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Nasrallah: De cómo decir demasiado en 50 minutos

Fuentes: Entretierras

Hassan Nasrallah ya había dicho varias cosas sobre la implicación de Hezbollah en el conflicto en Siria, como que en algunas aldeas sirias fronterizas había ciudadanos libaneses pertenecientes al partido-milicia (o milicia-partido, según se mire) del que es Secretario General y que, a modo de defensa propia estaban participando en la lucha. Sin embargo, negó […]

Hassan Nasrallah ya había dicho varias cosas sobre la implicación de Hezbollah en el conflicto en Siria, como que en algunas aldeas sirias fronterizas había ciudadanos libaneses pertenecientes al partido-milicia (o milicia-partido, según se mire) del que es Secretario General y que, a modo de defensa propia estaban participando en la lucha. Sin embargo, negó toda responsabilidad del partido en la decisión que tales individuos habían tomado (en árabe).

Desde entonces, las noticias de víctimas que llegan desde Líbano no han dejado de sucederse y fotos de los mismos pueden verse en las zonas dominadas por Hezbollah en Líbano, tal y como pude comprobar durante mi estancia en el país del Cedro. En su discurso de ayer (30/04/2013), Nasrallah, con ironía, negaba que los números que se daban fueran ciertos, asegurando que varios medios habían inaugurado una «subasta pública» a ver, como popularmente se dice, quién da más. «¿Puede un país como Líbano, un país pequeño donde todo se sabe, esconder a todos esos mártires?», se preguntaba. Y en un arrebato de partidismo, patriotismo o no se sabe exactamente de qué, Nasrallah reconoció que efectivamente han muerto miembros del partido en Siria, antes incluso de hablar de su apoyo incondicional, como se ha señalado en muchos análisis: «Quien de entre los nuestros muere recibe su funeral… Nosotros no nos avergonzamos de nuestros muertos».

Aún más, no deja de ser curioso que asegure que «el objetivo de aquellos que están detrás de la guerra en Siria -y no se para a negar la parte de culpa del régimen en ningún momento- es destruir Siria como Estado, como pueblo, como sociedad y como Ejército». Es decir, nos retrata la que ha sido la política del régimen de principio a fin: Al-Asad o nadie, Al-Asad o quemamos el país, una política de tierra quemada que yo acostumbro a calificar de «la maté porque era mía». Cierto es que después añade que ello es para debilitar al país y que no sea capaz de tener una decisión propia y soberana, como aduce el sector autodenominado anti-imperialista que ve la mano de EEUU en cada paso dado por la revolución. Sin duda el debilitamiento de Siria les viene de perlas a muchos actores internacionales: una lucha intestina que la desangre poco a poco porque siempre ha sido un país algo complicado de manejar a pesar de los muchos flirteos que ha tenido con la administración estadounidense o los gobiernos europeos. Sin embargo, ¿hasta qué punto y a qué precio? Parece que EEUU, que lidera en los foros internacionales el discurso -que no acción efectiva- de apoyo a la revolución, tiene serias dudas sobre lo que quiere y lo que no quiere, sobre lo que declara y sobre cómo actuar en consecuencia. Obama se está teniendo que tragar sus líneas rojas (que desde luego son inaceptables porque presuponen que todo lo que no sean armas químicas está permitido) porque el deseo de intervenir nunca fue una realidad, pero parece que el impasse se le puede acabar yendo de las manos y la crisis puede acabar salpicando y ahogando a países del entorno. En cualquier caso, la destrucción de Siria fue la elección del régimen en el momento en que la revolución dijo: no retrocederemos, y Nasrallah lo ha retratado con brevedad y exactitud.

Pero la metedura de pata de Nasrallah va más allá. Al hablar de las insidiosas fatuas de los ulemas que permiten que se mate a todo aquel que colabora con el régimen, especialmente los soldados (aunque también hace alusión en su discurso a los barrenderos o electricistas) y con las que se puede estar de acuerdo o no, reconoce las deserciones que se han producido en el ejército como resultado de la negativa a colaborar con el régimen. En su deseo por acabar con todo colaborador del régimen, asegura, «matan a aquellos pobres que tal vez estaban pensando en desertar». Pero, ¿quién querría desertar del régimen de resistencia, del eje del rechazo al imperialismo?

«A quienes os enfrentáis es al Ejército Sirio y a las fuerzas populares que apoyan al régimen (¿los llamados Comités Populares de Defensa?), y todo lo que se dice de fuerzas e injerencias es falso o muy exagerado». «Muy exagerado», sin duda a Hasan Nasrallah no le gustan los números en este caso tampoco, sobre todo porque son elevados. No obstante, se prepara de cara a futuros escándalos de participación en la lucha en Siria diciendo que todo se puede poner más peligroso y ello puede «obligar a países (recordemos que un clérigo iraní consideró que Siria era una provincia iraní tan importante que su pérdida significaría la pérdida de Teherán misma), fuerzas y movimientos de resistencia (¿tantos hay como para no saber a quién se refiere y más aún después de que Hamás abandonara al régimen de Damasco?) a intervenir efectivamente en el enfrentamiento en territorio sirio». ¿Por qué? «Porque Siria (ahí debería haber afinado más y decir «el régimen sirio» o «el Estado y no el pueblo») tiene en la zona y en el mundo verdaderos amigos que no permitirán que caiga en manos de EEUU o Israel, o en manos de los grupos takfiríes. ¿Cómo? Eso lo explicaré después».

Pero no lo explica directamente, sino que cae de nuevo en la trampa de las palabras y justifica su presencia en Siria defendiendo a «chiíes y cristianos libaneses», y la integridad del mausoleo-mezquita de Sayyida Zaynab (hija de Ali, cuarto califa), que es «de todos los musulmanes» (aunque en Quseir solo se protege al parecer a los chiíes, lo que pone en duda la sinceridad de las llamadas a la unidad del partido de Dios). Y lo hace respondiendo a todos aquellos que les preguntan «¿quién os ha mandado entrar?»: «¿Es que el anterior o futuro gobierno libanés puede enviar al ejército libanés a los pueblos sirios en el interior del territorio sirio en los que viven libaneses? […] No dejaremos a los libaneses de Quseir y sus alrededores solos frente a los ataques y agresiones por parte de los grupos armados y les daremos toda la ayuda y apoyo que necesiten para que permanezcan allí. No dudaremos en hacerlo». ¿Y en Sayyida Zaynab? Ese es su error: hacer referencia a cosas que luego no va a explicar, porque deja cabos sueltos que le delatan, le delatan tanto como su frase inicial en la que asegura que todo el que intenta evitar el expediente sirio «pretende esconderse tras su propio dedo». Sin embargo, ¿qué hacía quien hasta no hace mucho negaba su presencia en Siria luchando del lado del régimen?

Ni para esconderse ni ya para contar a sus muertos le sirven los dedos…

Fuente original: http://entretierras.net/2013/05/01/nasrallah-de-como-decir-demasiado-en-50-minutos/