Traducido para Rebelión por Daniel Escribano
Los abogados ─ gratuitos o a sueldo ─ que Israel tiene entre nosotros suelen mostrarse dolidos en su corazoncito cuando se lo comparan con la Sudáfrica de otrora (de no hace tanto). Con todo, diría que a quienes tienen el mando de Israel no les resulta tan desagradable, a pesar de que tengan claro que reconocerlo no resulta conveniente por cuestiones de propaganda. Comoquiera que sea, el inigualable Netanyahu ha venido nuevamente a confirmar que no vamos nada desencaminados quienes de vez en cuando establecemos dicha comparación. De lo contrario, a ver quién encuentra en los diccionarios políticos una palabra más apropiada para ese «estado» que el dirigente del Likud y primer ministro ha aprobado (?) para los palestinos: parido mediante la inutilización de todos los tratados y resoluciones internacionales, con robo de la capital y grandes partes del territorio, carente de fuerzas armadas, obligado a aceptar en su seno colonias/bases extranjeras… Esto es, un engendro diseñado a la voluntad del enemigo. Sólo le ha faltado añadir que tendrán que besar de vez en cuando los pies del vecino mayor. O eso lo habrá dejado para Lieberman, responsable de Asuntos Exteriores.
Al ministro de Asuntos Exteriores sueco, de una moderación insuperable, también le ha parecido un poco vergonzoso: «Es discutible que podamos considerar estado lo que ha explicado Netanyahu. Un estado no se demarca de cualquier manera». La vergüenza, empero, no es tan frecuente entre nuestras autoridades: la mayoría, empezando por Solana y el resto de parásitos y acabando por Obama y su entorno, lo han recibido positivamente y como un paso adelante. Como si no fuéramos capaces de adivinar la dirección en que se daría el paso, si se diera.
En la década de 1970, los bantustanes fueron un invento político de los gobernantes sudafricanos para evitar el aislamiento externo y la revuelta interna: Transkei, Venda, Bofutatsuana y Ciskei, «independientes», y KwaZulu, Lebowa y QwaQwa, «autónomos». Ficciones políticas y títeres misérrimos. A decir verdad, el nazi Vorster y sus esbirros no inventaron nada, sino que copiaron/adaptaron la idea (antes en los países anglosajones se les solía llamar reservations y los ejemplos más conocidos estaban en los EEUU). Los segregacionistas blancos les llamaban, generalmente, homelands. No es casual que Netanyahu y compañía empleen esa misma palabra al hablar del hipotético «estado» palestino. Idéntica en nombre y en contenido.
En 1976, el primer ministro, Vorster, ex dirigente nazi sudafricano, fue a Jerusalén. Quienes se quedaron boquiabiertos al verlo en el más fraternal compadreo con los israelíes, así como sus herederos, deberían considerar la evidencia: la colaboración que desarrollaron la amodorrada Sudáfrica e Israel (por ejemplo, este año se cumplirá el trigésimo aniversario de lo que se llamó incidente de Vela) no fue mero concubinato por intereses materiales. Subyacía una sintonía más profunda, como se demostró posteriormente.
En cualquier caso, apostaría que al antiguo chulo de Chisianau Avigdor Lieberman tanto le da el origen de «sus» ideas políticas.
Mikel Aramendi es periodista y colaborador habitual, entre otros media, de Euskadi Irratia, Gara e Hika.
Gara, 17 de junio de 2009
http://www.gara.net/paperezkoa/20090617/142667/eu/Bantustanak-berregin-nahi-ditu-Netanyahuk