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Moralidad revolucionaria

Fuentes: ronridenour.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

«Este país puede autodestruirse; esta Revolución puede acabar consigo misma, pero ellos [los EEUU] nunca podrán destruirnos; podemos destruirnos a nosotros mismos y ese sería nuestro error.»

En su discurso del 17 de noviembre de 2005 -con motivo de la celebración del 60º aniversario de su inscripción en la Universidad de La Habana- Fidel se refirió, por primera vez en público, a las consecuencia últimas que sobrevendrían si fracasaran los esfuerzos para desarrollar una conciencia revolucionaria entre la totalidad del pueblo.

Un pueblo desilusionado, que persigue un consumismo ansioso, puede destruir el «proyecto» revolucionario cubano, algo que el enemigo no puede lograr. Eso significaría que el objetivo clave, el que era el lema del Che: «La más importante y última aspiración revolucionaria: ver al hombre liberado de su alienación» no habría llegado a progresar lo suficiente.

Que el «máximo dirigente» haga pública esa reflexión es un reconocimiento enorme de lo que supone el mayor desafío actual para esa revolución humanística. La raíz ética de este dilema -egoísmo vs. holismo- se halla, de hecho, en la base de la existencia de la raza humana y del planeta.

Los lectores revolucionarios y los progresistas y partidarios de Cuba no debemos rehuir nuestra reflexión propia sobre esta cuestión decisiva. Un pueblo unido y consciente puede resistir al enemigo más fuerte, incluso cuando está hambriento -como hicieron los vietnamitas contra China, Francia y los Estados Unidos-, pero un pueblo moralmente desilusionado no puede conseguirlo, ni siquiera con el estómago lleno.

La polarización, o, como los capitalistas burgueses la denominan, libertades democráticas, se basa en un llamamiento al individualismo y se arropa en la suposición, que implica capitulación, de que la humanidad ha nacido pecadora, codiciosa, egoísta e incluso malvada.

Lo mejor que puede decirse sobre los seres humanos es que hemos nacido neutrales y que si tenemos un entorno solidario nos podemos convertir en una raza bondadosa y, por tanto, pacífica y capaz de compartir.

Como defensor de la revolución socialista, y algunas veces participante en ella, yo mismo, junto a muchos cubanos, trabajamos por el desarrollo de la raza humana en el sentido del «hombre nuevo» del Che, o de los seres humanos del «Ama a tu prójimo» de Jesucristo. Tenemos la esperanza en que no haya demasiados cubanos que acaben hundiéndose en el cenagal del individualismo, en el «sueño americano» de las oportunidades individualistas para llegar a rico.

La ideología del sueño americano es un arma tan poderosa para el capitalismo-imperialismo como su violencia político-militar. Ha logrado capturar a la mayoría de las clases trabajadoras en la mayor parte de los países.

Por una parte, tenemos que el pueblo cubano ha desafiado los rigores del imperialismo estadounidense, ha aguantado las dificultades de los días sombríos del colapso del socialismo estatal europeo, ha continuado con su red social igualitaria para todos sus habitantes y continúa ofreciendo su «capital humano» a los países más pobres.

Por otra parte, su escasez de aliados y las reformas del Período Especial han provocado también que gran número de personas desprecien la moralidad revolucionaria, incluido, pero no exclusivamente, el sector de los nuevos ricos.

Como algunos cubanos me decían a menudo a comienzos de año: «No podemos comer moralidad».

El intelectual marxista Heinz Dietrich escribió recientemente sobre la pervivencia única de Cuba y la conciencia revolucionaria de la siguiente forma: «Durante la larga y heroica fase de la Revolución, la mayoría abrumadora de la población se identificaba completamente con el proceso. Pero esta identificación es hoy mucho más limitada que en la fase heroica, por varias razones:

«El cambio generacional, la caída de la URSS, la revolución científica y tecnológica, que está teniendo como consecuencia la aparición de procesos de acumulación intensiva y globalización, así como los efectos lesivos de la agresión imperialista sobre el desarrollo político y económico endógeno de Cuba.»

Los críticos izquierdistas de quienes manifiestan de forma abierta la existencia de fallos internos afirman que tal crítica es una traición. Señalan la necesidad vital de formar y mantener la unidad -algo en lo que los dirigentes cubanos han hecho siempre hincapié- frente a permitir lo contrario -polarización-, que implica la división del pueblo, facilitando así que el enemigo venza.

