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Nada ha cambiado en Palestina

Fuentes: La nueva España

Arafat no ha sido el problema y su ausencia no modifica la realidad de la ocupación que los palestinos sufren desde 1948, cuando los judíos se apropiaron del 78 por ciento de Palestina y confinan a los palestinos en el 22 por ciento restante -que comprende Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este-. En 1967, en una […]

Arafat no ha sido el problema y su ausencia no modifica la realidad de la ocupación que los palestinos sufren desde 1948, cuando los judíos se apropiaron del 78 por ciento de Palestina y confinan a los palestinos en el 22 por ciento restante -que comprende Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este-. En 1967, en una vuelta de tuerca más de Israel y EE UU, este efímero 22 por ciento fue invadido militarmente por la fuerza de las armas, pasando a denominarse desde entonces Territorios Ocupados (TT OO) ante la pasividad de Naciones Unidas y del derecho internacional de doble rasero.

Las descalificaciones personales a Arafat -ciertas o no- no son más que cortinas de humo. Otra cosa sería su acierto o desacierto político y estratégico. La cuestión palestina no puede depender de la honorabilidad de nadie, tal como se argumenta con frecuencia. La causa y los derechos de los palestinos han de serlo en sí mismos y por sí mismos, solamente. En 1968 entra Arafat en escena. El dominio del Ejército israelí en los TT OO, además de militar, lo es en todo lo demás. Comienzan los «asentamientos de colonos», lo que significa la expropiación por los inmigrantes que, procedentes de cualquier parte del mundo, vienen a adueñarse de los territorios más fértiles y que han de mantener por la fuerza, convirtiéndose en colonos armados -paramilitares-, lo que constituye un motivo más de tensión y enfrentamiento.

La sociedad palestina no puede desarrollarse adecuadamente bajo una ocupación militar. Sin Estado y sin instituciones no es posible más que una supervivencia inestable y a gran presión. Así viene la primera sublevación, en 1987, contra el ocupante -primera «intifada»- en la que, simplemente, los invadidos no aceptan la ocupación y por eso se rebelan. En los años noventa, década de las negociaciones de paz, los acuerdos de Oslo, Camp David, etcétera, no son más que el truco del «palo y la zanahoria». Arafat firma todo a cambio de nada, pues la ocupación continúa y crece. Aumentan los «colonos», se reducen los territorios palestinos para convertirse en propiedad definitiva de los judíos y lo de paz por territorios supone la pérdida de territorio a cambio de menos paz. El imperio de Israel y su valedor, Estados Unidos, no tiene límites, y así comienza, hace cuatro años, la segunda sublevación -la segunda «intifada»-, como no podía ser de otra manera.

La situación hoy, ahora: continúa la ocupación y los más de 700 puestos de control militar israelí dentro de los TT OO, territorios estos que van camino de reducirse a la mitad, al 11 por ciento, con la construcción del muro, entre otras causas y a pesar de la reciente sentencia contraria del Tribunal de La Haya. Los ocho millones y medio de palestinos, acosados y con problemáticas específicas, tienen una causa y un denominador común: el sionismo israelí. Un rasgo característico más es su fragmentación y dispersión; refugiados en el Líbano, Siria, Jordania o en los TT OO de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, y los palestinos árabes marginados residentes en Israel. Esta diversidad y estas circunstancias pueden complicar la unidad y la fluidez, en cuanto a la actuación de la nueva dirección palestina, pero también abre varios frentes que los ocupantes han de afrontar. La inclusión, probablemente, en la nueva dirección palestina de grupos y partidos más duros y menos condescendi entes también puede cambiar el actual escenario.

La tensión en la zona, incluida la ocupación de Irak y las amenazas a otros países, se mantiene al mayor nivel y ello no contribuye a facilitar la estabilidad internacional ni a mejorar la seguridad de cada país en concreto. Se sigue echando leña al fuego y nadie, de la comunidad internacional o de sus organizaciones, hace nada por detener esta escalada.

Ingeniero y diplomado en Ciencias Empresariales, comentarista en cuestiones de Oriente Medio