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Mujeres, obstáculos y retos para derribar las barreras del campo

Fuentes: SEMlac

Anna Mairilys Daria Viciedo dirige una unidad de producción agrícola en la periferia de La Habana. Ya no importa cuánto le ha costado, solo sabe que hoy pertenece a ese espacio. La suya se conoce como Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Cinco Palmas, en Guanabacoa, y dispone de 3,17 hectáreas de tierras, en varias […]

Anna Mairilys Daria Viciedo dirige una unidad de producción agrícola en la periferia de La Habana. Ya no importa cuánto le ha costado, solo sabe que hoy pertenece a ese espacio.

La suya se conoce como Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Cinco Palmas, en Guanabacoa, y dispone de 3,17 hectáreas de tierras, en varias fincas dedicadas fundamentalmente a la producción de hortalizas, posturas y plantas ornamentales. Bajo su mando hay 19 trabajadores, de ellos, cinco mujeres.

En 1993 se graduó como ingeniera agrónoma y comenzó a trabajar en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA), un instituto de investigaciones ubicado en San José de las Lajas, a unos 60 kilómetros al sureste de la capital cubana.

Madre de un hijo pequeño, se trasladó a un centro hidropónico de hortalizas, algo más cerca de casa. Volvió a salir embarazada y trabajó en la delegación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente durante dos años.

«Siempre estuve a la expectativa de que apareciera algo vinculado a la agricultura porque es lo que más me gusta», dice. No pensaba entonces que esta labor ocuparía sus días y no pocas de sus tardes y noches.
Cuando se creó la cooperativa le dieron la posibilidad de incorporarse, en agosto de 1999, y el 4 de enero de 2000 la seleccionaron administradora, puesto en el que ha permanecido durante 12 años.
«Fácil no ha sido, pero no imposible: dirigir hombres, algunos con bajo nivel educacional, es complicado: hay que saber cómo tratarlos. Esto parece un trabajo bruto, pero para nada lo es: hay que conocerlo, aprenderlo y amarlo; de lo contrario, no puedes hacerlo», confiesa a SEMlac.

Su mando ha sido bien asimilado por el colectivo. Guillermina Hernández, de 64 años, una de las cinco mujeres de Cinco Palmas, considera que buena parte de los resultados allí se deben a su administradora, mientras el obrero agrícola Ramón Rodríguez sostiene que bajo la dirección de Mairilys permanecerá hasta tanto le alcancen las fuerzas.

En Cuba existe un marco legal no discriminatorio por razón de sexo y color de la piel, refrendado en las leyes de Reforma Agraria, Código del Trabajo, Ley de Seguridad y Asistencia Social, de Maternidad y de Cooperativas. Sin embargo, la presencia femenina sigue siendo minoritaria en el campo, al menos entre las registradas oficialmente como trabajadoras del sector.

Un estudio realizado por el Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana arrojó que, mientras las mujeres son el 38 por ciento de la fuerza laboral empleada en la economía, constituyen solo 17 por ciento en la agricultura, la pesca y la silvicultura.

En la investigación «Mujeres y ruralidad», el equipo enumera algunas limitaciones socioeconómicas para el empleo en el ámbito rural, incluidas las pobres ofertas de empleo, insuficiencia o lejanía de instituciones para el cuidado infantil, de personas discapacitadas y ancianos, y malas condiciones de vivienda, transporte y vías de acceso.

Ocultas detrás de los hombres

Consuelo Castellanos Rivas, de la UBPC Ignacio Agramonte, en Jimaguayú, localidad de la oriental provincia de Camagüey, sabe muy bien de las concepciones patriarcales y el machismo arraigado en no pocas cubanas e igualmente en cubanos.

«Por años, las mujeres fueron invisibles. Hacían parte del trabajo de sus esposos en la tierra, las guardias y la limpieza de las vaquerías y todos lo asumían como una «ayuda». No recibían ninguna remuneración ni reconocimiento por ello», recuerda.

La situación cambió, asegura, en tanto no pocas son trabajadoras de la UBPC, cobran por ello y contribuyen a la economía familiar. «Lo más difícil no fue convencer a las mujeres de que lo hicieran, sino a sus maridos de que se lo permitieran», cuenta a SEMlac.