Efectivamente, si ignoramos la realidad de la desilusión, no hacemos nada para evitar sus consecuencias. Deberíamos haber aprendido esto especialmente tras la caída del socialismo de estado – conseguida casi sin un quejido. En resumen, la clase trabajadora había perdido su moralidad revolucionaria y había vuelto la espalda al denominado socialismo.

La revolución cubana debe seguir adelante, no sólo para once millones de cubanos sino como nuestro faro de esperanza por un mundo mejor. Si Cuba se «autodestruye», cientos de millones de personas se hundirán en la depresión. El monstruo mundial se da cuenta de esto. Por esa razón es por lo que le resulta tan imprescindible destruir el «mal ejemplo del buen ejemplo». Y esa es la razón por la que debemos afrontar nuestros fallos. Como Dietrich pidió: ¿Por qué otra razón sentiría Fidel la necesidad de discutir la reversibilidad de la Revolución?

¡Así pues, miremos de frente los problemas!

Cuando en septiembre de 1990 se puso en marcha el Período Especial en Época de Paz, y se enlazó rápido, el 26 de julio de 1993, con la declaración de «doble economía» por un solemne Fidel, yo tuve miedo de que las desigualdades hicieran que apareciera no sólo una nueva clase de ricos, sino una sociedad de clases. Empecé a escribir sobre esta preocupación en algunos medios de izquierdas, pero Prensa Latina, donde yo trabajaba, no llegó a publicar tan «subversivo pensamiento». Muchos partidarios de Cuba en el extranjero me consideraron un «traidor» por esas reflexiones.

El 24 de noviembre de 2005, Fidel Castro dijo públicamente por vez primera: «Somos conscientes de que hoy hay una nueva clase, en virtud del fenómeno por el que la Revolución ha tenido que pasar [Período Especial]…»

Uno de los posibles futuros presidentes, el Ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque, se refirió a lo mismo en un discurso en Naciones Unidas. Dijo que el peligro para Cuba era la creación de una clase burguesa. Una clase así sólo podía venir de los pequeños campesinos y de algunos sectores de la clase trabajadora, que intentaban escapar de esa clase por las buenas o por las malas.

En el discurso del 17 de noviembre, Fidel afirmó que la nueva clase no ganaría al socialismo.

«Puedo asegurarles con absoluta certeza que esta batalla contra el despilfarro, el robo y el desvío ilegal de recursos y otros vicios generalizados ha sido ganada por adelantado…»

Fidel alabó los esfuerzos revolucionarios de las organizaciones de masas y las nuevas brigadas de jóvenes -trabajadores sociales- establecidas para vigilar los robos llevados a cabo por una parte de la clase trabajadora y la pequeña burguesía. Miles de estudiantes ocuparon el lugar de los trabajadores en las gasolineras.

Fidel explicó: «Ciertos vicios pueden estar muy profundamente arraigados. Empezamos por Pinar del Río para averiguar qué estaba sucediendo en las estaciones de gas que vendían gas en dólares. Pronto descubrimos que se estaba robando más gas del que se vendía…, en algunos lugares suponía más de la mitad.»

«Bien, ¿qué está sucediendo en La Habana? ¿Se reformarán? Realmente no, todo es juerga y diversión.»

«En la provincia de La Habana, la gente aprendió a robar desaforadamente. En la actualidad, los trabajadores sociales están en las refinerías; cargaron los camiones cisterna que llevan 20.000 ó 30.000 litros, y vigilaron, más o menos, dónde iban esos camiones y cuánta gasolina era reenviada. Descubrieron estaciones privadas de gas que se suministraban del petróleo de esos camiones».

La socióloga y periodista francesa Danielle Bleitrach escribió un análisis del importante discurso de Fidel del 17 de noviembre (Véase «¿Qué pasa en Cuba?», www.rebelion.org, de 18 de mayo de 2006; en la versión inglesa, véase www.walterlippmann.com en su [email protected], de 3 de julio de 2006). Apuntaba algunos de los éxitos conseguidos de la iniciativa que Fidel adoptó para combatir la corrupción epidémica.

«El cambio es profundo. Una cifra nos da buena idea del mismo: en 2005, el mismo partido se deshizo de 2.900 miembros y fueron apartados varios directores de compañías y ministros. En las asambleas de trabajadores, se invitó a éstos a reflexionar sobre todas las cuestiones, a entender los costes reales de «inventar» y los robos. Las consecuencias podrían ser sanciones y expulsiones pero también condenas de cárcel o traslados a sectores menos ‘vitales’. Se hicieron públicos algunos casos, pero en general las medidas fueron discretamente tomadas en los centros de trabajo.»

