Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Un inglés se va sin despedirse, un judío se despide pero no se va, dice un chiste judío. Así ha sido en el caso de las retiradas israelíes de Belén, Ramala y ahora el gran slam, la retirada de Gaza. Hace una quincena, el ejército israelí abandonó Tul Karem con bombos y platillos. Los periódicos describieron la acción como «una medida de generación de confianza» que los palestinos tendían que esforzarse por justificar. Unos pocos días después, los tanques israelíes volvieron a Tul Karem; mataron a sangre fría a unos pocos policías, se llevaron un vehículo lleno de cautivos y ya estaban listos para la siguiente retirada con la publicidad de costumbre. Pasamos tantas veces por estas maniobras, que uno tendría que ser un gran entusiasta para interesarse por el show de Gaza presentado por cortesía de Ariel Sharon.
La retirada de Gaza no es nada. Es un fiasco, aunque sea presentada como una tremenda noticia. No es el primero, y seguramente no será el último. En la historia palestina, las retiradas de Gaza son baratísimas. Recuerdo incluso la retirada de Gaza de 1956, pero la gente con menos memoria probablemente recordará el bombo publicitario respecto a la retirada de Gaza en 1993, según los acuerdos de Oslo. Hubo tantos argumentos, sobre si debería ser «Gaza primero» o «Gaza y Jericó primero». Después de mucha acrimonia, los palestinos «recibieron» Gaza y Jericó. Finalmente resultó que Israel otorgó una cierta autonomía carcelaria a los que se convirtió en el Campo de Concentración de Gaza y la Prisión Abierta de Jericó, junto con la prisión VIP de cinco estrellas de Ramala.
La retirada es una farsa, pero el muro es real. La Agencia Israelí de Noticias anunció que «las IDF (ejército israelí, N.d.T.) va a construir otra cerca de seguridad alrededor de la Franja de Gaza. Al final, el sistema incluirá tres cercas, con sensores electrónicos y ópticos de última generación, así como ametralladoras con control remoto. El sistema debería estar listo en menos de un año por un costo total de 220 millones de dólares», pagado naturalmente por el contribuyente de EE.UU.
Si por algún motivo, los prisioneros se muestran intranquilos, Israel tiene suficientes aviones para bombardearlos hasta que se sometan, sin mover un solo soldado. La retirada es buena para el Israel de Sharon, ya que le permite reducir los gastos, reducir el impopular servicio de reservistas y hacer tanto más fácil la atención del Campo de Concentración de Gaza. No es ningún secreto: funcionarios israelíes han expresado este punto de vista en numerosas ocasiones.
Nuestro amigo Uri Avnery llamó a la resistencia palestina «a no hacer el juego de Sharon» y a abstenerse de toda actividad militar hasta que se haya completado la retirada. La triste realidad es que los palestinos no tienen alternativas. Si se mantienen tranquilos serán emparedados dentro de los altos muros de Gaza. No hay incentivos, sólo amenazas.
Nuestro amigo Ilan Pappe nos advirtió de la posibilidad de asesinatos en gran escala en la Franja de Gaza una vez que se haya completado la retirada. Nos llamó a «no apartar los ojos de Gaza». Pero dudo de que suceda algo tan dramático. Hay demasiada gente en Gaza como para matarlos; tampoco hay un lugar hacia el cual expulsarlos. No hay motivos para apurarse: la población encarcelada estará allí para emprender acciones punitivas cada vez que sea necesario.
La retirada es sólo parte del juego; siempre es seguida por una invasión, como en una violación. Gaza seguirá siendo una cárcel, sin siquiera un vínculo aéreo o marítimo con la libertad. Pero sería un error concentrarse sólo en los accesos: para los gazanos de a pie una conexión aérea no les ayuda a alimentar a sus familias. Gaza no puede subsistir sola – ninguna ciudad, ni Tel Aviv o Londres puede hacerlo. Los gazanos tendrán sólo una pequeña oportunidad de sobrevivir labrando los campos que antes pertenecían a sus familias, porque los agricultores israelíes prefieren a los tailandeses, más baratos y poco exigentes. Gaza se convertirá en el sitio de exilio preferido de los activistas palestinos de Cisjordania y Jerusalén, una gran prisión, un sitio de sepultamiento.
