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Netanyahu blanquea la historia

Fuentes: UJFP

Benjamin Netanyahu, -el sinvergüenza que un día se atrevió a acusar a la izquierda israelí de haber olvidado lo que era ser judíoo [1]-, acaba de firmar con el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, un documento en el que blanquea a «la nación polaca en su conjunto» por el genocidio de más de dos millones […]

Benjamin Netanyahu, -el sinvergüenza que un día se atrevió a acusar a la izquierda israelí de haber olvidado lo que era ser judíoo [1]-, acaba de firmar con el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, un documento en el que blanquea a «la nación polaca en su conjunto» por el genocidio de más de dos millones de personas judías durante la Segunda Guerra Mundial. En el documento oficial dictado por la derecha ultraconservadora polaca, se han falsificado hechos históricos, siguiendo un argumentario groseramente negacionista.

Cuando se conoce la instrumentalización sistemática de la lucha contra el antisemitismo por el primer ministro israelí y sus órganos de propaganda para callar la boca a quien se atreva -en particular si es de izquierdas- a criticar su política, se está doblemente sorprendido por esta declaración. Por no decir descorazonado.

Sin embargo, formo parte de la minoría de personas judías de más de 60 años que se ha negado siempre a acusar colectivamente al pueblo polaco del genocidio cometido en su país a la vez que insisto en el hecho que miles de ciudadanos y ciudadanas polacas pusieron en peligro -incluso sacrificaron- su vida para proteger a familias judías. Como en todos los países ocupados por los nazis, Polonia contaba con una minoría de gente malvada y corrupta, una pequeña minoría de personas Justas -más de las que se piensa- y una mayoría que cerró los ojos y dejó hacer, esforzándose por sobrevivir en las duras condiciones de la ocupación nazi.

Lo que no impide que Polonia haya sido el cementerio de más de dos millones de personas judías masacradas por el nazismo, pero también por personas polacas nacionalistas o simplemente podridas por siglos de antisemitismo católico. El hecho de que el nazismo despreciara a la gente polaca, así como al conjunto de la gente eslava, y que numerosas personas polacas fueran víctimas de la ocupación nazi no borra esta participación activa de una parte importante de la sociedad polaca en el judeocidio. Lo mismo se puede decir, por otra parte, de Holanda, Bélgica y Francia, en proporciones ciertamente no comparables.

Yad Vashem, el más importante centro de archivos y de investigación sobre el judeocidio, ha denunciado severamente la declaración Netanyahu-Morawiecki, así como la nueva ley memorial votada por la Dieta [Cámara baja del Parlamento polaco] y aprobada también por el Primer Ministro israelí. Esta ley criminaliza a toda persona (dedicada a la investigación, a la política o bien sea una ciudadana ordinaria) que implicaría la responsabilidad polaca en la masacre de las personas judías. Incluso Naftali Bennett, el Ministro israelí de Educación y jefe del partido de extrema derecha ultranacionalista y religioso El Hogar Judío, ha criticado duramente la declaración, a la que califica de «vergüenza saturada de mentiras» – «Como Ministro de Educación responsable de promover la historia del Holocausto, la rechazo de la A a la Z», ha declarado.

El viceministro polaco de Asuntos Exteriores ha reaccionado con un cinismo -«lo que cuenta es la firma de Netanyahu, no la declaración de Yadd Vashem»- que expone la extensión de la ignominia en la que el primer ministro israelí se ha deliberadamente hundido.

Esta decisión abyecta remite a la estrategia , y no al oportunismo diplomático, como había ocurrido en las relaciones entre Israel y África del Sur o las dictaduras militares en América Latina: lo que une a Netanyahu con Morawiecki, Orbán [Primer Ministro húngaro] y otros líderes de la extrema derecha de Europa central y oriental, son valores comunes y la voluntad de crear un frente europeo capaz de contrarrestar a los llamados Estados liberales a los que desprecian. Estos valores son el ultranacionalismo, el racismo, la xenofobia y en particular el odio a las personas migrantes.

Último ejemplo de esta comunidad de puntos de vista: la retirada forzada por el Gobierno polaco de la presidenta del Tribunal Supremo y su control sobre el nombramiento de los y las jueces. Son exactamente los mismos planes de Netanyahu respecto al Tribunal Supremo israelí, ya emprendidos por el Ministro de Justicia Ayelet Shaked que no oculta que a sus ojos, y a los de su patrón, la independencia judicial es un obstáculo a su concepción populista de la democracia.

Nota del traductor:

[1] Ver «La Knesset vota una nueva ley contra las personas que demandan asilo», Michel Warschawski http://vientosur.info/spip.php?article13329 . Igualmente, «Israel, las tres dimensiones de una deriva fascistizante», Dominique Vidal http://vientosur.info/spip.php?article14024 ndt

Fuente: http://www.ujfp.org/spip.php?article6522

Traducción de Faustino Eguberri para viento sur