Ella define el discurso de Fidel en el sentido de que está en «perfecta sincronía con la mentalidad cubana. El debate empieza a partir de un hecho concreto, cómo salir del Período Especial, y termina con una investigación del socialismo y el futuro de la humanidad. Justo ahora está centrado en lo concreto.»

En el discurso concreto (e idealista) de Fidel, también se refirió al hecho de que incluso antes del Período Especial, el despilfarro sistemático de los recursos colectivos por parte de muchos, si bien no todos cubanos, estaba arruinando la economía. Dijo que era una «suerte» que Cuba no hubiera descubierto antes que había gran cantidad de petróleo en su tierra y en sus aguas, «porque lo habría despilfarrado».

«Nuestra nación es una de las que más combustible y energía derrochan en el mundo».

Gran parte de este despilfarro no es robado sino sencillamente derrochado por la desidia sistemática de la ciudadanía a la hora de desconectar la electricidad (y el agua y el gas) en uso. Incluso el estado es responsable, ya que una red obsoleta de conmutadores no permite apagar las farolas durante las horas de luz diurna.

Además de la vigilancia de los estudiantes contra el derroche y el robo, el estado ha aumentado en gran medida las fuerzas policiales. Mucha gente tiene también perros de vigilancia, un indicador de que hay suficiente comida y de que ese no es el problema.

¿Se han convertido Fidel y Roque en subversivos o están tratando de detener la creciente realidad negativa en su nación? ¿Radica «La explicación de Cuba», como Gabriel García Marquez ha afirmado, en que «Fidel es a la vez la cabeza del gobierno y el líder de la oposición»?

No hay duda de ello, la historia juzgará realmente a Fidel como el máximo estratega revolucionario. Y, muy al contrario de lo que los enemigos del estado socialista cubano proclaman, es un hombre amable, que no presenta tendencias a disfrutar con las purgas típicamente brutales que la mayoría de los dirigentes mundiales, si tienen oportunidad, llevan a cabo. Pero también cuenta con el apoyo de una especie de «arte cubano para manejar los conflictos, para contenerlos: es como una palabra africana que significa ‘con una base de ternura», como Bleitrach expresó de forma tan apropiada.

Termino con una larga cita del final de su ensayo:

«Después de haber observado la primera fase del proceso [de autocrítica], una debe admirar la maestría con la que está siendo desarrollado tanto para conseguir su objetivo fundamental, mejorar la vida de los cubanos, como por el hecho de que no habido ningún exceso, ningún golpe propagandístico. Predomina el realismo cubano y no trata de dividir: el ‘enemigo interno’ está en todos y todos deben examinar sus deficiencias colectivamente. Hay en esto mucha gentileza y un gran conocimiento de lo que significa el ser humano, con sus cualidades y defectos, que no deben ser combatidos con inclinaciones utópicas, sabiendo muy bien que la lucha va a ser dura.

«Cuba, como hemos visto, es una sociedad en armas, en una guerra impuesta. Un ejército que tiene que alimentarse y equiparse a sí mismo, pero el factor subjetivo es fundamental para alcanzar la victoria. Cuando la lucha es por todo un continente, o por todo un planeta, el pueblo situado en vanguardia tiene una nueva misión: la de oponerse al imperialismo – todavía intentando destruir por la vía de ‘inventar’. El objetivo concreto y los medios para alcanzarlo están sujetos a un debate permanente. En su discurso, Fidel afirmaba la preocupación de que los comunistas no pueden recurrir a medios inmorales para alcanzar un objetivo y mencionó el pacto germano-soviético como un ejemplo de lo que los comunistas no pueden hacer, porque se ha pagado con un profundo descrédito.

«Una de las potencias de la revolución cubana, de sus dirigentes y de Fidel en particular, se nutre de esta vindicación de la ética política, que es compartida por la población. Para esta guerra sin límites ante el poder del imperio sin rival aparente, sólo la resistencia del pueblo puede tenerlo bajo control y quizá destruirlo. Cuba aplica la estrategia de Sun Tzu, para ganar la guerra sin tener que luchar.»

Fuente: http://www.ronridenour.com/articles/2006/0608-rr.htm
 
Ron Ridenour, usamericano de nacimiento e internacionalista de ideología, abandonó definitivamente su país de origen a principios de los años ochenta por su oposición frontal a la política del imperio. Ha vivido en la Nicaragua sandinista y en Cuba. En la actualidad reside en Dinamarca. Es colaborador de Rebelión y miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de mencionar al autor, a la traductora y la fuente.