Recientemente fui a la aldea bíblica de Betania en la vecindad de Jerusalén, donde la tumba de Lázaro, cortada profundo en la roca viva, recuerda eternamente la capacidad de la fe de resucitar hasta el alma muerta de un hombre sepultada bajo una gruesa capa de piedra y albañilería. Es un símbolo poderoso y pertinente, porque existen fuerzan que traen la muerte espiritual a las almas, emparedándolas en la busca de bienes materiales y abandonando la divina luz del sol. Pero la ancha carretera bien pavimentada a Betania fue abruptamente interrumpida por la inmensa monstruosidad de un muro. Bloques de hormigón de 8 metros de alto bloqueaban el camino y oscurecían la luz del sol. Un letrero pintado con spray decía: «Bienvenidos al gueto de Betania».
Más allá del muro, niños palestinos de ojos azules y bronceados por el sol, en sus mejores trajes domingueros, contemplaban incrédulos al equipo de trabajadores israelíes que erigía incansablemente los bloques, sepultándolos en su aldea. Me recordaron una historia gótica (1) de Edgar Allan Poe, sobre un español que español vengativo que emparedó viva a su víctima encadenada en un sótano de su castillo después de atraerla para que descendiera y gustara su amontillado. Colocó ladrillo sobre ladrillo, agregó generosamente la argamasa, tapió vigorosamente la entrada de la brecha, mientras la incredulidad en los ojos de su víctima se convertía en el horror de la comprensión. Sus labios musitaron «¡amontillado!» cuando el último ladrillo lo sepultó a la espera de su lenta y horrible muerte en la oscuridad del sótano. Poe sabía que tememos el sepultamiento más que a la muerte.
No podemos impedir que Israel sepulte a un millón de gazanos. Pero podemos y debemos impedir que Israel obtenga triunfos mediante este vil acto. Gracias por nada, general Sharon. Usted comete el acto malvado de Zimri, y exige la recompensa del honrado Phineas, como dice la gente con mentalidad bíblica. Debemos preocuparnos de la gente que le permite que venda el redespliegue como un gran sacrificio – gente en los medios. En lugar de observar con horror como un millón de vidas humanas es emparedado, la vasta maquinaria mediática mundial, del New York Times de Sulzberger a Liberation de Rothschild, se concentra en «los sufrimientos de los colonos». Es otra farsa. El mes pasado, los israelíes destruyeron la aldea de Tana y expulsaron a su población, y prácticamente no se informó; pero las lágrimas de cada colono son ávidamente documentadas y servidas a los espectadores de todo el mundo.
Nadie expulsa a estos colonos, sólo su propio gobierno. Pueden quedarse como iguales en Gaza. Probablemente incluso podrían conservar gran parte de sus propiedades ilegalmente obtenidas. La Autoridad Nacional Palestina haría bien en declararlo públicamente. La algarabía es producida para imponer la idea de que los judíos no pueden vivir juntos con los goyim (gentiles – N.d.T.). Por desgracia, esta idea es apoyada por activistas judíos por la paz: Michel Warshawsky declaró que:
«la prioridad de las fuerzas contra la ocupación debería ser la denuncia y la lucha contra la política de asentamientos… la imposición a Israel de una detención inmediata y total de las actividades en los asentamientos, incluyendo el muro y las carreteras de circunvalación; y el establecimiento, bajo los auspicios de la ONU, de un Control Internacional de la Paralización de los Asentamientos, con mandato para implementar esa detención.»
El llamado de Warshawsky equivale a un apoyo desde la izquierda al concepto de separación de Sharon. Se opone a que el muro se construya lejos de la Línea Verde, de manera que el Muro de Gaza le convendría perfectamente. Pero es demasiado poco, demasiado tarde, pedir una detención que nunca ocurre, de los muros que están siendo construidos a lo largo de las antiguas líneas del armisticio. «Contra la ocupación» se convirtió en el santo y seña del sionismo-lite. Existe sólo una solución posible: en lugar de desplazar a los colonos y construir más muros: integrar a Gaza y Cisjordania en Israel, con todas sus imperfecciones.