La socióloga e investigadora Niurka Pérez Rojas, coordinadora del Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana, sostiene que el patrón reproductivo ubica mayoritariamente a la mujer en ocupaciones que constituyen una extensión del trabajo doméstico.

«En la generalidad, esta situación se acepta acríticamente, genera pocos ingresos, deja escaso tiempo libre y representa espacios menores de poder», explicó Pérez Rojas a mediados de septiembre, durante las Jornadas de la Mujer Rural Saberes y experiencias, organizadas por la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA).
A su juicio, el Decreto ley 259, que autorizó la entrega de tierras ociosas en usufructo, abrió un espacio a la incorporación femenina. «Hasta el momento hay 142.740 usufructuarios y, de ese total, 12.486 son mujeres, solo el nueve por ciento en las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y en las de Créditos y Servicios (CCS).

No obstante, dijo a SEMlac que puede valorarse como un logro que 10.778 mujeres solicitaron tierras en su nombre, las cuales representan 86,3 por ciento de las mujeres usufructuarias en CPA y CCS.

¿Ser o no ser jefas?

Si incorporar las mujeres al campo es todavía un reto, lo es más que ellas se decidan y accedan a ocupar puestos de dirección en el sector agrario.

De acuerdo con el estudio «Mujer y ruralidad», aunque el número de mujeres en puestos de liderazgo ha crecido, todavía es insuficiente en los de mayor nivel en la toma de decisiones.

Existe «una mayor valoración de la capacidad de las mujeres líderes, sobre todo por parte de los hombres, aunque también se evidencia que no todos los hombres aceptan el liderazgo de mujeres. Esta aceptación es resultado del gran dinamismo, dedicación y capacidad demostrada por numerosas mujeres dirigentes, a veces teniendo que sobresalir para ser reconocidas», señala la investigación.

Para Anna Mairilys Daria, «la mujer puede participar de muchas maneras: en la siembra, la atención a los cultivos, las plantas ornamentales y frutales, o en la dirección. Todas esas labores se prestan para la participación femenina», asegura.

Con ella coincide Olga Milián, responsable del área económica de la UBPC apícola Braulio Coroneaux, de la oriental provincia de Granma. Sin embargo, reconoce que ello implica un gran costo para la familia, algo que no todas están dispuestas a asumir, tanto en el campo como en la ciudad.

«Se necesita una gran ayuda familiar porque hay que dedicarle mucho tiempo a muchos poquitos: el transporte, los recursos, la atención a los trabajadores, la alimentación de las abejas», señala Milián, quien durante nueve años dirigió un colectivo de siete hombres.

«La agricultura necesita de mucha entrega: si llueve fuerte un domingo por la tarde hay que ir a ver los daños; los días feriados debemos rotarnos para cuidar los cultivos; si llega un recurso, hay que estar ahí para recibirlo y tienes que alejarte de los hijos o llevarlos contigo», explica la presidenta de la UBPC Cinco Palmas.

Amenazas

Sobre la incorporación femenina en el sector agrario, aún incipiente y frágil, pesan varias amenazas, advierten estudiosos.

Cuba solo cubre 20 por ciento de las necesidades alimentarias de su población, de 11,2 millones de personas, lo que se traduce en una dependencia externa que conlleva a la necesidad urgente de incrementar la producción de alimentos, así como de reducir personal no productivo.

En medio de transformaciones para acercarse a la racionalidad económica, la población femenina, incluida la rural, podría ser la más perjudicada.

El aumento de personas disponibles en determinadas ramas de la economía y en algunas categorías ocupacionales (profesionales, administrativos y de servicios) afectará principalmente a las mujeres y, por lo tanto, su autonomía económica y los ingresos que ellas aportan a la economía familiar, alerta la investigadora Mayda Álvarez, del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

Álvarez considera que para ellas continuará la carga laboral desproporcionada, al tener que compartir el trabajo asalariado con el doméstico no remunerado. A la par, se incrementarán las tareas de cuidado de personas dependientes en las familias, debido al envejecimiento poblacional.

En su trabajo «Cubanas hoy: conquistas, luchas y retos», la estudiosa recomienda un profundo trabajo educativo encaminado a eliminar prejuicios y estereotipos sexistas, capacitar a dirigentes, maestros y maestras, agentes comunitarios, entre otros, y brindar seguimiento a los impactos sobre las mujeres que pueden derivarse de las transformaciones económicas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.