Repasando
las viñetas que recoge el libro ‘PALESTINA Arte y resistencia en
Nayi al-Ali’, nos damos cuenta de su vigencia. Rescataríamos
algunas de ellas, con cerca de cuarenta años, para ilustrar el puñal
por la espalda de ciertos regímenes árabes o la sumisión de
algunos nombrados líderes palestinos con respecto al abandono de la
causa palestina. Al fin y al cabo, la causa palestina es la defensa
del derecho y de un pueblo colonizado por decisión imperial y por
una ideología supremacista pero también por la complicidad de
muchos gobiernos para que la tragedia palestina sea perenne. Al-Ali
veía a las clases dirigentes como parte del problema.
La
selección de las viñetas y de los textos que complementan el
pensamiento y la vida de Nayi al-Ali la han hecho Zuhur Dolo y
Mohamad Bitari. Estos editores han ido intercalando en la
introducción de cada capítulo el contexto de la vida de al-Alí,
sus propias palabras entresacadas de entrevistas o escritos junto a
su obra gráfica, con lo que se favorece la comprensión de la
evolución del artista e intelectual.
En las
intervenciones del propio al-Ali se vislumbra su interés en expresar
las preocupaciones de la gente y en llegar
a la conciencia de sus lectores por medio de unos dibujos mudos,
alguna vez con un simple rótulo, para que de un vistazo se
comprendan la situación y la crítica dibujada.
Nayi
al-Ali nació en 1937 o 1938, años de revueltas palestinas contra la
permisividad inglesa con la inmigración sionista, en Ash-Shayara,
una aldea que estaba, estaba… Estaba situada en el norte de
Palestina, en Galilea, y sufrió la limpieza étnica sionista. Empezó
antes de la proclamación del Estado de Israel, ya en 1947, como bien
señala la prologuista Teresa Aranguren. El pueblo fue destruido por
los israelíes hasta los cimientos como los más de cuatrocientos
hechos desaparecer, comenzando así el engranaje de robar historia y
tierra para despojar a los palestinos de Palestina. Nayi, con diez
años, recorrió junto a su familia los campos hasta llegar a Sidón,
Líbano, y en sus cercanías al nacido campo de refugiados de Ain
al-Hilweh. Esto es lo que marcará su vida y su obra.
La
fidelidad a esos orígenes, de expulsado violentamente con otras
familias campesinas, le convierte en enemigo de transacciones o de
aceptar otro planteamiento diferente al refugiado que reclama la
vuelta a casa. De ahí la reiteración de imágenes identificadoras
del refugiado palestino. La llave, las referencias a la cruz y a la
media luna juntas que muestran la convivencia de esas religiones y,
al mismo tiempo, que la desposesión sionista no es un tema
religioso, el barril de petróleo o los orondos personajes como
símbolos de una burguesía que antepone la alianza con su protector
de clase, estadounidense, frente al común árabe o
palestino.
Asesinado
en 1987
Nayi
al-Ali es conocido por la firma de sus dibujos, una silueta de un
niño nacida en 1969, Handala, su alter ego. Un niño que, según su
creador, siempre tendrá diez años mientras no pueda retornar a su
casa palestina. Tiene la cabeza afeitada, con remiendos en su ropa, y
da la espalda al lector. Él también contempla las escenas
dibujadas. Los dibujos son críticos. Críticos contra la
desposesión, contra el usurpador israelí que destruye lo palestino
y lo sustituye ejerciendo de colonizador con su aliado estadounidense
pero también contra esos líderes carismáticos o las clases
dirigentes árabes. Fue un artista conflictivo con el poder.
Nayi
al-Ali comenzó a desarrollar sus inquietudes pintando en las paredes
del campo de refugiados de Ain al-Hilweh. Su promoción inicial como
dibujante fue gracias a Ghassan Kanafani, el reconocido periodista y
narrador palestino y su publicación Al
Hurriya. Sufrió los
embates de la revolución palestina y emigró en 1963 a Kuwait, donde
se resistió al consumismo comprador de almas y vidas. Era un pepito
grillo señalando al rey desnudo de las élites dirigentes árabes.
Volvió a Beirut en 1974 y conoció los estragos de la guerra civil
libanesa y la invasión israelí y las matanzas falangistas e
israelíes de Sabra y Chatila. Regresó a Kuwait, de donde fue
expulsado, y en 1985 se fue a Londres. Allí fue asesinado en 1987,
como otros intelectuales palestinos. No se supo quién realizó el
asesinato. Pero si seguimos la máxima detectivesca y contemplamos
sus miles de viñetas, ¿a quién beneficiaba su muerte? Está claro
que sus críticas iban dirigidas contra Israel, Estados Unidos y los
regímenes árabes.
Los palestinos y árabes cogían el
periódico empezando por su caricatura diaria. Su Handala forma parte
del mundo palestino (y árabe) rebelde y su reproducción está en
todas partes, como símbolo de resistencia, como las llaves de las
casas se identifican con el derecho al retorno de los refugiados
palestinos.
El libro de las Ediciones
del Oriente y del Mediterráneo
está enriquecido por las aportaciones de sus prologuistas, Antonio
Altarriba y Teresa Aranguren, que facilitan al lector las claves para
la interpretación de la obra y de la vida de Nayi al-Ali.
Un
libro que refleja la justa tristeza de las situaciones vividas para
estimularnos a romper el determinismo del crimen que se comete contra
el pueblo palestino.
Un libro que refleja la justa tristeza de las situaciones vividas para estimularnos a romper el determinismo del crimen que se comete contra el pueblo palestino.
Nayi al-Ali, ‘Handala’, a través de su obra y la rebeldía de sus viñetas
Fuentes: Mundo Obrero