquismo”.

El relato de Dyskolo comienza en el municipio de Mieres -soporte de la revuelta-, con sus cuencas mineras, las factorías metalúrgicas y las oficinas de las empresas; pero también con las viviendas del proletariado, las mujeres enflaquecidas y los chiquillos que salen a buscar carbón.

Continúa con la lucha en el frente de Campomanes: cerca de 3.000 mineros y -en un principio- pocas armas, hacia donde salió un tren blindado a iniciativa de la juventud revolucionaria; había pasado una semana de conflicto, que en Oviedo se hallaba en un punto álgido.

El reportaje concluye con la capitulación: “El propósito de los dirigentes era abandonar Oviedo aquella misma noche, pues ya les pisaban los talones las tropas coloniales”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.